12/05/22- En “A libro abierto” entrevistamos a María Antonia Osés, autora del Diccionario de Bullying y Ciberbullying. “La productividad léxica, es decir la variedad de palabras y expresiones que describen cada tema y subtema en cuestión puede darnos una idea de la importancia que el bullying ha cobrado en este tiempo”.
¿Cómo surge la necesidad de pensar en un diccionario de bullying?
La tarea profesional como lexicógrafa incluye actividades como ir observando y siguiendo el recorrido que hacen las palabras especializadas desde los ámbitos profesionales, científicos o restringidos del saber, hasta instalarse en el uso de cualquier hablante de la lengua que necesita de ellas para comunicarse a diario. Gracias a los medios de comunicación, hoy el conocimiento especializado va por carriles veloces. El bullying es el maltrato y hostigamiento que se produce de modo sistemático y reiterado en el tiempo. Se refiere a todas las formas de actitudes agresivas, intencionadas y repetidas, que adopta uno o más estudiantes contra otro u otros pares sin motivación aparente. Es una forma de violencia y la persona que lo lleva a cabo se siente con cierto poder sobre otra a quien humilla frente a testigos. Cuando esto ocurre se genera un círculo del acoso que es necesario romper para afrontar el tema.
¿Cuándo una broma se convierte en Bullying?
En el Diccionario se describe a la broma como “hecho burlesco que se lleva a cabo para recrear el ánimo o ejercitar el ingenio”. Es decir que al hacer bromas buscamos comunicarnos. La broma se convierte en un intercambio social amistoso donde el blanco de la broma puede poner fin a la situación si se siente incómodo. En el caso de las bromas, no hay intención de que la persona se vea tonta, sino reírse con ella de algo gracioso. Por ejemplo, si un niño lleva un día la ropa arrugada o comete un error frente a otros, situaciones que pueden ocurrir a cualquiera, pueden provocar risas, porque el hecho es percibido como jocoso. Es decir que la idea es reírse un rato y no volver a tocar el tema. Si se continúa repitiendo lo que pasó una y otra vez para que los demás se rían de la persona burlada, entonces se la está acosando. Lo mismo ocurre con la burla, definida como “Acción, ademán o palabras cuyo fin es poner en ridículo a alguien o algo”.
Las burlas hasta cierto punto son modos de socializar, pero pueden tomar formas desde jocosas, juguetonas, hasta degradantes, hirientes, odiosas y abusivas. Cuando las burlas desagradables se hacen sistemáticamente y el blanco de la burla no puede detener las acciones burlescas, entonces se convierten en acoso, es decir, bullying. Tanto las burlas como las bromas no pretenden dañar la dignidad de otra persona o herirla. De ahí que nunca se involucran temas religiosos, de raza, apariencia u otras características importantes de una persona.
En cambio, en situaciones de bullying verbal, hay otra intención: el objetivo es poner en ridículo al que toma el rol de víctima y hacer sentir mejor y más poderoso, al que abusa. Por ello, no es una forma de relacionarse o hacer amigos, sino lo contrario.
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