“El Fuego del Corazón Creyente” (de la carta Dilexit Nos)

miércoles, 23 de abril de 2025

23/04/2025 – ¿Alguna vez te detuviste a sentir profundamente la presencia de Dios en tu corazón, más allá de las palabras y los razonamientos? En este espacio de profunda reflexión que llamamos “Enseñanzas desde el Magisterio de la Iglesia” junto al Padre Javier Soteras (director de Radio María Argentina), nos estamos adentrando en las enseñanzas espirituales que nos regaló el Papa Francisco en su cara Encíclica “Dilexit Nos” (Él nos amó) sobre el corazón humano y divino de Jesús. En este episodio nos focalizamos en el “afectus”, ese querer fundamental con toda la fuerza del corazón, como principio para reorganizar nuestra vida. Nos acompañará un guía excepcional para explorar cómo este “fuego” interior, esta irrupción del querer de Dios y de nuestro propio corazón, puede transformar nuestra existencia.

Según el Padre Javier, la teología de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola nos enseña que lo discursivo se edifica sobre este querer esencial, otorgando potencia y recursos a la tarea de reordenar la vida. “Lo desconocido del corazón”, se manifiesta en las mociones del espíritu, irrupciones de un querer divino y humano que confrontan el orden manifiesto y dan origen a una nueva disposición vital. “No se trata de discursos racionales que habría que llevar a la práctica, haciéndolos pasar a la vida de modo que la afectividad y la práctica serían simplemente consecuencias en dependencia de conocimientos asegurados”, aclara el entrevistado, refiriéndose al discernimiento y a las mociones del Espíritu que irrumpen en nosotros como un fuego.

Este fuego, esta gracia que irrumpe en el alma, permite una “cardionosis”, un conocimiento interior que emana del corazón e integra a la persona en todas sus dimensiones, moviéndola en el sentido que Dios desea. En medio de la batalla interior de los afectos confrontados, se espera que prevalezca el fuego de la vida del espíritu. Para el guía de esta reflexión, la vida espiritual es precisamente esta lucha contra las resistencias que oponemos al obrar de Dios en nosotros: el desorden de nuestra naturaleza, el espíritu del mundo y la acción del maligno. Es crucial estar atentos en discernimiento para seguir las huellas del Espíritu entre luces y sombras.

El padre Soteras explica el punto 25, donde se afirma que “allí donde el filósofo detiene su pensamiento, el corazón creyente ama, adora, pide perdón y se ofrece a servir en el lugar que el Señor le da a elegir para que lo siga”. Se trata de un encuentro personal con el “Tú” de Dios, una amistad que nos constituye como personas en sentido pleno. Este espíritu fuego crece en nosotros a través de un trato personal con la Trinidad, un diálogo que transforma nuestra existencia como la amistad con un buen amigo nos hace mejores. “Cuando el amigo es bueno te hace mejor, ¿no? Y si el buen amigo es Dios nos hace perfectos, más que mejores”, reflexiona el sacerdote. Esta perfección no es ética moralista, sino la perfección de los imperfectos que da el amor fruto de este vínculo.

El punto 26 nos recuerda las palabras de San Buenaventura: “Al fin de cuentas hay que preguntarle no a la luz sino al fuego”. La fe en el intelecto provoca el afecto; conocer que Cristo murió por nosotros necesariamente se convierte en amor. El guía de esta meditación nos invita a preguntarle al deseo profundo de nuestro corazón, ese que clama como Salmo 42, versículo 2: “Mi alma tiene sed de Dios, ¿cuándo llegaré a ver su rostro?”. Es un anhelo interior, una espera de Dios mismo. San John Henry Newman tomó como lema “Cor ad cor loquitur” (el corazón habla al corazón), porque más allá de la dialéctica, el Señor nos salva hablando a nuestro corazón desde su Sagrado Corazón. Para él, el encuentro más hondo con Dios era el diálogo orante de corazón a corazón con Cristo vivo, como un amigo habla con su amigo. Newman encontraba en la Eucaristía el corazón de Jesucristo vivo, capaz de liberar y dar sentido a cada momento.

Finalmente, el punto 27 nos dice que ante el Corazón de Jesús vivo, nuestra mente comprende y nuestra voluntad se pone en marcha, pero sentir y gustar al Señor es cosa del corazón únicamente. Este vínculo de interioridad, no intimista sino para la misión, es un encuentro de amistad donde el Señor conversa con nosotros desde el mundo de los afectos, y nosotros respondemos con sinceridad. “Lo que hay que aprender es a gustar interiormente ese trato de amistad”, señala el padre Javier. No se trata tanto de hablar y hartarse de palabras, sino de gustar interiormente las cosas de Dios, encontrando en esos pequeños oasis interiores la fuente de agua viva que reside en lo profundo de nuestro ser. “Ahí hay que quedarse a disfrutar, a gozar, a beber y a empaparse interiormente del Señor”.

Esta reflexión concluye invitándonos a detenernos y a gustar, como cuando saboreamos algo delicioso. El consumismo nos ha arrebatado esta capacidad de detenernos en el placer interior que nos genera el buen gusto de las cosas buenas que nos da la vida, incluso en la espiritualidad. Es en ese sentir interior donde hay paz, gozo, alegría, serenidad y confianza donde Dios nos habla.