Educar para la Paz

sábado, 7 de enero de 2012
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“Desde lo más profundo te invoco Señor. Señor oye mi voz. Estén tus oídos atentos al clamor de mi plegaria. Si tienes en cuenta las culpas Señor, ¿Quién podrá subsistir? Pero en ti se encuentra el perdón para que seas temido. Mi alma espera en el Señor y yo confío en su palabra. Mi alma espera al Señor, más que el centinela a la aurora. Como el centinela espera a la aurora, espere Israel al Señor, porque en Él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia. Él redimirá a Israel de todos sus pecados.”

                                                                                                                            Salmo 130

 

Ayer se celebró la cuadragésima quinta jornada mundial de oración por la paz, desde el Papa Pablo sexto, todos los años, en este primer día del año, en la fiesta de Santa María madre de Dios, la Iglesia lo dedica a rezar por la paz y es común que el papa proponga un lema para esta jornada mundial. No solamente tenemos un lema que lo orienta, el de este año es: “Educar a los jóvenes, en la justicia y en la paz”, sino también que el Santo Padre nos regala un documento, una carta, hablando del lema y hablando de la realidad de la paz en nuestro tiempo presente, de tal forma de que esta jornada mundial es una expresión del trabajo de la Iglesia en esta fase evangelizadora en la realidades concretas de la vida del hombre, en la que tenemos que construir la paz cada día de nuestra vida, ustedes saben que la paz no es un don logrado, sino que es un don que cada día reclama el esfuerzo arduo de trabajar para poder conquistarla y es una realidad continua, no es algo a lo que llegamos y ya lo tenemos, sino que cada día tenemos que hacer el esfuerzo por conquistar la paz y por vivir las distintas realidades que nos tocan.

Entonces ahora lo que les propongo es que en estos cinco días de esta semana, nosotros vayamos tomando el documento del Santo Padre sobre la paz, en esta jornada mundial de oración por la paz y vayamos reflexionándolo porque es una hermosa catequesis, en dos órdenes primero porque va a tocar el tema de la educación hacia el lema, la educación a los jóvenes, la educación a nosotros, los que somos adultos, los que tenemos distintas responsabilidades en la sociedad, padres, madres, hijos, profesionales, trabajadores, tíos, abuelos, cada uno tiene un rol en la sociedad y en la vida familiar, entonces, por lo tanto, todos tenemos la misión de educar y de dejarnos educar y también porque va a proponer esta educación en la justicia y en la paz.

El Santo Padre comienza así, ya metiéndonos en el documento para nuestra reflexión de hoy.

El comienzo de un año nuevo, dice el Santo Padre, don de Dios a la humanidad, es una invitación a desear a todos con mucha confianza y afecto que este tiempo que tenemos por delante, este marcado por la justicia y por la paz. ¿Con qué actitud debemos mirar el año nuevo?. En el Salmo 130 encontramos una imagen muy bella: “El hombre de fe aguarda al Señor, más que el centinela al aurora”

La consigna del día es: ¿Qué es la paz para vos? ¿Cómo podes definir, desde tu experiencia, desde tu vida, que es la paz? ¿Cómo vivís la paz que Cristo pone en tu corazón, en tu conciencia? ¿Qué experiencia tienes de la paz? ¿Cómo la construís? ¿Cómo la vivís? ¿Cómo definirías la paz?

El centinela aguarda la aurora, lo aguarda con una solida esperanza porque sabe que traerá la luz, misericordia, salvación. Esta espera nace de la experiencia del pueblo elegido, el cual reconoce que Dios lo ha educado para mirar al mundo en su verdad y a no dejarse abatir por las tribulaciones. Los invito a abrir el año con dicha actitud de confianza. Es verdad que en el año que termina, ha aumentado el sentimiento de frustración por la crisis que agobia a la sociedad, al mundo del trabajo y la economía. Una crisis cuyas raíces son sobre todo culturales y antropológicas. Parece como si un manto de oscuridad hubiera descendido sobre nuestro tiempo y no dejara ver con claridad la luz del día. En esta oscuridad sin embargo, el corazón del hombre no cesa de esperar la aurora de la que habla el salmista, se percibe de manera especialmente viva y visible en los jóvenes, y por esa razón me dirijo a ellos, teniendo en cuenta la aportación que pueden y deben ofrecer a la sociedad, así pues quisiera presentar el mensaje para la 45 jornada mundial de la paz en una perspectiva educativa, educar a los jóvenes en la justicia y la paz, convencidos que ellos, con su entusiasmo y su impulso hacia los ideales pueden ofrecer al mundo una nueva esperanza.

