El discernimiento y el acompañamiento espiritual

miércoles, 28 de septiembre de 2022
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28/09/2022 – En el ciclo sobre “Riquezas de nuestra espiritualidad”, el padre Juan Ignacio Liebana siguió compartiendo desde Santiago del Estero sobre la espiritualidad del Oriente cristiano, esta vez sobre el discernimiento y el acompañamiento espiritual. “Es lógico que los predicadores populares insistan sobre todo en el esfuerzo por enmendar la conducta exterior. Pero no basta con quedarse en ese estadio. Evagrio distingue la práctica exterior y la interior, la enmienda de la conducta y el esfuerzo por poner orden en el propio corazón. Cuando la mente se ve invadida por los pensamientos, hay que aprender a distinguirlos. Entre los Padres del desierto se encuentran grandes expertos del discernimiento (diákrisis) de los espíritus, empezando por san Antonio abad. Este arte se considera como propiedad esencial del padre espiritual, que es llamado por eso patèr diakritikós, el que discierne. Eso indica que el discernimiento de los espíritus es difícil. Además de una gracia especial, se exige una gran experiencia, que es prerrogativa de los ancianos. Por supuesto, este apelativo no se refiere a la edad sino a la prudencia”, dijo el padre Juani.

“La soledad radical de los monjes ermitaños está compensada por la referencia absoluta al padre espiritual. El mundo filocálico, como cualquier otra tradición espiritual, no puede concebirse sin la figura del abbá, es decir, sin la referencia a un anciano (en sabiduría, no necesariamente en edad) que tenga el don de discernir los fenómenos y los procesos de la vida espiritual. En las largas horas pasadas en la soledad del eremitorio o de la celda, son tantas las cosas que puede vivir el contemplativo que, si no está muy experimentado, él mismo no las puede discernir. Los Padres saben que los brotes de fantasía o los engaños del mal espíritu son muy frecuentes. «El discernimiento es como el ojo y la lámpara del alma», dice Casiano. Y Diadoco de Foticea escribe: «El sentido del espíritu es el gusto preciso de lo que se discierne. Ya que, del mismo modo que, cuando tenemos salud, por el sentido corporal del gusto distinguimos sin equivocarnos lo que es exquisito de lo que es repugnante, y deseamos lo primero, así también nuestro espíritu, cuando empieza a desarrollarse con vigor y con un gran desprendimiento, puede sentir plenamente la consolación divina sin jamás dejarse atrapar por el adversario». Esta visión interior permite identificar al mal espíritu que tiene prisionero al alma y que la hace caer en sus trampas. Porque para los Padres es incontestable que en el corazón del hombre actúan dos espíritus: el espíritu de la luz y el espíritu de las tinieblas, a los que se suman los propios pensamientos. «Si la acción del discernimiento ha sido vigorosa, los signos de la diferencia se muestran claramente a la misma alma a partir del momento en que le ha sido dada la sensación espiritual», dice San Macario. Y Pedro Damasceno añade: Hay cosas que parecen buenas, pero que llevan ocultas en sí un daño poco común. Dice san Isaac.: Sólo el que ha recibido de Dios el don del discernimiento y ha adquirido, después de largos años de ascesis, un espíritu clarividente y una gran humildad, dice san Máximo, puede aconsejar a los demás. Gracias a la humildad, y a través de la petición del que le ha interrogado, su palabra se graba en el alma del que la recibe». La clarividencia que da el discernimiento es lo que permite avanzar sin cesar y, acompañado por la discreción de un padre espiritual, entrar en el Abismo infinito de Dios sin extraviarse”, indicó el sacerdote que reside en Campo Gallo.

“¿Qué deben hacer los jóvenes? «Revelar los pensamientos» al hombre espiritual. En todas las épocas se han lamentado de lo difícil que es encontrar un auténtico padre espiritual que nos enseñe a pensar bien y a quien se pueda revelar «todos los pensamientos». Para remediar esta carencia, Evagrio tuvo la idea de hacer una recopilación de los pensamientos que ya desde el principio se pueden clasificar como malos y que conducen al mal, para que puedan ser conocidos incluso por un principiante en la vida espiritual. Así surgió la famosa lista de los ocho vicios”, sostuvo Liébana, quien también habló del amor universal para cerrar con san Francisco de Asís y la fraternidad: “Volver a la pureza y radicalidad del Evangelio fueron su sueño hecho realidad”.