03/04/2014 – En la propuesta de hoy, caminaremos con Jesús como si fueramos de misión. Estaremos con Él encontrándonos con la gente, ayudándolo con los que se acercan. Intentaremos detenernos en los detalles: cómo Jesús mira, cómo toca a los enfermos, cómo es su voz y sus gestos.
Distinguir los movimientos interiores
En la segunda semana nos encontramos con la persona de Jesús que nos llama y nos invita a una reforma de vida. En la primer semana, Ignacio dispuso todo para que pudiéramos ordenar la naturaleza herida del pecado. Jesús que pasa y nos llama. En la segunda semana, San Ignacio nos pone frente a la elección. Por eso es necesario pedir gracia de interno conocimiento de Jesús. Sólo podemos elegir por gracia suya.
Pedimos gracia de “interno conocimiento de Jesucristo para más amarlo y mejor servirlo”. En cada una de las contemplaciones nos ponemos junto a Jesús como un humilde servidor, mirar lo que pasan, oir lo que hablan, sentir afecto por lo que pasa, quedándome con lo que más me impacta. Donde siento gusto y encuentro gracia, ahí me detengo.
“Su yugo es suave y su carga ligera”, por ende necesitamos caminar en la suavidad del espíritu. Vamos saboreando mejor, por pequeñas que parezcan, las cosas de Dios.
Por eso en la propuesta de hoy, caminaremos con Él como si fueramos de misión. Estaremos con Él encontrándonos con la gente, ayudandolo con los que se acercan. Nosotros también tenemos en la vida diaria pequeños momentos de misión y de encuento. Él está con nosotros y nos acompaña, y también obra a través nuestro para bien propio y el de los demás. Nuestra vida apunta a cosas profundas, a eso Él nos llama.
Este camino de seguimiento, como decíamos ayer, San Ignacio nos va a alertar de que cuanto más quiero seguir a Jesús más sutil será la tentación. Es lo que Él vivió. Nosotros también somos tentados, y en muchos casos con el demonio vestido de “ángel de la luz”. Nos muestra luces que intentan encandilarnos que parecen luz pero no es más que fuego que quema. La tentación de ángel de luz, viene “consolando”, alegrando y con placeres que parecen buenos, pero que nos llevan a una sequedad profunda. Ignacio nos viene a ayudar a distinguir si la alegría viene de Dios o no. Si el sentimiento que viene excede lo que yo hice, y no tiene causa aparente, es de Dios. Él mismo es la propia causa, porque es el verdadero dador del consuelo, por puro don y gracia. Pero hay otros que son consecuencia de lo que estamos viviendo, pensamientos que parecen luminosos y sin embargo nos complican. Por eso Ignacio nos invita a examinar e ir tomando registro: esto que parecía tan bueno, ¿cómo terminó? Me sacó de lo que venía haciendo, me distrajo, terminó siendo peor…. De ser así, esa supuesta “buena idea” no era de Dios. No trae agua limpia, sino sucia, genera ruido y estruendo. No es de Dios. Tomarse tiempo para pensarlo y discernirlo. Estar atento a las tentaciones.
El Señor nos invita a un profundo discernimiento de espíritu, y para eso, es bueno poner por escrito aquellas cosas que me estan trayendo paz, serenidad, alegría, entusiasmo… y diferenciarlo de otros movimientos que buscan instalar que angustian, entristecen, me apagan el alma y oscurece. Pedimos al Señor que nos regale la gracia de distinguir y elegir en consecuencia.
Es importante no sólo escuchar los ejercicios, sino darle tiempo a la oración en donde se desarrolla el ejercicio propiamente dicho. También contrastar lo que nos va pasando con alguien de mayor experiencia. Puede ser el cura párroco, alguna religiosa, algun laico bien formado. Dejarnos acompañar pastoralmente por alguien, para poder distinguir mejor los espíritus, y seguir las mociones que vienen de Dios y rechazar las que no son de Él.
Recorrer el camino de Jesús
Para hacer el ejercicio de hoy, vamos a leer Mt 8 y 9. Jesús habló del sermón del monte, presentó las bienaventuranzas y ahora se puso en camino. En Mateo lo que Él dice y Él hace es lo mismo, es la construcción del reino.
