Consolacion y Desolacion en el peregrinar

lunes, 22 de agosto de 2011
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Así vamos peregrinando nosotros siguiendo los pasos de San Ignacio de Loyola en el camino de su doctrina, vamos descubriendo la imagen de un santo peregrino, así lo reconocieron en Manresa cuando vivió durante ese período tan sucinto, once meses en realidad.

Quien lo vio salir después de confesarse peregrinando hacia Jerusalén dijo ahí va un loco enamorado por Dios, seguramente en esta locura tan sesuda y de tanta discreción de espíritu de Ignacio seremos marcados también en el día de hoy, nosotros para recorrer nuestros caminos en santidad siguiendo su enseñanza.

El ser peregrino es una condición del ser humano, el hombre es un viajante, es un andador de caminos, un peregrino de muchas rutas.

Si vos te fijas en lo que has andado por estos días, sea caminando o en tu auto, aunque estés en un lugar muy fijo pero por tantos mundos que te has tenido que mover para buscar lo que estás anhelando y deseando, seguramente vas a entender esto de que sos un peregrino o una peregrina.

 

En realidad Ignacio en Manresa, que es el lugar donde estamos ubicados ahora, donde permanece estos onces meses, recibe los regalos con los que Dios va a marcar su vida y va a dar origen a la obra que le va a confiar, la creación de la Compañía de Jesús. En el corazón mismo de la doctrina ignaciana, el adn del encuentro con Jesús le ha dejado la marca del discernimiento de espíritus, y el Señor se ha encargado a través de este camino, de hacerlo un peregrino buscando siempre el camino que conduce al Padre, al encuentro con Jesús.

 

Soy peregrino de hoy, decía Machado y se ajusta bien al talente de vida iniciado por Iñigo desde su lugar de partida desde Monserrat, la precariedad de vida, la incertidumbre de planes, el esperarlo todo de cada día, son compañía inseparable del peregrino de entonces y también de estos peregrinos de hoy.

 

Ignacio salió de Monserrat huyendo de la notoriedad, quizás desde allí vino encaminando al Hospital de Manresa en el que pensó pasar unos días escribiendo su experiencia vivida, pero con ánimo de emprender su viaje a Jerusalén, “algunos días” fueron once meses en realidad, un paréntesis fundamental que dejaría huellas imborrables en todo su ser. En Manresa nació más que el esbozo del librito de los Ejercicios Espirituales y en la famosa ilustración de Cardoner se puede ver el germen del origen de la Compañía de Jesús.

¿Qué es lo que descubre Ignacio en Manresa? Que el alma está impulsada por varios espíritus, y que como ocurre en el camino, cuando uno va eligiendo por dónde ir, va desechando algunos lugares por donde no conviene lanzar los pasos.

Así Ignacio nos enseña que andar y peregrinar en Dios supone siempre discernir entre el buen espíritu que en Cristo nos es regalado por el Espíritu Santo para que él sea nuestro camino y sacarnos de aquellos atajos por donde el mal nos quiere conducir, llevándonos a buen término.

 

En esa básica diferenciación Ignacio habla de consuelos y desolaciones. Las consolaciones y desolaciones son para ser trabajadas. En este sentido el hombre no se ve librado de elegir, siempre hay que estar en posición de opción.

 

Ayer hablamos de lo que es la consolación y desolación y nos detuvimos especialmente en la consolación, hoy vamos a abordar algunos aspectos que hacen a la desolación, los síntomas del desolado, algunas expresiones típicas del desolado, las manifestaciones, cómo es que muestra su rostro el que en realidad le encanta permanecer en lo oculto, el mal espíritu cómo caricaturiza la memoria, este querer borrar en nosotros la historia, la tentación y la ansiedad propias de la fuerza del mal espíritu.

 

En este camino el peregrino va distinguiendo entre lo que Dios quiere y lo que no le pertenece a él y es su camino en Jesús el que va haciendo su propio peregrinar.

