Cristo, el más fuerte

miércoles, 21 de octubre de 2009
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Evangelio según San Lucas 11,15-26.
Pero algunos de ellos decían: "Este expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios".
Otros, para ponerlo a prueba, exigían de él un signo que viniera del cielo.
Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: "Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra.
Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul.
Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces.
Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.
Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras,
pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita el arma en la que confiaba y reparte sus bienes.
El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.
Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca de reposo, y al no encontrarlo, piensa: ‘Volveré a mi casa, de donde salí’.
Cuando llega, la encuentra barrida y ordenada.
Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí. Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio
".

 

 

            El primer punto de nuestro encuentro: un signo y su interpelación

Jesús acaba de expulsar un demonio de un poseso, un de3monio que era mudo y apenas salió habló el mudo. La multitud se quedó admirada pero algunos de ellos dijeron: éste hecha los demonios por el poder del príncipe de los demonios. Jesús había realizado un signo, un milagro, pero todo signo es ambivalente en su interpretación y se puede interpretar en un sentido o en otro. En éste sentido quienes leen mal lo que ha hecho Jesús y entienden que aquella liberación es por el príncipe de los demonios Sin embargo toda interpretación termina por caer de rodillas ante la realidad en si mismo y es a lo que Jesús invita en su reflexión llamando a una más profunda interpretación: un Reino dividido en si mismo se destruye. Si yo expulso los demonios por el príncipe de los demonios entonces estaría dividiendo yo si fuera un demonio a los demonios mismos y en realidad esto no es posible dice Jesús. Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa sobre casa. Si Satanás está en guerra civil como mantendrá su reino si está dividido, dice Jesús con lo cual y ante semejante evidencia aquel argumento de que Jesús expulsa los demonios como príncipe de los demonios queda tirado por tierra con lo cual Jesús está diciendo que claramente El confronta contra los espíritus del mal, los enfrenta. No solamente los enfrenta sino quien es poseído por la fuerza del mal a la presencia de Jesús se encuentra liberado de el y de esto en particular, de la falta de incomunicación es un espíritu sordo y mudo, es un espíritu que aísla, un espíritu que no permite la vinculación, un espíritu que cercena, arrincona, confunde las cosas al punto tal que en la interpretación de quienes están contemplando lo que Jesús hace éste espíritu está allí presente haciendo leer al revés de las cosas como son. Es el espíritu del mal bajo la forma de la incomunicación al que Jesús hoy está enfrentando en el Evangelio. Esta fuerza de liberación de Jesús sobre el espíritu del mal como fuerza de incomunicación va a ser una constante en el Evangelio de Jesucristo que particularmente viene por los excluidos, por los pobres, por los marginados, por los que no cuentan, por los que son tenidos por nada para darles valor y sentido, para reincorporarlos