El Cuerpo de Cristo

martes, 26 de agosto de 2008
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“Así como el cuerpo tiene muchos miembros, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo”.

1 Corintios 12; 12

Sin duda el pan del que habla Pablo es el pan que se parte en la mesa de la celebración de los primeros cristianos en la cena del Señor, es el pan de la eucaristía. Los evangelios sinópticos dan un relieve muy especial al momento en que Jesús durante la última cena, rezo la acción de gracias y después de partir el pan en el ámbito de ese compartir fraterno, donde dejo la herencia mas hermosa de todas, el mandato de la caridad, El lo entrega a los discípulos diciendo que este era su cuerpo. De la misma forma la copa con el vino que ofreció ese que se incorporaba al final de la celebración pascual judía, se transformaba a partir de ahora en su propia sangre.

Lucas describe la fracción del pan, hecha por Jesús después de su resurrección, cuando en el capítulo 24 de su evangelio nos ofrece ese hermoso texto de los discípulos de Emaus, quienes peregrinan en la escucha de la palabra que Jesús, peregrino oculto, les anuncia y al mismo tiempo de cómo allí se parte el pan fraterno, quedate con nosotros Señor y el pan eucarístico, cuando el pan de la palabra y el pan de la eucaristía, del compartir fraterno se abren en el compartir con Jesús, ellos descubren allí mismo que era el Señor quién había caminado con ellos, hasta el momento solo habían percibido algo, que una novedad se había despertado en sus corazones, ardía interiormente cuando escuchaban los relatos de la palabra y ahora no podían callar lo que habían recibido y lo que habían escuchado, se decidían ir hasta donde estaban los hermanos que todavía, según ellos, no conocían lo que habían descubierto, en realidad cuando llegaron allá lo confirmaron, es verdad el Señor se ha aparecido a Simón y nos ha dicho esto y esto.

El pan de la eucaristía, el pan de la palabra, la fracción del pan de la palabra y el pan de la eucaristía. Esta es la que Pablo dice: preside la comunidad.

Tanto en los tiempos del Antiguo Testamento como en el ambiente judío de la época posterior, la expresión partir el pan indica la realización de una comida, común, sin ninguna referencia a ningún ritual sagrado, es habitual esto de partir el pan, el pan congrega, el pan reúne, el pan como alimento sustancial ha estado presente en Israel como figura de comunión. Partir el pan en una misma mesa compartida, es expresar un mismo destino, una misma suerte, compartir un mismo camino.

Jesús ha elegido esto para bendecir a Dios, el del universo que hace brotar el pan de la tierra, como se oraba en el Antiguo Testamento, allí cuando se hacía esta oración en la fracción del pan familiar, todos respondían amen. Esta oración es la que ha tomado la iglesia cuando se presenta el pan y el vino en el altar y reza el que preside la celebración eucarística la oración comunitaria por excelencia, bendito seas Señor, Dios del universo, que haces brotar el pan. Nosotros decimos que nos das el pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre. En el Antiguo Testamento se decía: que haces brotar el pan de la tierra.

Todos decimos amen, así es, estamos seguros que el pan nuestro de cada día brota del amor de Dios y surge de la tierra como un grito y un clamor de justicia para que a nadie le falte el pan que necesita para vivir dignamente y nosotros no podemos sino que comprometernos con ese grito de la tierra de donde brota el pan como acto creador de Dios en el trabajo del hombre que lo recrea y ese grito por el pan compartido con los que mas necesitan y mas pueden, es el compromiso que se asume desde la mesa del altar, por eso Pablo va a insistir en que en la mesa eucarística no pueden estar ausentes los que mas necesitan , es mas va a decir que si esto ocurre en la comunidad, habrá que buscar los modos de que todos puedan acceder a los bienes de toda la vida, para vivir dignamente con un trabajo creativo, para que a nadie le falte lo necesario para vivir dignamente, esto es lo que se espera de la celebración eucarística nuestra, no es una celebración puntual donde nosotros podemos permanecer indiferentes ante el grito que surge del pan que se comparte, ese que brota de la tierra y que es transformado en el cuerpo de Jesús, sino que desde ese mismo grito de justicia y de solidaridad, multiplicarse para trabajar sobre un mundo donde el pan debe ser para todos, no para algunos pocos.

