María nos educa en la premura del anuncio

miércoles, 27 de noviembre de 2019
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03/12/2019 – Compartimos la reflexión nro 19 de nuestro camino de Consagración a María:

 

 

“Por entonces María tomó su decisión y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá.”

                                                                                                                                                 Lc 1,39

 

 

Nadie ha recibido de parte de Dios una presencia tal que el mismo Dios toma su carne para desde ahí nacer para los hombres. Es única ésta presencia. Ahora el que era hijo de Dios gracias al sí de María se hace hijo del hombre.

Este es el motivo por el cual María sale presurosa. Es la grandeza del amor de Dios. Así es el corazón de María. Un corazón desbordante, generoso. La generosidad del corazón de María nace del amor de Dios que ha ganado su interior. Ella entregada en un sí incondicional al querer de Dios vive ésta dimensión del Dios que es siempre más y que la hace ir hasta su prima, no porque haya elegido con esfuerzos, sino porque ha sido movida por esta sobreabundancia de amor que la hace salir presurosa de si misma.

En éste sentido María no es la mujer del intimismo. No se encierra en si misma. Es la mujer de la entrega, de la ofrenda generosa y sin límites que la hace ir siempre un poco más allá. Su partida rápida a la casa de Isabel corresponde a ésta lógica incomprensible del amor que la habita interiormente.

Dice el Papa Francisco :

“Miremos a Jesús: su compasión entrañable no era algo que lo ensimismara, no era una compasión paralizante, tímida o avergonzada como muchas veces nos sucede a nosotros, sino todo lo contrario. Era una compasión que lo movía a salir de sí con fuerza para anunciar, para enviar en misión, para enviar a sanar y a liberar. Reconozcamos nuestra fragilidad pero dejemos que Jesús la tome con sus manos y nos lance a la misión. Somos frágiles, pero portadores de un tesoro que nos hace grandes y que puede hacer más buenos y felices a quienes lo reciban. La audacia y el coraje apostólico son constitutivos de la misión”.