El padre Diego Fares nos ayuda en el discernimiento de las cosas que, según Francisco, nos alejan de la alegría del amor. “Hay actitudes que nos vienen del diablo, y ante ellas hay que oponer paciencia, un aguante ‘bien argentino’ y la mansedumbre de Jesús”, afirmó.
29/06/2018 – Al reflexionar sobre el capítulo cuarto de la exhortación “Alégrense y regocíjense”, que presenta algunas “Notas de la santidad en el mundo actual”, el sacerdote jesuita, hijo espiritual del papa Francisco, insistió en la necesidad de discernimiento espiritual. El discernimiento nos permite ver con claridad estas notas que propone el Papa en su exhortación: Aguante, paciencia y mansedumbre; alegría y sentido del humor; audacia y fervor; búsqueda y trabajo en comunidad; y oración constante. “Para el Papa -explicó-, se trata de manifestaciones de amor a Dios y al prójimo que están a nuestro alcance ante los desafíos de la vida actual”.
En diálogo con Radio María, Fares dijo que ante la “ansiedad nerviosa y violenta, Francisco nos propone estar tranquilos porque sabemos que Dios está con nosotros y nos sostiene; y ante la negatividad y la tristeza, el Papa nos propone la alegría y el sentido del humor”.
Alertó de lo dañina que es la ansiedad espiritual. La describió como “la falta de paz espiritual, cuyo origen es el demonio que es voraz, insaciable, autodestructivo. El demonio es el ‘ansioso por opción’, el ‘león rugiente’ que ronda incansable buscando a quien hacer que lo devore su ansiedad”. Para diferenciarla de la ansiedad psicológica, Fares dijo que la ansiedad espiritual “no es natural, no brota de nuestra psicología humana que, por el contrario, conoce quién es su Creador”.
Con este argumento, dijo que “hay que discernir, en primer lugar, ‘personas’, no ideas o estados de ánimo. Debemos discernir quién nos mete esta ansiedad”; y se preguntó: ¿El Espíritu Santo, que es mi Abogado, o el acusador?”
Para el padre Fares, el Papa “hace resonar esta nota contra la ansiedad espiritual: el aguante, la paciencia y la mansedumbre. Es decir, estar sólidamente agarrado con todo lo que puedo a Dios que nos aguanta, nos tiene paciencia y es humilde y manso de corazón para con todos y conmigo en especial”.
Cuando se le preguntó cómo hacer para no dejarse arrastrar por la violencia que invade la vida cotidiana, respondió lo siguiente: “El Papa dice que hay que estar atentos a nuestras inclinaciones agresivas y egocéntricas para no dejar que echen raíz. San Pablo dice: «Enójense, pero no pequen. Que el sol no se ponga sobre su ira» (Ef. 4, 26). Es imposible que uno no se vea arrastrado a tener algún arranque de ira. El asunto es que esto no arraigue. Que la semilla no vaya allí donde tengo mi egocentrismo. Aquí también distinguiría una agresividad natural de la agresividad espiritual del demonio, el padre del odio. Una cosa es la ira, que hasta puede ser algo bueno porque es una pasión que rechaza automáticamente el mal, que repele toda agresión. Pero otra cosa es cultivar la ira, ser Padre del odio, educar ese odio como a un hijo. Hay gente que cultiva y planifica cuidadosamente su ira. En este sentido es más del demonio un misil que destruye un blanco con toda precisión (con algun daño colateral por supuesto) que una pelea a las piñas donde se ve sangre. Porque el misil es hijo de una ira planificada. Y esto es espiritual, no pasional. Es frío, demoníaco”.
También advirtió acerca de las palabras que usamos para referirnos a los demás. “Las palabras tienden a realizarse, y si yo pienso que el otro es un tarado y lo digo, lo trataré como a un tarado”.
Fares explicó qué quiere decir el Papa cuando habla de aguante, de aguantar humillaciones. “El aguante es una palabra muy nuestra: aguantar un partido de fútbol, aguantar cuando la cosa va mal, aguantar una persona impertinente, aguantarse el laburo, no sacarse, aguantar el tráfico”. Y sobre el aguante humano, agregó que “actúa el Espíritu Santo y lo consolida, convierte esta actitud en fuerza de corazón, esta convicción y solidez, en un don suyo”. Y agregó: “El aguante es algo muy humano (muy argentino) y muy de Dios. Nuestro pueblo es pacífico porque es aguantador. Muchos lo confunden con debilidad. Pero no es así. Todo lo contrario: es fortaleza, es conciencia de la propia dignidad, es resistencia pasiva al mal, sin violencias”.
Fares dijo que el Papa habla de la hypomoné, que significa “permanecer abajo, sostener (moné, menein) desde abajo (hypo). Sostener la familia, sostener a los hijos. Sostener es propio de Dios: Dios es la Roca, Dios nos hace el aguante -como el Padre misericordioso de la parábola, con sus dos hijos-. Si Dios se sacara, estaríamos fritos. Habría desaparecido este mundo hace rato”.
Aseguró que “el aguante es la mansedumbre y se ve en las humillaciones, no cuando nadie te hace nada. Ahí se ve el grado de humildad real. Y el Papa hace ver las raíces del aguante, de la humildad mansa y que no pierde la ternura: una, es no mirar a los otros desde arriba, ya que solo se puede mirar a otra persona desde arriba si es para ayudarla a levantarse y a subir”.
También describió otra forma: ejercitarse en alegrarse en el bien de los demás. “Gozar del bien en los otros tanto como en uno -dijo Fares-. Esto es remedio contra toda envidia y va a la raíz de la ira y del odio. El que se alegra en el bien, se dignifica y crece en ‘contentura’. Es tanto el bien, tan grande, tan para todos, que al alegrarnos en el bien de otro descubrimos cuán grande y especial es el nuestro, el que se nos ha regalado! Y de esta alegría en el bien de otros, puede crecer la alegría que nadie nos puede quitar, que es alegrarnos en Jesús resucitado, de tanta alegría y gozo que siente Él luego de haber dado la vida y haberla recobrado. De esta alegría puede brotar el alegrarse de poder sufrir algo por Jesús, como les pasó a los Apostoles luego que los azotaron por predicar el Nombre de Cristo. Pero soportar con amor estas humillaciones solo puede ser real si proviene de alguien que se siente muy amado y bendecido y desea parecerse más a Jesús y ser útil instrumento para ayudar a salvar a otros. La humillación se convierte en testimonio creible. Por eso se soporta con amor. No por masoquismo. El Papa lo distingue claramente”.
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