Danos hoy nuestro pan de cada día

lunes, 24 de septiembre de 2012
image_pdfimage_print

Hola queridos amigos de Radio María en todo el país, feliz día de la primavera comenzando este regalo de Dios en nuestra vida que es también un llamado a despertarnos en una etapa de la creación donde todo vuelve a brotar. Que en nosotros la vida de Dios brote como vida nueva, es el regalo que el amor de Dios quiere darnos.

La liturgia celebra hoy a San Mateo, evangelista y apóstol, que con su evangelio nos ayuda a conocerlo a Jesús.

Vamos a compartir la Catequesis de este día, hoy queremos pintar con los colores de Dios cada cosa que nosotros hacemos, estamos invitados a vivir esta vida que Dios nos da, sabiendo que con nuestros gestos podemos trasmitirles a los demás actitudes de vida concretas. Que esta catequesis nos ayude a tener esta gracia y nos ayude a experimentar al Dios que da la vida y da la vida para siempre.

Nos preparamos con esta oración para comenzar nuestra catequesis en torno a la oración del Padrenuestro.
Aquí estamos en tu presencia Santo Espíritu, Señor nuestro,
míranos cautivos bajo el peso del pecado pero reunidos hoy en tu nombre.
Ven a nosotros, quédate con nosotros, ayúdanos hoy a decir lo mismo que Jesús nos
enseñó a pedirle al Padre.
Por eso te invito querido hermano desde tu lugar que con la fuerza del Espíritu podamos rezar como Dios nos enseño:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre,
Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén
María, reina de la paz, ruega por nosotros. San José bendito, ruega por nosotros.

Hoy te quiero invitar a compartir esta cuarta petición: “Danos hoy nuestro pan de cada día” y la consigna ¿Crees en la providencia del Padre Dios? Tenés experiencias para compartir?

Esta cuarta petición la vamos a hacer basados en el catecismo de la Iglesia Católica, también en la reflexión que el Papa Benedicto XVI hace sobre la misma en su libro Jesús de Nazaret en la primera parte que es desde el Bautismo hasta la transfiguración de Jesús y también con un texto muy bonito del Cardenal Van Thuan en su libro testigos de Esperanza donde hay una reflexión sobre el Pan de Vida que es aquel que Dios te da cada día.

En el catecismo católico a partir del 2828 nos da esta reflexión: Danos hoy nuestro pan de cada día

“Danos”: es hermosa la confianza de los hijos que esperan todo de su Padre. “Hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos” (Mt 5, 45) y da a todos los vivientes “a su tiempo su alimento” (Sal 104, 27). Jesús nos enseña esta petición; con ella se glorifica, en efecto, a nuestro Padre reconociendo hasta qué punto es Bueno más allá de toda bondad.

Además, “danos” es la expresión de la Alianza: nosotros somos de Él y Él de nosotros, para nosotros. Pero este “nosotros” lo reconoce también como Padre de todos los hombres, y nosotros le pedimos por todos ellos, en solidaridad con sus necesidades y sus sufrimientos.

“Nuestro pan”. El Padre que nos da la vida no puede dejar de darnos el alimento necesario para ella, todos los bienes convenientes, materiales y espirituales. En el Sermón de la Montaña, Jesús insiste en esta confianza filial que coopera con la Providencia de nuestro Padre. No nos impone ninguna pasividad sino que quiere librarnos de toda inquietud agobiante y de toda preocupación. Así es el abandono filial de los hijos de Dios:
Hay un texto de San Cipriano que dice: «A los que buscan el Reino y la justicia de Dios, Él les promete darles todo por añadidura. Todo en efecto pertenece a Dios: al que posee a Dios, nada le falta, si él mismo no falta a Dios» 

Qué bueno que hoy podamos dedicar este momento a la providencia siguiendo la enseñanza de Jesús, si Dios es el que da el crecimiento a los lirios del campo y los viste de una belleza insuperable, si él da de comer a los pájaros cada día, como va a descuidarnos a nosotros que somos sus hijos. Y esto está llamándonos a que cuando le decimos “Danos hoy nuestro pan de cada día” estamos asumiendo esta confianza porque cuando le pedimos a Dios lo concreto para nuestra vida surge de nosotros la confianza en su providencia.

