Día 3: Principio y Fundamento

viernes, 3 de marzo de 2017

alabanza1

03/03/2017 – Vamos a introducirnos en una propuesta que nos hace Ignacio, que llama “Principio y Fundamento”. Es lo primero y ante lo cual, Ignacio, invita a ordenar todo el resto.

 

// “El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor mediante esto alcanzar la salvación, y las otras cosas para la prosecución del fin para que es creado, y tanto ha de usar de ellas cuanto le ayuden para ese fin. Y por lo tanto es necesario hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, de tal manera que de nuestra parte deseemos y elijamos lo que mas conduce para el fin que fuimos creados.” (EE 23)                                                                                                                                         //

Principio y fundamento es el fin de la creación del hombre que para conseguirlo deberá con discreción y una actitud que se llama santa indiferencia elegir lo mejor. Principio y Fundamento consta de 3 elementos: el fin del hombre, la discreción de espíritus y la indiferencia para elegir lo mejor en relación al fin.

 

El fin del hombre

Lo primero es sentir y gustar interiormente esta expresión fuimos “creados para”. Sentir interiormente esta frase es una gracia de Dios, por lo tanto debemos pedirla y pedirla con insistencia, para ser oídos y para no salirnos de la materia de oración el fin del acto creador de Dios. Pedirle al Señor la gracia de distinguir claramente el motivo del acto creador y de amor de Él para conmigo.

La petición es muy importante para San Ignacio, el hace comenzar cada tiempo de oración con una petición y lo hace concluir con un coloquio como cuando un amigo habla con otro amigo, pidiendo alguna gracia, comunicando sus cosas y pidiendo algún consejo (EE 54).

El que crea es Dios, no está dicho explícitamente se lo entiende desde como llaman los biblistas un pasivo teológico, donde sin nombrarlo se entiende que es Dios quien actúa. El que crea es Dios uno y trino, a su imagen y semejanza, por tanto es Dios familia que nos hace ser familia. En esto hay que detenerse admirados y agradecidos a tanto amor y generosidad: He sido creado y soy sostenido en el acto de amor de la creación que de no existir desaparecería. No me dieron cuerda por un rato, sino que cada día somos creados y recreados por un Dios que sostiene el acto de amor creador en cada ser que existe. Además ensancho mi mirada al mundo animado e inanimado y con toda la creación alabo al Señor. Puedo decir: “Señor dueño nuestro que admirable es tu nombre en toda la tierra” Sab, 2,23. Es bueno traer a la memoria alguna imagen de la creación que nos ha embelesado, y en silencio, entrar en contacto con Dios: “qué belleza, qué hermosura, cuánta obra de armonía… y ahí detenernos y gustar interiormente”. 

Desde este lugar confiar en el que tiene un plan para mí y borrar todo falso determinismo y visión negativa de la vida. Puede ayudar a orar el salmo 99 (100) y desde ahí reconocer la grandeza de su amor. Orarlo masticándolo, sin apuros gustando cada palabra. 

Salmo para la acción de gracias – Salmo 99 (100)

¡Cantad al Señor con alegría,

habitantes de toda la tierra!

Con alegría adorad al Señor;

¡con gritos de alegría venid a su presencia!

Reconoced que el Señor es Dios;

él nos hizo y somos suyos;

¡somos pueblo suyo y ovejas de su prado!

Venid a sus puertas, entrad en su templo

cantando himnos de alabanza y gratitud.

¡Dadle gracias, bendecid su nombre!

Porque el Señor es bueno;

su amor es eterno

y su fidelidad no tiene fin.

En este momento de oración soy llamado a saberme criatura, dependiente en todo como un niño en brazos de su madre Salmo 131:

” ¡Oh! Señor, mi corazón ya no es ambicioso,

ni mis ojos se han vuelto altaneros.

No he pretendido grandes cosas

ni he tenido aspiraciones desmedidas.

No, yo aplaco y modero mis deseos:

como un niño amamantado en brazos de su madre,

así está mi alma dentro de mí.

Espere Israel en el Señor, desde ahora y para siempre”

Salmo 131

 También puede ayudar el diálogo de Jesús con Nicodemo y la necesidad de reconocernos como niños como condición para entrar en el reino de los cielos. (Jn 3,3 ). El niño tiene la capacidad de la admiración, que los adultos vamos perdiendo.

La invitación en esta primera parte es valernos de lo creado por Dios, para alabar y para bendecir, porque para esto hemos sido creados: “alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor”.

