“Dios nos amó con corazón de hombre”, aseguró el padre Attilio Zorzetti

miércoles, 4 de agosto de 2021
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04/08/2021 – En el ciclo “La devoción al Sagrado Corazón en la Biblia”, el padre Attilio Zorzetti, sacerdote del Sagrado Corazón de Jesús, de los dehonianos de Resistencia, se refirió a la novena promesa del Sagrado Corazón: “Seré la bendición de los que me reciban en su casa”. El sacerdote italiano comenzó diciendo: “Nací en Brescia y llegue a la Argentina con 29 años.  La novena promesa es la más conocida por todos. Es muy común que en nuestras casas esté cumplida esta promesa con su figura o al menos con un corazón en algún lugar del hogar. Muchos la ponen en la entrada de la casa, en el hall de ingreso, sobre todo en algún lugar visible. El Corazón de Jesús promete bendición y paz a quienes viven en esa casa y para quienes los visitan.  La entronización la puede hacer un sacerdote, un diácono o un ministro. Suele ocurrir cuando se da una misión en el barrio que pueda hacerse”.

“Hace falta la gracia de Dios para que las familias vuelvan a encontrarse, los matrimonios. Lo que llama la atención es el amor encarnado de Jesús desde su Corazón. Tiene que crecer la caridad en nuestras comunidades. Esta imagen despierta confianza y respeto en el amor de Dios, que no nos abandona. Esto se manifiesta en algún momento de la familia con un espacio de oración. Antes se rezaban las letanías y las novenas al Sagrado Corazón eran muy populares. En nuestros templos suele estar su imagen. Lo esencial es que Dios es amor y ese es el camino para llegar a Él. El amor del cristiano pasa necesariamente por el amor al hermano. Esto lo recordaba san Agustín, como nos exhorta el evangelista san Juan en sus cartas. Dios nos amó con corazón de hombre”, afirmó el padre Zorzetti.

En el final del libro de García Helder, “Las doce promesas del Sagrado Corazón”, el biblista reza esta oración:

Bendice, Sagrado Corazón, mi casa

y a todos los que la habitan.

Que en ella te sientas hospedado

como en casa de Marta y María y

podamos ocuparnos de ti sin preocuparnos y

escuchar con atención tus palabras.

Que en ella te sientas festejado

como en casa de esos novios

de Caná de Galilea y puedas

transformar nuestra agua en vino.

Que en ella te sientas invocado

como en casa de Simón Pedro y

cures todas nuestras enfermedades

para que podamos levantarnos a servirte.

Señor, es necesario que vengas a mi casa y

anuncies que tu salvación hoy ha llegado

también para mí y mi familia,

como hiciste al llegar a la casa de Zaqueo.

Jesús dijo: Al entrar en una casa, digan primero:

‘¡Qué descienda la paz sobre esta casa!’ Y si hay allí

alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él.

Amén.