El anuncio de la resurrección

martes, 21 de abril de 2009
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Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y corrieron a dar la noticia a los discípulos.  De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo:  “Alégrense”.  Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él.  Y Jesús les dijo:  “No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán. Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido.  Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero, con esta consigna:  Digan así:  “Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos”.  Si el asunto llega al oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo”.  Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna.  Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.

Mateo 28,8-15

El primer punto de nuestro encuentro reza así: “La pascua una sorpresa tras otra”.

Las mujeres comienzan su peregrinar, de madrugada muy temprano, el domingo después de que Jesús ha muerto, de haber atravesado todo un sábado en vigilia, pensando quién nos va a correr la piedra del sepulcro. La piedra, primera sorpresa, ya está corrida. Segunda sorpresa, entran al sepulcro y el cuerpo de Jesús, no está allí, piensan ellas que se lo han llevado. 

Tercera sorpresa un ángel les dice: “¿A quién buscan, a Jesús?, no está aquí, ha resucitado, no busquen entre los muertos al que está vivo”. Cuarta sorpresa, salen temerosas de allí con semejante anuncio y, en la delicadeza de su amor, Jesús se les presenta para llenarlas de gozo y de consuelo. Su temor se disipa, las invita a alegrarse, a apartarse del miedo.

Quinta sorpresa, pone a las mujeres en camino a ser las primeras apóstoles de las apóstoles, vayan a decir a mis hermanos en Galilea me verán. La Pascua es una gran noticia, llena de matices, llena de colores, a la que somos invitados a abrirnos, saliendo del lugar conocido por nosotros para ir a aquel lugar no sabido, el desconocido.

La Pascua es una invitación a habituarnos a lo nuevo. Solemos decir, a esto o aquello ya estoy acostumbrado, suele ser lo que hemos ya caminado, lo sabido, en lo que nos repetimos, lo rutinario, lo que se nos ha hecho callo, carne. La Pascua es una sorpresa que viene a abrirnos de aquél lugar sabido, conocido, donde nos repetimos, donde la rutina se nos hizo callo, donde la vida se nos ha hecho una costumbre.

Es vida nueva la Pascua, no es vida ya sabida, es vida que hay que aprender a reconocer. Nos va llevando de una alegría a la otra, con serenidad y con confianza somos invitados a las sorpresas pascuales, como las mujeres, déjate llevar por la Pascua de Jesús y cuéntanos que sorpresas vas encontrando desde el sábado a la noche hasta aquí, que gratas sorpresas, que gratos recuerdos y alegrías, que gratas presencias que te hablan en lo sencillo y en lo simple, en tu Galilea que Jesús ha resucitado.

La consigna para compartir en este día es, de que sorpresa te habla la pascua, en qué has sido sorprendido en estos días, que grata sorpresa ha venido a tu corazón, te ha visitado en estas jornadas de celebración pascual, como la celebraste, como Jesús resucitado te sorprendió y te invitó a lo nuevo.

El segundo punto de nuestra reflexión de hoy es: “La gran noticia de Jesús, alégrense”.

Cuando uno es sorprendido por una noticia, suele decir, no sé que decir, ese no sé que decir se traduce también por un no saber qué hacer, no saber qué contestar, no saber como agradecer, es más hasta corporalmente uno puede decir que está como “incómodo”. Jesús conoce la incomodidad que genera lo que está sucediendo.

La incomodidad de haber ido hasta aquel lugar con un pensamiento, quién nos correrá la piedra y la piedra está corrida. La gran sorpresa que incomoda, que no sabe qué hacer ante la noticia de que el cuerpo allí no está, la incomodidad, es decir la falta de orden ya establecido que genera el hecho de recibir la noticia: “No lo busquen aquí, está vivo”, ¿cómo que está vivo, y dónde está vivo?.

Todo es como una gran incomodidad, por una gran sorpresa, la sorpresa de lo nuevo. La mejor respuesta desde dónde ubicarse para no perderse entre lo que nos sorprende, es la alegría. La mejor manera de responder al hecho de ser sorprendidos y desacomodados por la sorpresa es alegrarse. Y por eso Jesús sale al encuentro de las mujeres sorprendidas por todo lo que está ocurriendo, incomodadas por todo lo que está aconteciendo, bajo el signo del temor y sin saber que hacer, diciéndoles “Alégrense”, sencillamente alégrense.

Con la Pascua y por cincuenta días vamos hacer un camino discipular de alegría. la Pascua dura estos cincuenta días que nos enseñan a alegrarnos, así como la cuaresma, fueron cuarenta días donde hicimos el re aprendizaje penitencial de vuelta a Dios por el camino del ayuno, la oración y la vida de caridad ofrendada a Dios en los hermanos con gestos de misericordia, la Pascua, estos cincuentas días de resurrección de Jesús, es para aprender a alegrarnos, hacer el aprendizaje de la alegría. la alegría pascual nos devuelve el centro frente a lo que nos sorprende, frente a lo que nos ha desacomodado, lo que nos ha sacado de lo ya conocido.

“Alégrense” es la palabra de Jesús y, más que un mandato es una palabra creadora. Dejemos que esta palabra, “Alégrense”, vaya como calando hondo, dejando que el Señor la pronuncie de muchas maneras, en aquellos lugares dónde necesitamos que resuene como palabra llena de esperanza, de fortaleza, como palabra que nos invita a la lucha con la confianza de saber que el triunfo está asegurado, como palabra que consuela en el dolor, como palabra que se hace mensaje para los hermanos que la necesitan.

“Alégrense”, alégrense dice Jesús. Es más que un mandato, es una palabra creadora que trae la verdadera vida nueva, la vida pacificadora y movilizante. Esta es la vida pascual. La vida de la Pascua es vida que pacifica y vida que moviliza. La Pascua trae la paz, por una sola razón, la muerte como lo más inquietante para la vida ha sido vencida.

