Cuarta morada: nuestro lugar secreto de encuentro con Dios

lunes, 25 de julio de 2011
image_pdfimage_print
Que tu palabra Señor reviva en nosotros, el deseo de adentrarnos por el camino de la oración y dejar que brote de lo mas profundo de nuestro ser, ese torrente de agua viva con el que venís a renovar toda nuestra existencia y hacernos partícipes con vos de la transformación del mundo. Que el agua que brota de tu corazón abierto Jesús, que contagia nuestra interioridad por la gracia del Bautismo con esa misma fuerza vital. Llegue a todos y a cada uno que necesita, de este mensaje de renovación que nos ofrece tu palabra.

El último dìa, el más solemne de la fiesta, Jesús poniéndose de pie exclamó: – El que tenga sed, venga a mì, y beba. El que cree en mì, como dice la escritura: – de sus senos brotará manantiales de agua viva. Él se refería al Espíritu que deberían recibir los que creyeran en Él. El Espíritu no habìa sido todavía derramado.

PALABRA DE DIOS.

Nos hemos adentrados ayer en la Cuarta Morada, de Teresa de Jesús, particularmente donde ella, se detiene para hablar, de algunos aspectos que hacen a la oración, en esta etapa del camino del seguimiento de Jesús, en lo que ella considera, un proceso de adentramiento, en nosotros mismos, por habitar en nosotros la gracia de la presencia profunda de Dios en el centro mismo de la existencia. En la Morada Central, la Séptima.

Con la que Teresa describe, todo este proceso.

En la Cuarta Morada, en este espacio, donde el Señor nos viene al encuentro, con gracias de sobre naturalidad, aparece, dice Teresa, un cambio en la oración.

Para aprovechar mucho en este camino, y llegar, hasta donde nos lleve el Maestro, no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho. Así, lo que mas nos mueve a amar, eso tenemos que hacer. O expresado en otra manera, no vamos a complacer a Dios con muchas palabras, muy bien hilvanadas o muy bien pensadas.

Él, busca nuestro amor, nuestra entrega y confianza en sus manos.

Quizás, no sepamos en que radica el verdadero amor, no consiste en el mayor gusto espiritual, sino en la mayor determinación en querer agradar a Dios.

Y al mismo tiempo rogando, vaya siempre adelante la honra y la gloria, de Dios y el florecimiento de la Iglesia.

No quiere decir, ya no existe tentaciones en esta etapa, no, siguen estando y nos sigue asediando.

Busca dañarnos, sin embargo, Dios viene a nuestra ayuda y nos invita a caminar, por el camino de la humildad. ¿ Cuáles son las dificultades que aparecen en esta parte del camino?-Se lo pregunta Teresa-, y se responde: – Lo que más acontece en este tiempo del camino, es, la distracción con la que, la imaginación y aquella llamada loca de la casa, y nuestra falta de capacidad para razonar, a veces nos inquieta interiormente y nos atormentan.

Sentimos que estamos junto a Dios, pero nuestros pensamientos vuelan de aquí para allá, dice Teresa.

No hay porque asustarse, si asì es, el pensamiento y la imaginación, son como las manos, de nuestro ser interior. No son el centro de nuestra alma. Podemos estar muy junto a Dios aunque no podemos, aquietar el movimiento de nuestras manos.

Sin querer, podemos desperdiciar mucho tiempo, del que dedicamos a la oración, al tratar de fijar el pensamiento en Dios.

No nos damos cuenta, que tenemos un mundo dentro de nosotros mismos.

Si no podemos detener el movimiento de los astros tampoco, por mas que lo intentemos, detendremos el continúo divagar de nuestra imaginación. Es como decir, en este tiempo, Dios nos visita con su Gracia con Don.

Vamos a verlo ahora de oración de quietud, y esta presencia de Dios que nos habita de adentro, no siempre va de la mano, de sacar mucho fruto, de una buena razonabilidad, de una buena reflexión o de una atención en el mismo momento de la oración, con la imaginación concentrada a Dios.

Puede que, distintas circunstancias haga que divagamos, no hay que inquietarse, no hay que inquietarse por las inquietudes que vienen de adentro, sino dejar que el corazón vaya entrando en calma, en serenidad, en paz, para que en ese lugar, dar recogimiento interior, le demos cabida a Dios que viene con una nueva enseñanza. A ser el verdadero protagonista, el verdadero iniciador, de lo que nos pone en sintonía, con la gracia de novedad en esta Cuarta Morada.