La realidad del mundo que padece hambre, que sufre las consecuencias de la injusticia, recibe una celebración en muchos rincones del mundo mismo , eucaristía que busca transformar el corazón de la que ella participan para que se comprometan a trabajar por un mundo que sea mas justo, mas solidario, mas fraterno. De eso se trata justamente el trabajo de las manos que se abren en Manos Abiertas en Argentina y nos permiten gozar de este pan partido en manos de tantos hermanos que reciben del corazón de hombres y mujeres, que creen en un mundo distinto, la bondad de un trabajo por transformarlo.

Comprometiéndose con los mas pobres entre los pobres, al modo de quién es allí el patrono de la obra, quién hoy justamente Manos Abiertas celebra que nos dejó un hermoso legado en todo América Latina, Alberto Hurtado, este sacerdote jesuita que justamente en el rostro de los pobres encontró a Cristo y se decidió a salir a su encuentro, compartiendo el pan con aquél que daba el pan para que a nadie le falte el alimento que hace falta para vivir dignamente.

El pan de la eucaristía que se celebra en la mesa dominical cristiana es un clamor de la tierra que nos invita, así como allí se transforma en el cuerpo y la sangre de Jesús, a transformar la realidad en la que vivimos para que a nadie le falte el pan nuestro de cada día.

El pan que compartimos no es acaso el cuerpo de Cristo. El cuerpo de Cristo dice Pablo, es la comunidad. Compartir el pan en la mesa, es compartir la vida en común, presidida por Jesús que se ha quedado en medio de nosotros bajo este signo y nos invita a vivir en clave comunitaria al estilo como El vivió y de hecho cuando la comunidad se construye en torno a la eucaristía, El se hace a imagen de Cristo mas palpable se descubre la presencia del Señor que se anuncia y se comunica.

El mundo entiende este lenguaje cuando desde la unidad y bajo el signo del amor, nosotros nos hacemos testigo de ese lugar fuente, desde donde brota como de un manantial, el don que se quiere comunicar al mundo. En este sentido la eucaristía es el comienzo de la vida del pueblo de Dios y es el lugar también donde se celebra definitivamente el camino recorrido como cuerpo en torno al misterio de Jesús en medio nuestro y por eso el cuidado que hay que tener desde el ámbito de la eucaristía a los vínculos fraternos en torno a los cuales el cuerpo de Cristo, cabeza y miembros, buscan articularse para ser un mensaje único comunicado a un mundo que tiene hambre de este amor que unifica, congrega y nos permite ser familia.

Este cuerpo de Cristo, este ser uno con Cristo y este ser uno con Cristo como cuerpo supone una tensión como ocurre en el cuerpo a las partes mas débiles, lo dice claramente Pablo en el verso 22 del capítulo 12: miren como las partes del cuerpo que se parecen mas débiles, son las mas necesarias y las partes que menos estimamos, las vestimos con mas decoro y las menos presentables las tratamos con modestia, lo que no se necesita con las otras que no son mas decorosas.

Dios dispuso el cuerpo dando mas honor a lo que le faltaba para que no haya divisiones dentro del cuerpo, sino más bien cada uno de los miembros se preocupe de los demás. Pablo está diciendo con esto de una manera figurada, que los mas débiles dentro de la comunidad son los que mas atención merecen dentro del cuerpo comunitario y en este punto la exigencia para quienes presiden o tienen responsabilidades en la comunidad, es la del servicio en la caridad.

Esto que tan bellamente descubrió Alberto Hurtado cuando en aquella noche después de volver de la Acción Católica, donde tenía un fuerte compromiso junto a los obreros, que vivían bajo el signo de la fe, en el deseo de transformar el mundo del trabajo en un mundo de Cristo, se encontró con aquel pordiosero en la calle, que le mostró el rostro de Jesús, el cuerpo de Cristo.

Esta es la experiencia que hizo también Madre Teresa de Calcuta, cuando interiormente recibió esta voz que le hablaba por dentro, como la llama ella “la voz que me hablaba” y le decía que la quería entre los mas pobres entre los pobres, donde El estaba presente.

La atención a los más pobres, es la atención a una parte de nuestra propia realidad, no es algo externo a nosotros. Cuando se tiene conciencia de formar parte de un cuerpo, la atención de los más débiles es la propia atención.

Cuando no se vive aislado del resto, sino que se vive como integrado al conjunto de los que reconocemos como hermanos, la atención de los más frágiles y los más débiles es la atención que merece lo más débil dentro del cuerpo.

