Día 16: La vida oculta de Jesús

miércoles, 7 de marzo de 2018
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Familia de nazareth2

 

10/03/2016 – La segunda semana de ejercicios es un tiempo especial de escucha para poder recibir las llamadas que el Señor nos está haciendo. Nos viene bien adentrarnos en los 30 años de vida oculta de Jesús, en donde en el silencio fue creciendo y madurando su llamada. Leemos en Lucas 2,39-40: 

“Después que hubieron cumplido con todas las cosas según la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. Y el niño crecía, y se fortalecía y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él”

 

En este sentido, la vida oculta de Jesús, en el silencio y en la vida familia, nos permite tomar gracia de esa experiencia de Nazareth. Detenerse en la vida oculta de Jesús es prestar atención a su infancia, su adolescencia, su juventud y el comienzo de su vida adulta, pero además es entrar en contacto con su familia, porque Jesús “vivía sujeto a ella”.

Esos 30 años siguen siendo de verdad ocultos, envueltos en el silencio, a los cuales podemos aplicar con fruto nuestros sentidos imaginarios a los que nos invita Ignacio, como también con las alas de la fe, la esperanza y la caridad, para dejarnos alcanzar por los dones de gracia de este tiempo.

Al niño Jesús lo podemos encontrar en su crecimiento en estatura y sabiduría; sumiso a sus padres; y en el silencio. Hay un dato que Lucas nos deja como señal desde dónde el Señor vivió sus 30 años ocultos, que tienen que ver con la obediencia y la sumisión. 

Los textos de la infancia de Jesús es que ellos concluyen concluyen con una breve noticia que anuncia un cambio de escena. Por ejemplo tras la anunciación a Zacarias dice la Palabra en el verso 23 del capítulo 1 de Lucas: cumplidos los días de su servicio se volvió a casa Después de la Anunciación de María y se fue el Angel de junto a ella Lucas 1,38, después de la Visitación María permaneció 3 meses y se volvió a su casa Lucas 1,56, después del nacimiento de Jesús los pastores se volvieron Lucas 2,20, tras la Presentación del Niño en el templo cumplieron todas las cosas y se volvieron a Nazaret. En los 6 cuadros terminan con una partida. El niño vuelve con sus padres, “y estaba sujeto a ellos”.

Es un vínculo de obediencia, de pertenencia mutua en la obediencia. El texto dice que ellos volvieron a la casa a la ciudad de Nazaret en Galilea, el niño iba creciendo y se fortalecia lleno de Gracia y la sabiduría de Dios estaba con El. Allí dice la Palabra estaba sujeto a sus padres. 

Para nosotros, ser sumiso, tiene un carácter peyorativo, alguien sin carácter que es mandado por otros. Sin embargo, aquí estamos frente a una sumisión que es positiva y determinante para comprender la vida oculta de Jesús. Ser obediente, en perspectiva bíblica, es ser educado en la fe.

¿Cómo es que el hijo de Dios hecho carne en el seno de María vivió creciendo en la fe?. “El niño crecía”, dice la Palabra. Supone un proceso, un respeto de etapas. El niño no era un monstruo fuera de lugar que sabía todo y hacía milagros. Seguramente había sorpresas en lo cotidiano mientras el niño crecía, pero era normal. La inmensidad y la omnipotencia de Dios hecha bebé, un modo de estar de Dios agachándose que asume toda la condición humana excepto el pecado, pero respetó el proceso de una persona normal. Jesús ha tenido un crecimiento en la fe, y en la confianza, con las características propias de ser concebido sin pecado y ser el hijo de Dios, pero sin quitarle en nada el proceso de madures y de crecimiento. Estamos frente a la presencia de un Dios verdadero y de un hombre verdadero, en una única realidad.

