Dios con su Gracia nos libera de las parálisis de nuestra vida

domingo, 4 de julio de 2010
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Evangelio según San Mateo 9,1-8.
Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad.
Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados".
Algunos escribas pensaron: "Este hombre blasfema".
Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: "¿Por qué piensan mal?
¿Qué es más fácil decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o ‘Levántate y camina’?
Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".
El se levantó y se fue a su casa.
Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.
El primer punto de nuestro encuentro: las parálisis de los sentimientos de culpa. El sentimiento de culpa es una de las parálisis profundas que habitan en el corazón de cada uno de nosotros ¿ Que es el sentimiento de culpa? Un estado afectivo interior que tiene su correlación con un acto que hemos realizado que consideramos reprochable, reprensible lo que nos genera un cierto remordimiento y también un auto reproche, también puede ser un sentimiento difuso de una cierta indignidad personal eso que se confunde con la falta de estima en nosotros. Es decir cuando ese estado afectivo interior paralizante no está vinculado a un acto en concreto sino que como una cosa difusa hace que nuestra interioridad esté como invadida por una tiniebla profunda, es como un paisaje Londinense donde todo es ciertamente entre sombras, neblina, no se ve claro, se ve siempre como tenebroso, con poca luz. Así es el sentimiento de culpa con una actitud difusa nos vamos como perdiendo en una tristeza que nos embarga por dentro que no nos permite ir hacia adelante, mas bien que nos hace que nos detengamos en el camino, más aún que vayamos hacia atrás. ¿como te das cuenta que es sentimiento de culpa lo que tenés por dentro? Cuando sentís que no das pasos que estás como empantanado. El sentimiento de culpa es como estar embarrados, otras veces aparece como un muro que tenemos delante. Nos equivocamos, caemos  profundamente y de repente no hay nada más que nos permita salir de allí y nada puede convencernos que Dios nos perdona y nada hace que nos podamos perdonar a nosotros mismos. Ha sido tan delicado el error como lo sentimos, la falta que hemos cometido que lo mío no tiene perdón, mi historia no tiene salida. Entonces nos dedicamos a auto excluirnos. Por detrás de ésta situación siempre está la soberbia como queriendo hacer de soporte de éste sentimiento que nos aleja de aquel que si puede hacer que nosotros salgamos de ese pantano. El nos puede liberar el camino, el Señor, sin embargo nosotros elegimos dialogar con éste sentimiento de sombra, con ésta nube que nos oscurece la mirada. Sabemos que Dios puede en algún lugar del corazón pero no estamos dispuestos a dar el brazo a torcer porque por la culpa nos victimizamos y nos hemos familiarizado con ese ambiente que es sombrío y ya forma parte de nuestro ecosistema vital. Sin embargo cuando la angustia que brota de ese estado interior sombrío nos gana el corazón y la desesperanza nos pone por delante solo puertas cerradas hace que sintamos la necesidad profunda de salir de ese lugar ¿ como salir de éste lugar? Con una clarísima identificación de que es lo que me pesa y porqué estoy como estoy. A eso que le llamamos ponerle nombre a lo que me está pasando, identificar el porqué me encuentro en éste estado de ánimo. A veces el sentimiento de culpa nos embarga desde hace tiempo, tenemos alguna herida por alguna circunstancia de la propia historia, de la historia familiar que ha sido habitada por ésta neblina londinense y ésta taciturna manera de pararnos en la vida victimizándonos sin ver hacia adelante más que puertas cerradas, muros que se levantan frente a nosotros. Salimos de ese lugar cuando nos familiarizamos con la herida y desde ésta herida nos animamos a expulsar de dentro de nosotros lo que no tendría que haber nunca haber estado allí. Esos sentimientos de ahogo, tristeza, de culpabilidad, de no rescate, de