Don de la Fe y de Curación

martes, 26 de agosto de 2008
image_pdfimage_print
El cuerpo es uno, el Cristo, el Cristo total, la cabeza y sus miembros. Los miembros con la cabeza participan con carismas diversos que salen al encuentro de todas las necesidades que los hombres tienen para poder facilitar la llegada de este cuerpo y sumarlos, a este camino hermoso de fe y de pertenecer a Jesús. Nosotros, hoy vamos a detenernos sobre dos de los carismas que se proclaman aquí en la Palabra.  El carisma de la fe y el de la curación.

Sobre todo en este carisma de la curación, mucho caminado, contemplado, visto en estos tiempos, donde particularmente, la presencia de la Renovación carismática, en sus genuinas expresiones, nos ha permitido redescubrir este don maravilloso presente en Cristo, desde el momento mismo de iniciar su tarea apostólica de predicación.

Sobre los signos y prodigios que acompañan el anuncio de la Buena Noticia, y que certifican en realidades concretas aquello que la Palabra anuncia con tanta claridad, desde la boca de Jesús.

El carisma de la Fe, no se refiere a la fe necesaria para la vida cristiana, sino, a un carisma que se concede a algunos, no a todos.

Está colocada en este contexto, de 1º Corintios 12, 9; junto al carisma de curar, el de hacer milagros. La fe de la que aquí se trata, se limita solamente al caso concreto de tener, confianza absoluta en el poder de obrar de Dios, que puede realizar milagros. Que es capaz de lo imposible. A la confianza en que uno mismo puede hacerlo, todo con el Poder de Dios. Esto queda claro cuando se ve que mas adelante Pablo vuelve sobre el mismo tema y dice; aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, este don está presente en la comunidad de corintios. Este concepto se encuentra en algunos textos de la tradición sinóptica, este concepto de fe, que todo lo hace posible desde el creer.

Tengan fe en Dios, yo les aseguro que si alguien dice a esta montaña, retírate de ahí, arrójate al mar, sin vacilar, en su interior, sino creyendo que sucederá lo que dice, lo conseguirá.

Este don está ofrecido por la mano de Dios, a nosotros que nos encontramos en más de una oportunidad, frente a lo que nos resulta imposible.

Yo soy testigo de cómo esta obra de la fe en nosotros, opera a favor del cuerpo todo. Cuando nosotros iniciábamos el camino de radio María aquí en Argentina, sin nada, decíamos desde la limitación propia de la pobreza, en conocimientos, en recursos, en gestión, “Dios va a hacer posible, lo que para nosotros resulte imposible”.

Y teníamos la certeza absoluta en aquel momento, por Gracia de Dios, de que los que vislumbrábamos como proyección hacia delante, de una red extendida por todo el País, ya era en cierto modo, realidad. Aunque todavía no estuviera en nuestras manos el descubrir este hecho de ser una red de radios extendidas por toda la Argentina.

Es imposible pensarlo. Quienes lo afirmábamos con certeza en aquel momento recibíamos, por parte de muchos el mote de “si, bueno… adelante, adelante con tu ingenuidad. Adelante con tu inocencia. Adelante con ser una persona tan lanzada. Con tu entusiasmo.

La verdad que todo un poco de eso había.” Un poco de ingenuidad, de inocencia, de entusiasmo, de estar lanzados, pero la verdad también sea dicha, que había, de que había una certeza en el corazón, que es la que ha permanecido a lo largo de todo este tiempo, lo que nos ha permitido ver como se mueven las montañas que impiden el acceso a lo que Dios quiere como proyecto suyo a favor de todo un pueblo, que necesita de este mensaje de fe, de esperanza y de caridad que compartimos.

El evangelio de Marcos, después de ubicar esto que leíamos recién, añade una expresión de Jesús, por lo que ubica este poder en el contexto de la oración. Evitando así el poder de tener cosas milagrosas, como una cuestión así tipo mágico. No, no, Marcos dice que esto ocurre cuando nosotros tenemos un espíritu orante.

