23/03/2016 – En la cena del Señor se instituye el sacerdocio y la Eucaristía. Hoy nos referimos a la Insitución de la Eucaristía y todo lo que acontece al rededor de esta cena como por ejemplo el gesto de Jesús lavando los pies a los discípulos:
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que le había llegado la hora de salir de este mundo para ir al Padre, como había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban comiendo la cena y el diablo ya había depositado en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle. Jesús, por su parte, sabía que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos y que había salido de Dios y que a Dios volvía.Entonces se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura.Echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de los discípulos; y luego se los secaba con la toalla que se había atado.Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?» Jesús le contestó: «Tú no puedes comprender ahora lo que estoy haciendo. Lo comprenderás más tarde.»Pedro replicó: «Jamás me lavarás los pies.» Jesús le respondió: «Si no te lavo, no podrás tener parte conmigo.»Entonces Pedro le dijo: «Señor, lávame no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.» Jesús le dijo: «El que se ha bañado, está completamente limpio y le basta lavarse los pies. Y ustedes están limpios, aunque no todos.»Jesús sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos ustedes están limpios.» Cuando terminó de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Jn 13, 1 – 11
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que le había llegado la hora de salir de este mundo para ir al Padre, como había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban comiendo la cena y el diablo ya había depositado en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle.
Jesús, por su parte, sabía que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos y que había salido de Dios y que a Dios volvía.Entonces se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura.Echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de los discípulos; y luego se los secaba con la toalla que se había atado.Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?»
Jesús le contestó: «Tú no puedes comprender ahora lo que estoy haciendo. Lo comprenderás más tarde.»Pedro replicó: «Jamás me lavarás los pies.» Jesús le respondió: «Si no te lavo, no podrás tener parte conmigo.»Entonces Pedro le dijo: «Señor, lávame no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.»
Jesús le dijo: «El que se ha bañado, está completamente limpio y le basta lavarse los pies. Y ustedes están limpios, aunque no todos.»Jesús sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos ustedes están limpios.»
Cuando terminó de lavarles los pies, se puso de nuevo el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy.
Jn 13, 1 – 11
En el comienzo de ésta tercer semana Ignacio presenta como contemplación prototípica la cena cuyo tema distribuye en 3 puntos. Lo primero versa sobre la cena del Cordero pascual con los doce apóstoles, que es la renovación de la antigua alianza con la traición de Judas esto lo podemos ver en Mt 26, 20 -5. el segundo tema que plantea es la que acabamos de de compartir, el lavatorio de los pies y el tercero con la Institución de la Eucaristía en Mt 26, 26 -30.
Estamos en el escenario dramático en donde se juega el tiempo final del Maestro. Ayer lo veíamos entrando en Jerusalén con determinación a enfrentar su hora va como deciamos citando al Profeta Isaías con “el rostro endurecido”, no sin temores, el sabe cuál es su destino. Hay un entretejido de negaciones, de traiciones.
Jesus conoce muy bien cuales son las circunstancias que rodean el final de su vida. No son las circunstancias las que deterninan su muerte sino la voluntad del Padre. El misterio de la ofrneda del lavida del hijo trasciende todas ellas.
Este primer punto abarca dos: el de la comida del cordero pascual y el del anuncio de la traición de “uno de ustedes” que parece que sólo para Judas es explícito (“tú lo has dicho”).
La víspera de la fiesta se come el cordero pascual, de modo que las últimas horas de la tarde se transforman en el recuerdo de la noche en que Dios liberó a su pueblo de la servidumbre de Egipto (Éx 12, 1 ss., con nota de BJ). Entonces se fundó Israel como pueblo y este fundamental acto de salvación debe perdurar en el recuerdo imperecedero. Es una cena conmemorativa, que cada año actualiza de nuevo la acción salvífica de Dios en su pueblo (Éx 13, 3 ss.).
La cena correspondía, en general, a la manera como se celebraban las otras cenas judías: se comía el cordero como manjar principal y, en conjunto, se le daba una mayor solemnidad. Una serie de platos seguía sucesivamente, interrumpida por una alocución del Padre de familia y por oraciones. La familia toda, guiada por el Pater familia, lo traen y hacen presente en cada lugar de la vida que necesita redención.
¿En dónde nosotros sentimos que la Pascua que vamos celebrar es una proclamación de liberación personal, familiar, social? ¿Cuál es el escenario de clamor donde sentimos la necesidad de que el memorial de la Pascua de Jesús que vamos a celebrar en estos días tiene que constituirse en un acto profundo de liberación?
