El baile

lunes, 13 de febrero de 2012
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En el antiguo Israel, igual que en otras culturas, el baile era una forma de culto a Dios.

En hebreo existen al menos once palabras distintas para decir bailar, lo cual es una evidencia de que el ritual coreográfico era extenso y altamente sofisticado.

 

El primer baile en honor de Dios y su amor victorioso lo encontramos realizado por Miriam, la profetisa, y las mujeres después del cruce del Mar Rojo:

 

20Entonces Miriam, la profetisa, que era hermana de Aarón, tomó en sus manos un tamboril, y todas las mujeres iban detrás de ella, con tamboriles y formando coros de baile. 21 Y Miriam repetía:

“Canten al Señor, que se ha cubierto de gloria:

él hundió en el mar los caballos y los carros”. (Ex 15,20-21)

 

Miriam cumple la función de todo profeta o profetisa: movilizar al pueblo para que reconozca el paso de Dios por su vida. Y esto ella lo hace cantando y bailando. Probablemente este antecedente influyó para que en las procesiones hacia el templo las mujeres se encargaran de la animación litúrgica con el canto y el baile:

 

25 Ya apareció tu cortejo, Señor,

el cortejo de mi Rey y mi Dios hacia el Santuario:

26 los cantores van al frente, los músicos, detrás;

las jóvenes, en medio, van tocando el tamboril.

27 ¡Bendigan al Señor en medio de la asamblea!

¡Bendigan al Señor desde la fuente de Israel! (Salmo 68,25-27)

 

 

 

Había danzas para expresar la alegría comunitaria, y varios pasajes de la Biblia presentan el baile como la situación opuesta al lamento:

 

3 De lejos se le apareció el Señor:

Yo te amé con un amor eterno,

por eso te atraje con fidelidad.

4 De nuevo te edificaré y serás reedificada,

virgen de Israel;

de nuevo te adornarás con tus tamboriles

y saldrás danzando alegremente;

5 de nuevo plantarás viñas

sobre los montes de Samaría. (Jer 31,3-5)

 

Ver también  Ecl 3,4; Jer 31,13, Lam 5,15.

 

  • Bailes de victoria: Jc 11,34; 1 Sam 18,6
  • Bailes de petición, como en el caso de los sacerdotes de Baal: 1 Re 18,26
  • Bailes para agradecer la cosecha: Talmud, Suk. 51 b 532
  • Bailes de idolatría, ante el becerro de oro: Ex 32,19
  • Bailes de cortejos y casamientos
 

Después de la destrucción del templo de Jerusalén por los romanos en el 70 d.C., se prohibió la música en las sinagogas y ya no hubo lugar para las danzas populares en los recintos sagrados. Había llegado el tiempo de la lamentación. Quedaron unas pocas excepciones; la más notable, la danza que celebraba la santificación de la luna nueva: “El celebrante debe mirar atentamente la luna y debe realizar tres bailes delante de la luna”.

Hoy en día, el canto y el baile tienen un importante lugar en la liturgia judía. Se destaca la fiesta de Simjat Torá (fiesta de la alegría de la Torá), en la cual los fieles bailan con el rollo de la Biblia. (Adaptado de “The Torah, a modern commentary”, W.G.Plaut)

 

Los salmos exhortan a alabar a Dios con canto y baile:

 

Sal 30,11; 149,3; 150,4

 

El profeta Sofonías dice que Dios mismo baila con gritos de alegría por nuestra salvación:

 

16 Aquel día, se dirá a Jerusalén:

¡No temas, Sión,

que no desfallezcan tus manos!

17¡El Señor, tu Dios, está en medio de ti,

es un guerrero victorioso!

Él exulta de alegría a causa de ti,

te renueva con su amor

y danza por ti con gritos de  alegría,

18 como en los días de fiesta. (Sof 3,16-18)

 

 

Jesús y el baile

 

No hay escenas del evangelio que muestren a Jesús bailando. Sin embargo, sabemos que Jesús iba en procesión al templo (Lc 2,41-42; Jn 2,13) y asistió a diversas fiestas, concretamente fiestas de bodas (Jn 2,1-12). Por lo tanto, tenemos que suponer que participó de la liturgia tal como lo hacía su pueblo en aquellos tiempos, cantando y bailando.

Cuando Jesús presenta su estilo de predicación y de anuncio del Reino, en contraposición al estilo austero de Juan Bautista, lo hace usando imágenes relacionadas con la música y el baile:

 

31 ¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? 32 Se parecen a esos muchachos que están sentados en la plaza y se dicen entre ellos:

“¡Les tocamos la flauta,

y ustedes no bailaron!

¡Entonamos cantos fúnebres,

y no lloraron!”.

33 Porque llegó Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y ustedes dicen: “¡Ha perdido la cabeza!”. 34 Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “¡Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores!”. 35 Pero la Sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos». (Lc 7,31-35)

 

 

“Jesús, el bon vivant, lanzó una llamada de arrepentimiento muy distinta a la de Juan. Sen­tando a su mesa también a los recaudadores de impuestos y a los pecadores, los parias de la sociedad judía en el aspecto religioso, Jesús ofreció un fácil y alegre camino de entrada en el Reino de Dios que él proclamaba. Pero, en un arrebato de puritanismo, "esta generación" se dijo que no era posible que ningún santo profeta enviado por Dios adoptase un estilo de vida tan libre y dado al placer, ni que se codease con la moralla religiosa ofreciendo seguri­dades sobre el perdón de Dios sin exigir el debido proceso de reinserción en la sociedad religiosa judía. Si ese Jesús era un comilón y un borracho ¿cómo podía ser un verdadero profeta y reformador? Así, "esta generación" rechaza las llamadas al arrepentimiento de un Juan demasiado ascé­tico y de un Jesús demasiado alegre.”

(J.Meier, Un judío marginal, Tomo I, Ed. Verbo Divino)