arrinconamiento, más aún de victimización. Pero hay una forma de identificar eso que nos pasa. Es hacer contacto con nuestro sentimiento profundo. Desde la Gracia de Dios y pidiendo la luz al Señor, pidiendo distinguir donde está la herida, como la culpa ha venido a habitar esa herida. El sentimiento de culpa habitualmente desdibuja la realidad, nos deforma la percepción que tenemos de nosotros, de los demás, de lo que es el presente y el futuro. Lo que pasó está desdibujado. Por eso decimos que es como un paisaje Londinense es una neblina que no nos permite caminar porque en la neblina vos nos distinguís bien las figuras. Tenes que ir despacio cuando no tenés que estar detenido y parado en el camino
Hay culpas que bien trabajadas son saludables cuando ese sentimiento profundo de lo no hecho bien se traduce en arrepentimiento y se constituye en una contrición del corazón ahí es como que comenzamos a ponernos en marcha. Es el arrepentimiento distinto de la culpa. El arrepentimiento vendría a ser como la tabla, tronco o piedra que le ponemos debajo de la rueda para salir del pantano. Hoy Jesús cuando se encuentra con éste paralítico lo invita al arrepentimiento desde el reconocimiento de sus pecados que son perdonados. La conciencia de haber faltado, roto la relación, el vínculo, la alianza con Dios, con los demás, con uno mismo, con la realidad de la naturaleza en éstas cuatro dimensiones de la vida se va desarrollando, el reconocimiento a la luz de Dios de esas rupturas nos genera arrepentimiento  y podemos identificar con claridad donde están las rupturas y cuales son los daños que debemos reparar y entonces la salida de nosotros mismos hacia adelante es posible pero por don, por Gracia. El arrepentimiento, la contrición interior, el corazón arrepentido y contrito dispuesto a salir adelante lo hace por Gracia de Dios. Por eso para liberarnos de la culpa que afixia, ahoga, entristece, que nos desdibuja la realidad propia y la de los demás la iluminamos con la Gracia de la misericordia del Señor que con su luminosidad identifica claramente donde están las heridas en nosotros que produjo el pecado con su múltiple ruptura y a partir de allí con la Gracia de Dios ir haciendo ejercicio de reparación de la propia vida, de lo vincular con otros, del trato con Dios en un proceso, en una progresiva manera de ir recorriendo nuevos caminos no de golpe, de un momento para otro. Cuando las conversiones son tan abruptas pueden que vengan con una fuerte carga emotiva y de entusiasmo pero no siempre termina por arraigar en un constante modo penitencial de camino, un penitencial modo de camino vivido con gozo, alegría. La penitencia entendida no como una cosa lúgubre, triste, medieval sino entendida como una posibilidad de ser, de ir siendo lo que estamos llamados a ser en la  reconstrucció de la propia interioridad, en lo vincular consigo mismo, en relación con el Dios que nos ama y vive dentro de nosotros en una manera amigable en orden al señorío con el que Dios nos quiere viviendo en el mundo que debemos reconstruir, que la descubrimos que para que sea nuevo necesita de nuestras manos. Todo eso es posible viviendo con gozo, alegría, puestos de pie cuando la Gracia de Dios es la que nos impulsa, nos alienta, nos sostiene, nos guía. Esa Gracia de Dios la llamamos Gracia de misericordia, de arrepentimiento, de reparación y en ese orden, misericordia de Dios como luz que penetra las sombras de nuestro corazón se hace profundo arrepentimiento en el reconocimiento de la propia culpa y desde ese lugar nosotros con Gracia de Dios podemos reparar, ir reconstruyendo como copartícipes de la nueva creación. La primera creación como don de Dios ha sufrido los ataques de la fuerza del mal en el pecado que ha venido como a afear la condición propia de la humanidad y el mundo en el que vivimos. A ese daño recibido Dios apuesta desde la entrega de su Hijo Jesús para con El animarnos nosotros como corredentores y copartícipes con Cristo de la Gracia de transformación a ser verdaderamente comprometidos constructores de lo nuevo, lo