Jesús sale a sanar, se enfrenta a las necesidades de las personas, endemoniados, enfermedades. Son situaciones cotidianas a las que todos nos enfrentamos. Por ejemplo, Jesús habla en el camino de algunas cosas que tenemos que tener en cuenta. El leproso es uno de los primeros que Jesús encuentra, y es el que le pide “Señor, si quieres puedes sanarme”. Jesús le dijo, “Si quiero”. Jesús se acerca, toca, consuela, pacifica. La misericordia de Dios es así. No se trata de un Rey todopoderosos frío. Es la misericordia del Padre, abraza, toca con cariño.
Una exigencia de seguimiento que pone Jesús es la de animarnos a desprendernos: dejar que los muertos entierren a los muertos, el que pone la mano en el arado y mira para atrás no me puede seguir…. Jesús nos invita a la pobreza de espíritu, y nos invita a ser misericordiosos y a ser libres de nosotros mismos. En esa marcha Jesús también se va a encontrar con la tempestad, signo del caos. Él viene a calmar las tempestades, a decirnos que nos la combatamos con fe y sin miedo. Son tormentas de emociones, de conflictos, de caos, de las cuales salimos con fe, no disparando ni teniendo miedo, sino con confianza.
También Jesús va a exhorcizar y curar a muchos, como lo hace con la suegra de Pedro o a la hija de Jairo. Te invito a que camines con Él, lo mires, veas cómo escucha, cómo mira…. Tiene hambre y sed de justicia. No se queda en las apariencias ni en lo que le dicen, sino que va a lo profundo. Dejate levantar, y allí donde otros te consideren medio muerto como le pasó a la hija de Jairo, Jesús venga y te levante.
Están los endemoniados de jeraza, aquellos que se le presentan a Jesús y que no tienen paz. Es como nosotros que por ahí tenemos mil demonios dentro que se rebelan contra todo. Él les dice simpleemente que se calmen. Él es el que trabaja la paz en nuestro corazón y en el mundo. El paralítico o la mujer hemorroísa del camino, también reciben la mano de Jesús, su gesto o abrazo. Detenernos en la modestia del poquito amor que podemos hacer todos los días: “¿Quién tocó mi manto?”. Jesús que percibe todo lo que pasa a su alrededor, por más sencillo o insignificante que parezca.
Jesús se detiene, y también sufre contrariedades. ¿Por qué nosotros no seríamos criticados o cuestionados?. Mientras más bien queremos hacer, más se alza contra nosotros la persecución por querer practicar la justicia.
Los ciegos y el mudo, también reciben de Jesús su gesto y palabra. Y Jesús es criticado porque lo hace en sábado, porque no cubre las expectativas de los demás. Cuán miserables nos volvemos con la envidia, las broncas…. somos incapaces de ver el bien que supera las partes.
Pidamos al Señor poder mirarlo y conocerlo internamente para amarlo y seguirlo, mientras vamos de camino con Él. Que podamos verlo en esa realidad, constatar el bien que hace y cómo lo hace. Que salga de mi mundillo, que camine con Él y vea cuánto sufrimiento y cuánto Él hace. Acompañarte Jesús y dejarme inundar por tu bondad y por la sabiduría que inspira tu alma, que mueve tus brazos. Pidamos a Jesús conocer internamente su amor.
Elegir alguna escena, la que te sientas más movido, mirá a Jesús, ponete al lado de Él, mirá el gesto de las personas, sus cambios. Contemplar nos impregna los sentidos, y el evangelio se nos va metiendo dentro a partir de lo que Dios va moviendo en el corazón. Que Él nos enseñe a no dejarnos encandilar. A no apurarse, dejarse impregnar de a poco por la escena… prestar atención a lo que se nos va moviendo dentro. Que el Señor nos inunde el corazón con su bondad y que podamos recibirlo con generosidad.
Padre Fernando Cervera sj
Resumen dej ejercicios de hoy
+ Ponerse ante la mirada de Dios
+ Pedir gracia de "interno conocimiento de Jesucristo para más amarlo y mejor servirlo".
+ Materia de la oración: Mt 8 y 9. Elegir la escena que más me movilice o encuentre gusto.
+ Exámen de la oración: ¿cómo me sentí? ¿qué descubrí? ¿en dónde sentí más gusto? etc
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