El discernimiento en la vida cotidiana II Las alegrías duraderas

miércoles, 23 de diciembre de 2009
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Segundo encuentro: el discernimiento “en la vida cotidiana”.

En el encuentro pasado nos quedamos con una consigna: recordar cuáles son las alegrías que permanecen en nuestra memoria a lo largo del tiempo: las alegrías duraderas.

Como pepitas de oro en la memoria

Una imagen linda para este ejercicio de discernir alegrías es la de esas zarandas con las que los buscadores de oro zarandean la arena del río en California buscando pepitas de oro. Al comienzo puede dar la impresión de que si uno zarandea su tiempo pasado todo es arena que se escapa por los agujeritos de la memoria… Pero si utilizamos la palabra “gracias por”, como si fuera un agua pura que bendice los recuerdos y los limpia de escorias, los recuerdos comienzan a tomar otra forma y otro color. Gracias por la vida, gracias por la fe, gracias por la familia, gracias por los amigos… Y entonces aparecen las alegrías, como pepitas de oro, y aparece la perla preciosa, el tesoro, aquello que fue alegría profunda de Jesús en nuestra vida. Maravillados nos damos cuenta de que existen esas alegrías, son reales, constituyen nuestro tesoro, podemos beber de su fuente como de un agua viva y nos alegran e iluminan la vida cotidiana.

Cómo conectarnos con las alegrías verdaderas en medio de la vida cotidiana

Es importante discernirlas, ponerlas en el candelero, tenerlas presentes, porque entonces uno las puede actualizar. Hacíamos notar que Jesús es el Maestro en esto de hacer ver de dónde brotan las alegrías verdaderas. Las alegrías que duran brotan allí donde un corazón se abre entero y se da entero. Hay alegría donde un corazón se abre enteramente al amor de Dios, a su perdón y a su llamado. Hay alegría allí donde un corazón se da entero y lo vende todo para comprar el campo en el que ha descubierto el tesoro del Reino. Como decía San Alberto Hurtado: hay una secreta relación entre el darse entero y la alegría.

Buscadores de alegrías verdaderas

Los cristianos podríamos definirnos como “buscadores de alegrías verdaderas”.

Para encontrarlas debemos ejercitarnos en el agradecimiento, que purifica y limpia la mirada y nos permite abrir los ojos y ver el oro de la gracia que estuvo presente en nuestro pasado.

Ahora bien, hoy quiero que nos detengamos un momento en el presente, en eso que llamamos “nuestra vida cotidiana”. ¿Cómo hacer para conectarnos con la alegría verdadera en medio del estrés de la vida cotidiana?

La Virgen Desatanudos

Una imagen que nos puede ser de ayuda es la de “Nuestra Señora la que desata los nudos”. ¿La recuerdan? La Virgen está de pie, con el Espíritu Santo sobre su cabeza, y va desatando pacientemente, uno a uno, los nudos de una cinta enmarañada que un ángel le acerca a sus manos.

La vida está enmarañada y eso causa desazón y dolores de cabeza. Cuando uno logra desatar alguno de esos nudos que traban las relaciones, la vida se vuelve sencilla y se alegra el corazón. Discernir tiene algo de desatar nudos, para lo cual hay que encontrarle la punta al ovillo y permitir así que el hilo de la vida se simplifique y sirva para tejer relaciones de amor y de justicia que nos devuelvan la alegría de vivir.

En el encuentro pasado tiramos del hilo primordial (como decía Menapace en aquel cuento tan decidor): el de las alegrías duraderas. La alegría es la corona de la caridad y si uno tira del hilo de las alegrías más hondas y verdaderas, seguro que se encuentra con el Tesoro escondido de la Caridad. Dios es Caridad.

El hilo del que tiramos hoy es el de “la vida cotidiana”. Porque si lo pensamos bien, una alegría, si quiere ser duradera, tiene que poder mezclarse con la vida cotidiana. Si no se queda en el laboratorio. Precisamente fue ese detalle el que le abrió los ojos a Ignacio: la alegría de las novelas quedaba encerrada en su propio espacio virtual, el de la lectura; la otra en cambio, la que le daba la Vida de Cristo y la de los Santos como Francisco, seguía manteniendo alegre su corazón cuando Ignacio volvía a dedicarse a sus actividades cotidianas.

Alegría duradera, alegría que visita y acompaña nuestra vida cotidiana.

Como la alegría de María e Isabel, magnífica y desbordante en medio de los sencillos trabajos de las amas de casa.


La primera tentación que discirnió Ignacio

Como hicimos en el encuentro anterior, vamos a compartir un pasaje de la Vida de Ignacio, en el que nos cuenta cómo, en medio de la sencillez de su vida de oración al servicio de Dios, en la cual experimentaba una igualdad grande de alegría, sintió la primera tentación de su nueva vida. Fue una experiencia fuerte que lo perturbó. Escuchemos el relato:

Hasta este tiempo siempre había perseverado casi en un mismo estado interior con una igualdad grande de alegría, sin tener ningún conocimiento de cosas interiores espirituales. En estos días le vino un pensamiento recio que le molestó, representándosele la dificultad de su vida, como que si le dijeran dentro del alma:

─ «Y cómo podrás tu sufrir esta vida 70 años que has de vivir?»;

Mas a esto le respondió también interiormente con gran fuerza (sintiendo que era del enemigo):