Y dice así la Palabra concretamente: “cuando pidan algo en la oración, crean que la lo tienen y lo conseguirán”.

Esta fe capaz de mover montañas, viene del camino de la oración. Y no del camino de la oración individual. Sino del camino de la oración comunitaria. También del camino personal.  No hay oración personal que no termine por proyectarse en la oración comunitaria. Y no hay oración verdaderamente comunitaria que no venga construida desde el aporte que, con la leñita que cada uno aportamos al fuego comunitario.

Cuando nos reunimos en el nombre de Jesús, y oramos y oramos y oramos, y sostenemos nuestra oración, vemos cómo se caen los muros. Se derriban los obstáculos, se mueven las montañas, y el pueblo de Dios avanza. Es la experiencia de Jericó. Jericó es eso. La experiencia de oración de Jericó en nuestra obra, es esto justamente.

Es un pueblo que más de 400 personas, de distintos puntos de la Argentina, orando siempre, se disponen a recibir la Gracia que Dios tiene preparada para todo un pueblo. Sabiendo que, en discernimiento, hay obstáculos que impiden el avance de este pueblo, como ocurriera según dice el libro de Josué en el capítulo 6, cuando el pueblo tenía que tomar la ciudad y no podía porque estaba amurallada.

Recibe Josué la indicación por parte de Dios, de girar alrededor de la muralla, en espíritu de fe, y contemplar cómo éstas caen para que el pueblo pueda entrar a poseer Jericó.

Así es la experiencia de los que oramos en Jericó. En red de amor, en red de oración. Esta red orante de Jericó, nos permite avanzar donde hay dificultades increíbles. Yo estoy seguro, absolutamente seguro. Y así, me lo han hecho saber también algunos funcionarios del gobierno, que ven con dificultad el avance de una ley nueva de radiodifusión, y algunos que no eran tan creyentes, cuando parecía que todo se caía, días anteriores, yo dije; nosotros vamos a seguir rezando.

Días pasados, cuando se reflotó, en el contexto tan difícil, de la presencia de nuevas leyes en la Argentina, propuestas por el poder ejecutivo, después de todo lo que ocurrió con el campo, decía que la ley de radiodifusión no salía, yo le dije, le hecho una oración!. Le dije a un funcionario, que no me importa si cree o si no. Yo hablo de mi fe.

Y yo sé que cuando digo esto, está Jericó detrás tirando una oración, por una ley nueva de radiodifusión. Cuando se reflotó la posibilidad de la apertura a la ley de nuevo, me llamó para decir; gracias por las oraciones.

Cuando el pueblo de Dios ora, y lo hace con fe, las dificultades más grandes, las más terribles que encontramos, van desapareciendo.

Y el pueblo de Dios avanza en el proyecto de Dios. Esto que cuento sirve sólo como un testimonio para que la vida de la familia también avance desde la oración.

Esta mañana me desperté y estaba rezando el rosario que nos hemos comprometido a rezar con los jóvenes, para preparar el próximo retiro que tenemos con los 28 jóvenes que forman parte de la red orante de la oleada que tiene tres comunidades.

Y nos hemos propuesto rezarle a la desatanudos. Una joven, desde un mensajito de texto decía, buen comienzo de novena. Los aliento a todos a que nos unamos en la oración que nos hemos comprometido, pidiéndole a la Virgen que desate los nudos que pudiera haber puesto el maligno en el camino, para que se dificulte nuestro camino al retiro.

Me llenó de alegría descubrir como va creciendo en el corazón de la comunidad, esta conciencia de que la fe que viene del camino de la oración y de la oración comunitaria, es capas de todo. De vencer siempre. Oremos. Y cuando nos falten las fuerzas, le pidamos a otros muchos que colaboren con la oración que necesitamos.

