02/03/2018 – Dios que se hace hombre para quedarse en medio nuestro. En pañales, y en brazos de sus padres, con el calor de los animales del pesebre, revelan esa presencia de amor que nos envuelve el corazón.
Lc 2, 8 -20
Vamos a reconstruir la historia de lo que contemplamos, el escenario, las conversaciones, los personajes. El ejercicio en sí mismo será el momento de oración a partir de lo contemplado.
En todos los anuncios aparecen los siguientes elementos: primero los sujetos que reciben el anuncio, en este caso los pastores. Luego un ángel que hace el anuncio; al mismo tiempo una turbación que experimenta el sujeto (“María quedó conmovida”) que se produce en el encuentro entre la divinidad y la naturaleza humana. Un cuarto elemento el mensaje comunicado por el ángel, quinto la pregunta que expresa una duda (¿cómo puede ser esto si yo no convivo con ningún hombre?”), sexto elemento la respuesta de quien recibe el anuncio, y al final la partida del mensajero quien habla por boca de Dios.
En el caso de la aparición del ángel a los pastores se dan casi todos los elementos. Falta el 5º elemento, pero se da la presencia de un ejército en el cielo. Estamos frente a un acontecimiento particular. Al mismo tiempo hay como una modificación del 7º elemento, porque parten “los ángeles”.
Podemos contemplar esta escena desde las características que no se dan en otros relatos. El ángel trae a los pastores una muy buena nueva, el nacimiento del Salvador que es Cristo, que les ha nacido en la ciudad de David. Esta manera, nos recuerda el estilo con que en la corte de Grecia se anunciaba el nacimiento de un príncipe real. Aquí lo que sorprende es que el mensajero indica que hay un signo que habla de lo nuevo que está ocurriendo. En ese signo llama la atención la pobreza y poca elocuencia: “encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Esto les servirá de señal”. Nosotros estamos acostumbrados a otros signos o señales, por ejemplo el que le da el ángel a María “Mira también Isabel, tu parienta, ha concebido un niño porque nada es imposible para Dios”. Recordamos que Isabel es anciana y estéril, por ende si Dios ha obrado con prodigio en ella lo mismo con vos.
El signo o señal que acompaña a los apóstoles parece el que acompaña a los apóstoles: las conversiones que se generan alrededor de sus palabras. Es como si el autor del 3º evangelio nos estuviera diciendo que el poder del signo está en quien viene en el signo, la Palabra, que está envuelta en pañales. Es la fuerza de la Palabra quien va a revelar el misterio de lo que se nos ha anunciado. Los signos con los que Dios nos habla, también son así de sencillos.
El otro signo contundente que la palabra nos trae en el Nuevo Testamento es el de la cruz. Acá estamos frente a los dos grandes signos del Nuevo Testamento: el pesebre y la pascua. Son signos pobres y a la vez contundentes, son sencillos y austeros, pero contundente por lo que significan.
Junto a la cruz, el signo más eficaz, es el llamado de Dios que “tanto amó al mundo que entregó a su próximo hijo”. La primera predicación de Dios a los hombres, los pastores en Lucas, es hecha por ángeles: Dios les predica a los pastores a través de ángeles. Esta predicación viene siempre acompañada por una señal. El signo de la predicación aumenta la fe. No va dirigido a la cabeza sino al corazón. Cuando se recibe la predicación, los pastores se convierten. Ellos mismos al recibir el anuncio cambian, deciden ir al encuentro y se hacen predicadores. Uno de sus oyentes es María: “Por su parte María guardaba éstas cosas en su corazón”. Acá nos detenemos para contemplar y mirar el poder de la predicación.
Después de ver la escena, de recogerla, de detenerla en los signos, en los pastores como anunciados y anunciadores, ahora nosotros nos metemos en la escena. “Como estando yo allí presente” nos pide San Ignacio. Ahí reflectimos para sacar provecho. Implica dejarme mirar por la escena e involucrarme entre los personajes.
Mirarme en una noche templada, con un gran firmamento poblado de estrellas, y de repente verme sorprendido por una presencia de luz y gracia. Estamos con otros. Nos sentimos llenos de una nueva presencia y algo se mueve desde dentro, y sentimos que eso nos lleva al encuentro de algo muy deseado y buscado por nosotros. Es un anuncio el que se nos hace, Dios se hace presente de una manera nueva en nuestras vidas. Podemos ir al pesebre y contemplar el encuentro. Y después imaginarnos yendo de camino a lo de todos los días, en nuestro estudio, trabajo, familia. Ha nacido el Salvador y viene envuelto en lo nuestro de cada día, lo cotidiano. Y podemos orar desde ahí y conversar con el Señor.
Momentos de la oración
1-Oración preparatoria (EE 46) me pone en el rumbo del Principio y Fundamento: que lo que yo vaya a hacer me ponga en el contexto de buscar y realizar, ya desde ahora, y por encima de todo, la voluntad de Dios.
2- “Traer la historia” (EE 102) Se trata de reconstruir la historia de lo que contemplo a partir de los datos. Ayudará leer detenidamente y varias veces el pasaje que quiero contemplarEvangelio según San Lucas 2,8-19.
3-“la composición de lugar” (EE 103) tengo que componer la escena, re-crearla, reconstruirla desde los datos que la Escritura me ofrece.
4-Formular la petición (EE 104) La petición es la que enrumba la oración, la pone en búsqueda de algo, no la hace simple pasatiempo, sino persistente interés en alcanzar algo.
“Interno conocimiento de nuestro Señor Jesús”
5-Reflectir para sacar algun provecho significa dejarme mirar por la escena, como ubicarme en ella: aquí me implico en ella como si presente me hallare. Es dejar que lo mirado me mire y me diga algo nuevo. Eso que se me dice son las mociones que se me dan.
6-Coloquio a partir de lo que he vivido en la contemplación, no me faltarán palabras para pedir, agradecer, alabar o simplemente disfrutar de lo que se me ha dado.
7-Exámen de la oración
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