 Estos son los dos primeros párrafos de esta carta, de esta exhortación que el Santo Padre Benedicto XVI, nos hace en la jornada mundial de oración por la paz, documento que vamos a tocar en la catequesis. Si bien somos consientes de una realidad de crisis mundial, quien no está enterado y quien no se da cuenta de una crisis económica, política, una crisis que nos trae sentimiento de frustración, una crisis que agobia a la sociedad, al mundo del trabajo, a la economía, el Santo Padre nos dice las raíces de esto, son raíces culturales antropológicas, porque parece que un manto de oscuridad hubiera descendido sobre nuestro tiempo, por eso, la importancia de educar para la justicia y la paz y educar a los jóvenes porque allí está el ámbito en donde nosotros tenemos que recomponer los tejidos sociales y poder reconstruir nuestra sociedad, aceptando el desafío hacia el futuro que es la experiencia de la esperanza, con la que tenemos que abrazar sobretodo un nuevo año que comenzamos. Los estamentos educativos informativos van a ayudarnos para esto.

 Por eso nos preguntamos, ¿Qué es la paz para vos? ¿Qué experiencia de paz tienes porque Cristo te la ha regalado?

Y comenzamos así este año, con el deseo de paz, el mejor deseo que nos podemos transmitir mutuamente, porque en la paz está Cristo y porque en la paz hay una obra especial del espíritu que nos involucra, que quiere educarnos y que buena falta nos hace. Aprender a dejarnos educar por el espíritu para ser transmisores y constructores de la paz, así nos decía el salmo 130.

 

Veníamos compartiendo el documento del Santo Padre, educar a los jóvenes en la justicia y la paz para esta cuadragésima quinta jornada de oración mundial por la paz y decíamos que este lema de educar a los jóvenes en la justicia y la paz, nos abre el panorama, el horizonte para descubrir que la paz es un trabajo de cada día, es un esfuerzo arduo que nos involucra a todos. Cómo no acordarnos del texto bíblico, evangélico de Jesús en las bienaventuranzas cuando nos ha dicho: “Felices los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios”. Allí Jesús establece esta intima relación del trabajo por la paz como un don del reino, nos regala ese esfuerzo por conseguir la paz, pero nos lo dice: esto lo tienen que hacer porque allí hay una manifestación en el ser hijos de Dios, al que estamos llamados cada uno de nosotros.

Que importante es descubrir que la paz no es solamente un estado de ánimo, sino que también es un esfuerzo que nos incluye y que nos involucra a todos para conseguir esta realidad que es social, fraterna, que en el fondo es la aspiración de un mundo nuevo.

Sigue diciendo el documento del Papa. Mi mensaje se dirige también a los padres, a las familias y a todos los estamentos educativos informativos. Así como los responsables en los distintos ámbitos de la vida religiosa, social, política, económica, cultural y de la comunicación. Prestar atención al mundo juvenil, saber escucharlo y valorarlo no es solo una oportunidad, sino un deber primario de toda la sociedad para la construcción de un futuro de justicia y de paz, transmitir a los jóvenes el aprecio por el valor positivo de la vida, suscitando en ellos el deseo de gastarla al servicio del bien. Este es un deber en el que todos estamos comprometidos en primera persona, es decir, en el trabajo de la educación por la paz nos involucra a todos. Uno puede preguntarse ¿Por qué la iglesia se “mete” en este tema que pareciera que es más una cuestión política que espiritual, una cuestión de diplomacia, que una cuestión de tratamiento pastoral? No, es precisamente uno de los roles evangelizadores de la iglesia, a partir de esta bienaventuranza que el evangelio de San Mateo nos presenta: Felices los que trabajan por la paz porque son llamados hijos de Dios”, allí está el desafío que Cristo nos viene a traer, el evangelio de Cristo nos presenta la construcción de un mundo nuevo, ese mundo en donde la paz es un don de Dios que nos involucra a todos porque como hijos suyos estamos también llamados a construir una sociedad, esta sociedad basada en lo que Cristo nos ha traído de su palabra viva y esta sociedad basada en este don que es de Dios y que es esfuerzo también de los hombres.