Así era la vida en Nazareth, de hogar, encuentros, trabajo, preparar la comida, oración. Lo que allí ocurre está directamente vinculado al silencio, Nazaret es un lugar de silencio, dice Pablo VI en una hermosa reflexión que les ofrece a los seminaristas en Jerusalén a los que están allí estudiando en el año 1964. Nazaret es un lugar de silencio, por lo tanto de oración, de trabajo y también un lugar de convivencia. Por lo tanto la oración, el silencio y el trabajo tipifican el tipo de vínculo que se establece entre las personas que habitan bajo  el mismo signo del amor.

La Palabra en varias oportunidades hablan de los niños que “van creciendo en sabiduría y en gracia”. Se lo dice de Samuel, “se hacía grande y bueno a los ojos de Dios y de los hombres”. Lucas, retoca la fórmula y dice “hallaba gracia delante de Dios y de los hombres”. La idea de que Jesús crecía en gracia nos despierta preguntas. ¿Cómo Dios va a crecer?. Dios cuando se abajo y se compromete hace todo el proceso: se hizo niño, luego adolescente, joven. Es importante a la hora de pensar la propia vida y la vida de conjunto en relación a los procesos, ver a Jesús que crece y que asumió todo lo humano con sus tiempos.

 Decía Pablo VI sobre Nazareth:

Su primera lección es el silencio. Cómo desearíamos que se renovara y fortaleciera en nosotros el amor al silencio, este admirable e indispensable hábito del espíritu, tan necesario para nosotros, que estamos aturdidos por tanto ruido, tanto tumulto, tantas voces de nuestra ruidosa y en extremo agitada vida moderna. Silencio de Nazaret, enséñanos el recogimiento y la interioridad, enséñanos a estar siempre dispuestos a escuchar las buenas inspiraciones y la doctrina de los verdaderos maestros. Enséñanos la necesidad y el valor de una conveniente formación, del estudio, de la meditación, de una vida interior intensa, de la oración personal que sólo Dios ve.

Se nos ofrece además una lección de vida familiar. Que Nazaret nos enseñe el significado de la familia, su comunión de amor, su sencilla y austera belleza, su carácter sagrado e inviolable, lo dulce e irreemplazable que es su pedagogía y lo fundamental e incomparable que es su función en el plano social.

Finalmente, aquí aprendemos también la lección del trabajo. Nazaret, la casa del hijo del artesano: cómo deseamos comprender más en este lugar la austera pero redentora ley del trabajo humano y exaltarla debidamente; restablecer la conciencia de su dignidad, de manera que fuera a todos patente; recordar aquí, bajo este techo, que el trabajo no puede ser un fin en sí mismo, y que su dignidad y la libertad para ejercerlo no provienen tan sólo de sus motivos económicos, sino también de aquellos otros valores que lo encauzan hacia un fin más noble.

 

 

Momentos de la oración

1- Oración preparatoria (EE 46) me pone en el rumbo del Principio y Fundamento: que lo que yo vaya a hacer me ponga en el contexto de buscar y realizar, ya desde ahora, y por encima de todo, la voluntad de Dios.

2- “Traer la historia” (EE 102) Se trata de reconstruir la historia de lo que contemplo a partir de los datos. Ayudará leer detenidamente y varias veces el pasaje que quiero contemplar: San Lucas 2,39-40.

3-“La composición de lugar” (EE 103) tengo que componer la escena, re-crearla, reconstruirla desde los datos que la Escritura me ofrece.

4- Formular la petición (EE 104). La petición es la que enrumba la oración, la pone en búsqueda de algo, no la hace simple pasatiempo, sino persistente interés en alcanzar algo.

“Interno conocimiento de nuestro Señor Jesús”

5- Reflectir para sacar algún provecho. Significa dejarme mirar por la escena, como ubicarme en ella: aquí me implico en ella como si presente me hallare. Es dejar que lo mirado me mire y me diga algo nuevo. Eso que se me dice son las mociones que se me dan.

6- Coloquio: A partir de lo que he vivido en la contemplación, no me faltarán palabras para pedir, agradecer, alabar o simplemente disfrutar de lo que se me ha dado.

7-Examen de la oración