Creo en la Iglesia Católica

martes, 5 de junio de 2012
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Es muy bueno revestirse de Cristo Jesús para comenzar una nueva jornada, lo hacemos todos los días cuando desde la oración despertamos a ese Espíritu de fe y de lucha saludable a favor del proyecto de Dios, quitando del medio todo lo que impide que avancemos hacia donde Dios nos quiere llevar con la proposición de buscar lo noble, lo bello, lo justo que hay en el mundo.

Queremos sencillamente ver este mundo puesto de pie y vivir en un mundo mejor. Es el cometido de este Despertar con María a un mundo nuevo!

 

Estos tiempos van a ser tiempos para levantar banderas de luz, banderas de paz, banderas de alegría, banderas de dialogo, banderas de acuerdos, banderas que dejan de lado la lucha del enfrentamiento con el hermano para que busquemos el encuentro con el hermano, banderas que muestren el triunfo de el bien sobre toda acción de confusión, de división, de enfrentamiento, de oscuridad. Te invitamos a levantar esas banderas.

 

Es la paz lo que nosotros queremos regalarte esta mañana como instrumento del que Dios se vale para llegar hasta donde vos estás, nos encontramos en la paz de Jesús, eso nos hermana y las diferencias lo que hacen es enriquecer nuestro vínculo. O sea que podamos descubrir que lo más importante no está en cuanto nos diferenciamos sino en cuanto podemos unirnos.

 

Saludables las diferencias cuando hay paz, malditas las diferencias cuando lo que hacen es dividir y enfrentar.

 

Bendita paz que pinta la diferencia de un arco iris de vida y es lo que te ofrecemos desde la catequesis de esta mañana, el catecismo nos ofrece para hoy "Creo en la Iglesia católica" eso es lo que decimos nosotros somos una comunidad, un pueblo de Dios que tiene una organización laical y consagrad, pertenecemos a este único cuerpo que es la Iglesia y dentro de su organicidad intentaremos descubrir el sentido que tiene cada miembro en la construcción de este pueblo.

 

La catolicidad tiene que ver con la amplitud, con la universalidad, en esta Iglesia Católica orgánicamente constituida todos somos bienvenidos.

 

Hoy parte de la consigna va a venir por la música, porque si la realidad tenemos que pintarla será con colores que merecen ser pintados, con los colores que nos salgan de adentro. Queremos ayudarte a levantar la mirada en estos tiempos de incertidumbre, queremos ayudarte a despertar con María a un arco iris que podamos pintar juntos con música.

 

Podemos pintar la realidad de certeza, críticamente, de sentido común, creando un espacio común. ¿cómo te gustaría pintar la realidad desde la música? Quiero pintar con esta canción esta realidad. Por ejemplo: a mí me gusta pintar la realidad como Dulce Daniela, porque los chicos tienen la posibilidad de pintar la realidad como mejor sea, aunque parezca caprichoso, que pinten como quieran, ellos traen un ADN del mundo nuevo y su pintura aunque nos parezca poco lógica tiene un mensaje que necesitamos para este tiempo.

 

 

Hoy nos detenemos frente a la Iglesia y su catolicidad y queremos desde la perspectiva del catecismo de la Iglesia Católica, mostrar toda la riqueza que se esconde en la expresión "Iglesia Católica".

Reconocemos la realidad de ser fieles en Cristo, quienes constituimos la responsabilidad de gobierno – jerárquicamente hablando, el laicado y la vida consagrada.

 

La vida en Cristo la honramos desde este lugar de pertenencia en el que el Señor nos incorpora a su ser por la gracia bautismal y nos integra en su pueblo haciéndonos parte de ese lugar de ser Iglesia con una misma función para todos aunque con condiciones distintas. La función es la suya que nos la coparticipa, siendo sacerdote, profetas y ejerciendo el señorío de Cristo sobre la historia, según sea nuestra condición honramos esta estructura que es la Iglesia a partir de la pertenencia a Cristo Jesús.

 

La gracia bautismal es la que nos regala esta posibilidad de ser en Cristo. Esta regeneración en Cristo se da en todos los fieles y es la que nos establece en una verdadera igualdad. La acción es hacer presente a Cristo Jesús en la condición sacerdotal, profética y de señorío. Esta dignidad de acción y de pertenencia lo hacemos en el modo como Cristo Jesús nos invita a hacerlo, según sea nuestro lugar en la comunidad eclesial.

 

¿Tu lugar en la Iglesia, te permite descubrir la belleza de los otros lugares? ¿cómo vivís tu espacio de pertenencia a la Iglesia en comunión? ¿con qué expresión de riqueza experimentas esto? ¿cómo vivís tu relación con el conjunto de la comunidad eclesial?

 

Cuando uno dice que pertenece a un pueblo establecido como es la Iglesia tenemos un sentimiento de pertenencia que nos invita a saber que los desafíos que tenemos por delante son esos, desafíos. Nuestra espalda está cubierta, está fuerte para ir hacia adelante.