 

Hablamos ayer de cómo la consolación pone el corazón en sintonía con el fuego del espíritu en nosotros y cómo la desolación busca detenernos; con mil modos el mal espíritu busca frenar el andar, dice San Ignacio, nosotros tenemos que tomar nota de cómo actuar frente a la desolación, Ignacio de hecho se detiene más sobre esto que sobre lo primero, donde sucintamente, muy escueta y discretamente da algunas indicaciones y se detiene más a desarrollar las actitudes que ha de tener en el corazón el que se hace peregrino frente a la desolación.

 

Un primer punto que tomamos es el de los síntomas de la desolación, el desolado tiende a encerrarse en sí mismo, le cuesta amar, la caridad se le torna un suplicio, los demás pierden importancia, desaparecen de su corazón, la persona empieza a querer “morderse la cola”, quiere comenzar a girar sobre sí misma, vienen a la memoria broncas, fracasos, tendencias a desvalorizarse, a no sentir el amor de Dios.

 

Viendo la película “El rito” me ha llamado la atención como el mal espíritu a quienes realizan exorcismos los pone permanentemente en situaciones de mirar hacia atrás mal y en un remordimiento de lo que se hizo mal en otro tiempo. Esto no es del buen espíritu, esto es del mal espíritu.

El mal espíritu muestra el pecado, el fracaso, las heridas, los errores de un tiempo que pasó, queriéndonos revolcar en el barro para dejarnos allí empantanados e impedir que sigamos adelante.

El buen espíritu muestra igualmente lo que pasó pero con una mordiente que a uno le permite ir hacia adelante.

Lo he explicado otras veces con este ejemplo, cuando uno está empantanado, si gira la rueda del auto sobre el mismo barro, lo único que hace es hundirse más, en cambio cuando uno pone una piedra o una tabla, donde el auto pueda pisar, entonces sale hacia adelante. El buen espíritu sería como esa tabla o esa piedra donde ya la rueda no gira sobre el barro sino que gira sobre otro punto de referencia que hace que salga hacia adelante.

El buen espíritu, cuándo viene a nuestro encuentro, nos muestra por los lugares donde anduvimos empantanados, y nos hace las veces de esa piedra o de esa tabla donde podemos traccionar para poder ir hacia adelante, y así Dios nos quiere, yendo hacia adelante. Los registros que vamos a tomar del mal espíritu trayendo al corazón es solo para denunciarlo y ponerlo en evidencia en el ardid de su modo de querer sacarnos del camino.

 

Es tiempo de denuncias, de mostrarle su fragilidad, de denunciar los modos como el mal espíritu, en este tiempo, busca impedir la obra de Dios en nosotros.

 

Hay expresiones que son típicas de los desolados, esto nos ayuda para descubrir si estamos así. Por ejemplo cuando decimos: basta, estoy harto, yo dejo todo, esto es inútil, nadie me ayuda, todo está perdido. Son expresiones absolutas llenas de una profunda negatividad.

Estas son expresiones de un pueblo como el nuestro que a veces bajo los influjos de un ritmo tanguero hacemos de la vida un melodrama, entonces le ponemos ese costado de tristeza y angustia: … para que hablar, no me entienden, no me conocen, no han descubierto mi fragilidad y entonces es un llanto la vida, en el desolado es así, es una victimización …. imposible seguir luchando contra todo, todo es una gran mentira, para que seguir, no te das cuenta que todo está mal.

Entonces comienzan a surgir algunas reacciones: yo hago la mía, me corto solo, esto es típico del espíritu del mundo en que vivimos, individualista, egoísta, hedonista.

También se presenta bajo otro rostro el mal espíritu, el de la poca valoración de sí mismo: … no valgo nada, no sirvo para nada, no me quieren, al final me deslomo todo el día y nadie me tiene en cuenta, otro modo cuando uno tiene una responsabilidad frente a la conducción, en la paternidad, en el pastoreo, se siente que ha sido traicionado en el ejercicio de su servicio y dice: … bueno , listo, que se las arreglen solos, basta, que Dios los ayude, yo también tengo derechos. Hay formas donde el mal   espíritu es escandaloso en su modo de mostrarse, y en este sentido estamos poniendo luz para denunciar y para que salga de esos lugares donde se ha venido a esconder en nosotros para oprimirnos y entristecernos, para quitarnos la alegría y el gozo, la esperanza y el espíritu de lucha. Porque un corazón que no goza y que aún en medio del dolor no tiene la fuerza que trae la alegría no tiene disposición sino para seguir empantanado.

