“Dios está en cada persona, tengo experiencias providentes”, dijo la árbitro internacional de hockey Verónica Villafañe

sábado, 26 de marzo de 2022
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26/03/2022 – Verónica Villafañe es tucumana y desarrolla con pasión la tarea de ser árbitro internacional de hockey. Además trabaja como preceptora del colegio de las Esclavas del Corazón de Jesús en la capital tucumana. “Tuve una infancia hermosa. Tengo 38 años, soy la menor de 4 hermanos. Soy profesora de educación física, profesión que respeto y amo apasionadamente. Me crié con mi familia en un barrio de clase media baja. Mi padre era canillita y mamá es ama de casa. Somos una familia muy unida, aunque nos vimos muy golpeados por la enfermedad de mi hermano mayor, que practicaba mucho deportes también, le diagnosticaron esquizofrenia”, relató Verónica.

“Luego de unos años, mi padre perdió una pierna y siendo adolescente con mis hermanos ayudamos con el trabajo de reparto de los periódicos y luego asistíamos al colegio. Pasado unos años mi padre murió siendo él el sustento de la familia. Ahí fue cuando crecí de golpe. Tuve la gran bendición de estudiar, gracias a mis padres, en el colegio de las hermanas Esclavas desde el jardín de infantes hasta finalizar el secundario. Ese lugar fue mi sostén siempre en los momentos más difíciles de mi vida hasta la actualidad. El colegio, resume una parte importante de mí: cuanto tuve hambre me dio de comer; cuando tuve frio, me abrigó; cuando soñaba con estudiar, saldó mi deuda; cuando salí al mundo real, al mundo de la selva donde soñaba con ejercer mi profesión, ahí estuvo y cumplió mi sueño de mi primer trabajo en blanco”, sostuvo Villafañe.

En el barrio en el que vivía había un hermoso club llamado Universitario, obvio al cual no podía asistir porque era muy costoso. Hasta que un hermoso día soleado pasó un señor llamado Mario Gasparre y nos vio junto a mis amigas jugando al hockey con un palo creado por mi padre de una escoba con madera de machimbre. Esa fue una aparición divina. Este señor tuvo compasión de mis amigas y de mi. Fue así que nos invitó al club gratis y así inicio mi carrera deportiva. La verdad que siempre hubo un alma generosa y bondadosa en mi vida. Como jugadora de hockey jugué muchos años en primera división sin portar apellido. También representé a Tucumán en el seleccionado femenino”, describió.

“A los 22 años inicié mis cursos de arbitraje y en el 2011 califiqué como árbitro internacional. En este camino mucha gente me ayudó. Tuve la posibilidad de viajar por el mundo, siempre aferrada a mi fe que sin dudo movió montañas, me convertí en árbitro internacional y no decía ni hola en Ingles, ja, pero Dios estuvo ahí. Él hizo milagros sin dudas. Lo más hermoso de se ser arbitro es impartir justicia a través del conocimiento de la regla. Las normas están para un bien y para que haya armonía. Busco formarme cada día para ser justa en medio de una competencia donde las emociones están a flor de piel”, precisó Verónica.

“Hoy, trabajo a diario para continuar mejorando en el arbitraje. Me despierto a las 4,40 am, salgo a correr hasta las 5,50 am y después me voy al colegio a trabajar como preceptora. De ahí camino 6 cuadras hasta mi segundo trabajo en la municipalidad de San Miguel de Tucumán. Por la tarde paso al tercer trabajo que tengo en el Jockey Club y en el club Amalia. Son dos instituciones totalmente diferentes de los cuales aprendo mucho y me llenan de amor”, sostuvo. “Una palabra que me motiva en mi vida es la fe y la resilencia. Y el mayor compañero es el Sagrado Corazón de Jesús. Y siempre caminar con el lema de Madre Catalina de María Rodríguez: Al paso que se trabaja se ama”, añadió Verónica. “Dios está en cada persona, tengo experiencias providentes. Muchas personas me fueron dando una mano, nunca faltó eso. El amor es fuerza creadora”, dijo también. “No hay nada que haga más feliz a un niño que jugar. Y nosotros, los profes, podemos transformar la vida de esos pequeños”, manifestó Villafañe.

Finalmente, compartió el poema del jesuita Pedro Arrupe “¡Enamórate!” a modo de oración:

Nada puede importar más que encontrar a Dios.

Es decir, enamorarse de Él

de una manera definitiva y absoluta.

Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación,

y acaba por ir dejando su huella en todo.

Será lo que decida qué es

lo que te saca de la cama en la mañana,

qué haces con tus atardeceres,

en qué empleas tus fines de semana,

lo que lees, lo que conoces,

lo que rompe tu corazón,

y lo que te sobrecoge de alegría y gratitud.

¡Enamórate! ¡Permanece en el amor!

Todo será de otra manera.