11/08/2017 – Todo el cometido de Jesús ha sido mostrarnos el rostro del Padre, por eso nuestra fe en Cristo se orienta en la Trinidad. Clara y Francisco, cantan fraternalmente la hermandad de la humanidad con todo por la presencia paterna de Dios que se nos revela en Jesús.
“Muéstranos al Padre” pide Felipe a Jesús. Y él nos dice “el que me ve a mí ve al Padre”. ¿Cómo es que Jesús comunicaba al Padre? Él se refiere a Dios el Padre como “abba”, “papito”, y nos hermana a todos. Jesús habla con los gestos y las palabras, Jesús muestra que en el mundo y en la creación se transparenta el rostro de Dios. Decir “hermano y hermana” al modo de Clara y Francisco, nace de una profunda filiación con el Padre. Jesús muestra el rostro verdadero de Dios como Padre.
Si de verdad en el Espíritu vivís tu filiación con Dios como Padre, en el horizonte de tu vida aparecen muchos otros con quienes compartís esta filiación. En el horizonte de tu vida hay muchas personas que esperan que les muestres el rostro de Dios a partir de tu cercanía y hermandad. ¿Dónde en tu vida hay alguien que espera este mensaje de fraternidad que nace del hecho de reconocer que Dios el Padre nos hermana? Escenarios de periferia donde nos convoca la vida del hermano para mostrarle a Dios el Padre que nos invita a vivir una profunda hermandad. Sos hijo de Dios y hermano de tus hermanos. ¿Quién necesita saber de esta verdad escondida en tu corazón?
En los evangelios vemos cómo Jesús se sumerge en cada realidad humana para dar este vínculo de confianza que hermana y estrecha las relaciones para con Él y para con los hermanos. El secreto del anuncio de Jesús está en dar a conocer que hay un Padre que es padre de todos y que nos quiere a todos como hermanos. Dios está presente y si estamos atentos podemos encontrarlo. Los discípulos que viven con Jesús, la multitud que lo encuentra, ven en Él una manera clara de Dios que tiene un designio de fraternidad para con todos.
El gran cometido de Clara y de Francisco fue mostrar el rostro fraterno de Dios a partir de la fraternidad entre ellos y para con todos. Así se vive el evangelio y así estamos llamados a anunciar el amor de Dios. Es inmenso este amor de Dios, que se nos revela en Cristo Jesús y que está llamado a ser compartido con todos, y así hacer de nuestro escenario el paraíso perdido.
Jesús en la comunidad de los Doce hace vínculos fraternos, y desde allí abre el camino para que sean muchos los que se sienten alrededor de la mesa. De hecho el Señor al final de la vida les dirá “vayan y hagan que todos sean mis discípulos”, que ese don se abra a todos a partir de esta vivencia honda y profunda desde el amor de Dios. Jesús hermana revelando el rostro del Padre; envía a anunciar la buena noticia que Dios es amor, sin excluir a nadie, ampliando la mesa como símbolo de amor. ¿Quién en el escenario de mi vida que se encuentra en una periferia existencial me espera con un gesto de cercanía y fraternidad?.
Rom 12, 10 “Aménse los unos a los otros con amor fraternal. En cuanto honra, tengan por mejor a los demás”. Esta es la mejor forma de salir de uno mismo cuando somos invitados por la realidad del otro que completa mi existencia y es un regalo que Dios me ha hecho. Mi hermano es un regalo y hasta que no lo sienta así difícilmente se pueda vivir el ser hijos de Dios.
También en Colosenses Pablo dirá “cárguense mutuamente” como diciendo “acompáñense en el camino”. Cuando se vive esta experiencia, el otro es parte de mí mismo y entonces Jesús dirá que el amor más grande es el amar al hermano hasta dar la vida (“no hay amor más grande que dar la vida por los amigos”). “Dos cuerpos en una sola alma” dice San Agustín.
Amar en el hermano y amar al hermano como camino que el Señor nos muestra para que termine de revelarse lo que Jesús ha venido a mostrarnos que Dios es Padre y que entre nosotros estamos llamados a vivir en la fraternidad. La fuerza de la misión de la primera comunidad cristiana es este amor que se volvía atractivo. “Fíjense cómo se aman” decían. En el amor que nos tenemos está la fuerza de la misión.
¿Quién es mi madre, quiénes mi hermanos? El que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica. Terminan siendo estos vínculos que creamos con quienes vamos estableciendo relaciones en el espíritu, familia. Nos hace ser familia, aún más allá de los vínculos de sangre.
Vínculos fraternos que en familiaridad nos invitan a vivir la alegría del evangelio. Porque vivimos el evangelio en clave familiar y con alegría, con gozo proclamamos el reino. Cuando así lo vivimos el dolor, la fatiga y la muerte misma encuentran respuestas. Francisco de Asís a todo llama hermano y todo le resulta familiar, todo territorio es su propia casa. Esto de crear vínculos familiares y hogareños no corresponde a un lugar físico determinado, sino a un corazón amplio desparramado (sin perderse) que se abre a todos en este don. En esa apertura grande del corazón está el secreto del evangelio que Jesús vino a proclamar, incluso amando a los enemigos. Inmenso amor de Dios es el que estamos llamados a vivir y a transmitir, a partir de los vínculos de fraternidad.
Padre Javier Soteras
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