El hermoso desafío de rezar en familia

jueves, 31 de octubre de 2013
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29/10/2013 – El Papa Francisco, el domingo pasado, en la Plaza San Pedro frente a más de 150 mil familias que se habían juntado a celebrar el Jubileo de la Familia, refiriéndose al evangelio del domingo regaló a la Iglesia una hermosa homilía.

Octubre es el mes de las misiones y también es tomado como el mes de la familia. El día de la Madre genera un ambito de particular significación que nos permite mirar este don de Dios que es la familia. En Roma se celebró el Jubileo de la Familia en al Año de la fe. El Papa lanzó una pregunta que la vamos a tomar como consigna de este día: “¿Queridas familias rezan alguna vez como familia? (…) Debemos reconocer que necesitamos a Dios”. 

En el comienzo de su homilía, Francisco dijo que las lecturas de este domingo nos invitan a meditar sobre algunas características fundamentales de la familia cristiana: la familia que reza; la familia que conserva la fe; la familia que vive la alegría. 

Muchas veces descubrir lo bueno que hay en el otro es un disparador para la oración, y descubrir el modo en que Dios me habla a través de los gestos y palabras de los demás. La homilía del Papa toma 3 características fundamentales de la familia cristiana:

La familia que ora

1. La primera: La familia que ora. El texto del Evangelio pone en evidencia dos modos de orar, uno falso – el del fariseo – y el otro auténtico – el del publicano. El fariseo encarna una actitud que no manifiesta la acción de gracias a Dios por sus beneficios y su misericordia, sino más bien la satisfacción de sí. El fariseo se siente justo, se siente en orden, se pavonea de esto y juzga a los demás desde lo alto de su pedestal. El publicano, por el contrario, no utiliza muchas palabras. Su oración es humilde, sobria, imbuida por la conciencia de su propia indignidad, de su propia miseria: este hombre verdaderamente se reconoce necesitado del perdón de Dios, de la misericordia de Dios. 
 
La del publicano es la oración del pobre, es la oración que agrada a Dios que, como dice la primera Lectura, «sube hasta las nubes» (Si 35,16), mientras que la del fariseo está marcada por el peso de la vanidad.
 

A la luz de esta Palabra, quisiera preguntarles a ustedes, queridas familias: ¿Rezan alguna vez en familia? Algunos sí, lo sé. Pero muchos me dicen: ¿Cómo se hace? Pero si se hace como el publicano, es claro: humildemente, delante de Dios. Cada uno con humildad se deja mirar por el Señor y pide su bondad, que venga a nosotros. Pero, en familia, ¿cómo se hace? Porque parece que la oración sea algo personal, y además nunca se encuentra el momento oportuno, tranquilo, en familia… Sí, es verdad, pero es también cuestión de humildad, de reconocer que tenemos necesidad de Dios, ¡como el publicano! Y todas las familias, tienen necesidad de Dios: todas, ¡todas! Necesidad de su ayuda, de su fuerza, de su bendición, de su misericordia, de su perdón. Y se requiere sencillez. ¡Para rezar en familia se requiere sencillez! Rezar juntos el “Padre nuestro”, alrededor de la mesa, no es una cosa extraordinaria: es fácil. Y rezar juntos el Rosario, en familia, es muy bello, da mucha fuerza. Y también rezar el uno por el otro: el marido por la mujer, la mujer por el marido, ambos por los hijos, los hijos por los padres, por los abuelos… Rezar el uno por el otro. Esto es orar en familia, y esto hace fuerte a la familia: la oración"

¡Qué lindo este primer punto que nos deja el Papa! Somos conscientes que a veces no es facil rezar en familia, y es allí donde tenemos que sentirnos instrumentos en las manos de Dios en el sentido de experimentar que cuando hay dificultades, y la comprensión en la familia, tenemos que apelar a esa fuerza de la oración. Muchas veces las situaciones son complejas, pero es importante hacer saber al otro que estoy rezando por él. Decir que mi respuesta no es la vara mágica, sino que sin respuestas te acompaño rezando por vos mientras vamos viendo por dónde. Necesitamos la gracia de Dios y un corazón humilde, que tenga la capacidad de vivir estos desafíos con una actitud de humildad, sabiendo que la oración nos abre a Dios y permite que la fuerza de Dios actúe.

