11/12/2015 – ¿Con quién puedo comparar a esta generación? Se parece a esos muchachos que, sentados en la plaza, gritan a los otros: ‘¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!’. Porque llegó Juan, que no come ni bebe, y ustedes dicen: ‘¡Ha perdido la cabeza!’. Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Pero la Sabiduría ha quedado justificada por sus obras”.
Mt 11,16-19
¡Bienvenidos a la Catequesis! ¿Cuáles son esos lugares donde Dios se te hace presente en el espacio y en el tiempo? ¿Cómo es que Dios te invita a ir con Él mucho más allá de tus encierros? Posted by Radio María Argentina on viernes, 11 de diciembre de 2015
¡Bienvenidos a la Catequesis! ¿Cuáles son esos lugares donde Dios se te hace presente en el espacio y en el tiempo? ¿Cómo es que Dios te invita a ir con Él mucho más allá de tus encierros?
Posted by Radio María Argentina on viernes, 11 de diciembre de 2015
La contundencia de los hechos y de los acontecimientos rompen con cualquier tipo de ideología que van achicando o encerrando el corazón. Dios nos quiere poner en el escenario de la recreación del mundo.
Jesús es muy crítico de los super críticos y queda manifiesto en la narración del evangelio de hoy. Se quejan de unos y de otros, pero al final, Jesús dice “Pero la Sabiduría ha quedado justificada por sus obras”. A los hechos hay que referirse ante las ideologías. No hay ideas ni argumentos que puedan abordar la realidad en su conjunto, y más cuando se trata del actuar de Dios que supera todo lo que podamos decir, pensar e imaginar. Un Dios que actúa con contundencia que nos invita a superar el espíritu de desazón con la que tantas veces afrontamos la realidad, como abatidos. Así creemos estar como “justificados” con lo que tenemos, y tampoco nos animamos a darle lugar a algo distinto. Casi como en esa lógica de autodestrucción quedamos prendidos ahí, entonces sea que nos canten o que nos lloren, nada nos conforma. Dios nos invita hoy a ir mucho más allá de nuestro sentir y de nuestro sufrir.
Muchos de nuestros jóvenes pierden el rumbo, se sienten como desorientados, sin dónde pisar firme. No estudiar ni trabajar es caldo de cultivo para delinquir y “salir a ahogar las penas”. “Ahogar” supone encontrar otro espacio que haga de “hogar”, lo que evidencia el no encontrar un espacio de contención y seguridad .
Esta realidad nos invita a salir de allí a romper con ese esquema de ahogo, de permanecer dentro de nosotros mismos sin modo de dar vida y sentido. El Señor nos dice “yo estoy aquí”. Ayer hablaba el Papa Francisco de la ternura con la que Dios nos mira, enamorado de nuestra fragilidad y mirando nuestro pecado con misericordia. Con esa mirada misericordiosa del Señor queremos encontrarnos hoy para salir de nuestros ahogos, de nuestros lugares oscuros de sinsentido.
Por eso en torno a la Radio generamos un espacio de familia en donde ser contenidos. Que bueno podernos ver abrazados en medio de los vacíos existenciales por esta presencia de Dios que nos invita a confiar en Él. “Pero la Sabiduría ha quedado justificada por sus obras” dice Jesús hoy, es decir, confiemos en Él. Seguramente poniéndonos en los brazos de Dios pasaremos del ahogo al hogar, contenidos en su presencia. Este amor es concreto y actúa a través de los hechos. Es una invitación a salir de la encerrona por las que tantas veces nos quedamos dando vueltas en nosotros mismos cuando la historia acontece afuera, donde Dios dice presente. Ese punto de encuentro donde habitualmente Dios aparece y se nos hace presente, en el espacio y tiempo, donde la historia acontece, actúa. El Dios de la historia actúa en mi espacio y en mi tiempo, donde me rescata y me pone de pie.
La tristeza, cuando gobierna el corazón, nos angustia, desespera y nos hace estar como empantanados en un vacío existencial. Es necesario aclarar que la tristeza no es el dolor, ésto en favor de aquellas personas que sufren inmensamente por su salud física y psíquica. Hay mucha gente que sufre mucho y que sin embargo convive con ese dolor, con alegría. Son realmente presencia de bienaventuranza: felices los que lloran, los que trabajan por la paz, los que son perseguidos. La tristeza es otra cosa, es como una nube que se instala en el corazón y opaca todo. Uno se pone a pensar de dónde viene esa tristeza o sombras y no hay muchas razones que terminen por explicar esa sensación de muerte y angustia. Cuando uno percibe esa realidad nos damos cuenta de que hay un sentido de iniquidad detrás de esta sensación, a veces permanente a veces pasajera.
Un viejo dicho chino dice, si revolotea estos pájaros de tristeza no te preocupes, pero si se instalan ahí sí es preocupante. Si permanece hablamos en discernimiento de “mal espíritu” que es muy mal consejero, llevando por lugares oscuros que encierran. Frente a la tristeza tenemos que con paciencia y superándolo, poniéndole rostro y sabiendo que no es el lugar por donde Dios nos quiere, y a la vez estando en esas cosas donde se nos cruza el tiempo y el espacio y Dios nos dice “acá estoy”.
