03/05/2017 – Cada día el evangelio tiene mucha riqueza para regalarnos. Hoy nos centraremos en la figura de Felipe desde una mirada pascual. Intentaremos descubrir qué nos trae este personaje de novedad a nuestras vidas hoy. Son pistas para crecer, pero no agota todo el contenido de la Palabra de Dios. Una confusión que a veces puede haber con Felipe es que en la palabra aparecen dos Felipes: uno es el apóstol (del que hablamos hoy) y en los Hechos aparece Felipe, el diácono, quien es el que bautiza el Etíope.
Dice el Papa Benedicto XVI, hablando de los apóstoles, que aunque Felipe era de origen judío, su nombre es griego, como el de Andrés, lo cual constituye un pequeño signo de apertura cultural que tiene su importancia. Las noticias que tenemos de él nos las proporciona el evangelio según san Juan. Era del mismo lugar de donde procedían san Pedro y san Andrés, es decir, de Betsaida (cf. Jn 1, 44), una pequeña localidad que pertenecía a la tetrarquía de uno de los hijos de Herodes el Grande, el cual también se llamaba Felipe (cf. Lc 3, 1).
El cuarto Evangelio cuenta que, después de haber sido llamado por Jesús, Felipe sale al encuentro de Natanael y le dice: “Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la Ley, y también los profetas: Jesús el hijo de José, de Nazaret” (Jn 1, 45). Felipe es un hombre inquieto: se encuentra con Jesús y sale a comunicarlo. Ante la respuesta más bien escéptica de Natanael —”¿De Nazaret puede salir algo bueno?”—, Felipe no se rinde y replica con decisión: “Ven y lo verás” (Jn 1, 46).
Con esta respuesta, escueta pero clara, Felipe muestra las características del auténtico testigo: no se contenta con presentar el anuncio como una teoría, sino que interpela directamente al interlocutor, sugiriéndole que él mismo haga una experiencia personal de lo anunciado. Felipe responde con las mismas palabras que Jesús le dijo a Él “Ven y lo verás”. Él sabe escuchar la Palabra de Dios, la incorpora y la replica. El Apóstol nos invita a conocer a Jesús de cerca. En efecto, la amistad, conocer de verdad al otro, requiere cercanía, más aún, en parte vive de ella.
Si en nuestras vidas nos vamos acostumbrando a la espiritualidad un tanto “abstracta” será una espiritualidad racionalista y Jesús terminará siendo una idea. Felipe invita a la experiencia personal con Jesús que involucre la vida entera.
Jesús le había dicho a Tomás “yo soy el camino, la verdad y la vida”. Por eso el Papa Francisco habla tanto de caminar, de ponerse en camino detrás del Señor. “Maestro, ¿dónde vives?” “Ven y lo verás”. Jesús nos pone en movimiento, nos impulsa a salir. El Padre ha querido hacerse historia en Jesús y en cada hermano, especialmente en los pobres.
El rostro del Padre se transparenta en nuestros hermanos, en los más frágiles y vulnerables. Cada uno de nosotros comparte la vida con muchos de ellos. En Jesús descubrir en ellos el rostro del Padre a quien se nos invita a amar: los ancianos, nuestros hijos, los alumnos, los clientes, quienes viven en la calle… Para descubrirlos necesitamos ver con el amor con que Dios nos mira.
Estoy convencido que en la Iglesia son muy importantes los “segundos”, los que no aparecen pero que están en lugares claves. Los camilleros y enfermeros, los que prestan servicios silenciosos pero cargados de ternura. Pidamos al Señor ser de esos segundos tan necesarios.
La fe tiene que mostrarse en obras y cada uno de nosotros en nuestras comunidades hacemos cosas muy lindas y evidencian el rostro compasivo y misericordioso de Dios. En el hacer también hay que ser creativos.
Felipe nos enseña a dejarnos conquistar por Jesús, a estar con Él y a invitar también a otros a compartir esta compañía indispensable; y, viendo, encontrando a Dios, a encontrar la verdadera vida.
Padre Alejandro Puiggari
Material elaborado en base a la Audiencia del Papa Benedicto XVI el miércoles 6 de septiembre de 2006
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