 Para clarificar esto, el documento de Aparecida, los obispos latinoamericanos, hacen referencia a este esfuerzo del trabajo que los cristianos, hombres de buena voluntad, debemos realizar en función de construir la paz. En el numero 380, los obispos nos explican esta misión, la misión del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo, tiene una destinación universal, su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos, nada del humano le puede resultar extraño. La Iglesia sabe, por revelación de Dios y por la experiencia humana de la fe que Jesucristo es la respuesta total sobre abundante y satisfactoria a las preguntas humanas sobre la verdad, el sentido de la vida, de la realidad, la felicidad, la justicia, la paz, la belleza. Son las inquietudes que están arraigadas en el corazón de toda persona y que laten en lo más humano de la cultura de los pueblos. Por eso, todo signo autentico de verdad, bien y belleza en la aventura humana viene de Dios y clama por Dios. Procurando acercar la vida de Jesucristo como respuesta a los anhelos de nuestros pueblos, destacamos a continuación algunos grandes ámbitos y prioridades y tareas para la misión de los discípulos de Jesucristo en el hoy de América latina y el Caribe y es allí donde el documento de Aparecida comienza a tocar el tema del trabajo por construir el Reino de Dios en la justicia, en la caridad, en la promoción humana, aspectos que vamos a ir viendo en esta semana a la luz del documento que el Santo Padre nos ha regalado sobre el tema de educar a los jóvenes en la justicia y en la paz, pero nos quedamos con esto, el trabajo por la paz, es un don de Dios, “Felices los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios”. Y esta consigna que Cristo nos ha dejado tiene un rostro muy completo, que es esta necesidad de educarnos para la paz, de poder transmitir este valor, este aprecio por un valor positivo en las distintas realidades que nos toque y que nos compromete y tiene que despertar en nosotros el deseo de gastar nuestro esfuerzo porque allí estamos contribuyendo al servicio del bien, es el deber en el que todos estamos comprometidos en primera persona.

Por eso, nos preguntamos hoy ¿Qué es la paz para vos? ¿Cómo la definirías con tu experiencia, con tus palabras? ¿Cómo recibiste el don de la paz que Cristo te trae y nos trajo?

 Dios quiera que este documento del Papa nos ayude a iluminar nuestra vida para que sepamos que quienes trabajamos por la paz somos hijos de Dios, así nos lo dice la bienaventuranza que Jesús nos dejó.

 

A veces uno puede pensar que la paz es que no me molesten y precisamente la paz es tratar de construir la armonía con aquellos que me molestan, porque la actitud mía como hijo de Dios, como nos dice la bienaventuranza que Jesús nos dejó, me permite construirla con aquellas realidades que a lo mejor no me resultan cómodas y yo como hijo de Dios tendré que establecer allí una relación que establezca un vinculo que también aprenda a soportar con aquellas cosas que a lo mejor no me guste, porque bien lo dice el dicho que usamos tantas veces, la paz no es la ausencia de guerra porque a veces puede haber ausencia de lio pera la tensión y la hostilidad y a lo mejor la indiferencia o el maltrato o una relación rota con aquellos que me rodean, está bien, no hay una guerra, pero esa situación tampoco puedo decir que es una paz absoluta, merece y amerita que como hijo de Dios yo la pueda ir construyendo en estas relaciones vinculares a la que estamos involucrados porque formamos parte de una sociedad y ahí es donde tenemos que construir el Reino de Dios entre nosotros.

Por eso, es tan importante la consigna que yo los invito a que podamos compartir, definir que es la paz, es un desafío porque es algo que tenemos que compartir entre todos y tratar de ir construyendo entre todos porque nos involucra a todos, no es algo que nos viene de arriba o es algo que nos tenemos que quedar con los brazos cruzados, es un esfuerzo por construirla, de allí que muestra relación con los demás, nuestra relación vincular con los demás, es también importante. Por eso, el Papa nos ha propuesto como lema de este año, precisamente educar a los jóvenes para la justicia y la paz. Es un trabajo.