En medio de agobios, de penas, de tristezas propias de la vida, junto al final de año que hacen peso sobre la espalda, te invito a salir y dejarte sorprender por un Dios que actúa en lo concreto donde el espacio y el tiempo se entrecruzan en la historia. Tiene un modo de sacarnos adelante, y siempre tiene que ver con lo concreto. En el accionar, Dios se muestra en la historia, presente, vivo y real.
Cuando la tristeza anida no es tan sencillo sacarla. Muchas veces la tristeza aparece compartida, y se hace contagioso, convirtiendo “ambientes depresivos”. Empieza por alguien en la familia, trabajo o el grupo de amigos y empieza a ganar el corazón, y más si se hace eco en un comunicador o líder. Siempre encuentra algún punto donde anclar, nuestras fragilidades, en donde comenzamos a ver siempre el vaso medio vacío y con lentes oscuros. Y se niega a correrse de los lugares del dolor, del sufrimiento, de lo que pudo ser y no fue, y elige permanecer en ese lugar, muchas veces sin darse cuenta.
La tristeza nos lleva a la parálisis: “nada va a cambiar”, “siempre es todo lo mismo”, “yo no puedo porque nunca pude, “el futuro viene oscuro”… junto con pensamientos acusadores “¿cómo fue que llegué hasta acá?”, “al final soy un fracasado”, etc. ¿Cómo se resuelve esto? Hablando, contando lo que me pasa.
En términos de discernimiento espiritual le llamamos desolación. El que no conoció nunca la sensación de la tristeza, difícilmente sepa conocer los recovecos del alma. Si te pasa, en cierto modo está bueno, porque forma parte del camino. San Ignacio dice que este paso de consolación – desolación, es un movimiento habitual en el alma. Por supuesto que Dios nos quiere consolados, pero mientras vamos haciendo camino, la amenaza de la desolación es para que reafirmemos el camino.
Si en algún lugar de tu corazón anida la tristeza o ha venido a instalarse, échala afuera. ¿Cómo se hace? Por ejemplo es bueno cantar alguna canción que te guste, música alegre que te ponga el corazón en esperanza; también es bueno vincularse a cosas que nos hacen bien como cuidar las plantas, hacer tareas manuales que nos conecta con lo vital. Sin dudas, lo mejor es intentar ponerle palabras a lo que nos pasa, lo que genera que salgamos del ahogo. El que está triste y angustiado tiene dificultades para hablar, y es todo un aprendizaje. El sentido de muerte que tiene la tristeza al opacar y quitar claridad, conduce a la indecisión y la parálisis. Andar en tristeza a veces también es como andar entre la niebla, que cuando es densa, nos hace detenernos.
El sacerdote español José Luis Martín Descalzo cuenta en su libro “Razones desde la otra orilla” que Vinoba Bahve, el predilecto de los discípulos de Gandhi, tenía una virtud que era muy apreciada por sus alumnos: la de ver las cosas con claridad y decidirlas aún con mayor rapidez y sin vacilaciones. Con frecuencia alguno iba a consultarle, y entonces el maestro dejaba caer la azada y tomaba la rueca para poder escuchar mejor. El alumno contaba ahora su problema con todo cúmulo de divagaciones y circunloquios, y el maestro siempre acababa cortando:
– Vamos al grano. Resumo lo que usted me ha dicho.
Y el consultante veía, casi aterrado, cómo toda su historia se reducía a una forma precisa como una ecuación. – ¿Es exacta? , preguntaba el maestro. – Sí, exacta -contestaba el alumno con ojos inquietos y rostro desencajado. – La solución – decía entonces el maestro – es sencilla. – Sí, respondía el otro, es sencilla y explicaba cómo ya la había visto él: Pero lo malo, añadía, es que es terriblemente difícil. – No es culpa ni tuya ni mía que sea difícil , decía el maestro. Ahora vete y obra según las conclusiones que tú mismo has sacado. Y no me hagas perder tiempo a mí pensando una misma cosa dos veces y no pierdas tú el tiempo pensando en si es difícil o no: Hacelo.
Para salir del lugar de melancolía, angustia y vacío se necesita determinación, a partir de una decisión que nace de una visualización de por donde encontrar respuesta. Esa respuesta está dentro de nosotros mismos.
Sería un salir hacia adelante más allá de todo. Cuando uno está triste se siente como empantanado, y cuando uno va a consultar a alguien, en cierto modo quiere que alguien lo saque del pozo. En realidad la indicación es “vos podés”, “vos tenés cómo”, “vos sabés cómo salir adelante ¡Ánimo!”… Las respuestas no están por fuera, sino dentro y por delante. Dios en el espacio y en el tiempo, en la historia, está presente llamándonos.
Cuando la tristeza busca aprisionar el corazón se pierde el espíritu de aventura en la vida, y la vida se hace realmente opaca. Las aventuras son para entrar en ellas y si uno encuentra ciertos modos de ir para adelante hay que seguirlas. Si te atrae una lucecita, seguila. Si te conduce a un pantano, ya saldrás, pero si no la seguís toda la vida te vas a estar lamentando que quizás era tu estrella. Muchas veces con tanta desconfianza, intentamos esperar a que se aclaren los panoramas, y eso no sucede jamás. En cambio, pequeñas lucecitas pueden conducirte a la vida, ingresando en pequeñas rendijas del alma. Y así el sol entra por alguna ventana no tan bien cerrada.
Padre Javier Soteras
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