El discípulo misionero vence amando

viernes, 15 de octubre de 2010
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Evangelio según San Lucas 12,1-7

 

Mientras tanto se reunieron miles de personas, hasta el punto de atropellarse unos a otros. Jesús comenzó a decir, dirigiéndose primero a sus discípulos: «Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía.

No hay nada oculto que no deba ser revelado, ni nada secreto que no deba ser conocido.

Por eso, todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad, será escuchado en pleno día; y lo que han hablado al oído, en las habitaciones más ocultas, será proclamado desde lo alto de las casas.

A ustedes, mis amigos, les digo: No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más.

Yo les indicaré a quién deben matar, tiene el poder de arrojar a la Gehena. Sí, les repito, teman a ese.

¿No se venden acaso cinco pájaros por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos.

Ustedes tienen contados todos sus cabellos: no teman, porque valen más que muchos pájaros.

 

 

1.No estamos a la interperie

 

En el capítulo 12 de Lucas tenemos una recopilación de dichos que Jesús pronunció en diversas ocasiones. Comienza el texto con un aviso de Jesús a los discípulos: "Cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con su hipocresía".

La palabra de Jesús, que ahora alcanza un círculo reducido, se difundirá ampliamente gracias a sus disípulos que continuarán su misión, recibida de él.

Este cometido al servicio de la verdad no les va a resultar fácil a los apóstoles, como tampoco lo fue para Cristo mismo. No faltarán quienes quieran cerrarles la boca con amenazas y persecuciones. Por eso les previene Jesús: "Amigos míos, no tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden hacer más… Teman al que puede matar y después hechar al fuego".

Jesús exhorta a los suyos al valor por dos razones: porque la persona es inviolable y porque Dios no se olvidará de ellos. No hay que temer a los que matan la vida física. No hay más que un temor justificado: a Aquel que puede condenar al hombre en cuerpo y alma a la perdición eterna.

 

 

2.El amor vence el temor

 

Dios se comporta con los hombres como un padre que cuida de sus hijos en todos los detalles. Si él no se olvida de los pájaros , cuánto menos de sus hijos los hombres. "Hasta los pelos de nuestra cabeza están contados. Por tanto, no tengan miedo: no hay comparación entre ustedes y los gorriones".

Es normal el miedo ante el peligro que supone la persecución, y es explicable la angustia ante el riesgo que supone la persecución, y es explicable la angustia ante el riesgo que corre perder posiciones, e incluso la vida, el que testimonia la verdad del evangelio frente a la mentira e hipocresía del mundo.

La victoria sobre el miedo, la vergüenza y el respeto humano es la raya divisoria que marca la diferencia entre el dicípulo verdadero de Jesús y el que es cristiano solamente de ocasión, mientras las cosas le corren bien.

Pero el temor no puede vencerse sino a base de amor. Tal ha de ser nuestra respuesta al cariño que Dios nos tiene y que debe suscitar en nosotros una fe y una confianza total, como en el caso de Abrahán que creyó contra toda esperanza. Aunque seamos débiles, la mano poderosa del Señor nos sostendrá en sus caminos si acudimos a él en la oración.

 

 

3.Señal de autenticidad y aviso de fidelidad

 

Según Jesús, el discípulo suyo que quiera vivir conforme a su fe encontrará dificultades con toda seguridad. Pero la adversión del mundo es señal de la autenticidad de su seguimiento de Cristo.

La conducta cristiana choca necesariamente, como una denuncia, con el estilo de un mundo entregado a "las pasiones del hombre terreno, la conscupiscencia de la carne y la arrogancia del dinero" (1 Jn 2,16). Jesús nos lo previno: "Si el mundo los odia, sepan que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Como no son del mundo, por eso los odia el mundo" (Jn 15,18 s).

Al mismo tiempo que señal de autenticidad, la persecución que repetidamente anuncia Jesús puede ser también un aviso de fidelidad.

Esta oposición es evidente cuando la persecución proviene del poder establecido, que se siente incómodo con la voz que recuerda la justicia y los drechos humanos de los sin voz. Lo cual viene a avalar la fidelidad de los cristianos al reino de Dios, que es amor y fraternidad, liberación del pobre y solidaridad con el oprimido.