Esto es lo que Pablo está diciendo, por eso cuando compartimos el mismo pan, nosotros asumimos el compromiso, desde la conciencia de ser uno en ese pan, de atender particularmente como nos enseñan estos 2 grandes santos, Alberto Hurtado y la Madre Teresa de Calcuta, a vivir dedicados, entregados, ofrecidos y compartiendo el camino con los mas pobres entre los pobres.

Toda la propuesta de Pablo en torno al tema de la Eucaristía, como cuerpo de Cristo y la comunidad como cuerpo de Cristo, presidida por Jesús, cabeza de la comunidad, es una respuesta a una realidad pastoral que exige esta propuesta de Pablo a reafirmarla porque verdaderamente en la comunidad de Corintios se sufrían divisiones diversas a partir de liderazgos poco claros en los cuales se dejaba a Cristo al lado o se lo ubicaba como uno más dentro de la comunidad.

En el capítulo 1, 10 comienza a surgir justamente este diagnóstico paulino al que hay que ofrecerle un remedio integral e integrador del cuerpo de Cristo y del pan de la Eucaristía, donde Jesús congrega, reúne y nos invita a trabajar en comunión uno con otros, formando un solo cuerpo, sin excluir a nadie y atendiendo particularmente a los más débiles del cuerpo, a los más pobres, a los que más necesitan del amor y de la misericordia de Dios.

En el verso 10 del capítulo primero dice así Pablo en ese diagnóstico que hace de la comunidad “les ruego hermanos en el nombre de Cristo Jesús, nuestro Señor, que se pongan de acuerdo y superen las divisiones, que lleguen a ser una misma cosa con un mismo sentir y los mismos criterios, tuve noticias de ustedes por la gente de la casa de Cloe, me hablaron de la rivalidad, así lo entiendo yo puesto que unos dicen, yo soy de Pablo y otros, yo soy de Apolo y otros, yo soy de Pedro, o yo soy de Cristo, como si Cristo fuera uno que pudiera estar dividido, o acaso Pablo a sido crucificado por ustedes. O fueron ustedes bautizados en nombre de Pablo. El camino que lleva a la comunión, en Cristo Jesús, va a decir en unos versos más adelantes Pablo, para ser uno en Él es el de la sabiduría que brota de la cruz. Dónde nosotros sabemos Jesús ha atraído a todos hacia sí mismo por la fuerza del amor que brota de la entrega de la cruz.

Es justamente en esa cena pascual, en ese partir el pan pascual, símbolo y realidad del misterio de la cruz y resurrección, donde la comunidad puede empezar a reconstruirse y a rearmarse.

Este es un acto que no es menor, a la hora de contemplar nosotros y diagnosticar igualmente las divisiones que existen dentro del pueblo cristiano, en nuestras comunidades, dentro del cristianismo en los diversos credos, es la locura de la cruz y es en el partir el pan donde Jesús está presente, donde vamos a encontrar el camino que nos conduce a la verdadera comunión en Cristo Jesús. Una comunidad cristiana que debe reubicarse en la presidencia de Jesús y todos en todo caso en el ministerio que nos toca desarrollar dentro del pueblo cristiano al servicio de ese presidir suyo.

La mesa fraterna, el pan compartido, la fracción del pan presidida por Cristo, donde somos invitados nosotros a repetir desde la misma celebración y en lo concreto de todos los días, el misterio pascual de muerte y resurrección para atraer a un mundo que está como se dice en esta cultura contemporánea de post modernidad, fraccionado, dividido, partido, como un rompecabezas que hay que volver a rearmar. Como que los modelos de construcción de humanidad de un tiempo pasado ya no sirven para este tiempo y por eso en realidad la humanidad toda está pidiendo una recomposición, un reordenamiento. Tenemos realmente el mundo cristiano una gran propuesta que hacer, creo que es el gran desafío que tiene el cristianismo en este tiempo.