Y por eso tenemos que elegir, de alguna manera, lo que mejor nos hace para orar.

En eso cada uno de nosotros, tiene su rincón, su espacio, su momento del dìa, su momento del mes o del año, donde dice:-acá me lo guardo para estar a solas con el Señor.

Claro que en todo hace falta, no…en el dìa, en el mes, en el año. Tiene que haber momentos particularmente reservados para estar solo con el Señor, ese lugar, ese espacio, tiene que guardar relación a lo que nos ayuda a recogernos, a los que nos ayuda a estar en intimidad en el Señor.

En casa, de mis padres, está el rincón Litúrgico, ese lugar que mi madre ha creado, un altar, donde se da el espacio para el recogimiento. Cuando hicieron la mudanza, de una casa a la otra, mis sobrinas, sus nietas, les decían: -¿ que hacemos con el rincón Litúrgico, a donde lo ponemos para llevarlo a la otra casa?, que bueno no, que uno tenga su propio rincón, su propio lugar, su propio espacio, ese que Jesús dice en el Evangelio tenemos que aprender a descubrir: – Cuando vayas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta, y ora a tu Padre que vè en lo secreto, y tu Padre que está en lo secreto te recompensará.

Vamos a compartir esto, nuestros lugares….secretos, donde Dios nos espera para compartir en el corazón, la amistad, esa es la oración, un trato de amistad, dice Teresa- con quién sabemos nos Ama.

¿Cuales son los lugares, paisajes, momentos del dìa, instrumentos, que mejor te disponen el corazón para el encuentro de Dios en la oración?

La oración que, en esta etapa de la vida, en el espíritu nos lleva, va más allá de los gustos, y tiene que ver con la quietud interior.

No brota de nuestro esfuerzo de reflexión, sino que, se recibe allí mismo en lo más profundo del corazón, el aliento directo del Dios viviente.

El que hace oración reflexionada sobre la vida de Cristo, de la propia vida.

Se asemeja a la persona, dice Teresa: – que riega su jardìn, con mucho trabajo, transportando baldes de agua. El que recibe los gustos de Dios, es como el que, brega, llega y riega su jardìn, sin ningún esfuerzo, porque recibe directamente el agua del cielo, en forma de lluvia.

Esta etapa de la Cuarta Morada, es como percibir la presencia de Dios que nos inunda, con su gracia.

Cuando Dios quiere hacernos estos regalos sobrenaturales, se produce una grandísima paz y suavidad en nuestro interior, que no se puede comparar, ni por asomo, con las satisfacciones anteriores.

Y acá Teresa distingue entre," quietud y satisfacción".

Satisfacciones propias de quién ha hecho un esfuerzo y de repente se siente satisfecho del camino recorrido, en la reflexión, en la lectura, en haber buscado a Dios desde lo mas profundo de su ser, siempre con su gracia, pero donde se nota mucho, se siente mas el esfuerzo que uno ha hecho.

En esta etapa del camino, la gracia de Dios nos hace ir mucho mas allá de nuestro esfuerzo, no se siente prácticamente el esfuerzo, y Dios es como inunda el alma, con su presencia.

Esa preciosa agua del cielo, humedece y ablanda los terrones de nuestro corazón, hasta llega a beneficiar nuestro propio cuerpo, ¿no sé como? dice Teresa, pero el que lo ha experimentado, lo vá a entender, que todo el hombre exterior goza, en ese gozo y en esa suavidad interior.

En esta experiencia de quietud interior, que nos regala Dios, como gracia suya en la Cuarta Morada, dice Teresa: – no basta ni alcanza las palabras, para explicar en alguna forma, todo lo que hace Dios en el interior de nosotros mismos.

Es preciso valerse de diferentes comparaciones. Lo que Él hace supera nuestras pobres palabras.

Un poco antes, Teresa hablaba de la quietud, se parece a la lluvia, que riega nuestro jardìn interior, pero no es lluvia, dice ella, no cae desde fuera, sino que brota, desde lo mas profundo de nosotros mismos.

No sé como es, ni como ocurre, pero pareciera que esa fuente de agua vivificante mana, de lo más secreto e íntimo de nuestra alma.

Parece cumplirse la palabra del Señor, – brotarán aguas vivas del corazón de los que creen en Mí -, es como dice también, un foco de calor escondido, donde se queman preciosas hierbas aromáticas, llenando agradable calor, y fragancia todo nuestro ser, todo nuestro corazón, afectando nuestra voluntad e inteligencia, hasta nuestro cuerpo, sin saber como sucede, nos transforma y nos dá fuerza y capacidad para realizar cosas que antes no podíamos hacer.