Dios es providente y esa providencia suya se manifiesta en el cuidado que da a sus hijos, por eso es Padre providente. Un cuidado que tiene como meta el hoy, que nos pide que no nos inquietemos, que no nos desesperemos por el mañana, sino que confiemos que a cada día le basta su gracia.

Es cierto que el hombre en el avance de la ciencia ha crecido también en el avance de la seguridad por el futuro y nos aventuramos mucho para asegurarnos el futuro y no sabemos lo que nos va a pasar hoy, parece una contradicción.
Cuando rezamos la oración de Jesús, a él le pedimos por hoy, le firmamos un cheque en blanco por hoy, y Dios no nos pide más que eso. Nuestro alcance humano llega hasta allí, a confiar por el hoy, el mañana va a tener su gracia y la va a tener en la providencia de Dios.

A veces hacemos planes y proyectos y vivimos la confianza de Dios hoy, aquí y ahora, en esto que está tocando tu corazón y posiblemente te preocupe. En esta preocupación que es concreta y que es el pan de cada día, que es tu trabajo, que es la remuneración para poder mantener tu familia y llevar la comida a tu casa, cuidar la salud. Confías hoy que el Padre Bueno te satisface con los dones de su amor o estamos muy pendientes por el mañana? No sea que por programar el mañana no tengas la confianza de pedir por el pan de hoy.

¿Crees en la providencia del Padre bueno, tenés fe en la providencia del padre Dios, tenés experiencias para compartir?

El Padre bueno no te suelta… ese es el pan nuestro de cada día.

Este pedido nos abre además a los demás porque Dios es el Padre Bueno que hace salir el sol sobre justos e injustos, sobre buenos y malos. “El sol sale para todos” es cierto, hay una providencia de Dios para todos, pero también en nosotros hay una corresponsabilidad por el hermano porque esta petición del Padrenuestro no solo nos invita a mirarlo a Dios como Padre bueno y providente sino que nos invita a mirar el rostro de la fraternidad que nos llama a ocuparnos del pan de los demás.

En el 2831, el catecismo nos dice: Pero la existencia de hombres que padecen hambre por falta de pan revela otra hondura de esta petición. El drama del hambre en el mundo llama a los cristianos que oran en verdad a una responsabilidad efectiva hacia sus hermanos, tanto en sus conductas personales como en su solidaridad con la familia humana. Esta petición de la Oración del Señor no puede ser aislada de las parábolas del pobre Lázaro (cf Lc 16, 19-31) y del juicio final (cf Mt 25, 31-46).

Como la levadura en la masa, la novedad del Reino debe fermentar la tierra con el Espíritu de Cristo. Debe manifestarse por la instauración de la justicia en las relaciones personales y sociales, económicas e internacionales, sin olvidar jamás que no hay estructura justa sin seres humanos que quieran ser justos.

Se trata de “nuestro” pan, “uno” para “muchos”: La pobreza de las Bienaventuranzas entraña compartir los bienes: invita a comunicar y compartir bienes materiales y espirituales, no por la fuerza sino por amor, para que la abundancia de unos remedie las necesidades de otros.

San Benito nos enseña en su lema “Ora et labora” “Orad como si todo dependiese de Dios y trabajad como si todo dependiese de vosotros”. Después de realizado nuestro trabajo, el alimento continúa siendo don de nuestro Padre; es bueno pedírselo, dándole gracias por él. Este es el sentido de la bendición de la mesa en una familia cristiana.

