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Dios pone su luz en los lugares donde se encuentran nuestras sombras
miércoles, 28 de marzo de 2007
Fortalézcanse en el Señor, en la fuerza de su poder. Revístanse de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne ni contra la sangre sino contra los principados, contra las potestades, contra las dominaciones de éste mundo tenebroso, contra los espíritus del mal que están en las alturas
Efesios 6, 10 – 12
Estamos en éste tiempo de Cuaresma y el Señor nos ha introducido con El guiados todos nosotros por el Espíritu para ir al desierto donde Dios se revela con claridad a nuestros corazones por el camino de la oración insistente invitándonos al ayuno, moviéndonos a la caridad en lucha contra el espíritu del mal como dice el autor de la Carta a los Efesios en el Capítulo 6.
Nosotros somos testigos de ésta fuerza de Dios que vence la oscuridad, las sombras y todo aquello que en nosotros busca como apartarnos de Dios por esa resistencia que ofrece el corazón humano herido por el pecado, habitado también muchas veces por la acción del enemigo que se instala en esas hendiduras del corazón que busca esconderse en las sombras y dar lugar al que es la Luz.
Queremos detenernos particularmente en éstos lugares de sombra para que asumiendo nuestras propias sombras, como dice Anselm Grunn, poder descubrir la luz que está escondida como detrás de las nubes en muchos paisajes de éstos días en Argentina. Queremos darle lugar a esa luz de Dios que quiere fuertemente brillar, para que el brillo de su presencia nos permita descubrir que las cosas tienen un color particular que los matices de los colores generan un paisaje habitablemente saludable que por encima de esa cosa pegajosa que genera el clima húmedo, el calor de la presencia de la luz de Dios nos va como poniendo el corazón en sintonía de templanza interior con El que vive en nosotros.
Yo te invito a que podamos introducirnos en el corazón de éste desierto de la Cuaresma para mirar nuestras propias sombras. Así se llama el texto base que elegimos para nuestra catequesis de hoy, siguiendo al autor que lo hemos trabajado en otras oportunidades que en las tapas del mismo muestra unas máscaras, que son las nuestras, que se llama Nuestras propias sombras de Anselm Grunn , tentaciones, complejos y limitaciones. Como y de que manera debemos enfrentar los demonios que aparecen en los desiertos de nuestra vida.
Los monjes distinguen diversas clases de enemigos en la lucha espiritual. Esta que particularmente ejercitamos en el tiempo de la Cuaresma y que es constante en la vida del cristiano, como dice Pablo en la Carta a los Efesios. Los monjes distinguen clases distintas de enemigos que combaten dentro de nosotros. El criterio para su discernimiento lo suministra la llamada “cautela ante los vicios”, que es por así decirlo discreción interior.
Esta doctrina que podríamos llamar cautelar es un interesante capítulo, dice Grunn, de la psicología monástica. Fue desarrollada sobretodo por el pensamiento de Ebragio Póntico, al que en más de una oportunidad hemos hecho mención siguiendo las enseñanzas distintas que Grunn ha dejado en diversos textos donde el monje alemán compaginando la espiritualidad con la psicología nos deja riquísimas enseñanzas que nos ponen en contacto con el Jesús que se acerca a nosotros.
Podríamos decir así, hay como ocho grandes vicios que atentan contra nuestra vida interior: la gula, la desidia, la codicia, la tristeza, la ira, el afán de gloria y el orgullo. Intentaremos meternos en éstos días con el tema que nos acompaña en las sombras de las nubes que dejan en el corazón éstos vicios, como sacar luz en medio de las oscuridades, en medio de las sombras. Queremos verdaderamente sincerarnos con nuestras propias sombras y al mismo tiempo permanecer sencillamente firmes, porque detrás de esas sombras está la luz que brilla.
En la gula hay una fuerte tendencia con las que las sombras del propio corazón se ven invadidas por la fuerza de la acción del mal que nos hace constituir nuestro propio estómago en un altar y la comida que recibimos en un Dios al que le rendimos culto. Como es el inicio de la gula en nosotros? Es un sutil modo con el que el mal espíritu se instala en nuestro corazón generando pensamientos que determinan un comportamiento desmesurado en el alimentarnos. Y presenta el mal espíritu motivos aparentes y razonables que argumentan contra el ayuno, contra la moderación y con la prudencia en el comer. Nos hace sentir sutilmente y a las escondidas como obra el mal que si dejamos pasar aquello que cruza delante de nosotros posiblemente no veamos más un alimento como ese.