El que todo lo puede nos arrima mas a sí mismo. Vuelvo a repetir dice Teresa: – ese calor, el agua, la fragancia, son meras comparaciones, en realidad no se siente en esta etapa, ningún perfume, ningún fuego, ningún calor.

Nos damos cuenta que esto pasó, de que esa gracia nos mueve a hacer cosas que antes no podíamos, por los frutos, es decir, viendo como es que vivimos. Que tal es nuestra vida común, nuestro cotidiano compartir, vá bien en mejor, nos parecemos más a Cristo en pensar, deseamos lo mismo que Él y hacer lo que Él hizo.

Ahí está la "clave", de discernimiento si de verdad, estamos en el cuarto estadio, en la Cuarta Morada, siendo visitados por esta gracia de interioridad, con la que Dios nos transforma.

Uno se pregunta en esta oración de quietud interior, donde Dios habita tan profundamente al corazón, ¿cómo se alcanza esta oración? y Teresa dá responda a esto: – no hay peor forma de lograr, esta manera de orar, que estar deseándola, suspirando por tenerla.

No nos corresponde a nosotros, buscar o codiciar la oración de quietud.

Por varios motivos, pone cinco, por los cuales Teresa considera, que nosotros no tenemos que aspirar, ni desear esto.

Primero: porque es Don de Dios nuestro amor y su seguimiento de Cristo, además de vencer, desinteresados.

Segundo: porque serìa falta de humildad, pretender algo que no se nos debe, es regalo absoluto de Dios este estilo de oración.

Tercero: porque en lugar de buscar gustos, tenemos que pedir saber padecer con Cristo, para imitar su Pascua.

Cuarto: Él dá a cada uno lo que le conviene, al final del camino.

Quinta: Si pretendemos tener oración de quietud, con el propio esfuerzo, trabajamos sin entender porque estamos trabajando.

Como alcanzar entonces esta oración…. con humildad, el Señor se deja ganar, se deja comprar por la humildad.

Y lo primero es que, ni pensemos merecer esos regalos, hay que dejar de lado toda pretensión o aspiración, de tales gustos.

Los efectos de la gracia de Dios en el corazón, siempre se miden en función, de los frutos que se producen, es decir: si hubo o no presencia de Dios en el corazón, lo reconocemos por los frutos – Por los frutos se conoce el árbol, dice Jesús en el evangelio.

Entonces tenemos que ver cuales son los resultados de esta, oración de quietud.

Los efectos de otra oración dice Teresa: de quietud, son muchos.

En primer lugar, la misma oración cambia, aún antes de que ocurra este cambio, sobreviene como un período de transición. Donde que es lo que ocurre, hay como un recogimiento sobrenatural.

Es como que, algunos de ustedes por ahí lo dijo, uno encuentra, en un espacio determinado y en un momento, donde no sabe porque, como una gracia, que lo mete hacia adentro, pero sin perderse sin los demás, sin perder contacto con la realidad exterior, no como lugar de auto referencia o narcisista búsqueda de sí mismo. Sino como una gracia de encuentro con algo profundo en nosotros, que desconocíamos.

Y entonces como que todas las potenciales interiores, se calman y uno está como todo unido, dentro de sí mismo por la gracia del Señor.

Es un recogimiento que nos hace, "desear el silencio". Aún cuando haya ruido alrededor nuestro, hay algo que está en un profundo silencio en nuestro corazón, que hace que todo se calle, que todo se acalle también y los ruidos no molestan.

Claro que uno desea buscar la relación que existe entre el silencio profundo en el interior, y el silencio exterior y por eso busca espacio de silencio.

En la primera etapa de la oración de quietud, nos hacen guerras nuestros sentidos, que buscan siempre lo mas agradable y suave, también tenemos que lidiar con nuestra imaginación y nuestros pensamientos. Pero en el momento en el que recibimos gracia de recogimiento, no es asì, Él como Buen Pastor, dice Teresa: – nos llama hacia el interior de este magnifico castillo interior y atrae a nuestros sentidos, pensamientos e imaginación.

En los recogimientos, la iniciativa parte claramente de Dios, sin saber como sucede, a veces estando nosotros algo distraídos, nos atrae suavemente hacia Sí, a lo más íntimo de nosotros.

Y se pregunta Teresa: – ¿para qué nos atrae?-. Quizás para irnos preparando para algo más. Para que estemos más atentos a sus llamadas interiores.

 

                                                                                              Padre Javier Soteras