Esta petición y la responsabilidad que implica sirven además para otra clase de hambre de la que desfallecen los hombres: “No sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Dios” , es decir, de su Palabra y de su Espíritu. Los cristianos deben movilizar todos sus esfuerzos para “anunciar el Evangelio a los pobres”. Hay hambre sobre la tierra, “mas no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la Palabra de Dios”. Por eso, el sentido específicamente cristiano de esta cuarta petición se refiere al Pan de Vida: la Palabra de Dios que se tiene que acoger en la fe, el Cuerpo de Cristo recibido en la Eucaristía. 

“Hoy” es también una expresión de confianza. El Señor nos lo enseña; no hubiéramos podido inventarlo. Como se trata sobre todo de su Palabra y del Cuerpo de su Hijo, este “hoy” no es solamente el de nuestro tiempo mortal: es el Hoy de Dios:

San Ambrosio dice: «Si recibes el pan cada día, cada día para ti es hoy. Si Jesucristo es para ti hoy, todos los días resucita para ti. ¿Cómo es eso? “Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy” (Sal 2, 7). Hoy, es decir, cuando Cristo resucita» 

En esta petición que estamos haciendo hay una enseñanza muy concreta. La fe nos pide aprender a pedirle a Dios, a pedirle para hoy, lo demás lo confiamos en su corazón y en su providencia.

Y no solo que pedimos para hoy sino que también esto que pedimos lo deseamos para nuestros hermanos.

Este rostro de fraternidad que tiene el Padrenuestro nos ayuda a pensar en esta realidad del hambre en el mundo, una realidad concreta entre los hombres y la fe nos enseña primero que tenemos que involucrarnos – nadie hace caridad con las cosas de los otros – tengo que aprender a cómo vivo esta faceta del Padrenuestro ocupándome también del que está al lado mío, porque yo también puedo ser el pan de Dios para el que está necesitado, y puedo ser yo con mi gesto, la providencia de Dios para aquel que me está pidiendo.

Esta petición también nos ayuda a esto, pedimos por el pan material pero no nos podemos olvidar que Dios también nos da el Pan de la vida eterna, que es el Pan de su palabra, el Pan de la Eucaristía que alimenta el Espíritu, el pan de la cultura, el pan de la enseñanza, el pan del gesto solidario, porque si no tenemos ese pan podemos hacer quebrar la acción de la providencia de Dios en el mundo entero.

Cuántas veces hemos escuchado la queja de los hombres por el hambre en el mundo y a veces hay quienes lo endosan como un problema de Dios. Dicen: cuando no exista más hambre en el mundo voy a creer en Dios, es fácil eso porque le pasamos el problema a Dios. Dios es providente, los que no sabemos vivir la providencia entre nosotros somos los hombres.

Paulo VI decía: en la mensa del mundo, en la mesa de la humanidad, no es que falte la comida, es que nos falta aprender a compartir las sillas con todos los hombres, por eso hay algunos que no se sientan. Ahí está el involucrarnos, porque cuando le pedimos a Dios, Dios hace que a través nuestro su providencia llegue a los demás.

En el Pdre nuestro decimos “De cada día”. La palabra griega, no tiene otro sentido en el Nuevo Testamento. Tomada en un sentido temporal, es una repetición pedagógica de “hoy” para confirmarnos en una confianza “sin reserva”. Tomada en un sentido cualitativo, significa lo necesario a la vida, y más ampliamente cualquier bien suficiente para la subsistencia. Tomada al pie de la letra, designa directamente el Pan de Vida, el Cuerpo de Cristo, “remedio de inmortalidad” sin el cual no tenemos la Vida en nosotros  Finalmente, ligado a lo que precede, el sentido celestial es claro: este “día” es el del Señor, el del Festín del Reino, anticipado en la Eucaristía, en que pregustamos el Reino venidero. Por eso conviene que la liturgia eucarística se celebre “cada día”.