Discreción de espíritu

La razón por la cual he sido creado es la razón de ser de mi existencia, y todas las otras cosas son para alcanzar ese fin, por lo tanto las otras cosas para la prosecución del fin para que es creado, y tanto ha de usar de ellas cuanto le ayuden para ese fin.

Estamos entrando en la segunda parte de principio y fundamento a la que llamamos discreción de espíritus. Es la herramienta propiamente ignaciana que aparece como distintiva para la reforma de vida. Hacemos ejercitaciones, oraciones y contemplaciones para ver cómo se mueven los espíritus en el interior, y poder distinguir el de Dios de aquellos que interfieren en el obrar de Dios. 

El procedimiento mediante el cual conocemos la voluntad de Dios, en la Biblia se llama sabiduría, que sería la discreción de espíritus o el discernimiento. La sabiduría nace en el ambiente familiar y fue extendiéndose a otros sectores de la vida entrando a lugares públicos del gobierno del pueblo de Dios.

Los sabios, ancianos particularmente, eran hombres de pueblo comenzaron a ser profesionales que ponían su talento al servicio de los reyes. Se volvió una institución junto a los profetas y sacerdotes. Comenzó a tener relevancia en la corte del rey en vistas al gobierno y el bien estar del pueblo. Es ahí en torno al reinado de Salomón donde queda establecida como paradigma de discernimiento.

Lo propio de un espíritu sabio es darse cuenta por dónde va la vida y encaminar la vida en lo que uno descubre como sendero. Lo propio del espíritu sabio es encaminar las cosas que son ambiguas ya que ayudan a unos desayudan a otros.

Yahvé es el que da la sabiduría Prov 2,20, Jb 32,8. A Dios hay que pedirla y sin cansancio. Dice el Apóstol Santiago: “Si alguno está falto de sabiduría, la pida a Dios, que la da a todos generosamente” Sant. 1,20 y agrega: “que la pida con fe que el que vacila es semejante al oleaje del mar movido por el viento y llevado de una parte a otra” (Sant 1, 6-7). Pedir con fe este don de saber cómo movernos en la vida.  La discreción no se estudia en la Universidad ni se da en instrucción, sino la da el Espíritu.

La regla de tanto y cuanto que expresa que el hombre ha de usar de las cosas cuanto lo ayuden y tanto debe quitarlas cuanto le impidan para su fin (EE 23), es el principio fundamental para el discernimiento de espíritus, si por cosas se entiende no solo realidades materiales, personas e instituciones, sino también mociones y experiencias interiores. Por ejemplo, estoy rezando y vengo muy bien con la contemplación. De golpe se me cruza otra idea sobre lo que tengo que hacer ese día, los apuros, y empiezo a sentir la necesidad de apurar la oración para ir a las obligaciones lo más rápido posible. Ciertamente este otro movimiento es tentación y tengo que aprender a seguir adelante y volver a la materia de oración. Allí tengo la posibilidad no solo de resistir la tentación sino de vencerla. Eso va fortaleciendo y templando el alma para la vida. Lo que pasa por dentro del alma cuando nosotros nos detenemos a orar y hacer ejercitación de espíritus, cuando aprendemos, después nos queda para la vida. Vamos creando como una segunda naturaleza, en la capacidad de darnos cuenta por dónde va Dios para seguirlo y rechazar lo que nos aleja de Él y de su camino.

Cuando hago un ejercicio se mueven muchas cosas interiomente, y ahí tengo que ir aprendiendo a descubrir qué es lo que Dios va mostrando, cuáles son los impedimentos que me va poniendo el mal y cómo se mueve mi naturaleza que busca resistir. Cuando hacemos ejercitación espiritual se mueve el espíritu de Dios en la oración, pero también comienzan a operar otras movimientos: el mal que busca impedir y atacar la obra de Dios y mi naturaleza que busca resistir. Así se evidencia como la vida interior es un claro escenario de lucha.

 

Ser indiferente

“Y por lo tanto es necesario hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, de tal manera que de nuestra parte deseemos y elijamos lo que mas conduce para el fin que fuimos creados.”

Para llegar al uso discreto de las cosas a favor del proyecto de Dios es necesaria la libertad interior, para así decidir bien. No se trata de no sentir inclinación por la salud, la riqueza, el honor, la vida larga, sino que en todo se haga el querer de Dios.

Se trata de indiferencia tal que no queramos una cosa por otra sino lo que quiera Dios, más allá del gusto o el disgusto. Aquí Ignacio está buscando que nuestra voluntad sea la que elija en libertad, y eso supone desprenderse de lo que en primera instancia uno haría.