En Hechos 3, 16 la Palabra nos dice; por haber creído en su nombre, ese mismo nombre, ha devuelto las fuerzas al que ustedes mismos ven y conocen. Esta fe que proviene de Él, es la que ha curado completamente a este hermano, como ustedes lo pueden comprobar. Ahora bien, hermanos, yo se que ustedes, oraron por ignorancia, lo mismo que sus jefes. Pero así Dios obró lo que había anunciado por medio de todos los profetas; que su Mesías debía padecer.

Está el texto refiriéndose a la curación que hacen Pedro y Juan, del paralítico en el templo cuando pasando por allí, y pidiéndole una limosna, aquel paralítico que yacía a las puertas del templo, ellos le dicen por boca de Pedro; no tenemos ni oro, ni plata, pero te doy lo que tengo. En nombre de Jesús, levántate. Esta es fe de poder. Es fe que se hace fuerte. Es fe que avanza, que vence.

En la catequesis de la Iglesia primitiva, se habla de esta fe. Y se da como un carisma, “capaz de realizar milagros”. El que tiene esta clase de fe, le dirá a las montañas, trasládense de aquí a allá. Y se trasladarán.

Cuando alguien diga esto con fe, decía el catecismo, sin vacilar en su corazón, y creyendo que así sucederá, entonces conseguirá la Gracia que pide.

Es el sentido que tiene el hecho de celebrar en la fe popular las novenas. Son nueve días de oración que representan nueve meses de gestación, la gestación de lo nuevo que se esté pidiendo. Por eso es novena. Tiene ese sentido. Son los nueve meses de la gestación de la vida de Dios en el corazón, en el ceno de María, y el nacimiento de Jesús. Toda vida nueva siempre viene gestada por nueve meses. Entonces se toman nueve días de oración continuas para pedir la gracia que necesitamos recibir.

El alma piensa en Dios cuando entra en esta corriente de Gracia contemplativa, orante, intercesora, iluminada por la luz de la fe, y en la certeza de que va a recibir lo que pide, se abre a eso mismo. A esa gracia.

Debes tener-decía el catecismo antiguo-, entonces la fe que depende de ti para que puedas recibir de Él aquella obra por encima de las fuerzas que están en ti.

Este carisma de fe, de la que habla Pablo en la 1 Cos, como decíamos al principio, no se refiere a la fe necesaria para la vida cristiana. Sino a aquella otra, que es capas de mover todos los obstáculos que están por delante, y que impiden el camino del pueblo de Dios. Es un carisma en un mismo espíritu. Se entiende que el poder de realizar milagros, viene justamente por la gracia del Espíritu Santo, y el Espíritu lo transmite a los miembros de la Iglesia, y a cada uno en particular como Él quiere. Y donde quiere.

Esta directamente vinculada esta fe, que es capas de trasladar montañas. Esta fe que nace de la oración, que nos es mágica. Que brota de un corazón deseoso de ver realizada la obra de Dios, está directamente ligada, a este otro don que habla el texto que hemos compartido, del carisma de las curaciones.

Al lado del carisma de la fe, Pablo pone el carisma de curar. De realizar milagros.

Más adelante, después de este texto que compartíamos hoy, 1 Cor. 12, 9; Pablo vuelve a hacer mención de esto, por dos veces. En el verso 28, del capítulo 12 de la 1 Cor. Y en le verso 30.

Los leo; En la iglesia, dice Pablo, algunos han sido establecidos por Dios, en primer lugar como apóstoles. En segundo lugar como profetas. En tercer lugar como doctores. Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros. El don de curar. El don de socorrer a los necesitados. El don de gobernar. El don de lenguas. Dice Pablo.

Este don de curar está presente en los 4 evangelios, en la persona de Jesús. Profusamente el ministerio de Jesús esta marcado por signos, va a decir el evangelio de Juan, que hablan de esta fuerza capas de transformar, el desorden que en la naturaleza hay. Que muestra a personas enfermas, a la naturaleza misma descolocada, y Jesús con su señorío capas de poner las cosas de nuevo en su lugar, y de llamar a la vida y a la sanidad.