Y termina el catecismo con esta frase de San Agustín; «La Eucaristía es nuestro pan cotidiano […] La virtud propia de este divino alimento es una fuerza de unión: nos une al Cuerpo del Salvador y hace de nosotros sus miembros para que vengamos a ser lo que recibimos […] Este pan cotidiano se encuentra, además, en las lecturas que oís cada día en la Iglesia, en los himnos que se cantan y que vosotros cantáis. Todo eso es necesario en nuestra peregrinación» 

Y otra de San Pedro Crisologo: El Padre del cielo nos exhorta a pedir como hijos del cielo el Pan del cielo. Cristo “mismo es el pan que, sembrado en la Virgen, florecido en la Carne, amasado en la Pasión, cocido en el Horno del sepulcro, reservado en la iglesia, llevado a los altares, suministra cada día a los fieles un alimento celestial”.
Que hermosas expresiones!

Y haciendo referencia a esto del pan cotidiano, al pan para hoy, el Papa Benedicto XVI en su libro Jesús de Nazareth hace referencia a esto que estamos meditando: La cuarta petición del Padrenuestro nos parece la más “humana” de todas: el Señor, que orienta nuestra mirada hacia lo esencial, a lo “único necesario”, sabe también de nuestras necesidades terrenales y las tiene en cuenta. El, que dice a sus Apóstoles: “No estéis agobiados por la vida pensando qué vais a comer”, nos invita no obstante a pedir nuestra comida y a transmitir a Dios esta preocupación nuestra. El pan es “fruto de la tierra y del trabajo del hombre“, pero la tierra no da fruto si no recibe desde arriba el sol y la lluvia. Esta combinación de las fuerzas cósmicas que escapa de nuestras manos se contrapone a la tentación de nuestro orgullo, de pensar que podemos darnos la vida por nosotros mismos o sólo con nuestras fuerzas. Este orgullo nos hace violentos y fríos. Termina por destruir la tierra; no puede ser de otro modo, pues contrasta con la verdad, es decir, que los seres humanos estamos llamados a superarnos y que sólo abriéndonos a Dios nos hacemos grandes y libres, llegamos a ser nosotros mismos. Podemos y debemos pedir. Ya lo sabemos: si los padres terrenales dan cosas buenas a los hijos cuando las piden, Dios no nos va a negar los bienes que sólo El puede dar.

También el que pide el pan para hoy es pobre, la oración presupone la pobreza de los discípulos. Da por sentado que son personas que a causa de la fe han renunciado al mundo, a sus riquezas, a sus halagos y ya solo piden lo necesario para vivir. Con razón se pide al discípulo que en lo necesario de cada día, vele y pida por esto, para vivir un solo día pues le está prohibido preocuparse por el mañana. Para él sería una contradicción querer vivir mucho tiempo en este mundo, pues nosotros pedimos precisamente que el reino de Dios llegue pronto.

En la Iglesia ha de haber siempre personas que lo abandonan todo para seguir al Señor, personas que confían radicalmente en Dios, en su bondad que nos alimenta, personas que de esta manera ofrecen un testimonio de fe, que nos rescata de la frivolidad y de la debilidad de nuestro modo de crecer.

Esto último que el Papa escribe en el libro es una preocupación de nuestro interior porque muchas veces confiamos en la providencia de la boca para afuera, porque confiar verdaderamente en la providencia nos resulta difícil porque es una confianza ciega. Cuántas comunidades religiosas viven de la providencia, los cotolengos creados por San Luis Orione, viven de lo que cada día se les lleva. Y la experiencia de no pensar para mañana y saber que el Padre Dios te hace llegar lo que hoy necesitas es sin duda maravillosa pero también es una experiencia de quiebre humano porque va en contra de lo que nuestra humanidad reclama que es la seguridad.

Aquellos hermanos que confían en la providencia, confían hoy y en el momento. Por eso esta petición del padrenuestro es clave, porque hace que tomemos la vida con una mirada muy particular, en la confianza del hijo que cree con certeza absoluta que el Padre Dios hoy vela por vos, hoy está a tu lado, y hace que vos seas providencia para otro, que vos seas el pan para otro y que descubras que el Padre te está dando hoy en la Eucaristía el pan que no suelta tu mano ni la del mundo. En esta confianza tenemos que crecer y es un pedido que lo tenemos que hacer cada día. A cada día le basta su gracia.