La voluntad de Dios puede ser a lo que nosotros nos sentimos inclinados por nuestra naturaleza, temperamento, condiciones, cualidades o experiencias anteriores. Ser indiferentes es no movernos solo por lo que nos inclinamos ni solo por lo que nos repugna hasta no conocer la voluntad de Dios. ¿Cómo me doy cuenta que es lo que Dios me está mostrando? Por el sentir interior. Donde siento paz, gozo, alegría, armonía interior, donde veo con claridad… ahí debería entrar para empezar a dar pasos hasta que el Señor confirme exteriormente aquello que está suscitando desde adentro. Por eso siempre hay que orar lo que Dios nos va mostrando, porque allí se acrecienta la posibilidad de poder obrar lo que Él nos inspira.

La voluntad de Dios no se contradicen a la enseñanza de la Palabra en la tradición de la Iglesia y su magisterio.

Tenemos que elegir y de eso no nos podemos liberar. Hacer ejercitación espiritual, implica que yo me abra en alabanza y acción de gracias, con actitud reverente al Señor, y desde allí deje que todo lo creado y su maravilla venga a mí y yo pueda en oración descubrir qué de todo lo que aparece dentro de mi vida para ir al fin por lo que Dios me creó, qué tengo que valerme y qué tengo que dejar. 

Por ejemplo, sos mamá. Tu vocación de esposa y de madre, están atravesadas por tu profesión y servicio. Todo puede ser armonizado. Ciertamente tu profesión o servicio podría variar por circunstancias o x motivo, pero tu condición de mamá o de esposa no cambia. El motivo por el cual fuiste creada, en este caso el de esta mujer, lo más importante es el ser madre y esposa y por tanto tu profesión tiene que sumar a esto, de modo que todo lo otro sea en función de esto por lo cual fuiste creada.

La reforma de vida va en relación siempre a los lugares donde somos invitados a reordenar la existencia.

Otro ejemplo: Tu servicio pastoral en la parroquia, por ejemplo, de ser catequista o ser visitante de enfermos, para mejor hacerlo tenés que valerte de tanto y cuanto la formación catequista te permita para que ese servicio a los niños, adolescentes o adultos sea en función de la mayor gloria de Dios. Por lo tanto hay que ordenar de tal manera tu vida de servicio para que puedas aprender y formarte, para que puedas hacerlo del mejor modo posible para la mayor gloria de Dios.

¿Qué es lo que me ayuda a ese fin para el cuál fui creado? Eso elegirlo y seguirlo. ¿Qué no me ayuda para alcanzar ese fin para el cual fui creado? Eso dejarlo. 

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Momentos de la oración

1-Oración preparatoria (EE 46) me pone en el rumbo del Principio y Fundamento: que lo que yo vaya a hacer me ponga en el contexto de buscar y realizar, ya desde ahora, y por encima de todo, la voluntad de Dios.

2- “Traer la historia” (EE 102): Salmo 100 o 131.  La invitación en esta primera parte es valernos de lo creado por Dios, para alabar y para bendecir, porque para esto hemos sido creados: “alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor”. Leer y rezar con lo expuesto en el punto sobre discreción de espíritus y sobre el hacerse indiferentes.

3-“La composición de lugar” (EE 103) tengo que componer la escena, re-crearla, reconstruirla desde los datos que la Escritura me ofrece.

4-Formular la petición (EE 104) La petición es la que enrumba la oración, la pone en búsqueda de algo, no la hace simple pasatiempo, sino persistente interés en alcanzar algo. En este ejercicio pedirle al Señor la gracia de distinguir claramente el motivo del acto creador y de amor de Él para conmigo.

5-Reflectir para sacar algún provecho significa dejarme mirar por la escena, como ubicarme en ella: aquí me implico en ella como si presente me hallare. Es dejar que lo mirado me mire y me diga algo nuevo. Eso que se me dice son las mociones que se me dan.

6-Coloquio a partir de lo que he vivido en la contemplación, no me faltarán palabras para pedir, agradecer, alabar o simplemente disfrutar de lo que se me ha dado.

7-Examen de la oración: ¿qué contemplé, dónde sentí que el Señor me habló, dónde apareció la tentación? Anotarlo todo.

 

Nota para el fin de semana: Si ya se hicieron los 3 días de Ejercicios de esta semana, el fin de semana, tomar el texto bíblico del día y hacer una contemplación imaginativa. Tomo el texto, ver a los personajes, qué hacen, qué dicen, la presencia de Jesús allí, cómo se mueve, y yo como un humilde servidor viendo. Sentir qué me suscita en el corazón. Tener un coloquio con el Señor sobre esto.