al proceso de construcción social. Enfermos , lisiados , paralíticos, leprosos, sordomudos. En el tiempo de Jesús no solamente padecían de éstas enfermedades o carencias, de éstas acciones con las que el mal había golpeado su vida sino que al mismo tiempo en el momento mismo de ser sacudidos por éstas acciones de la fuerza del mal quedaban al margen de los procesos sociales. Eso ocurre hoy también en nuestra sociedad. Jesús ¿Qué hace? Sale al encuentro de ellos, los pone de pie y los incorpora a la vida de la sociedad. En éste sentido nuestra obra de Hombre Nuevo cumple con ese rol y esa misión: vamos a buscar a los que están al margen del camino: los excluidos. Decía antes la interpretación de ésta realidad dolorosa la Doctrina Social de la Iglesia desde Aparecida comenzamos a decir en América Latina los desechados de los procesos de construcción social. Los que no entran ni salen, los que no sirven para nada, los que están en situación de calle, los que forman parte del paisaje de nuestras esquinas, de nuestras plazas y de nuestros puentes. Ellos por los que nadie vela, por los que nadie ve. Para nosotros no pueden formar parte de un paisaje habitual y quedarnos sin que se nos mueva algo por dentro y por eso hemos elegido en Jesús éste camino de recorrido peregrino por nuestras calles para no solamente encontrarnos con ellos sino también como testimonio de la fuerza del amor de Jesús en nosotros buscar el modo de reincorporarlos, de hacerlos partícipes de los procesos humanos de ida y vuelta. A eso le llamamos comunicación. No solamente a la comunicación en términos del uso de los medios masivos de comunicación o de las posibilidades que tenemos de interactuar entre nosotros sino también de la participación de los bienes de la sociedad en su conjunto en que deben comunicarse con nosotros con mayor equidad. Poner de pie a estos hermanos y ayudarlos a que dignifiquen su vida es tarea del amor de Dios en medio de nosotros, del Jesús que libera y que transforma las vidas de ellos y como decimos por aquí en Hombre Nuevo cambia la nuestra. Es así como en la vida de éste sordomudo que prontamente se recuperó de su condición y de repente Jesús que era acusado de ser un demonio que había liberado a otro demonio no solamente lo pone a el en lugar donde lo protege sino que defendiendo su posición enfrenta la fuerza del mal para seguir avanzando en el Evangelio de Lucas hacia Jerusalén donde definitivamente en la cruz Jesús entregando su vida va a terminar con la presencia del príncipe de éste mundo como dice el Evangelio de Juan. Somos invitados nosotros a hacernos fuertes pero no con la fortaleza de la rigidez sino con la fortaleza de la entrega en la caridad que es capaz de transformar la vida. Con la fortaleza de la entrega en la caridad que es la gran comunicación. Jesús hoy en el Evangelio y en medio de nosotros está enfrentando al poder de la incomunicación. Es un sordomudo el que es liberado. Jesús es tratado como un demonio y el Señor claramente dice que si uno está dividido en si mismo difícilmente pueda reinar. Jamás permitiría Satanás que un demonio libere a otro demonio porque su principado quedaría truncado. Es Jesús el que está enfrentando ésta fuerza de incomunicación y lo hace por el lugar donde la comunicación se hace verdaderamente estable, fuerte, rica, es por la caridad donde el Señor enfrenta las fuerzas de la sordera y la mudez, la incomunicación

