El amor puede más. El amor dignifica, suma e incluye

viernes, 31 de julio de 2009
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Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud.  Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo:  "Señor, si quieres, puedes purificarme".  Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo:  "Lo quiero, queda purificado".  Y al instante quedó purificado de su lepra.  Jesús le dijo:  "No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio".

Mateo 8, 1-4

El amor puede más

Para que entendamos el gesto de Jesús, la enfermedad de la lepra en su tiempo no tenía las respuestas que hoy tiene desde la ciencia y la medicina. La enfermedad de la lepra excluía de la vida social por su contagio y porque conducía a la muerte, al punto que el enfermo de lepra, considerado un castigado por Dios, vivía en las afueras de la ciudad y si se acercaba a la misma por algún motivo, debía gritar “lepra, lepra”, para que nadie se viera contagiado de esta enfermedad.

El que contactaba con un leproso era considerado impuro, maldecido, enfermo, excluido.

Esta descripción de la lepra nos ayuda a entender la grandeza del gesto de Jesús: Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado", queda redimido, queda salvado. Ésta es mi voluntad, lo quiero, dice Jesús. Jesús aparece rompiendo todos los códigos que han encerrado al leproso en un lugar de exclusión. Él se acerca, lo bendice, lo toca, lo reincorpora a la sociedad. Una vez más, Jesús aparece como un revolucionario a partir de la ruptura de los códigos que están construidos alrededor de las costumbres y de la ley, para mostrarnos que hay otro camino de grandeza para generar un nuevo modo de convivencia.

Es la fuerza del amor que mueve a Jesús a ir más allá. El amor rompe lo conocido y puede más; acortando distancias traumáticas, se presenta sanante, integrador. En la vida doméstica, familiar, social, vincular, uno ve que hay situaciones de vida que nos encierran y esclavizan. Modos vinculares que no dan respuesta a nuestras necesidades de estar saludablemente bien con los otros. Y cuando uno indaga un poco, se encuentra con toda una gama de miserias humanas, de dificultades propias de la soberbia del corazón, de los egoísmos, vanidades, ligerezas, pocas consideraciones, un entramado de vicios y desencuentros…

Vamos encerrándonos y quedándonos al margen uno de otros, quedándonos sin lo más rico que tenemos para vivir, que es el aprender a estar con los demás. Nosotros cargamos con nuestras propias “lepras”. Para salir de esos encierros está el amor de grandeza que rompe los límites y va por más. Es el amor de Jesús, que limpia y purifica, libera del pecado y saca de la exclusión, promueve. El amor esconde en su propia naturaleza una fuerza transformadora, que posibilita el ir más allá de nuestros límites, de lo que la razón marca.

El amor dignifica, suma e incluye

Jesús tiene locura de amor por los excluidos. Su amor es compasivo y carga sobre sí mismo a los que sufren, aún contra las críticas de la gente. Jesús incluye, suma, dignifica y promueve. Cuando el amor es genuino, hace todo esto.

Jesús pone de pie: lev&aa