Esto no puede callarse, esto tiene que decirse y, por eso la Pascua se hace movilidad en el anuncio. No hay lugar para la tristeza, no hay lugar para la angustia, no hay lugar para la oscuridad, ha desaparecido la sombra, tal vez si algo de sombra, oscuridad o tristeza, angustia o desesperación formaba parte de nuestra convivencia de todos los días y el lugar desde donde estábamos parados para sostenernos en lo cotidiano, ahora somos sorprendidos porque todo esto ya no está.

No busquemos entre los muertos al que está vivo, no busquemos más la tristeza como el lugar desde dónde la angustia, como el lugar desde dónde la desesperación, como el lugar desde dónde vivir. Es la alegría, es la Pascua de Jesús la que nos sorprende y la que nos invita a vivir en una clave nueva. Alegrémonos desde el Señor, dejemos que su alegría resucitada colme nuestros corazones y vaya ganando en camino discipular nuestro corazón lo vaya habituando a moverse en este sentido.

Hagamos un aprendizaje sereno, constante, discipular, vayamos desaprendiendo lo que no es alegría y dejemos que sólo la alegría sea nuestro gran mensaje en nuestro modo de estar parado en la vida y enfrentar todo lo que de angustia y tristeza se presenta en el mundo que nos la quiere robar.

“Alégrense” es el mensaje de Jesús. “no se inquieten, no tengan miedo”. Ellas iban temblorosas, dice la palabra, ante el anuncio que habían recibido, no sabían que hacer, estaban sorprendidas, de sorpresa tras sorpresa, habían sido como sacadas de aquel lugar con las que estaban habituadas a enfrentarse a la muerte misma, también a la del Maestro. Ahora la muerte ha sido vencida, y la única manera de ubicarse frente a esto es alegrándose. “Alégrense” es el mensaje de Jesús, más que un mandato es una palabra creadora.

El tercer punto de nuestro encuentro de hoy, “Galilea, el lugar de la Pascua”

Las mujeres reciben un mandato por parte de Jesús, “díganle a los discípulos que vayan a Galilea que allí me verán”, antes han recibido otro, “no busquen entre los muertos al que está vivo”. Galilea y el lugar de los muertos como dos contrapuntos, el lugar de los muertos es el sepulcro, Galilea es el lugar de la vida. No busquemos entre los muertos al que está vivo.

Busquemos al que está vivo entre los que están vivos. En Galilea. Galilea es el lugar de lo habitual, de lo cotidiano, de lo de todos los días. Busquemos entonces al que está vivo entre los amigos, entre los compañeros de oficina, entre los vecinos, entre los familiares. Cristo vive en cada acontecimiento cotidiano hay presencia de resurrección, aún en los lugares de más dolor, de más sufrimientos.

Cristo ha resucitado. No hay lugar para la muerte, es decir, no hay lugar para todo aquello que trae mensaje de muerte, la queja, el recuerdo desagradable, la melancolía de un tiempo que fue, que pasó y ya no está, la poca esperanza frente al tiempo nuevo que vendrá, no hay lugar. Galilea es el lugar de la vida, porque Galilea representa lo cotidiano, es el hábitat primero de la comunidad. Galilea es el lugar primero donde Jesús compartió con ellos. Que vayan allí donde nos encontramos y donde nos seguiremos encontrando.

“Yo me voy” dice Jesús, pero al mismo tiempo me quedo para siempre con ustedes. “vuelvo al Padre y me quedo con ustedes, ustedes vienen conmigo, donde Yo esté estarán también mis discípulos”. Ahora todo lugar cotidiano es experiencia, vivencia de eternidad. Galilea, tu Galilea, tu lugar sencillo, tu cocina, tu patio, tu carnicería, verdulería, ahí donde haces las compras, ahí donde te mueves entre tus amigos, tu escritorio donde te sientas a estudiar es tu Galilea. Jesús está resucitado. No busquemos en otro lugar, busquemos entre nuestras cosas, entre los que están vivos al que está vivo. Jesús no está entre los muertos, Jesús está vivo.

Todo lugar de vida es lugar de resurrección. No busque entre los muertos al que está vivo. Esta es la gran noticia que nos hace salir de nosotros mismos. Esa salida de nosotros mismos desde la experiencia de la vida de Jesús que ha vencido la muerte es fruto de un gran amor que puede más que todo. lo que nos hace salir al encuentro del que está vivo entre los vivos, el apartarnos de la muerte es el amor que ha vencido.

Es la experiencia del amor de Jesús que ha vencido. ¿Estás siendo sorprendido por la Pascua? ¿Hay sorpresa pascual en tu vida?. Sorpresa tras sorpresa, ¿Te sentís desacomodado ante tanta belleza de novedad? Nada mejor que alegrarte, alégrate en Jesús. Está vivo. Cincuenta días de aprendizaje en la alegría. Como hicimos cuarenta días de aprendizaje penitencial.

Cincuenta días discipulares intensos de gozo, de alegría, y de paz. Recibí este don del cielo y aprovecha para recuperar tu vida desde donde merece ser recuperada, desde el mensaje de Jesús creador, “Alégrense”, alégrate Jesús ha resucitado.

Que el Señor nos siga regalando mucha Pascua, mucha alegría, mucho gozo, mucho don de resurrección. Que su presencia se multiplique en distintos lugares de nuestro camino, que a cada paso, como a las mujeres, hoy nos encontremos con su mensaje “Alégrense” y que la alegría como palabra creadora de Dios colme todo el ambiente que nos rodea. Que sea Pascua de resurrección para todos.

Padre Javier Soteras