Día 28: Los discípulos de Emaús

miércoles, 30 de marzo de 2016
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30/03/2016 – Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén.  En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran.

El les dijo: “¿Qué comentaban por el camino?”. Ellos se detuvieron, con el semblante triste,y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!”.

“¿Qué cosa?”, les preguntó. Ellos respondieron: “Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas.

Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron”.

Jesús les dijo: “¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?” Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él. Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante.

Pero ellos le insistieron: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba”. El entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista. Y se decían: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”.

En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: “Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!”. Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Lucas 24,13-35

 

Nos detenemos en este tiempo de los Ejercicios Ignacianos en los textos de la resurrección. El que acabamos de compartir es un texto eucarístico y misionero. Los discípulos van de camino, uno se los imagina tristes, desilusionados, sin esperanza, como pateando piedritas. Al cruce les sale un peregrino que, después nos damos cuenta es el mismo Jesús, quien los recibe deja que ellos hagan catarsis de su angustia y después con la pedagogía propia de uno que sabe llevar las cosas a termino comienza a explicarles, desde la palabra, que todo lo sucedió estaba reflejado en las escrituras. Así se les va aliviando el alma.

Jesús, en medio, va poniendo ese clima propio de quien es capaz de hacer de un compartir  sencillo un escenario de trascendencia, de sentido eso que tantas veces nos falta como a estos discípulos.

Jesús en un momento determinado, dice el texto, amaga como para seguir el camino y ellos le piden que se quede. Ahí comienza el segundo momento, el eucarístico. Algunos leen que los discípulos de Emaús se trataba de un matrimonio.

¡Buen día! Hoy en los Ejercicios Ignacianos refexionamos sobre los discípulos de Emaús. Te invitamos a compartir: ¿Con…

Posted by Radio María Argentina on miércoles, 30 de marzo de 2016

El Señor tiene palabras y gestos que hablan por sí solos, que no necesitan traducción. La misma está dada por lo que genera en el corazón de los discípulos quienes, después de haber compartido el pan, deciden regresar hacia Jerusalén y dedicarse a ala  misión por eso decimos que es un texto eucarístico y misionero. Siempre el encuentro con Jesús eucarístico nos conduce a la misión.

Jesús al pedido de los discípulos se queda y comparte, parte el pan y es ahí cuando todo se comienza a ver con claridad para ellos: es Jesús. Hay un gesto, una palabra que aparece en el encuentro con el Resucitado que hace que los que estaban en la sombra y en la penumbra digan “aja, era Jesús, está vivo”. Hay un momento donde el Señor Resucitado se muestra sencilla, austera pero contundentemente y nos hace decir “Es Jesús, es el Señor”

Se abren los ojos, un gesto lo ha determinado, el gesto es que Jesús ha partido el pan. Es el compartir lo que abre la mente y el corazón para descubrir la presencia de un Dios que en la marcha se hace compañero por eso es tan importante mucho mas que ser solidario ser capaces de compartir desde nuestras debilidades, el camino pero en perspectiva de cristificación, llenar de Cristo el encuentro con los hermanos.

Cuando ellos descubrieron que así fue, cuando percibieron que así era, pegaron la vuelta y se fueron a ver a los hermanos que estaban reunidos confirmaron y fueron confirmados “Es verdad, el Señor se nos ha aparecido”. Ésta es la perspectiva del que misiona. El que misiona va a un lugar a proclamar lo que de alguna manera ya está presente en ese lugar.

Que andando en el amor de Dios en el peregrinar nuestro, como los discípulos de Emaús los pesos y los agobios sean de reposo.

Padre Javier Soteras