17/02/2021 – Comenzamos a compartir los Ejercicios Ignacianos para transitar ésta cuaresma. Oramos juntos la oración del libro de la Sabiduría, la cual pedimos como don y nos abrimos a lo que el Espíritu nos quiera revelar en este tiempo:
“Dios de nuestros padres, Señor de misericordia, por tu Palabra hiciste todas las cosas, y por tu Sabiduría formaste al hombre para que domine a todas las criaturas por debajo de ti, para que gobierne al mundo con santidad y justicia, y tome sus decisiones con recta conciencia: dame pues la Sabiduría que comparte tu trono, y no me excluyas del número de tus hijos. ¡Mírame, soy tu sirviente, el hijo de tu esclava, un hombre débil cuya vida es breve, demasiado limitado para comprender la justicia y las leyes! Ni siquiera el más perfecto de los hombres será algo sin la sabiduría que viene de Ti. Me elegiste como rey de tu pueblo, como juez para tus hijos y tus hijas. Me has dicho que te construya un templo en la montaña santa, un altar en la ciudad donde habitas, a semejanza de esa Tienda celestial que habías preparado para ti desde el principio. Junto a ti está esa Sabiduría que conoce todas tus obras, que estaba contigo cuando hacías el mundo, que sabe lo que te agrada y está de acuerdo con tus mandamientos. Haz que descienda desde el cielo donde todo es santo, envíala desde tu trono glorioso, para que esté a mi lado en mis trabajos y sepa lo que te gusta. Porque ella todo lo conoce y lo comprende; ella me guiará con prudencia en todo lo que haga, y su majestad me protegerá: 12.Entonces te serán agradables mis obras, gobernaré a tu pueblo con justicia, y seré digno del trono de mi padre. ¿Quién, en realidad, podría conocer la voluntad del Señor? ¿Quién se apasionará por lo que quiere el Señor? La razón humana avanza tímidamente, nuestras reflexiones no son seguras, porque un cuerpo perecible pesa enormemente sobre el alma, y nuestra cáscara de arcilla paraliza al espíritu que está siempre en vela. Si nos cuesta conocer las cosas terrestres, y descubrir lo que está al alcance de la mano, ¿quién podrá comprender lo que está en los cielos? ¿Y quién podrá conocer tus intenciones, si tu no les has dado primero la Sabiduría, o no le has enviado de lo alto tu Espíritu Santo?Así fue como los habitantes de la tierra pudieron corregir su conducta; al saber lo que te agrada, fueron salvados por la Sabiduría.” Sabiduría 9,1-18
“Dios de nuestros padres, Señor de misericordia, por tu Palabra hiciste todas las cosas, y por tu Sabiduría formaste al hombre para que domine a todas las criaturas por debajo de ti, para que gobierne al mundo con santidad y justicia, y tome sus decisiones con recta conciencia: dame pues la Sabiduría que comparte tu trono, y no me excluyas del número de tus hijos.
¡Mírame, soy tu sirviente, el hijo de tu esclava, un hombre débil cuya vida es breve, demasiado limitado para comprender la justicia y las leyes!
Ni siquiera el más perfecto de los hombres será algo sin la sabiduría que viene de Ti.
Me elegiste como rey de tu pueblo, como juez para tus hijos y tus hijas.
Me has dicho que te construya un templo en la montaña santa, un altar en la ciudad donde habitas, a semejanza de esa Tienda celestial que habías preparado para ti desde el principio.
Junto a ti está esa Sabiduría que conoce todas tus obras, que estaba contigo cuando hacías el mundo, que sabe lo que te agrada y está de acuerdo con tus mandamientos.
Haz que descienda desde el cielo donde todo es santo, envíala desde tu trono glorioso, para que esté a mi lado en mis trabajos y sepa lo que te gusta.
Porque ella todo lo conoce y lo comprende; ella me guiará con prudencia en todo lo que haga, y su majestad me protegerá: 12.Entonces te serán agradables mis obras, gobernaré a tu pueblo con justicia, y seré digno del trono de mi padre.
¿Quién, en realidad, podría conocer la voluntad del Señor? ¿Quién se apasionará por lo que quiere el Señor? La razón humana avanza tímidamente, nuestras reflexiones no son seguras, porque un cuerpo perecible pesa enormemente sobre el alma, y nuestra cáscara de arcilla paraliza al espíritu que está siempre en vela.
Si nos cuesta conocer las cosas terrestres, y descubrir lo que está al alcance de la mano, ¿quién podrá comprender lo que está en los cielos? ¿Y quién podrá conocer tus intenciones, si tu no les has dado primero la Sabiduría, o no le has enviado de lo alto tu Espíritu Santo?Así fue como los habitantes de la tierra pudieron corregir su conducta; al saber lo que te agrada, fueron salvados por la Sabiduría.”