─ «¡Oh miserable! ¿me puedes tú prometer una hora de vida

Y así venció la tentación y quedó quieto. Y esta fue la primera tentación que le vino. Y fue esto entrando en una iglesia, en la cual oía cada día la misa mayor y las vísperas y completas, todo cantado, sintiendo en ello grande consolación; y ordinariamente leía a la misa la Pasión, procediendo siempre en su igualdad (EE 20). Mas luego después de la susodicha tentación empezó a tener grandes variedades en su alma, hallándose unas veces tan desabrido, que ni hallaba gusto en el rezar, ni en el oír la misa, ni en otra oración ninguna que hiciese; y otras veces viniéndole tanto lo contrario de esto, y tan súbitamente, que parecía habérsele quitado la tristeza y desolación, como quien quita una capa de los hombros a uno. Y aquí se empezó a espantar de estas variedades, que nunca antes había probado, y a decir consigo: «¿Qué nueva vida es esta, que ahora comenzamos?» (EE 21).

Responder con fuerza a la tentación

¿Qué podemos notar en este relato de la primera tentación de Ignacio?

Fue una tentación contra la alegría sencilla en la que vivía, tratando de agradar a Dios.

Y si la característica de la alegría era su grande igualdad, lo propio de la tentación fue esto de cruzarse repentinamente, como un golpe bajo, como una mordedura de serpiente que envenena el alma, como una sombra que de golpe oscurece el sol.

Ignacio nos dice que pasó de un estado de ánimo parejo a experimentar con espanto una gran variedad de estados de ánimo, que lo llevaba a exclamar “qué nueva vida es esta que ahora comenzamos”.

Y lo curioso es que el motivo de este cambio fue una tentación que Ignacio venció en el acto. No cayó en la trampa.

La tentación tenía una mentira envuelta en una experiencia verdadera. La experiencia verdadera es que Ignacio estaba llevando una vida dura, austera, con mucha oración y penitencia. La mentira fue la proyección estadística que le pronosticó el mal espíritu: 70 años así, a este tren, es imposible!

Ignacio se dio cuenta –con la gracia del Espíritu que le inspira en el momento lo que tiene que decir ante la persecución y el ataque a la gracia- y responde la famosa frase: ¡Oh miserable! me podés prometer una hora de vida?

De toda la riqueza de esta experiencia quisiera que saquemos una lección para enfrentar las tentaciones que nos salen al paso en nuestra vida cotidiana.

La lección es que el Espíritu viene en nuestra ayuda en la vida cotidiana, cuando algo trata de turbarnos la paz y la alegría de sabernos amados por Jesús y de estar a su servicio.

Al mal espíritu (cuya voz trata de confundirse con nuestra propia voz interior), hay que responderle también interiormente con gran fuerza apenas sentimos que es alguien que nos quiere alejar de Jesús.

Si uno sigue este impulso del Espíritu, que reacciona en nuestro interior ante lo que ataca la gracia, el mismo Espíritu nos da las palabras. Esta es una promesa de Jesús: no preparen su defensa. El Espíritu les dirá en ese momento lo que tienen que decir.

Ignacio encontró las palabras justas, ingeniosas en Dios, para responder al ingenio del mal.

La diversidad de estados de ánimo (como la diversidad de alegrías) no es algo malo o fruto del pecado o del hacer las cosas mal sino que es lo propio de la vida espiritual. Gracias a esta variedad de experiencias y de consolaciones y desolaciones, podemos discernir, con la ayuda del Espíritu y de la Iglesia. El Padre revela sus cosas a los pequeñitos y sencillos y da la gracia de buscar la ayuda de Jesús ante el mal como hacían todos los que le pedían ayuda en su tiempo. Podemos por tanto animarnos a sentir tanto las alegrías verdaderas como las tentaciones del mal espíritu, a formularlas claramente y a elegir lo que nos propone el Señor y rechazando lo que viene del mal espíritu.

Es que Dios habla en la vida cotidiana, allí resuena la voz de Dios. Dios habla bajito y si uno afina el oído siempre puede escuchar al Espíritu que nos dice vos sos el hijo amado del Padre, Jesús te ama y dio la vida por vos, la Virgen intercede por vos, te espera, ella guarda tus cosas en su corazón…

Salimos al paso de una posible tentación. Lo de la vida cotidiana no es porque el discernimiento sea una cosa abstracta y haya que bajarlo a la vida de todos los días para hacerlo más sencillo. La vida cotidiana no es para nada sencilla. Puede ser sencillo discernir con ayuda en un retiro, pero discernir en el fragor de la vida cotidiana no es simple. Y el discernimiento no es para nada abstracto. Las alegrías que son fruto de las veces que Dios nos visitó con su consolación o de que nos jugamos la vida entera con generosidad, son cosas bien concretas. Tan concretas que nos refrescan el corazón al hacerlas presentes en su valor y consistencia: son fruto del Bien recibido y dado como puro don, son esa medida apretada, sacudida (discernida) y rebosante, que el Señor promete a los que lo dejan todo por su Nombre.

Y si es propio de las alegrías verdaderas extender su influencia benéfica al tiempo de la vida cotidiana, es propio de las tentaciones del mal espíritu el irrumpir de muchas y contradictorias maneras en medio de la vida cotidiana.