Dios es amor

jueves, 21 de abril de 2016

21/04/2016 – “Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros”.

1 Jn 4, 7-11

 

La fuente del amor

Juan como apóstol, amigo cercano de Jesús, nos muestra cuáles son las fases del amor cristiano. Podríamos decir, siguiendo enseñanzas de Benedicto XVI, que hay un movimiento caracterizado por tres momentos en el amor.

El primero tiene que ver con la fuente del mismo amor, San Juan la sitúa en Dios, llegando a afirmar, Dios es amor. Juan es el único autor del Nuevo Testamento que nos da una especie de definición de Dios. Dios, dice de sí en el Antiguo Testamento, “soy el que soy” revelándose a Moisés. En el Nuevo Testamento, Juan dice que “Dios es Amor” dice esto porque Dios es Espíritu y el Espíritu es el Amor entre Dios y el Padre, y en la carne de Jesús asume todo lo nuestro para vencer al que nos vence, para declarar que el amor es más fuerte que el pecado y que la muerte.

Juan declara el amor de Dios como una fuerte intuición que le brota del corazón. Lo hace con una profunda intuición que nace de un conocimiento, que como dice Teresita del niño Jesús, brota de una ciencia que nace en la experiencia mística del Amor. No dice Juan solamente que Dios ama o que Dios nos amó, sino que dice más: El Amor de donde brota todo amor es Dios: Dios es amor. No cualquier amor endiosa sino un amor que eleva, transforma, vivifica, sana.  

Sólo podemos hablar del Amor en cuanto con verdadera y genuina expresión, en cuanto que reconocemos que ha nacido de Dios, que de Él viene y que se concreta de muchos modos. Amor de amistad, amor de vida como una alianza en la pareja, en el noviazgo, en el matrimonio. Amor de exclusividad de entrega consagrada a Dios. Amor de servicio. Amor de filiación, de paternidad. La clave que Juan nos regala es que todos estos modos de ser del Amor, tienen una fuente única: Dios. Él es la fuente de todo amor. 

Y de hecho quien quiera renovar su vida en el amor, y vincularse con mayor comprensión, con mayor servicio, con una más cálida recepción de los demás, una más decidida salida de sí mismo, de encuentro con los otros superando los obstáculos de las diferencias, incluyendo a los distintos, quien quiera hacerlo, debe hacerlo en y desde Dios. Esto es lo que nos está diciendo Juan cuando habla de Dios como fuente del Amor.

Muchas veces necesitamos renovar el Amor. Cuando las cosas no van bien en casa, cuando el vínculo con mi esposo/a hace tiempo que no encuentra rumbo, sentido. ¿Como hacer para volver al principio? Posiblemente, un camino, sea este de clarificar nuestro vínculo con Dios. Nuestra relación con Él en términos de amor.

Juan no sube desde el amor hasta Dios; sino que va directamente a Dios para definir su naturaleza que es expansiva, que no se clausura en si misma, que tiende a comunicar, que apunta a llegar a todos y que se hace luz en medio de la oscuridad y de la noche. Este Dios que es Amor es luz, y quien vive y permanece en Dios, vive en la luz y permanece en la luz.

Amor oblativo

“Tanto amó Dios al mundo, a todos nosotros, que dio a su Hijo único.” El amor de Dios no es una declaración oral, sino un compromiso de verdad, un pago personal por la deuda que en nosotros hay y esta deuda es una deuda de amor.

Toda deuda que tenemos con nosotros es una deuda de amor. Si algo debemos a los demás es amor. Por eso el mismo Jesús puede mandarlo a esto, poniéndose al frente: Yo pagué la deuda por vos y te invito a que amando ayudes y colabores a completar lo que falta en mí también por vos y por tus hermanos. El Señor que en gratuidad nos entrega su propia vida y paga por nosotros, nos pide asociar a ese lugar maravilloso de ofrenda, donde no por deber sino por Amor encontramos camino de felicidad y plenitud. La alegría está en el dar y en el ofrendarse, y el Señor que lo hizo por nosotros y que en la resurrección nos muestra su plenitud, nos dice que ese mismo lugar de resurrección es el nuestro cuando en generosidad nos damos a los damos.

El amor mueve a amar y despierta el deseo en nosotros de compartir con el Señor esa capacidad oblativa con la que la vida toma sentido.

Cuando se experimenta en el corazón la deuda de amor que tenemos para con los padres, para con los hijos, para con los amigos, para con Dios, para con nosotros mismos, cuando percibimos que lo que hay en nosotros es carestía de amor y que debemos amor, esto supone una actitud de ruptura con un modo de vivir, y esto es sacrificio, esto es entrega de vida.

El amor en ese sentido tiene una dinámica sacrificial, porque supone salir de sí mismo para el encuentro de otro. El amor supone siempre una salida de sí mismo, y en este sentido, el amor y la deuda de amor que tenemos supone un pago al modo de Jesús dando la vida.

Habiendo amado a los suyos, dice Juan 3,1, a los que estaban en el mundo los amó hasta el extremo. El de Jesús es un amor oblativo y total. Dios pagó por nosotros. Pagó por vos y por mí y lo hizo en Jesús. Para que nosotros hiciéramos lo mismo, para que tuviéramos la capacidad de imitarlo. Y lo imitamos, porque nos capacita para hacerlo, no porque le copiemos desde nuestra fuerza voluntaria, para poder hacerlo sino guiados y movidos por esa gracia del pago gratuito que nace de un amor que se entrega y desde esa entrega rescata.
Nosotros también somos invitados a dar por amor, y a entregarnos desde el amor en gratuidad. ¡Cuánto necesita el mundo de esto!.

Respuesta de amor

Tercer momento de la dinámica del amor, tiene que ver con ser destinatario de un Amor que nos precede y nos supera. Estamos llamados, en este sentido al compromiso de una respuesta activa, que para ser adecuada tiene que ser respuesta de amor.

Padre Javier Soteras