.La fuerza de la comunicación viene de la Gracia de la caridad que se expresa en la Palabra que se hace carne. Si comunicarnos es ponerle palabras a lo que pasa por dentro y encontrarnos con las palabras con las que el hermano expresa lo que tiene dentro suyo ésta expresión de encuentro en la Palabra Dios tomó la iniciativa para hacerse carne en medio de nosotros El que es Palabra. La Palabra se hace carne es decir se hace gesto. La Palabra se hace presente de manera elocuente y en éste sentido la Palabra de Dios que sale en el misterio de la Trinidad viene a nuestro encuentro con un gesto caritativo no solamente para solidarizarse con nuestra suerte en todo lo que ella le toca sino hasta entregar la vida por nosotros para sacarnos de nuestra mala suerte que venía de la mano del pecado que nos destruye. Es la Palabra, la Palabra con mayúscula. Dios Palabra que se hace carne, se hace uno de nosotros y al hacerse solidario con nuestra propia suerte nos saca de la mala suerte con las que el pecado nos golpeó duro y nos metió en un misterio de iniquidad, de destrucción. A partir de ese encuentro, de esa realidad, la Palabra con mayúsculas ha venido a ganar nuestro corazón para poder ponerle palabras desde lo más hondo de nuestro ser a lo que nos ocurre. Solo cuando le ponemos palabras al sentido de lo que nos acontece vamos como sanando nuestra interioridad. Esa Palabra cuando va acompañada de un gesto de caridad se hace elocuente .Lo que nos pasa en lo más profundo del corazón es algún desencuentro amoroso, algún desamor con el que hemos sido maltratados en algún momento de la historia la Palabra viene a regalarnos desde su presencia el Amor con mayúsculas para que todo desamor y toda herida de amor sea sanada y a partir de allí reinterpretada. En un gesto de caridad podemos entrar en comunión con la Palabra con mayúsculas porque la Palabra vino a nosotros en gestos de caridad y cuando amamos entramos en comunión con la Palabra que nos permite encontrar sentido a lo que nos ocurre. La ausencia de sentido a lo que nos ocurre es cuando no encontramos los significantes que expresen lo que nos pasa. En todo proceso de sanidad interior lo que primero se busca cuando uno hace un terapéutico modo de ir recuperando su interioridad, de ir encontrando las fuerzas que habitan su corazón es empezar a expresar lo que a uno le ocurre, es decir ponerle palabras a lo que nos pasa y en éste sentido la Palabra se asocia a nuestro sentir profundo interior y mucho más allá de las alegrías y los llantos, de los gozos y las tristezas, de las incógnitas y de las incertidumbres y de las certezas nosotros podemos ir encontrando en la fuerza del decir lo que nos acontece y abrirnos caminos como se abrió camino una vez Dios cuando pronunció su Palabra sobre el caos de lo que no era nada. Así dice el texto bíblico del texto del Génesis::todo era un caos y Dios dijo, y el caos comenzó a desaparecer para todo comenzar a ser. La Palabra primera pronunciada por Dios en el acto creador se hace aún más elocuente en el acto recreador de Dios cuando la Palabra misma Dios mismo se encarna y transforma nuestra vida de lo más hondo de nuestro ser. Es el amor que viene a nuestro encuentro y loe pone sentido a lo que nos pasa porque cuando se encarnó Dios lo que hizo en medio de nosotros fue en darle sentido de caridad a todo nuestra vida. En Hombre Nuevo celebramos el amor de Dios y lo hacemos con un gesto peregrino cada vez que salimos al encuentro de nuestros hermanos que viven en situación de calle y lo hacemos aquí cuando con nuestro aporte sencillo, gesto de compromiso en la caridad para transformar la vida nuestra a partir de ver cómo cambia la de ellos o cambiar la nuestra viendo como se transforma la de ellos sentimos realmente que Dios nos pone en comunión también con realidades que resultan incomprensibles. Hermanos que ven perder su vida detrás de un vaso o una botella de vino habiendo roto vínculos con todos, habiendo perdido relación con la sociedad y marginados, excluidos, expulsados, desechados entre nuestras plazas, esquinas, fuentes y demás. Salir al encuentro de ello es salir al encuentro es repetir el gesto del amor de Dios que impulsa nuestro corazón a hacer lo que el hizo por nosotros, venir a nosotros y sacarnos de nuestras miserias. Si alguno ha sentido esa fuerza del amor de Dios en su vida y de repente se vio comunicando desde el amor de Dios la entrega de su propia vida ha sido porque hay alguien que antes lo amó primero. Es la fuerza del amor de la Palabra la que nos comunica por eso ponerle palabras a lo que nos pasa en cierto modo es entrar en comunión con el misterio de Dios que le puso Palabra al caos de la humanidad en la primera creación y en la recreación del mundo cuando el se encarnó y entregó su vida por nosotros