El cristianismo tiene el desafío de hacer una propuesta desde la unidad que en torno al misterio pascual de la cruz, en la fracción del pan, que es mucho mas que sentarse en una misma mesa, es incorporar a todos y particularmente a los mas débiles a esa mesa, en la caridad poder comenzar a ofrecer al mundo un camino de recomposición, de reubicación, de ubicar a las piezas en un sentido armónico, por eso de la mesa compartida, para nosotros que buscamos construir la unidad en el mundo cristiano, tiene que surgir la fuerza de la caridad con la cual abrazando a los mas pobres y a los mas débiles somos capaces de enviar un mensaje a la humanidad que ha perdido el sentido de la justicia y detrás de un modelo que es el que hasta ahora en el último tiempo viene liderando la distribución de la riqueza sin encontrarle la vuelta, ha hecho de un montón de hermanos nuestros excluidos, marginales, incapaces de entrar al sistema que se llama capitalista o tendrá ya otro nombre, pero lo que verdaderamente no ha logrado encontrar la respuesta de que los bienes sean compartidos por todos.

La mesa que nosotros compartimos tiene que traducirse en una mesa de unidad que se construya desde la caridad, que incluya el misterio de Cristo en el centro mismo de ese nuestro compartir y desde ese lugar renovado abrazando a los mas pobres enviar un mensaje a la humanidad que anda buscando la forma de integrar y sumar a cada parte en el todo.

Ojala entendamos esta misión profética, que el Señor nos invita a compartir como pueblo cristiano.

Verdaderamente en la mesa eucarística los pobres no son invitados de segunda clase, creo que nosotros hemos construido una mesa eucarística, particularmente digo aquí en Argentina, se nota claramente, sobre un sector de la población, básicamente sobre la clase media, fundamentalmente que verdaderamente es un grueso grande de nuestra población, pero no se percibe tan claramente la presencia de los mas pobres entre los pobres en nuestra mesa eucarística.

De hecho algunos otros credos han sabido captar esta realidad y han llegado antes que nosotros con un mensaje de dios, de trascendencia y a veces nos quejamos de que bajo algunos aspectos, sobre todo algunas sectas, pienso en la Iglesia Universal concretamente, entran sobre ese sector de la población más desprotegido y manipula de manera increíble su misma pobreza. Nos quejamos pero la verdad hemos construido una mesa donde ellos no han tenido mucho lugar, no los hemos atendido con una propuesta de integración, hemos hecho mas existencialismo, hemos participado mas de la conmiseración, de su pobreza pero no lo hemos incorporado poniéndolos de pie e incorporándolos a nuestra misma mesa, no forman parte del cuerpo, no tenemos conciencia de que forman parte de nuestro cuerpo.

La opción preferencial por los mas pobres supone incluirlos en el lugar de privilegio dentro de la mesa eucarística, tenemos una deuda muy grande al respecto y tenemos que trabajar muy en lo profundo del corazón mismo en la eclesialidad, para dar respuesta desde dentro a este déficit y a esta deuda interna que tenemos en el cuerpo, para incorporar verdaderamente a nuestra mesa a los mas pobres entre los pobres y sumarlo sin distinción de clases.

Cuando Madre Teresa de Calcuta escribía al Obispo como debían ser las personas que se sumaban a su familia que se estaba inaugurando en aquel momento decía ella “También que estén todos, particularmente los mas pobres y que las personas que tienen mas posibilidades económicas, olviden esa riqueza económica, aporten toda su riqueza personal, que sean uno mas en la mesa y que nadie sienta distinción de clase alrededor de nuestra familia, de esto se trata y eso supone como un cierto despojo interior para ubicarnos del lado y estar cerca de los que realmente nos hemos apartado.

Tenemos que reconstruir la iglesia en esta clave y encontrar modos de sumar en nuestro camino a los más pobres. Eso va a enriquecer nuestra mesa, eso va a darle verdadera consistencia a nuestro ser familia, a nuestro ser cuerpo. Los miembros más débiles de un cuerpo dice Pablo, en 1 de Corintios, 12, que es el texto que estamos compartiendo en la catequesis de hoy, son tratados por nosotros, en nuestro propio cuerpo, de una manera más decorosa.

Las partes más débiles de nuestro cuerpo, las tratamos con más decoro, con más atención, con más caridad, así es el compromiso de opción preferencial por los pobres que la iglesia esta llamada a hacer, no es una categoría sociológica, mucho menos ideológica, es una categoría teológica, es una verdad de fe, surge del modo y del estilo de Jesús, de traer mensaje para todos, pero dedicarle mucho particularmente y lo mejor a los más pobres entre los pobres porque lo merece la fragilidad de su condición, como ocurre en un cuerpo, las partes más débiles, las más frágiles son las que hay que atender con mayor atención.

Padre Javier Soteras