“Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme -cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar-, Él puede ayudarme. Si me veo relegado a la extrema soledad…; el que reza nunca está totalmente solo” (Benedicto XVI, encíclica “Spe salvi” n. 32).
Cuando creemos haberlo intentado todo… quizá nos ha faltado lo más importante, lo decisivo: ponernos en manos de Dios. Es Padre, y nos dará aquello que nos conviene. Si lo que pedíamos no corresponde a sus planes (es decir, si no era lo mejor para nosotros), no lo recibiremos. Nos dará, lo sabemos, algo mucho mejor, como enseñaba Charles de Foucauld.
Ha llegado entonces el momento para decirle, desde el corazón, con la confianza de un hijo: “Hágase, Padre, tu Voluntad”.
P. Fernando Pascual
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