El otro párrafo de la carta del Santo Padre para la jornada mundial de oración por la paz nos dice: “Las preocupaciones manifestadas en estos últimos tiempos por muchos jóvenes en diversas regiones del mundo expresan el deseo de mirar con fundada esperanza el futuro. En la actualidad muchos son los aspectos que les preocupan, el deseo de recibir una formación que los prepare con más profundidad, a afrontar la realidad, la dificultad de formar una familia y encontrar un puesto estable de trabajo, la capacidad efectiva de contribuir al mundo de la política, de la cultura y de la economía, para edificar una sociedad con un rostro más humano y solidario. Es importante que estos fermentos y el impulso idealista que contienen, encuentren la justa atención en todos los sectores de la sociedad. La Iglesia mira a los jóvenes con esperanza, confía en ellos y los anima a buscar la verdad, a defender el bien común, a tener una perspectiva abierta sobre el mundo y ojos capaces de ver cosas nuevas”.

 Aquí termina uno de los párrafos de la carta del Santo Padre y merece nuestra reflexión porque representa los grandes desafíos para los jóvenes de hoy que en el fondo son desafíos también para toda la humanidad y para toda la sociedad. Todos queremos tener una mirada de esperanza hacia el futuro y hay aspectos que en el presente nos preocupan. El Santo Padre menciona tres que resume muy bien la realidad del joven de hoy, que es la realidad también de la familia, de la sociedad.

El deseo de recibir una formación que los prepare para afrontar la realidad, primer punto, es también contribuir con la paz. Cuando pedimos una educación y un ámbito de formación que nos prepare a todos para afrontar la realidad, cuántas veces nuestra educación presenta situaciones fantasiosas, cuántas veces somos conscientes de que se pierde el tiempo en viajes, en fiestas, donde presenta una realidad que es ficticia, fantasiosa y cuando se topa el hombre, el joven con la realidad, es como chocar contra un muro porque en el fondo no hemos profundizado, el modo de afrontar la realidad.

El segundo punto que toca el Santo Padre, es la dificultad de formar una familia, bien sabemos que hoy en nuestra cultura el tema del compromiso es un tema postergado a nuestros jóvenes pero también a la mentalidad de la sociedad, el compromiso de constituir una familia, el compromiso de asumir el valor del matrimonio, el compromiso de jugarnos y optar por la vida, el compromiso de la responsabilidad laboral, el compromiso de la responsabilidad en el estudio, el compromiso de asumir el camino que nos toca transitar buscando un proyecto de vida. Hoy se posterga en beneficio de situaciones de fantasía, de bienestar, de pasarla bien, de no comprometernos, de dejar que las cosas corran, que se dilate todo, la vida hay que disfrutarla y esto es un forma también en la que necesitamos ser educados, porque cuando en una sociedad no existe el compromiso por asumir estos valores que construyen la realidad de la sociedad, ¿no es una forma también se estar sembrando guerra?, no es una guerra de armas, pero si una violencia que no establece la paz en las relaciones vinculares de la sociedad. Encontrar un puesto estable de trabajo con lo que todo esto significa, hace referencia a no tener esperanza al futuro y en el fondo también eso, desfigura el rostro de la paz. La capacidad defectiva, termina diciendo el Santo Padre de contribuir al mundo de la política, de la cultura, de la economía para edificar una sociedad con un rostro más humano y solidario. Que cuánto nos cuesta aceptar el contribuir al trabajo de la política, de la buena política, no de la politiquería, no del partidismo ideológico que enfervoriza y no ayuda a construir una sociedad, sino de la política que es concebida como el arte del trabajo por lo público, en la honestidad, en la rectitud, el trabajo por la cultura, por la economía que ayuda a construir una sociedad con rostro más unido y solidario, vaya si eso no necesita ser educado y vaya si nosotros no necesitamos ser educados en esto porque si no basamos la educación en estos puntos, se empeña la esperanza del futuro y no fomentamos este construir las cosas nuevas que Cristo vino a traer como Reino de Dios entre los hombres. Podemos entender que la bienaventuranza: “Felices los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios”, nos involucra de tal forma que no podemos tener descanso él, no podemos sentirnos satisfechos, al contrario, es un desafío siempre nuevo que nos exige a renovar continuamente la creatividad del ingenio, la manera, la forma, en la que nosotros alentados por el Espíritu Santo contribuimos al construir la paz en nuestro ambiente porque si nosotros no optamos por esta forma en la que el Reino de Dios se hace presente entre los hombres, en el fondo no generamos una guerra de arma pero estamos generando una violencia espiritual, psicológica que no ayuda a construir esta sociedad con rostro más humano y solidario.

