22/10/18- Todos los lunes te contamos un cuento para abordar diversas temáticas que ayudan a elaborar sanamente las dolencias y a seguir en el camino de la salud salvación. Así, el Padre Mateo Bautista, sacerdote Camilo, Master en pastoral de la salud y Licenciado en teología moral y espiritual, nos acompaña en el ciclo: “Te cuento un cuento para sanar”.
¿Hay que educarnos en el arte de elaborar el sufrimiento?
Para dar respuesta a esta pregunta el Padre Mateo nos invitó a conocer el siguiente relato:
El sufrimiento es como una tortilla de papa
En el aula universitaria, al catedrático le tocaba explicar el tema del sufrimiento, cuestión ciertamente ardua y compleja. Aportó sugerentes reflexiones, citó célebres autores, presentó últimas teorías según diversas ciencias e ilustró su exposición con ejemplos convincentes. Pero quería saber si sus oyentes habían captado íntegramente su discurso.
Algunos alumnos ratificaron las ideas principales de la exposición comentando experiencias personales; otros alegaron que el sufrimiento es muy personal y que supera el encuadre de cualquier teoría. No pocos hicieron notar la diferencia entre dolor y sufrimiento. En fin, se notaba que el alumnado había captado el mensaje y que le había interesado vivamente la cuestión.
Cuando el asunto parecía concluido, un alumno levantó la mano pidiendo la palabra.
Profesor, puedo decir, según mi pobre opinión, qué es el sufrimiento.
Adelante, adelante.
Por propia experiencia, yo creo que el sufrimiento es como una tortilla de papa.
Ante tal ocurrencia, unos quedaron sorprendidos, otros sonrieron y el catedrático quedó expectante.
Sí, el sufrimiento es como una tortilla de papa. Y ustedes, colegas, me van a ayudar a explicarlo. Veamos, ¿cómo se hace una tortilla?
De nuevo todos sonrieron. El orden del aula parecía alterarse pero la demanda de colaboración atrajo la atención comunitaria.
Lo primero, hay que pelar las papas. Y cuanto más finas, mejor, – aportó con soltura una compañera al parecer conocedora del arte culinario.
Y hay que poner los huevos – fue el comentario decidido de un varón de la primera fila
¿Y cómo? ¿Enteros? – interrogó intencionadamente el alumno expositor.
No, hombre, hay que romperlos – fue la respuesta con cierta sorna.
Risas y comentarios sotto voce.
Y también, cebollas. Al menos mi vieja lo hace así. Porque yo, ni loca. Me hacen llorar como una magdalena – añadió una linda chica con tono muy distendido.
En este momento, el alumno que explicaba su peculiar teoría sobre el sufrimiento se puso de pie y, gesticulando a la vista de todos, sugirió:
Aquí tenemos las papas finas, los huevos, naturalmente rotos, – mirando de reojo a su compañero de la primera fila – y las cebollas. ¿Y con qué mezclamos todo esto?
Y simulando un coro todos canturreaban con buen sentido del humor:
Con-acei-te, con-acei-te, en-una-sar-tén, en-una-sar-tén.
El catedrático movía la cabeza, sonreía con una leve mueca pero no perdía ni un ápice de lo que allí pasaba, como si estuviera tomando nota.
Bueno, ¿y dónde ponemos la sartén?
De nuevo, todos a coro.
En-el-fue-go, en-el-fue-go.
Gracias, compañeros. Son ustedes magníficos pinches de cocina. Pero hay fuegos y fuegos. La tortilla es mejor hacerla a fuego lento, muy lento. Ya-la-ten-go-ca-si-he-cha, – cantaba ahora él mientras imaginariamente simulaba mover la sartén circularmente.
Y guardando un repentino silencio que hizo prolongar por casi un minuto, con además serio prosiguió:
¿Y nos vamos a quedar en un eterno silencio mientras cocinamos? Hay mucha gente que cuando “está frita” se queda muda. ¿Qué más hay que hacer con esta tortilla?
Cocinero trucho, si no le das la vuelta, se te quema tu tortilla, – se oyó desde el fondo del aula.
El comentario produjo risas estruendosas.
Gracias, compañero. Muy buena tu observación.
Y levantando enérgicamente la mano derecha, como si en ella tuviese la sartén, reiteradamente hizo ademán de dar vuelta la tortilla.
Aquí está nuestra tortillita, ¡hum, doradita, sabrosita, qué rica! ¿Y me la voy a comer yo sólo? No. Voy a compartirla, porque así sabe mejor. ¡Buen provecho para todos, compañeros!
Y remató su pedagógica exposición.
Nosotros somos la tortilla. Nosotros somos los cocineros. Profesor, esto es el sufrimiento y lo que hay que hacer con él.
El catedrático sonrió y exclamó:
¡Muy bueno, realmente muy bueno! Gracias. Chicos, aprendamos la lección.
¿Cuál es la Moraleja de este cuento?
Da la vuelta al sufrimiento.
Si no, te quemarás
y quemarás a los otros.
Pasa del sufrimiento al crecimiento.
“El sufrimiento es algo difícil de explicar. No se ubica en ninguna parte de la persona. Y si no se transforma, quema. El sufrimiento, aunque es personal, es muy comunitario. En fin, es como una tortilla de papa…”
El sacerdote camilo nos invitó a reflexionar:
El sufrimiento, ¿corta a pedazos nuestros esquemas vitales?; ¿nos hace llorar y nos quema por dentro? ¿nos deja inmersos en la tristeza y desconcierto? .
El sufrimiento, ¿tiende a aislarnos y a incomunicarnos? ¿nos hace mirar lo que perdemos y nos vuelve ciegos ante lo que podemos madurar?
El sufrimiento, ¿es personal o comunitario? ¿es positivo o negativo? ¿me lo tengo que tragar yo solo?
¿Qué pasos debemos dar si el sufrimiento “nos quema” por dentro?
El Padre Mateo nos recomendó:
-Aceptar la realidad, asumir la situación
-Expresar la herida interna
-Pedir ayuda
-Ponernos en actitud de escucha
-Clamar a Dios ayuda a través de la oración. “Señor ayudame…
-Conocer que el sufrimiento necesita tiempo para poder elaborarlo
-Ser humildes
No te pierdas escuchar la entrevista completa en la barra de audio debajo del título.
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