Un testimonio del Cardenal Van Thuan en su predicación de los retiros a la curia vaticana que está en el libro Testigos de Esperanza, escribe:
Si tomamos conciencia de lo que realiza la Eucaristía, ésta nos hace enlazar inmediatamente las dos palabras de la oración dominical: Padre nuestro y pan nuestro. Da testimonio de ello la Iglesia de los orígenes: Se mantenían constantes… en la fracción del pan, narran los Hechos de los Apóstoles (2, 42). E indican su reflejo inmediato: La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían en común (Hch 4, 32). 

Si Eucaristía y comunión son dos caras inseparables de la misma realidad, esta comunión no puede ser únicamente espiritual. Estamos llamados a dar al mundo el espectáculo de comunidades donde se tenga en común no sólo la fe, sino que se compartan verdaderamente gozos y penas, bienes y necesidades espirituales y materiales. 

Todos sabemos cómo, en los dos siglos que acaban de pasar, muchas personas que sentían la exigencia de una verdadera justicia social, al no hallar en el ámbito cristiano un testimonio claro y fuerte, han recurrido a falsas esperanzas. Y todos nosotros hemos asistido a verdaderas tragedias, bien sólo escuchando hablar de ellas, bien pagando personalmente.

El que predica este retiro padeció mas de quince años la cárcel en el régimen comunista.

En nuestros días el problema social no ha disminuido en absoluto. Desgraciadamente, gran parte de la población mundial sigue viviendo en la miseria más inhumana. Se está caminando hacia la globalización en todos los campos, pero esto puede agravar más que resolver los problemas. Falta un auténtico principio unificador, que una, valorando y no masificando a las personas. Falta el principio de la comunión y de la fraternidad universal: Cristo, pan eucarístico que nos hace uno en él y nos enseña a vivir según un estilo eucarístico de comunión.

Los cristianos estamos llamados a dar esta aportación esencial. Lo entendieron muy bien los cristianos de los primeros siglos. La Eucaristía entraña un compromiso en favor de los pobres: Para recibir en la verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros, debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos (cf. Mt 25, 40).

La Eucaristía entraña un compromiso en favor de los pobres: Para recibir en la verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros, debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos (cf. Mt 25, 40). 

Pero la función social de la Eucaristía va más allá. Es necesario que la Iglesia que celebra la Eucaristía sea también capaz de cambiar las estructuras injustas de este mundo en formas nuevas de socialidad, en sistemas económicos donde prevalezca el sentido de la comunión y no del provecho. 

Pablo VI acuñó este estupendo programa: Hacer de la mina una escuela de profundidad espiritual y una tranquila pero comprometida palestra de sociología cristiana. 

Jesús, Pan de vida, impulsa a trabajar para que no falte el pan que muchos necesitamos todavía: el pan de la justicia y de la paz, allá donde la guerra amenaza y no se respetan los derechos del hombre, de la familia, de los pueblos; el pan de la verdadera libertad, allí donde no rige una justa libertad religiosa para profesar abiertamente la propia fe; el pan de la fraternidad, donde no se reconoce y realiza el sentido de la comunión universal en la paz y en la concordia; el pan de la unidad entre los cristianos, aún divididos, en camino para compartir el mismo pan y el mismo cáliz.

Un solo pan un solo cuerpo, realidad admirable que Dios nos regala.
Te deseo la paz de Jesús, que no te falte nunca la confianza en la providencia de Dios que no te suelta porque sos su hijo.

Gracias por esta obra que sin duda es providencia de Dios, porque vos te hiciste pan para que otros reciban el pan de Radio María. 

Te bendigo y te deseo una feliz primavera, que el Amor de Dios llene tu corazón.!!