Y después que se suelta el apetito en el comer y vamos detrás de ese pensamiento que nos ha herido interiormente puede que no encontremos forma de frenar, porque es un pensamiento resbaladizo, como es resbaladizo un jabón que está empapado en agua. Uno lo quiere agarrar y se le escapa. Así es éste pensamiento de la gula. Uno lo quiere agarrar y no termina de encontrar como es que se ha instalado y como uno no lo puede dominar. Como se hace entonces? Hay que frenarse.
Que sería como agarrar el jabón y ponerlo a la luz y al sol para que se seque y uno lo pueda tomar. Como se seca esto? Con una decisión de voluntad que se alimente del ayuno, que tenga un freno a ese apetito desenfrenado, que viene sutilmente gobernado por ésta inclinación del sentir interior y del pensar que dice, que si no comés te enfermás, que si no te alimentás no estás bien, que se instaló allí y después claro, suelto desenfrenadamente se alimenta de si mismo, ya casi que no necesita de aquel pensamiento. Tanto en la vida sexual cuanto en la alimentación, si uno no tiene control y dominio, el desenfreno, porque está arraigado en apetito sensible se hace de difícil gobierno. No se puede solo con una buena idea, hace falta realmente mucha lucha. De allí que cuando hemos adquirido un volumen determinado de peso, excedidos en nuestra alimentación, en la falta de ejercicio, nos cueste tanto superar ésta dificultad que atenta contra nuestra salud y a pesar de intentar por un camino o por otro vemos que no siempre ponemos como buenas intenciones que tenemos de querer como darle un mayor orden a nuestra alimentación.
Que suscita el comienzo de éste desorden en el comer desaforadamente ese pensamiento sutil que dice que si vos parás en el comer te podés enfermar. No es que venga una cosa escrita o que vos la puedas ver claramente delante de ti o que vos las puedas como leer. Por que si la pudieras ver claramente y te pudieras diferenciar dirías, a otra cosa. Esto no es verdad, es mentira, como toda tentación. Es como un jabón muy mojado éste pensamiento y entonces cuando vos lo querés agarrar se te escapa y se mete allá abajo y se instaló allá abajo y empieza a gobernar sobre el apetito sensible que tanto en éste ámbito de la alimentación cuanto en la sexualidad si no tiene un orden, si no tiene un marco de contención se hacen y una fuerza impulsiva, desenfrenada que para poder darle cauce lo primero que hay que hacer es producir algún corte. Por eso hay que agarrar la ropa y ponerla para que le de el sol y se seque, para que le de sol al jabón y se seque. Y cual es eso que hacemos? El ayuno, el ayuno es un saludable remedio contra esto. Y en que consiste el ayuno.
En decirse a si mismo no solo de pan vive el hombre y en vincularse más al alimento que nos trae la Palabra, la oración, diciendo que no, al comer. Cuando uno se va aprendiendo a ejercitarse en el ayuno una o dos veces a la semana y lo hace con espíritu sereno vinculándose a la Palabra de Dios, fortaleciéndose en la oración. Aún cuando uno vuelva sobre su hábito de alimentarse ha introducido una cuña dentro de su esquema habitual de comer que a veces no lo gobierna uno. Hizo una fuerza interior inconsciente que empuja desde adentro y empieza como a romper aquel discurso, a poner al sol aquel jabón resbaloso y damos inicio por éste camino a un proceso de recuperación que no tiene tanto que ver con hacer rigurosas dietas donde empezamos por la derecha y terminamos pendularmente en la izquierda, privándonos por mucho tiempo de alimentarnos y haciendo esfuerzos que son más voluntariosos que inteligentes, vamos de una esquina a otra, de un lugar a otro y lo que bajamos, lo subimos al tiempo en el mismo en el que lo bajamos.