 

A las manifestaciones del mal espíritu las podemos clasificar en tres, por un lado duda y aflicción, por otro el manejo del tiempo y por último el mal espíritu caricaturiza la memoria.

 

Si hay un modo en el que el mal espíritu trabaja y deja su huella en el corazón para apartarnos del seguimiento de Jesús es por el camino de la duda y de la aflicción. Es propio del mal espíritu poner falta de paz con tristeza y desánimo, debilitamiento de la fe, la esperanza, caridad, tristeza y soledad, dejar el alma arrinconada, amordazada, atada, son características propias con las que el mal espíritu busca atentar contra la vida de Dios en nosotros, que es gozo, paz y alegría en el espíritu.

 

El mal espíritu además maneja tiempos interiores, no los del reloj sino los de la interioridad, nos aparta del kayros, el tiempo de Dios en el presente, al ritmo en el que Dios conduce la historia, el mal espíritu lleva hacia el pasado, tentando por la seducción de los pecados de antes, haciéndonos creer que no se podía vivir sin ellos, que siguen incidiendo en la vida presente, que de ahí nunca vamos a salir y que nuestra vida está marcada por la terrible fatalidad de haber caído y por lo tanto lo nuestro no tiene respuesta, estamos echados a la suerte de su fuerza y al trabajo amenazante de su presencia siempre insidiosa. El mal espíritu lleva hacia el pasado mal, al mismo tiempo nos presenta el futuro también mal, con desesperanza y con miedo, una forma de manejar el pasado e interferir sobre la lectura del pasado es como los escrúpulos que torturan desde un pasado en orden, cuando uno ha pecado gravemente en el pasado y en delicadeza busca en el presente a Dios y a sus designios, el mal espíritu tiene el deseo de culpabilizarnos y de acusarnos y entonces escrupulosamente va generando en el corazón la mirada pecaminosa sobre las realidades en donde no hay pecado.

 

El convertido a veces es atacado por los escrúpulos, porque tiene el deseo de ser fiel y el mal espíritu lo lleva sobre las infidelidades y le muestra que para ser fiel hay que ser sumamente cuidadoso y que en nada puede equivocarse, y guarda si se equivoca!! es siempre así, una expresión amenazante para sacarnos la paz y de vivir en el presente donde Dios juega la historia, en el aquí y en el ahora, hoy es el día de la salvación.

El convertido a veces es atacado por los escrúpulos, por ejemplo, Ignacio de Loyola, vivió tan profundamente los escrúpulos que no los tuvo al final de su vida sino al inicio, como le pasó también a Pablo de Tarso, Ignacio, cuenta la historia, que allí donde descansaba en la casa de los dominicos en Manresa, en el segundo piso hacia abajo había un hueco que conducía al primero por la escalera y él dice, en más de una oportunidad en la desesperación, por los escrúpulos de la vida pasada, hubiera deseado arrojarme sobre ese hueco. Así ataca, insidioso, malicioso, con espíritu maligno y asesino, quiere terminar con la vida de Dios en nosotros.

 

El mal espíritu tiene la virtud de caricaturizar la memoria haciendo que las cosas aparezcan enfatizando lo negativo de lo que aconteció y minimizándolo también.

 

En un momento de la película "El Rito" Anthony Hopkins, el exorcista adulto, le dice al aprendiz de exorcista, atención porque el mal es un farsante, un mentiroso, un embaucador, con esto está diciendo que nosotros debemos aprender a descubrir toda su mentira, él busca enfatizar lo negativo y deformarlo, él busca minimizar lo que está mal y deformarlo, el deforma la realidad, él nos saca de la verdad, es el padre de la mentira – dice la palabra- nosotros denunciándolo y poniéndolo al descubierto, dejando que la luz de Jesús con su paz y alegría penetre adonde él quiere enredarnos encontramos fuerza de liberación.