La tradición sinóptica, es decir, Mateo, Marcos y Lucas, lo presentan como señales que están haciendo presente el Reino de Dios. Por eso los discípulos no tienen velada la mirada para poder darse cuenta de que se trata. En el libro de los Hechos, Jesús, dice Lucas en el cap, 38, realizó muchas curaciones milagrosas. Y además relata las muchas que hicieron los apóstoles. Porque no solamente el discípulo no tiene velado el acceso al Reino, por los signos que recibe de las curaciones y milagros, sino que Jesús les ha dicho, que en el cuerpo de los apóstoles la gracia va a estar presente. Ellos harán obras aun mayores.

Por eso no tendríamos que nosotros, sorprendernos de ver que todavía en este tiempo, hay milagros. En la vida de los santos se ha visto mucho. Cuento algunos testimonios. Por ejemplo en Lourdes, como esa agua que la Virgen le hizo descubrir a Bernardita, era signo de que allí había estado la Virgen con ella, sino que además, ese encuentro se abría a otros hermanos para ser fuente de sanidad. Y muchos enfermos de distintos tipos de dolencias, han recibido infinitas gracias de curación allí. En Lourdes.

De los milagros más increíbles de los que ha realizado el Padre Pío, en su vida está aquel de aquella joven que nació sin pupilas. Y que en la oración que el Padre Pío oró sobre ella, está comprobado científicamente, esta joven, comenzó a ver, sin recuperar las pupilas. Sin tenerlas.

Por sobre la naturaleza, capas de mover montañas. El otro día veía la película de Fray escoba. Así le decían al mulato santo dominico, Martín de Porres. Y en él se daba una particularidad, la gran generosidad de dar en la caridad, aun lo que no tenía su familia, con la absoluta confianza de que Dios no le iba a hacer faltar lo que necesitaba para vivir el y su familia dignamente. Cuando salía al mercado, iba con su canasta de compras, ya cuando era joven, y después pasó esto muchas veces, siendo fraile, lo que le pedían, sacaba de su canasta. Y había, o se acababa.

Como cuando se multiplica el pan en la montaña, allí donde Jesús predica largamente y no tienen nada que comer, más que cinco panes y dos peces. Jesús comienza a sacar el pan para cinco mil. Todavía sobraron doce canastas, dice el evangelio.

Los milagros siguen ocurriendo hoy. Y no es que debamos depender de ellos. Ni debemos estar buscándolos, como quien busca desesperadamente una resolución mágica. A los problemas, porque es parte del camino, también, el saber primero, aceptar la Cruz, es lo que primero pide Jesús, cuando nos invita al seguimiento con Él. Pero también es cierto que el Señor es capas de liberarnos de algún flagelo que tengamos en algún aspecto en nuestra vida, para traernos gracia de sanidad, de curación de transformación.

Los milagros siguen ocurriendo hoy, y de hecho recibimos por allí testimonios de personas que cuentan como ha obrado Dios milagrosamente en la vida de algún ser querido, trayéndole gracia de sanidad en alguna enfermedad.

Me acuerdo cuando me iban a operar de vesícula, tenía unos cálculos bárbaros, mi hermano Francisco me dio la unción de los enfermos, el día antes de la operación. Oramos para que el Señor verdaderamente me curara, pensando en la curación que venía de la operación. Al otro día después de estar rasurado para ir a la operación, entro a que me hagan un nuevo estudio para ubicar bien donde estaban los cálculos, y cuando pasaron la ecografía, no había nada. Yo siempre dije que fue la unción de los enfermos. Y la oración hecha con fe, también de la gente en la parroquia que oraba para que yo estuviera bien.

Oremos, y oremos con fe, para que Dios haga lo que parece imposible.

El poder de curar, en el libro de los hechos de los apóstoles, se dice algo de esto; por intermedio de Pablo Dios realizaba obras poderosas, poco comunes. Hasta tal punto que al aplicarse sobre los enfermos, pañuelos o lienzos que habían tocado el cuerpo de Pablo, aquellos se curaban y quedaban libres de espíritus malos.

Padre Javier Soteras.