La gula no se resuelve con bajar de peso ni solamente con comer menos. Hay que gobernar éste otro discurso que es desde donde se suscita el pensamiento de la gula, de la acción de la gula. Es como una tensión sobre la comida que si uno la deja pasar te morís. Entonces va acompañada de un instinto que es el de la conservación de si mismo. En la vida sexual es el instinto de la conservación de la especie. Son dos instintos muy fuertes sobre los cuales debemos tener señorío sobre ellos. En la gula se instala el instinto de conservación de si mismo. Entonces si vos no te vinculas a ese alimento no vas a poder subsistir, morís.
Ahí hay que pararse para decirle a esa sombra tentadora, mentirosa, lo que Jesús decía en el desierto:
no solo de pan vive el hombre también de toda Palabra que sale de la boca de Dios
. Hay que ir generando cambios de hábito que nos ayuden a superar esto más allá de una conducta externa que le venga a poner límite desde un esfuerzo de la voluntad poco inteligente
La lujuria está bastante cerca de la gula en cuanto que también es el apetito sensible donde se instala. El demonio de la lujuria actúa sobre todo en la fantasía a la que llegan imágenes de pensamientos impuros y va como oscureciendo el entendimiento. Ataca como viniendo de un lugar tranquilo pero rápidamente porque es como que juega a las escondidas. Rápidamente pone combustión en el corazón.
En la vida de las personas casadas cuanto en la vida de las personas célibes nos hace el demonio de la lujuria desear lo indeseable, lo que no es para nosotros, haciéndonos mirar a la persona que se ofrece como tentación lujuriosa bajo una fantasía que no corresponde a la realidad y sin darnos cuenta porque como tentación actúa en lo escondido, poco a poco va ganando el corazón y va como poniéndole nafta al poquito fuego que puede haber dentro de nosotros. Ese que está en el hecho de ser personas pasionales como de hecho lo somos en uno u otro sentido todos. Cuando nosotros bajamos las autodefensas es cuando se mete ésta fuerza lujuriosa, de fantasía, de deseo de lo indeseable, de lo que no nos pertenece, como vínculo con otro bajo el signo de lo sexual entendido de manera reductible, es decir bajo el signo de la genitalidad sin ningún tipo de vínculo o de un otro que sea integralmente complementario con mi persona. Cuando bajamos las defensas mete el chuzaso, por así decirlo el mal espíritu.
Y si vos te pones a pensar y revisas tu vida vas a descubrir que las fantasías lujuriosas aparecen en nosotros en el mediodía o a la noche. En el mediodía es porque la fuerzas en cierto modo decaen después del fuerte impulso de actividad que viene de la noche bien descansada. Y la noche porque al final de la noche también las fuerzas de las defensas han decaído Por eso hay que abrir el ojo sobre éstos dos lugares. Igualmente la gula atenta en ese lugar.
De hecho uno puede que esté ejerciendo control sobre el comer, sobre el alimentarse pero si de repente el ejercicio de la tarea ha sido muy fuerte, muy intenso, como es de hecho las actividades que desarrollamos todos en éste tiempo de mucho estrés, llega el momento de sentarnos a la mesa y lo que nos ponen delante más que comerlo, tenemos la intención, el acto de devorarlo.
En la codicia cuanto en la lujuria y la gula el espíritu del mal, al que llamamos demonio en términos generales, puede que sea nuestra misma naturaleza desordenada o el espíritu del mundo que ante nuestra fragilidad se nos mete. Frente a la codicia tampoco se presenta de una manera directa sino que pone como excusa distintos motivos que quieren combatir la pobreza y la prodigalidad. Este espíritu de la codicia se emparenta en éste tiempo algo que gobierna el mundo de hoy y que llamamos consumismo y confort que tiene un lenguaje propio, lo que importa es que tengas.
No importa quien sos, que pensás, que ideales tenés, que sentís, importa que tenés. Se nos equipara en éste sentido desde éste lugar dañino del tener por el tener con las cosas, de manera tal que rápidamente si vos te identificás con lo que tenés, que siempre es un objeto lo que uno posee, vos mismo te vas transformando en un objeto. Entonces sin darnos cuenta nos hacemos descartables y perdemos dignidad, nos desvalorizamos nos damos el lugar que nos merecemos. Es esto lo que en la codicia más en el fondo se esconde. En esto de que no avanza con una fuerza que uno pueda decir acá me están empujando, como decimos acá en Córdoba, acá me están pechando.