Para los antiguos, la participación en la misma mesa expresa la amistad y la paz, señal de confianza mutua: el que es co-mensal es también amigo y amigo íntimo. El grupo de los Doce constituye una comunidad de co-mensales que rodea a Jesús y que el traidor esté sentado en este grupo de íntimos le confiere una especial gravedad a la traición. El traidor moja la mano en la fuente común, de la que cada uno tomaba salsa con un pedazo de pan. Forma parte de la comunidad de co-mensales y ya lo ha traicionado interiormente al maestro.
Jesús sabe quién es el traidor pero, si lo señala, lo hace vagamente: al menos, es lo que parece por Mateo y Marcos (aunque según Juan lo señala expresamente al mismo Juan). La prueba de que Jesús lo sabe es la respuesta dada a Judas, cuando este tiene el descaro de no darse por aludido y dirigir a Jesús la misma pregunta que los demás: “¿Soy yo acaso, Rabbí?” (Mt 26, 25). “Tu lo has dicho”
Mateo 16, 24 manifiesta un decreto de Dios: sobre el camino de Jesús impera el decreto del Padre: “Como está escrito en la Escritura; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría…!”. ¡Cuán misteriosa e indisolublemente están entretejidos de traiciones, de negaciones. Como es que todo ocurre en ese ambiente de amigos, familiares; realmente todos le han tendido una trampa los enemigos y los amigos no han sabido como defenderlo, solo el Padre sostiene su vida. Es lo que Jesús expresa en el Monte de los Olivos. Jesús pone toda su vida en manos del Padre porque no tiene nadie más que lo sostenga.
La acción que Jesús ejecuta con los Doce es una manifestación de la más profunda humildad: lavar los pies es considerado, entre los hebreos, oficio de esclavo; si la madre de un rabino quiere lavar los pies al Hijo, en señal de gran veneración, esto no debe tolerar semejante humillación. Basándose en Lev 25, 39, los rabinos llegaron a la conclusión de que un israelita no debe acceder a que su esclavo le lave los pies, si este es también hebreo. Por lo tanto quien lavaba los pies era un esclavo extranjero.
El evangelista subraya que Jesús se levanta de la mesa para cumplir tan humilde servicio, teniendo plena conciencia del poder que el Padre le otorgó y que abraza todo el mundo, como también su propia pertenencia al mundo del más allá: esta observación busca mostrar a plena luz el contraste entre la acción humilde y la elevada dignidad de la persona que la ejecuta. Es el señorío en humildad, esto es lo que no se entiende. Que el señorío se hace desde la docilidad, el servicio, la ofrenda de la vida, la cruz. Todo apunta al máximo de los señoríos en donde el Señor se hace esclavo, servidor de todos para entregarse por todos nosotros por amor. Allí en la cruz, la Kénosis del Señor. Es el primero, siendo el último, en el nuevo orden del Reino que Él viene a instalar: el último es el primero.
Según el v. 2, el lavatorio de los pies se hace en el curso de una comida. Ahora bien, si se tiene en cuenta que, según los usos judíos, lavarse los pies es una acción que precede al banquete (Lc 7, 44), es claro que Jesús no se propone cumplir un simple lavatorio de los pies, sino una acción simbólica. El lavatorio, pues, no es en realidad un rito más, sino un símbolo del servicio prestado por Jesús: toda su vida fue un servicio (Mt 20, 28, con nota de BJ) y una inmolación, de lo cual el lavatorio de los pies quiso ser expresión simbólica. Esto se confirma cuando Pedro se opone decididamente y por ningún motivo quiere aceptar que Jesús le lave los pies y no cede sino ante la amenaza de no tener parte con él; o sea, de verse separado de la comunión con el Maestro y privado de participar de su gloria eterna. Pedro cae entonces en el extremo opuesto y pide que le lave también las manos y la cabeza. Jesús considera inaceptable la petición de Pedro, acudiendo como razón: “El que se ha bañado no necesita bañarse; está todo limpio” (Jn 13, 10). En la comparación el lavatorio de los pies corresponde al baño. Un acto que, como el lavatorio de los pies, procura a los discípulos un puesto al lado del Maestro no puede ser un rito accesorio de purificación, sino que debe ser el símbolo de la purificación básica del corazón de los discípulos, gracias a la cual se hace efectiva la unión con Cristo. Es el mismo efecto que, en la vida de la Iglesia, se produce en el baustismo: la purificación del pecado y la inserción en el cuerpo místico de Cristo. Por tanto, el lavatorio de los pies significa nada menos que el humilde servicio que Jesús presta a los suyos, el cual culmina con el sacrificio de la cruz, el despojo de sí mismo “tomando la condición de siervo” (Flp 2, 6-8, con notas de BJ).
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