Por eso, hoy nos preguntamos como consigna ¿Qué es la paz para vos? ¿Cómo la experimentas en tu vida? ¿Cómo la descubrís como don de Dios en tu entorno para este año nuevo que estamos comenzando? Sería bueno que nos propongamos en estos días rezar por la paz, ese es el sentido de la jornada mundial de oración por la paz, no como la ausencia de guerras en el mundo, pero no solo eso, hay una paz que Cristo quiere sembrar en vos para que educados por el espíritu, por el Santo espíritu, vos también puedas contribuir a que en el trato hacia los demás empieces a poner un rostro nuevo, un rostro más humano y solidario a esta sociedad tan necesitada de paz interior que se refleja en la paz exterior en la relaciones vinculares. ¿Qué es la paz? Nos preguntábamos recién, como consigna. Dejemos que el espíritu nos eduque para la paz.

 

Nos proponíamos como consigna en la catequesis de este día, cuando comenzamos a transitar este documento del Santo Padre Benedicto 16 sobre educar a los jóvenes en la justicia y la paz que vamos a compartir a lo largo de la catequesis de toda esta semana, la consigna de que es la paz para vos porque a partir de una definición que nos quiere agotar el termino de la paz porque hemos escuchado en el mensaje del Santo Padre que es una realidad tan amplia en nuestra vida que nos involucra a todos y que involucra a todas las realidades de nuestra vida personal, social, comunitaria, es el mismo Reino de Dios que está entre nosotros, al compartir que es la paz, como una definición personal o como una experiencia personal, también nosotros nos vamos a ir ayudando a educarnos para este trabajo y este esfuerzo que tiene que ser en cada momento de nuestra vida y que tiene que ser diario, asique el compartir nuestros testimonios, nos van a ayudar a descubrir que estamos juntos en este camino por querer ser dóciles al Espíritu Santo que nos ayuda a vivir esta bienaventuranza: felices los que trabajan por la paz porque serán llamados hijos de Dios y que nos ayuda a actualizar la oración del salmista, nosotros esperamos más que el centinela a la aurora que el Señor nos regale este propósito de vivir el don de la paz.

 

No podemos olvidar que la mayor pobreza es la de no reconocer la presencia del misterio de Dios y de su amor en la vida del hombre que es lo único que verdaderamente salva y libera. En efecto, quien excluya a Dios de su horizonte, falsifica el concepto de la realidad y en consecuencia solo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas. La verdad de esta afirmación resulta evidente, ante el fracaso de todos los sistemas que ponen a Dios entre pared. Lo nuevo que Cristo viene a traer comienza a construirse en el corazón de cada hombre, pero necesita también ser transmitido como testimonio ante los demás para poder realizar este trabajo educativo que como sociedad nos debemos para construir con esperanza nuestro futuro, que por eso, la fuerza del espíritu en el trabajo por la paz cobra un papel tan preponderante porque si bien, la paz es un esfuerzo de los hombres y ese esfuerzo va en orden a esas realidades que el Santo Padre nos mencionaba, de recibir una formación que nos prepare para afrontar la realidad, la dificultad de construir una familia, el tener un puesto estable de trabajo, la capacidad efectiva de contribuir al mundo de la política, de la cultura, de la economía, es decir, todos estos desafíos que reclaman el esfuerzo humano necesitan también de la acción del espíritu. Por eso, al Espíritu Santo lo llamamos Espíritu de Paz y en Pentecostés el don del espíritu nos ha traído la paz y el gozo en el espíritu, es allí donde Dios mismo actúa para ayudarnos a construir este don de la paz.