Es la Palabra de Dios la que libera de la incomunicación y la que trae un nuevo modo de establecer vínculos entre nosotros recreando por la Gracia de la Encarnación y la Redención de Jesús por amor en la entrega en la cruz e invitándonos a ese mismo gesto. La Palabra cuando se hace carne en gesto de amor entonces comienza a transformar el mundo

El proceso de Redención en Cristo se completa con aquella promesa que el Señor nos hizo de enviarnos el Espíritu de amor que pone en comunión al Padre y al Hijo, el Espíritu Santo. Se derrama sobre la comunidad de los doce reunidos con María en Pentecostés y comienza un fenómeno de comunicación increíble. Todos hablan un lenguaje distinto sin embargo entienden de que hablan los Apóstoles. Venían desde los distintos lugares del mundo conocidos por entonces y a pesar de hablar en idiomas diversos ellos pueden encontrarse bajo un mismo lenguaje de comunicación. Es el lenguaje de la caridad, del amor. Todos comprendieron el discurso de Pedro y unos 3000 se convirtieron por ésta Gracia del lenguaje de la caridad con la que el Espíritu Santo había ganado el corazón de los doce. Es el lenguaje de la caridad el que rompe la incomunicación. Es cuando apostamos por amar donde encontramos la fuerza para que comience como a fluir, a ir y venir el proceso de la comunicación en un sentido verdaderamente transformante. La contracara, la antítesis de Pentecostés lo tenemos en la Palabra de Dios en Babel que es la expresión de la ausencia de la comunicación. Babel es el lugar que expresa a los hombres queriendo construir un mundo al margen de Dios. Querían hacer una torre que llegara hasta el cielo sin embargo Dios dijo voy a bajar para confundirlos en su modo de entenderse. Todos hablaban una misma lengua, dice la Palabra sin embargo a pesar de hablar una misma lengua estaban incomunicados porque habían sacado el misterio del medio de ellos. Los procesos de comunicación humana se construyen bajo el signo de la justicia cuyo nombre más alto, lo dice claramente Benedicto XVI En el Documento Caridad y verdad está de la mano de la caridad. Es más alto signo de comunicación justo es por el camino de la caridad. La diferencia entre Babel y Pentecostés es justamente ésta. En Babel está ausente el amor de Dios, en Pentecostés el misterio del amor de Dios es claro: Dios está presente con todo su amor y allí permite que fluya la comunicación entre los que forman parte de aquel lugar de Revelación donde viene definitivamente a instalarse el misterio de Jesús por la presencia del Espíritu Santo. Vivir en el Espíritu como hombres nuevos para verdaderamente ser partícipes de un proceso de encuentro en Cristo cada vez más claro y significativo. El Señor nos invita a pasar de Babel a Pentecostés. El viene a liberarnos de la fuerza de la incomunicación por la carencia de la caridad .Lo hace por la Gracia del amor de Dios expresado en la Palabra y por la presencia del misterio de Pentecostés que nos comunica, que nos hace uno en el amor.

María y la Palabra, entendida la Palabra como amor de Dios que se manifiesta en su totalidad en Cristo Jesús y por la venida del Espíritu.

En el proceso de comunicación nueva que Dios establece con los hombres ese puente que restablece el vínculo, el diálogo roto. Ese puente que establece un nuevo orden es María un lugar clave para que eso ocurra. Es en ella donde se gesta ese puente, donde se recrea ese vínculo. María participa en su si de la decisión de Dios de restablecer todo para que la comunicación vuelva a los hombres bajo el signo del amor que es lo que había roto la posibilidad de darle la bienvenida a Dios en nuestra propia historia. Cuando María recibe la Palabra en su corazón y dice que si al misterio de Dios que se encarna en su vientre lo primero que hace es salir a comunicarlo. Partió María sin demora a la casa de Isabel . Ella, sabía María estaba embarazada en su vejez y necesitaba de ayuda. Fue no solamente a comunicarlo con el canto del Magníficat y el gozo que había en su interior porque Dios la habitaba profundamente hasta hacerse carne en ella sino que fue una comunicación de la caridad hecha servicio. En la Visitación encontramos a María como la portadora de la Palabra, la que comunica la Palabra que ha tomado su corazón primero, su vientre, haciéndose carne en ella. Si nosotros queremos que las palabras no vuelen sino que se signifiquen de una manera nueva y distinta en gestos de caridad concretos que transformen la vida de los hermanos y cambie nuestra propia existencia entonces tenemos que hacer alianza de amor con el corazón mariano que es de donde se aprende, de donde tenemos la escuela para el ejercicio de la verdadera caridad en Cristo y María en éste sentido restablece los vínculos en Cristo Jesús.

 

                                                                                            Padre Javier Soteras