propio y alrededor nuestro. Este ponerse de pie del paralítico del Evangelio, de estos paralíticos que somos nosotros solo es posible por éste don de la misericordia con el que Dios nos asiste, nos visita, nos invita a caminar. Como accedemos a éste don de la misericordia, como nos dejamos alcanzar por éste don de reconciliación? Por Gracia de Dios a través de la oración El camino de la oración, el camino del vínculo personal sincero con el Señor en apertura honda y profunda de los sentimientos que nos habitan por dentro hecho diálogo con Dios es una exposición a éste sol de Gracia que es la misericordia de Dios
Si tuviéramos que definir la conciencia de alguna manera podemos definirla como la auto percepción de si mismo de los sentimientos más profundos que nos habitan. La percepción que podemos tener de nosotros mismos puede tener una saludable manera de encaminarnos en la vida o una enferma manera de desencaminarnos en la vida por eso hablamos de conciencias sanas y enfermas, hablamos de conciencias encaminadas y descarriladas. Hay como 2 extremos de la conciencia enferma y hay una conciencia sana. La conciencia sana es decir la percepción exacta de nosotros mismos es cuando la luz que ilumina nuestro ser claramente puede vincular según los valores a los que nosotros adherimos lo que sentimos ser a lo que somos en realidad. Cuando hay correlación entre lo que sentimos ser, la percepción de sentimiento profundo de quienes somos tiene relación con lo que somos en realidad y hablamos en éste sentido en vínculo con los valores que sostienen nuestra vida. Por ejemplo yo sostengo como valor la familia  y a mi familia a través del trabajo, el camino de la oración, la educación, un luchar por un porvenir mejor, la cuido, la aliento, la sostengo. Entonces entre los valores que hacen al hecho familiar, mis actitudes y las acciones concretas que tomo la percepción que tengo de mi mismo como padre de familia  es saludable. Estamos frente a una percepción sana y que tiene correlación entre el valor que sostengo, el modo de vivirlo y el sentir que tengo de como lo vivo. Cuando eso es yo tengo un gran valor por la familia pero tengo una doble vida tengo otra mujer, otro hombre, entonces el valor familiar está afectado y la percepción que tengo es buena,  yo sostengo a la familia . Estamos frente a una persona desdoblada en su conciencia, es decir no es sana su percepción. La auto percepción cuando es sana con proyección cuando los valores que sostiene son correlativos a la vida y el modo de estar parado frente a ella con el sentir interior más profundo. A veces a la  conciencia la llamamos laxa o también la llamamos escrupulosa. Son modos extremos de conciencias enfermas y nos instalan en lugares distintos pero que se dan la mano en la no saludable manera de salir hacia adelante porque el que es laxo en su mirada todo está bien, todo es relativo, no está el bien ni el mal, e mal y el bien se dan la mano. Un poco una conciencia colectiva de estos tiempos donde todo es relativo, donde no hay un absoluto que ordene la relatividad sino todo está bien o mal según la medida que uno le pone a las cosas así hablamos del relativismo que conduce a una conciencia laxa. Una conciencia escrupulosa es donde en todos lados se ve pecado, riesgo, en todos lados se ve que estamos en falta. También ahí hay como una auto mirada pero no una mirada de Dios que proyecta sobre la vida una saludable percepción de la misma. En uno y otro caso es la soberbia la que gana el corazón y hace que nos enfermemos en la auto percepción de nosotros mismos en relación a los valores que guían nuestra vida. Conciencias laxas, escrupulosas y sanas, distintos tipos de conciencias que hacen que percibamos desde lo más hondo de nosotros mismos la realidad de una manera diversa. Cuando la conciencia es escrupulosa la culpabilidad es grande, cuando es laxa la culpabilidad está desdibujada, cuando la conciencia es sana se traduce en arrepentimiento y las posibilidades de camino son grandes

                                           Padre Javier Soteras