16/05/2025 – En este espacio de «Reflexiones para el finde» , el Padre Humberto González, nuestro querido Padre Humbi, nos invita a profundizar en el Jubileo de la Esperanza, bajo el lema «La esperanza no defrauda». Desde Villa Cura Brochero, nos acerca valiosos «tips» para rezar la esperanza, conectándola con las experiencias que nos demuestran que la esperanza nunca nos abandona.
El Padre Humbi nos propone inicialmente una introspección personal: ¿qué significa para mí la esperanza? Más allá de definiciones de diccionario o teológicas, se trata de descubrir su significado en nuestra propia vida. Nos recuerda que la esperanza no es una mera construcción psicológica o un optimismo superficial, sino una gracia que se pide y se vive en comunidad. Confiar únicamente en nuestras ilusiones personales puede llevarnos a la duda y al enojo cuando las cosas no suceden como esperamos.
La verdadera esperanza, nos dice, se sustenta en algo concreto: para los cristianos, la resurrección de Jesús, como bien señala San Ignacio. Sin embargo, no vemos a Jesús resucitado, sino los signos del Resucitado que encontramos en la familia, en el acompañamiento comunitario en momentos difíciles, en esas situaciones que nos hacen sentir unidos.
El Padre Humbi nos anima a buscar hechos de esperanza en nuestro entorno. A menudo, las tragedias, como las recientes inundaciones o incendios, despiertan una gran movilización solidaria, un hecho profundamente esperanzador. Pero también hay hechos simples, como la gente saliendo de misa un domingo, que nos hablan de unidad y encuentro. Incluso un acontecimiento deportivo que reúne a familias puede ser un signo de esperanza, todo lo que nos une y nos alegra.
Es crucial purificar nuestra mirada sobre la esperanza. No se trata de esperar que suceda lo que yo quiero, sino de confiar en que Dios dispondrá lo mejor porque nos ama. Esta confianza se fortalece en el encuentro con el otro, en la comunidad. Poner la esperanza solo en nuestros planes personales puede generar frustración cuando la respuesta divina no coincide con nuestras expectativas.
El Padre Humbi nos invita a reconocer a las personas que nos transmiten esperanza. Todos tenemos en nuestro entorno individuos que, con su vida y sus gestos cotidianos, apuestan por la esperanza. Son esas personas perseverantes que sirven por amor, sin obligación, y cuya constancia nos muestra un camino hacia adelante. Incluso en momentos difíciles, como una celebración comunitaria que no sale como se esperaba, la perseverancia y el volver a empezar juntos son signos poderosos de esperanza.
Finalmente, nos plantea una pregunta fundamental: ¿soy yo persona de esperanza para los demás? Nuestra vida, nuestro trabajo, nuestro amor y afecto pueden ser signos de esperanza para quienes nos rodean. Podemos ser esa respuesta positiva a la necesidad del otro.
Para aquellos que atraviesan momentos de desesperanza, el Padre Humbi ofrece un mensaje de aliento: distinguir lo espiritual de lo físico y patológico, buscar ayuda profesional y aferrarse al valor intrínseco de la vida. El pesimismo, nos advierte, siempre buscará frenarnos, pero nunca debemos creerle. Nuestra presencia en el mundo es valiosa, y siempre tenemos algo para dar.
Como un signo de esperanza en tiempos difíciles, el Padre Umbi nos invita a rezar el Magníficat con la Virgen. En el momento más complicado de su vida, embarazada y sin el apoyo de su entorno, María canta a la esperanza, recordando la historia de un pueblo sufrido pero con la convicción de que Dios nunca lo olvidó. Recemos nuestro propio Magníficat en los momentos de desesperanza y alimentemos la esperanza también cuando nos sintamos esperanzados.
Para cerrar este ciclo de hoy, el Padre Humbi nos recuerda que la esperanza es como un ancla que nos mantiene firmes y una vela que nos impulsa hacia adelante. Nos invita a no cansarnos, a dejarnos animar por la esperanza, y nos imparte su bendición para que nunca bajemos los brazos.