 

En la Iglesia Universal y en la Iglesia doméstica la jerarquización de vínculos es muy importante. En la Iglesia el don jerárquico es un ministerio de Cristo cabeza a favor del pueblo en lo que hace a santificar, gobernar en nombre de Jesús, pero también el pueblo laical participa de la función cumpliendo la parte que le corresponde en la misión de todo el pueblo de Dios.

 

La Iglesia que se establece orgánicamente en el mundo tiene su mirada puesta y elige preferencialmente el trabajo de los jóvenes.

 

Nosotros como Iglesia que se constituye en el mundo no podemos sino siempre Volver a empezar.

 

Cuando la realidad se muestra muy descoyunturada las partes no tienen lógica de pertenencia a un lugar común, empezar supone un ejercicio de reordenar. Jesús para dirigir a su pueblo, para ordenarlo y hacerlo progresar instituyó diversos ministerios que están ordenados al bien de todo el cuerpo.

Los ministros o servidores que poseen la capacidad de este servicio son hermanos para que todos los miembros del pueblo de Dios lleguen a la salvación. El gran servicio es el de la predicación, el del anuncio.

 

 

Hoy la resistencia es un modo de anuncio, seguir hacia adelante con esta gracia es un don que viene del cielo. El verdadero anuncio que nosotros hacemos al mundo, no nace de nuestra naturaleza sino que es un don recibido. La fe que viene dado como anuncio en nuestra predicación es un mandato o una misión de anunciar el evangelio. El enviado del Señor habla y obra en virtud de la autoridad de Cristo.

 

 

Lo mejor que nosotros podemos ofrecer a este tiempo de tanta irracionalidad, de tanto sin sentido es el sentido genuino de nuestro corazón, donde todo confluye sentimiento, afecto, sentido y orientación. Ofrezcamos el corazón como lugar de nuevo sentido.

 

 

Cuando uno dice la palabra milagro o hay una intervención divina y sobrenatural que supera nuestra capacidad racional o la cosa no va a cambiar. Ese es el concepto de milagro, cuando el milagro es de Amor, todo cambia y la pintura es distinta, aunque no cambie nada. Aunque tengas la misma cara cuando te levantas, el bolsillo te diga lo mismo que te dijo ayer, aunque el trabajo escasee, aunque el mundo no encuentre su rumbo, aunque los valores fundamentales busquen ser afectados y atacados, uno piensa que está todo peor, pero no, cambió el corazón y eso ocurre cuando la gracia de Dios nos toca lo mas profundo de nuestro ser. Por eso cantamos nosotros Milagro de Amor.

 

Este cuerpo que es la Iglesia orgánicamente establecido bajo la guía de los pastores, constituidos a favor del pueblo de Dios presidido por los obispos, los presbíteros y los diáconos bajo el orden sagrado que es sacramento, tiene la posibilidad de ser por el Amor de Dios. Nosotros los pastores sino tenemos esa gracia podemos constituirnos rápidamente en funcionarios, en administradores y desdibujar la riqueza de lo que estamos llamados a ser y eso no le al pueblo el brillo del reflejo de la figura del buen pastor en nuestro humilde servicio.

Es por eso que si hay un milagro de amor que tiene que acontecer en la Iglesia debe alcanzar primero a la cabeza, cuando la cabeza esta clara el cuerpo se ordena, y la claridad no responde solo a tener ideas claras sino tener un corazón claro. El corazón es claro cuando el amor pastoral de Jesús gana el corazón de los pastores.

 

Este cuerpo jerárquico de la Iglesia necesita un sentido de pertenencia en Cristo vivo en la colegialidad del ministerio, una de las características que muestra el catecismo de la Iglesia católica al hablar de la naturaleza sacramental del ser sacerdote es una expresión colegiada, quiere decir de comunión, donde no podemos estar separados ni de Jesús ni entre nosotros.

Como venimos diciendo cuando hablamos de la unidad, pensamos en los matices ricos que suponen las diferencias entre los miembros de un mismo cuerpo. Cuanta bondad de riqueza de ministerialidad encontramos en el cuerpo presbiteral cuando está colegiado y reunido, cuánto ruido hace en la comunidad eclesial cuando a un teniendo grandes posibilidades de ser, los ministros no estamos en comunión, estamos separados, enfrentados escandalosamente. Para nosotros vale como cabeza del pueblo en representación de Cristo aquello que Jesús dijo "que sean uno para que el mundo crea", muchas veces la falta de creencia en el mundo viene por este escándalo de división del cual nosotros somos testigos.

 

Hay que sanar este lugar en el corazón de la Iglesia, y el amor lo hace posible, que nada nos separe del Amor.

 

Cuando la Iglesia vibra en su misión siente que el mundo le pertenece, que no le es extraño, que no tiene que tomar distancia de él, que tiene que meterse en el corazón del mundo para cambiarlo, ser luz, ser sal, ser referencia para que haya sentido.

Por eso viene bien pintar el mundo, porque nosotros somos el mundo, eso es tener vocación de servicio y misionalidad, esa es la razón de ser comunidad Iglesia.

 

Nos vamos despidiendo hasta nuestro próximo encuentro que será el lunes para nuestro Despertar con María.