El amor que transforma nos lleva a la union con Jesus

miércoles, 3 de agosto de 2011
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Juan de la Cruz nos lleva de la mano al encuentro de su espiritualidad diciéndonos sencillamente que el amor que transforma es el amor que nos lleva a la unión con Jesús.

 

Mientras Jesús nos va acompañando en el peregrinar, la aspiración del corazón es llegar a ser uno con Cristo.

Por eso nos parecía bueno en esta mañana proponerte el texto:

 

 

¡Mi amado es para mí, y yo soy para mi amado, que apacienta su rebaño entre los lirios!

 

                                                              Cantar de los Cantares 2, 16

 

Lo unimos a la misionalidad esto, porque claramente en el Cantar de los Cantares, el autor dice que justamente esta presencia de amor de Dios, que apacienta a su rebaño, con el que se une a la experiencia del que se sabe profundamente amado de Dios y se hace uno con Él.

Juan de la Cruz a esto lo llama matrimonio espiritual, o unión mística le dicen otros.

Otros dicen que es la experiencia de ser uno con Cristo.

El sentido es este, el amor de Dios y su fuego es tan grande que además de purificar funde el alma en Dios.

 

San Juan de la Cruz dice que el hombre comete un grave error cuando se conforma con vivir sólo en gracia de Dios, renunciando a la unión total con Él.

No se trata sólo en no pecar o de estar en gracia, se trata de más, de estar uno en Cristo. Vivir en gracia equivale a ser amigo de Dios. Llegar a ser la unión es contraer una especie de matrimonio espiritual, dice Juan de la Cruz. Dios se entrega al alma y ésta se entrega a Dios hasta fundirse sin confundirse, hasta arder en una misma llama, sin mezcla de otros sentimientos que no sean los del amor.

El amor iguala, dice en este sentido San Agustín, el amor nos asemeja. De hecho pasa no, viste cuando dos son muy amigos y tienen ese amor profundo de amistad, sus expresiones, sus gestos, sus miradas, su comprensión de la realidad, los hace uno.

El cambio de la realidad cultural en la que vivimos no es fruto de alguna estrategia solo de aplicación de una serie de normas que nos orientan en un mismo sentido acordado, tiene que ver con eso pero vivido en una clave de fraternidad cuyo punto de arranque es un amor que nos hermana. Es decir, no vamos a superar las distancias que hay entre sectores, lugares diversos de la vida social en un sentido de confluencia cultural en un mismo orden, si no hay una gracia de amor que congrega.

En los principios de la revolución francesa se han olvidado de uno, de la fraternidad. Igualdad, libertad ¿y la fraternidad dónde quedó? Tal vez en ese esté justamente la libertad y allí se encuentre la libertad. El don de la fraternidad nace de un corazón que sabiéndose amado se entrega en el amor. Mi amado es para mí y yo soy para mi amado que sale a recorrer los caminos y pastorea a los que están entre los lirios.

 

La misionalidad es esto, la misionalidad que estamos trabajando va en orden a esto mismo, a encontrar en la fuerza del amor de Dios, lo que nos impulsa a ir con Él tanto más allá como el Señor quiere estar.

Vos y yo sabemos cuanto bien hace la presencia de Jesús a través de este instrumento que se llama Radio María.

Misinemos con ella. La misionalidad va a multiplicar la presencia de Jesús más de lo que hasta aquí hemos visto.

 

Juan diego es un gran misionero, porque diego tiene impreso en su tilma y también en su corazón la imagen de María, en él se da realmente este desposorio con Cristo y en todo misionero se espera lo mismo. De tal manera que el misionero cuando habla de Cristo no habla de una idea, una doctrina, de una devoción, habla de un encuentro que grabó Dios en su amor en su corazón y así como dejó el Señor gravada la imagen de la virgen en Juan Diego, en todos y cada uno de nuestros misioneros tiene que quedar impresa la imagen de María de la Paz.

 

Cuando una persona de verdad ama, es porque se ha encontrado con algo que le sacó de sí el deseo profundo de ser lo que está llamado a ser. Dentro de nosotros está el secreto más escondido, el Tesoro del que habla Jesús en el evangelio. ¿Y cuál es ese secreto? Que para el amor fuimos hecho y mientras no terminamos de encontrar el camino que nos lleva a sacar de nosotros la capacidad de amar y de ser para los demás, no terminamos de encontrar la razón por la cuál vivir, y en ese sentido el que muestra el camino del amor por el sendero de la humildad y de la confianza nos llama a amar de tal manera que nos parezcamos a Él. Y al punto tal se produce esta semejanza que nos hacemos uno con Él. Esto es lo que Juan de la Cruz plantea cuando nos invita a subir hacia el monte. Nos invita a ser de verdad presencia de amor en el corazón mismo de la humanidad. Esta presencia de amor no es de un amor cualquiera. Es un amor transformante, que nos hace nuevos, que nos cambia verdaderamente, que nos transfigura. De ese amor estamos por así decirlo, embarazados. Pero para dar a luz ese amor en profunda y completa unidad con Cristo Jesús, es necesario correr un camino que nos lleva a la unión profunda con Él. Es un amor que transforma.

OH noche que guiaste, OH noche amable más que la alborada, OH noche que juntaste amado con amada, amada en el amado transformada.

De esto se trata. De esto que leíamos en el Cantar de los Cantares.

 

Mientras vamos recorriendo el camino de la misionalidad, y nos vamos sumando en este sentido, en este mes de agosto preparando desde ahora los corazones misioneros en tantos lugares, que es dónde estás, en donde sabes que tiene que estar la presencia de María, quisiera invitarte a este lugar, no de ir de cualquier modo a la misión, sino ir desde este lugar renovado, renovada en el amor. Amor que es amor transformante. Amado Dios con la amada, con vos amado por Dios.

Tu amor, tu experiencia de amor en Él, el amado, se hace gracia de transformación.

 

 

Vos y yo sabemos que la realidad en la que vivimos hay que transformarla. La misión es eso, no es sencillamente divulgar un mensaje, es transformar la realidad. A esto te estamos invitando en este día de comienzo de campaña misionera, a decirle a Dios que venga a tomar todo nuestro ser para que la misionalidad nos lleve a transformar nuestra Argentina.

 

         

                                                                       Padre Javier Soteras