17/03/2016 – El ejercicio está planteado en la segunda semana donde vamos avanzando en el interno conocimiento de nuestro Señor Jesucristo para más amarlo y más servirlo disponiendo el alma.
El ejercicio se llama de los tres binarios “binarios de nombres” quiere decir grupo o tipo de hombres con una actitud característica –en cada uno de los tres casos- que describiremos más adelante.
Cuales son esas actitudes y donde nos vamos a ubicar nosotros al ponernos en presencia del Señor para ver en donde nuestro corazón se siente más identificado y cuanto se demora en tomar la decisión para hacer la voluntad de Dios.
Es una frase que, en tiempo de san Ignacio, se usaba en los casos de conciencia para designar a los que formaban parte del ejemplo, como luego se hablaría de Ticio o de Casio: en lugar de un personaje se habla de dos y se los designaba como “binario”.
La oración comienza, como siempre, recordando que estoy bajo la mirada del Señor, etc. (Tercera edición, EE 57) y se sigue –como también es ordinario en los Ejercicios- con la “oración preparatoria” (EE 46).
Luego viene la “historia”, la cual es aquí “de tres binarios de hombres; y cada uno de ellos ha adquirido diez mil dolares, no pura o debidamente por amor de Dios, ganados de buena manera; y quieren todos salvarse y hallar en paz a Dios nuestro Señor, quitando de sí la gravedad (o sea, el peso) e impedimento que tienen para ello (o con ello) en la afición de la cosa adquirida” (EE 150).
Estamos en la misma línea que hemos visto, en “las Dos banderas”, de la codicia de riquezas que –según san Ignacio- “suele ser, la mayor parte de las veces” (EE 142) una tentación para los hombres. Los tres binarios –clase o tipos- de hombres tiene una posesión, como dice un autor contemporáneo, “inquietante”. Es decir, tngo esto pero no estoy comodo con lo que tengo. Hay algo que me está pidiendo una actitud diferente respecto a lo que tengo. No es que la hayan adquirido de mala manera –porque entonces tendría que restituirla a quien se la han robado-, pero le tienen una afición a su posesión que les resulta un peso o “impedimento” en su camino, porque los tres “quieren salvarse (o sea, santificarse) y hallar en paz a Dios nuestro Señor” y encuentran, “en la afición de la cosa adquirida”, un “impedimento”.
San Ignacio no quiere que uno mismo se sienta aludido por el ejemplo, de modo que no se trata de poner como “cosa adquirida” lo que a uno mismo lo inquieta (esto se deja, en caso extremo, para el coloquio que en esta meditación tiene una nota propia, EE 157, que no siempre hay que tener en cuenta, sino solamente cuando “nosotros –los que estamos haciendo los Ejercicios- sentimos afecto o repugnancia contra algo”, acerca de lo cual pensamos hacer elección o reforma de vida). No se trata de hacer una revisión de vida de mis bienes. “Mostra tus cuentas bancarias, hagamos un examen de conciencia en torno a las riquezas adquiridas”, no, se trata de una contemplación y despues reflectir y tomar una decisión. Porque como enseguida se verá –a propósito de la “composición viendo el lugar” y también de la “petición”- en esta meditación se trata de “desear y conocer lo que sea más grato a su divina majestad” y no de verse a sí mismo como un ejemplo.
Sigue la “contemplación viendo el lugar”, que es solemnísima (y que se parece a la composición de lugar de la Contemplación para alcanzar amor, EE 232):
“Será aquí verme a mí mismo, cómo estoy delante de Dios nuestro Señor y todos los santos (intercediendo por mí, como se diría en la Contemplación para alcanzar amor), para desear y conocer lo que sea más grato a su divina majestad” (EE 151).
O sea, “para desear para mí y conocer”, cuál de las tres actitudes “ante la cosa adquirida” es la que más agrada a su divina majestad (que, como se verá luego, sólo puede ser la del “tercer binario”).
De modo semejante sigue la petición, que “será pedir gracia de elegir –de las tres actitudes de los tres binarios- lo que sea más a gloria de su divina majestad y salud o santidad de mi alma sea”.
Después de estos preámbulos sigue el tema de la oración, que es la descripción de los tres binarios o actitudes en la elección planteada ante la “cosa adquirida”; o sea, ante la posesión, para cada uno de los tres, de los “diez mil ducados” –diríamos, diez mil dólares- adquiridos “no pura o debidamente por amor de Dios”, y ahora “quieren todos salvarse (o sea, santificarse) y hallar en paz a Dios nuestro Señor, quitando de sí la gravedad (o peso) e impedimento que tienen para ello en la afición a la cosa adquirida” (EE 150). Veámoslo por separado.
“El primer binario (tipo o grupo) querría quitar el afecto que a la cosa adquirida tiene, para hallar paz a Dios nuestro Señor y saberse salvar (o sea, santificar); y no pone los medios hasta la hora de la muerte” (EE 153).
O sea, difiere la elección o reforma de vida hasta el momento de la muerte. No está indiferente a tener o no tener los diez mil dólares y no quiere plantearse ahora si Dios quiere o no que los deje, sino que lo hará en “la hora de la muerte”. Tampoco podría hacerlo en este momento, por su falta de santa indiferencia.
Como dice muy bien san Ignacio, este “primer binario […] querría quitar el afecto”. Pero, en realidad, no lo quiere, como se demuestra por el hecho de que “no pone los medios hasta la hora de la muerte”, cualesquiera estos sean, incluso dejar “la cosa adquirida”. Siempre cuando hay una dispoción al cambio hay que disponerse y poner los medios. La reforma supone una series de dispociones de medios de actitudes y de acciones que nos llevan sobre ese fin que buscamos. Es decir, cuando no se ponen los medios, no se quiere en realidad el cambio.