Sabiduría 9,1-18
El fin de los ejercicios es buscar y hallar la voluntad de Dios. Con este fin los Ejercicios de San Ignacio persiguen una doble acción:
a) Una serie de meditaciones y contemplaciones y de otras espirituales operaciones EE 1. b) Una acción mas interior mediante la cual ayudado por el que da los ejercicios se toma conciencia de las distintas mociones que se experimentan y así conocer la voluntad de Dios.
La primera acción es la práctica de la oración, la penitencia y el examen de conciencia, a lo cual se suma “el discernimiento de las varias mociones que en el alma se causan, las buenas para recibir, las malas para lanzar (EE 313).
Esta segunda acción es la que se llama discernimiento de la voluntad de Dios, allí el que hace los ejercicios no solo se pone frente a la verdad propuesta para la meditación y contemplación sino que el mismo encuentra su verdad.
En la expresión de los padres del desierto es actuación de un cierto sentido del alma, que no se expresa necesariamente mediante un juicio claro y distinto, sino que se desarrolla en la vida cotidiana y se pronuncia sobre el sentido, la orientación de las mociones interiores afectado: el ánimo o desánimo, la esperanza o la desesperanza, el coraje o el temor. Es muy importante pedir gracia de discernimiento para entrar a ejercitarse en el mes de San Ignacio.
Las meditaciones y contemplaciones son las que hacen que en nosotros se muevan las varias mociones espirituales las que según sea su orientación han de ser bienvenidas (las que son del buen espíritu) y rechazadas las que buscan desviarnos del camino de Dios.
El acompañante de los ejercicios es el que ayuda a distinguir lo que pasa, por eso es que a lo largo de las cuatro semanas tendremos un encuentro por semana para ir discerniendo las distintas experiencias interiores.
Para que los ejercicios tengan un óptimo resultado hay que respetar la materia objetiva a orar y o a meditar y el esfuerzo percibir claro en el sentir interior las distintas mociones. El camino que recorremos juntos es seguir en el alma de quien hace los ejercicios la acción del Espíritu Santo.
Estar atentos a los movimientos interiores no es igual a ensimismarse, sino saber captar lo que me está pasando en mi interioridad. Se trata de ver de donde viene y mas a donde va lo que mueve mi ser personal en orden a las motivaciones mas profundas. San Ignacio dice desde su experiencia: “presupongo ser tres pensamientos en mi, a saber, uno propio mío… y otros dos que vienen de fuera el uno que viene del buen espíritu y el otro del malo” (EE 32).
Eso desde fuera o desde dentro no resulta tan sencillo de distinguir, lo que si hay que decir que la solicitud desde fuera, es desde fuera de la libertad, la cual se ve en situación de elección en el marco de una dramática lucha entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas que durará hasta el fin de los tiempos (GS 37).
En lo profundo del corazón humano no hay más que dos movimientos: el amor y el egoísmo. Uno viene de la mano de Dios amor y el otro del pecado, personificado en “el enemigo de la naturaleza humana”, llamado Satanás.
En sentido escriturístico en Rm 7, 14 habla al igual que la patrística de: “espíritu y carne”, la primera el espíritu es mas interior.
Las mociones son las realidades concretas, subjetivas, que experimentamos dentro de nosotros, como pensamientos, deseos, gustos, sentimientos (EE 32) y espíritus son las realidades subjetivas que ocurren fuera de nosotros que son las que actúan influyendo en lo que pasa dentro nuestro, a estos les llamamos buen o mal espíritu según a donde nos oriente en relación al querer de Dios aquí y ahora. Los ejercicios nos van a ayudar en estos días a habituarnos a distinguir entre el buen y el mal espíritu y preguntarnos que moción se genera en nosotros (ánimo o desánimo, fervor o sequedad, coraje o sequedad) y saber así si colabora o no al buen camino.
En los Ejercicios nos capacitamos para como dice San Juan: “no se fíen de cualquier espíritu, sino examinen si los espíritus vienen de Dios” 1 Jn 4,1 o como dice Pablo: “examínenlo todo y quédense con lo bueno” 1 Tes 5, 21.
+ Tomar la Palabra Sabiduría 9, 1-18 + Pedimos gracia de sabiduría “para que yo pueda ordenarme en lo de todos los días y que pueda encontrar el espacio para hacer el ejercicio de cada día”. Poner día y hora y que sea innegociable.
Podés encontrar todo el material y los ejercicios de cada día haciendo click aquí
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