Descansar en Dios

miércoles, 11 de diciembre de 2019
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11/12/2019 – Miércoles de la segunda semana de Adviento

“Jesús tomó la palabra y dijo:
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré.
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio.
Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.”

San Mateo 11,28-30.

Al descanso lo traducimos en distracción, en apartarnos del ruido de lo cotidiano para encontrar espacios de recreación para que cambiando actividad, de todos estos lugares de distensión poder encontrar lugares y recuperar vínculos, renovar nuestras energías, reacomodar la carga, decantar la vivencia de lo que intensamente vivido se vuelve para nosotros muchas veces estresante.

El descanso es sin duda una saludable experiencia que debemos aprender a administrar para poder vivir en plenitud. Es parte de la vida el saber descansar, hace a la calidad de plenitud de vida en la santidad .La propuesta del Evangelio es aprender a descansar en Dios.

Las cualidades propias del descanso son: la recreación, el modificar las actividades, la recuperación de los vínculos y de las energías nos permite a nosotros hoy desde la Palabra de Dios el poder vivirlo en El que nos llama y nos dice Vengan a mi todos los que están afligidos y agobiados que yo les daré descanso. Es una invitación a la centralidad en Jesús y ésta se desarrolla a partir del diálogo en amistad con el Señor, en espíritu de oración y discernimiento. Es por éste camino donde la vida se desarrolla, crece, se fortalece, se rejuvenece y se encuentra claridad.

En estos tiempos que nos toca vivir nos invita el Señor a volver a El. Vengan a mi, dice Jesús, los que estén afligidos y agobiados, yo les daré descanso. Es decir yo les voy a permitir apartándose de los ruidos, de las distracciones, de los espacios de recreación, volverlos a aquel lugar de centralidad que supone el vínculo con el que nos creó y viene a recrearnos.

Son tiempos para reposar en Dios no aislándose en el mundo en el que vivimos sino encontrando en El la nueva fuerza para ir sobre aquella realidad que con mucha paciencia, sobre todo con coherencia de vida evangélica, somos llamados a transformar primero en nosotros mismos, en el ámbito de nuestras familias, del matrimonios, también desde allí testimonialmente en la sociedad.

Buenos testimonios de vida familiar ordenada y centrada en Cristo con sencillez evangélica vivida en plenitud es suficiente, es más que mil palabras, mucho más que un montón de leyes que intentan a los manotazos ordenar lo que la ausencia de Dios en el concierto de la vida social ha venido a desbarajustar. La invitación de la Palabra es volver a Jesús, a la centralidad en El.

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