“El segundo binario (tipo o grupo) quiere quitar el afecto que a la cosa adquirida le tiene; mas así le quiere quitar que quede con la cosa adquirida (los diez mil dólares), de manera que allí venga Dios donde él quiere; y no determina dejarla para ir a Dios, aunque fuese el mejor estado para él (EE 154).
Es como decir que “Dios disponga” pero lo suelto. O sea, hará cualquier cosa para demostrar que quiere quitar el afecto que él tiene a la cosa adquirida… menos dejarla. Haría limosnas, una fundación para atender a los huérfanos… ¡menos dejar los diez mil dólares!
En otros términos, no difiere la elección o reforma de vida, pero le pone límites a la voluntad de Dios acerca de “la cosa adquirida”. Está dispuesto a cualquier medio… menos uno, que sería dejar, si Dios lo pide, “la cosa adquirida”.
Como vemos, tampoco este binario está indiferente. Está tentado –pero bajo especie de bien- ¡con todo lo que puede hacer de bueno con esos diez mil dólares! Por eso, no quiere dejarlos.
Está tentando pero bajo la apariencia de bien. Por eso no quiere dejarlo. Estamos hablando del vínculo desordenado con los bienes que tenemos.
Está dispuesto a hacer ahora su elección o reforma, pero con tal de que él siga en posesión de los diez mil dólares. En estas condiciones, no puede hacer su elección o reforma, porque no oiría la voz del Señor, ¡si este le pide que deje los diez mil dólares!
“El tercer binario quiere quitar el afecto; mas así le quiere quitar, que también no le tiene afición a la cosa adquirida o a no tener, sino que solamente quererla o no quererla, según que Dios nuestro Señor le pondrá en voluntad y a la tal persona le parecerá mejor para el servicio y alabanza de su divina majestad; y, entre tanto, quiere hacer cuenta que lo deja en afecto, poniendo fuerza de no querer aquello ni otra cosa alguna, si no le moviere sólo el servicio de Dios nuestro Señor, de manera que el deseo de mejor poder servir a Dios nuestro Señor le mueva a tomar la cosa o dejarla” (EE 155).
O sea, ni difiere la elección o reforma de vida “hasta la hora de la muerte” ni le pone límites a la voluntad de Dios, sino que está dispuesto a cualquier cosa que el Señor le pida: si le pide que deje “la cosa adquirida”, la deja; si le pide que siga teniéndola, la seguirá teniendo. Sólo quiere lo que el Señor quiera y se lo manifieste con claridad.
Es la verdadera indiferencia, que no es no sentir gusto o disgusto ante la cosa sobre la cual se hace la elección o reforma de vida, sino preferir, ante cualquier gusto o disgusto, la voluntad de Dios. Es decir, está en tus manos.
Esto terina en un diálogo con el Señor. Una vez que termino de contemplar los tres grupos voy a poder reconcerme en uno de ellos.
Ésta oración de Charles de Foucauld te puede ayudar. Es como la disposición de Jesús en el Getsemani “Padre si puedes que pase este cáliz pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”
Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí, y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.
Te confío mi alma, te la doy con todo el amor de que soy capaz, porque te amo.
Y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con una infinita confianza, porque Tú eres mi Padre.
Como vemos, esta meditación de los Tres binarios es una repetición, antes de hacer su elección o reforma de vida, de aquella parte del Principio y fundamento donde se trataba la necesidad de la “indiferencia” antes de cualquier elección o reforma de vida.
Planteados los tres binarios, hay que ver cuál es la verdadera, la única actitud que cuadra ante Dios nuestro Señor. Es, evidentemente, la del tercer binario, que es quien verdaderamente “quiere hallar en paz a Dios nuestro Señor y salvarse” (EE 153; o sea, santificarse).
Una vez visto esto y admitido, hacer “los mismos tres coloquios que se hicieron en la contemplación de “las Dos banderas”” (EE 156). Pero san Ignacio le pone una “nota” a este triple coloquio, diciéndonos:
“Cuando nosotros sentimos afecto o repugnancia contra la pobreza actual, cuando no somos indiferentes a la pobreza o riqueza (y lo mismo podríamos decir de otras ‘binas’ sobre las cuales puede versar la elección o reforma de vida, como ‘salud que enfermedad, honor que deshonor, vida larga que corta y por consiguiente en todo lo demás’), mucho aprovecha, para extinguir el tal afecto desordenado (a favor de uno de los término de cualquier bina), pedir en los coloquios –aunque sea contra la carne- que el Señor le elija en pobreza actual (o en el miembro de la bina que nos cuesta); y que él quiere, pide y suplica que se lo elija en lo que le cuesta, sólo que sea servicio y alabanza en su divina bondad” (EE 157).
No se trata, por supuesto, de elegir lo que nos cuesta… porque nos cuesta, sino de estar dispuestos a aceptarlo, si el Señor nos lo pide. Esa disposición no es otra cosa que la indiferencia.
De modo que, aunque en la meditación de los Tres binarios no se trata de considerar nuestra actitud ante una “cosa adquirida” (o, como dice un autor, ante nuestra cosa “inquietante” o cosa ante cuya posesión o no posesión nos inquietamos), sino considerar cuál es la verdadera actitud cristiana (que no puede ser sino la del tercer binario), puede ser que, como dice san Ignacio, sintamos “afecto o repugnancia contra la pobreza actual” (o contra cualquier otro miembro de una “bina” acerca de la cual tengamos que hacer elección o reforma de vida). En este caso debemos tener en cuenta, si queremos adquirir esa indiferencia que nos falta, esta nota de coloquio de la meditación de los binarios.
Padre Javier Soteras
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