No te pechan ni te empujan, te van como envolviendo, nos van como envolviendo. Lo que importa es lo que tenés.. Se ve mucho esto en los jóvenes, los niños en esto son transparentes, es hermoso verlos pedir, para el que no lo tiene que sufrir, en ellos se ve transparentemente esto. En nosotros los adultos tiene como otras connotaciones el espíritu codicioso. En los chicos, porque así lo viven sin mucho preguntarse porque. A nosotros toca preguntarnos para no vincularnos a él y para des pegarnos y para ayudar a que no nos transformen en una cosa, en un objeto descartable y para que verdaderamente nosotros adquiramos el valor de lo que somos desde nuestro sentir, desde nuestro pensar, desde nuestros ideales, desde nuestro proyectos de vida.
Si no tenés no sos y por eso lo que importa del espíritu codicioso es el tener por tener. No importa cuanto cueste ni que sacrificio se suponga deba hacerse para adquirir lo que se quiere adquirir en cómodas cuotas, con la tarjeta, pagando con un préstamo, sacando un crédito. Y uno después que hace el esfuerzo y se mete en esa lógica dice, para que me metí en esto, si estaba tranquilo. Para que me endeudé si estaba sereno. Cuando lo que me mueve es el poseer por el poseer, y el tener no tiene un valor de servicio, me hago esclavo de lo que tengo que es a donde conduce el espíritu de la codicia. Este atenta de tal manera en nosotros que nos va como atando con cadenas a las cosas y nos entregamos en el tener.
De todos los demonios sombríos que van ocupando un lugar en nuestro corazón disipándonos la luz con la que Dios quiere brillar en nosotros. Quizás verdaderamente el más dañino de todos es la tristeza, el espíritu de la tristeza, el espíritu del agobio, el espíritu del sinsabor, del abatimiento. Para que de nuevo empezar? Un día más. Que día!! Cuanto calor!!, cuanta nube, cuanto viento, cuanta lluvia, si hace frío porque hace frío y si hace calor porque hace calor, si llueve porque llueve, si hay sol porque hay sol.
El espíritu de la tristeza tiene como ésta capacidad de hacernos disconformes, inadaptables a la realidad. Nos gobierna de tal manera que nos quita cordialidad y nos encierra y nos deja enclavados en nosotros mismos. Atenta contra lo más rico que tenemos que es el ser con otros. El vincularnos con otros desde ese espíritu del amor donde Dios nos hace ser semejantes a el. El espíritu dE la tristeza va como marchitando el corazón, le va quitando horizonte a la mirada, no deja que levantemos la cabeza. Puede haber un día brillante y para mi está nublado, no porque deje de ver el sol sino porque yo lo hice nublado. A veces andamos con lentes oscuros y no justamente tomando sol en la playa o en el río ni en la pileta, ni para enfrentar el resplandor el sol que brilla más fuerte en verano, andamos también en invierno y en otoño con los lentes oscuros haciendo pasar todo por un tamiz que lo empobrece.
Empobrece los vínculos, las relaciones con las cosas, con las personas, de ir hacia adelante con las responsabilidades, con el empeño y la tarea, con la decisión de ir hacia delante. Uno puede decir yo tengo motivos para estar triste. Podés tener un motivo para estar dolido, para estar sufriendo, pero en el corazón del cristiano no hay motivo para la tristeza. Hay que distinguir entre el dolor y la tristeza. Nosotros los tenemos emparentados como en un mismo camino y no es verdad. Uno puede estar sufriendo y estar bien de ánimo, con el ánimo muy alto.
No necesariamente el dolor trae tristeza. Yo puedo estar pasando un momento muy complicado y al mismo tiempo tener el espíritu muy fuerte. Esa gente que uno dice de donde saca la fuerza para seguir para adelante si el panorama está realmente oscuro, sombrío. Es ese ánimo de alegría en el dolor que permite avanzar aún más allá de las dificultades.
Cuando venga la tristeza echala afuera. Justamente así se llama al enemigo popularmente, el cara pálida. Si hay algo que el diablo tiene triste, no goza, no disfruta, no es felíz. Y cuando una persona esta triste decimos que pálido que estás, que cara que tenés. No nos dejemos palidecer, no nos hagamos cara pálida, echemos el cara pálida del medio y nos llenemos del gozo también en medio de las dificultades en la lucha de todos los días.
Padre Javier Soteras
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