28/02/2018 – En este tiempo de la infancia de Jesús queremos detenernos en la primer acción evangelizadora que comparte con su madre, la visita a Isabel. Como en toda la segunda semana pedimos gracia de “Interno conocimiento de nuestro Señor Jesucristo para más amarlo y mejor seguirlo”.
Nos detenemos en el pasaje de Lc 1,39-56.
Quizás no hay otro pasaje que exprese con más fuerza esta consideración que narra Lucas. “¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme?” dice Isabel. En este versículo hay dos rasgos distintivos que revelan interés mariológico: el primero es la aplicación a María del título “Madre del Señor”. Este título era concedido a quien se denominaba la Reina Madre, es decir, el personaje de mayor influencia en el reino después del monarca. En una sociedad donde se practicaba la poligamia, ninguna de las esposas reales podía tener la seguridad de una posición privilegiada hasta no haber conseguido colocar a su hijo en el trono real. Como lo hizo por ejemplo Betsabé, la madre de Salomón. Ésta es la Reina Madre, la que ocupaba el sitio más privilegiado después del soberano.
Desde esta perspectiva cultural, cuando a María se la llama la “Madre del Señor”, se está suponiendo que de todas las personas del sexo femenino que tienen vínculo esponsal, hay una de ellas que ocupa un lugar de privilegio, y es justamente la madre del rey. La esposa de Dios, madre del Rey, es María.
En el libro de Daniel se nos muestra una enorme influencia de la reina madre. Algo de ésto aparece en l texto de Caná de Galilea, es la madre quien hace la petición. Al pedido de su madre, Jesús accede.
Entonces, “¿quién soy yo para que venga a visitarme la madre del Señor?”. La pregunta de Isabel nos la podemos hacer nosotros mismos. Esto muestra en el valor intercesor que se esconde en María. Por eso ir por María en el camino de la oración es ir por lugar seguro. Vemos aquí también la estrecha relación entre la divinidad materna y su realiza. Es “la madre de mi Señor”, no cualquier señor sino de Cristo.
El segundo rasgo distintivo que revela interés mariológico en el versículo arriba citado es la expresión última de la pregunta: “venga a visitarme”.
¿Qué está diciendo el texto? Lucas tiene la intención de presentar a Nuestra Señora como la nueva arca de la Alianza. Recordamos aquel pasaje (2 S 6, 1-11) que describe la entrada del arca en la ciudad de David, en Jerusalén. En ese momento David se llena de temor religioso y grita ¿quién soy yo para que el arca del Señor venga a mí? Nótese la sintonía de esta expresión, más el baile y el canto de David con el canto de María del Magnificat y seguramente la fiesta que hubo en derredor.
Casi no caben dudas de que Lucas, al describir el encuentro entre María e Isabel, tenía en su corazón el pasaje del libro de Samuel. Esto es confirmado en la narración de la Anunciación. Allí María es informada de que la concepción de su Hijo se hará por obra del Espíritu Santo, “el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”, Lc 1,35.
El término usado aquí es el empleado en la versión griega del Antiguo Testamento, para denotar la venida de la presencia de Dios a la tienda de la reunión donde está el arca de la Alianza. Dice el Libro del Éxodo (40,34-35): “Entonces la nube cubrió la Carpa del Encuentro y la gloria del Señor llenó la Morada. Moisés no podía entrar en la Carpa del Encuentro, porque la nube se había instalado sobre ella y la gloria del Señor llenaba la Morada”. En la tienda está el arca. La gloria del Señor estaba allí, entronizada sobre el arca de la Alianza.
Por eso María es la Madre del Señor y el Arca de la Alianza. Es la divinidad de Dios la que se hace presente. Entonces, María es la tienda de Dios que se hace presente trayendo un mensaje del cielo. Por eso la alegría de Isabel al recibirla.
La alusión literaria de Lucas a este pasaje del Antiguo Testamento casi no deja lugar a dudas de su intención de poner en contacto a María con este nuevo lugar donde está presente la Nueva Alianza. María es la nueva Arca de la Nueva Alianza.
Todo el acontecimiento de la Visitación concluye con ese canto-baile de María en el Magnificat. Dentro de esta expresión, el cántico introduce, primero, una acción de gracias personal de María hecha sobre la base de la fórmula del Antiguo Testamento aplicada a Israel. Recuerda a Deuteronomio 26, 7-8: 7 “Entonces pedimos auxilio al Señor, el Dios de nuestros padres, y él escuchó nuestra voz. El vio nuestra miseria. nuestro cansancio y nuestra opresión y nos hizo salir de Egipto con el poder de su mano y la fuerza de su brazo, en medio de un gran terror, de signos y prodigios.”
El Magnificat es como la asimilación entre Israel y María, tal como trata de hacerlo el evangelista. Además el cántico es una exclamación a Dios por los pobres, que son esa porción privilegiada del pueblo mesiánico, cuyo portavoz en este caso es María.
La presencia de la gracia divina estaba entronizada en el arca de la Alianza. En el arca estaba el Dios que se abaja y que deja su gloria en su pueblo. Lucas quiere mostrar a la Madre del Señor como el arca de la nueva alianza donde nos llega la gloria del Señor. Ahora no es un arca sino el seno mariano el portador de la gloria de Dios.
En la narración de Marcos, habla de Jesús como “el hijo de María”. El libro de los hechos 1, 14, Lucas describe a los apóstoles unidos con “María la madre de Jesús”, no hablan de ella como la de Nazareth ni la de Belén, sino la Madre de Jesús.
¿Cómo me visita María? ¿Cómo es que la gracia de Dios viene mediada siempre?
Una señal de la presencia de María en nuestras vidas es la alegría. Es un gozo transparente, lleno de esperanza que nos hace cantar en medio de la pequeñez y la humildad, en el reconocimiento de nuestra propia pequeñez y como Dios hace grandes los pequeños. Dios pone a las cosas en su lugar “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”.
1- Oración preparatoria (EE 46) me pone en el rumbo del Principio y Fundamento: que lo que yo vaya a hacer me ponga en el contexto de buscar y realizar, ya desde ahora, y por encima de todo, la voluntad de Dios.
2- “Traer la historia” (EE 102) Se trata de reconstruir la historia de lo que contemplo a partir de los datos. Ayudará leer detenidamente y varias veces el pasaje que quiero contemplar: San Lucas 1,39-56.
3-“La composición de lugar” (EE 103) tengo que componer la escena, re-crearla, reconstruirla desde los datos que la Escritura me ofrece.
4-Formular la petición (EE 104) La petición es la que enrumba la oración, la pone en búsqueda de algo, no la hace simple pasatiempo, sino persistente interés en alcanzar algo.
“Interno conocimiento de nuestro Señor Jesucristo para más amarlo y mejor seguirlo”
5-Reflectir para sacar algún provecho significa dejarme mirar por la escena, como ubicarme en ella: aquí me implico en ella como si presente me hallare. Es dejar que lo mirado me mire y me diga algo nuevo. Eso que se me dice son las mociones que se me dan.
6-Coloquio: a partir de lo que he vivido en la contemplación, no me faltarán palabras para pedir, agradecer, alabar o simplemente disfrutar de lo que se me ha dado.
7-Exámen de la oración
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