Haciendo referencia a este primer punto, la familia que ora, el documento de Aparecida dice:
“La familia es uno de los tesoros más importantes de los pueblos latinoamericanos y caribeños, y es patrimonio de la humanidad entera. En nuestros países, una parte importante de la población está afectada por difíciles condiciones de vida que amenazan directamente la institución familiar. En nuestra condición de discípulos y misioneros de Jesucristo, estamos llamados a trabajar para que esta situación sea transformada, y la familia asuma su ser y su misión en el ámbito de la sociedad y de la Iglesia “

Esa oración que pide el Papa como primera característica de la familia, la que ora, no es que nosotros nos creamos sin problemas y por el hecho de tener fe nos sintamos intocables. Al contrario, nos hace descubrir que humildemente muchas veces nos sentimos sacudidos por problemas y situaciones que nos movilizan y sin embargo lo vivimos desde la fe. La fe nos hace humildemente reconocernos necesitados y experimentar que no todo lo podemos. Ahí tenemos que abrir el corazón para experimentar el paso de Dios que nos ayuda. El Papa nos deja esta pregunta ¿rezan alguna vez en familia? ¿rezamos en y por la familia?.

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La familia que conserva la fe

Después de habernos iluminadosobre la familia que ora, pasa al segundo aspecto en relación a la segunda lectura, “la familia que conserva la fe”:

2." La segunda Lectura nos sugiere otro aspecto: la familia conserva la fe. El apóstol Pablo, al final de su vida, hace un balance fundamental, y dice «He conservado la fe» (2 Tm 4,7) ¿Cómo la conservó? No en una caja fuerte. No la escondió bajo tierra, como aquel siervo un poco perezoso. San Pablo compara su vida con una batalla y con una carrera. Ha conservado la fe porque no se ha limitado a defenderla, sino que la ha anunciado, irradiado, la ha llevado lejos. Se ha opuesto decididamente a quienes querían conservar, «embalsamar» el mensaje de Cristo dentro de los confines de Palestina. Por esto ha hecho opciones valientes, ha ido a territorios hostiles, he aceptado el reto de los alejados, de culturas diversas, ha hablado francamente, sin miedo. San Pablo ha conservado la fe porque, así como la había recibido, la ha dado, yendo a las periferias, sin atrincherarse en actitudes defensivas.
 
También aquí, podemos preguntar: ¿De qué manera, en familia, conservamos nosotros la fe? ¿La tenemos para nosotros, en nuestra familia, como un bien privado, como una cuenta bancaria, o sabemos compartirla con el testimonio, con la acogida, con la apertura hacia los demás? Todos sabemos que las familias, especialmente las más jóvenes, van con frecuencia «a la carrera», muy ocupadas; pero ¿han pensado alguna vez que esta «carrera» puede ser también la carrera de la fe? Las familias cristianas son familias misioneras. Ayer hemos escuchado, aquí en la Plaza, el testimonio de familias misioneras. Son misioneras también en la vida de cada día, haciendo las cosas de todos los días, ¡poniendo en todo la sal y la levadura de la fe! Conservar la fe en familia y poner la sal y la levadura de la fe en las cosas de todos los días"

Qué iluminador nos resulta este tema, porque es el planteo que muchas veces nos hacemos, sobre todo los padres cuando tienen deseos verdaderos deque se viva la fe en familia y los hijos que van creciendo y atraviezan diferentes etapas y muchas veces se rebelan y aparece el planteo: ¿qué hemos hecho?. O cuando los jóvenes viven alguna experiencia intensa de fe y se encuentran con que en sus familias no se vive la fe. El Papa, utilizando esta expresión de San Pablo, es explícito en enseñarnos que la fe no se conserva dejándola en un lugar seguro o escondiéndola, sino cuando se vive y se comparte. La fe es un don que se muestra viviéndolo y así es la mejor manera de testimoniarla y transmitirla. Cuando no siempre tenemos las condiciones ideales para vivir la fe, Dios igual va haciendo su obra y nuestra convicción hace que luego venga la acción de Dios. Aunque existan los cuestionamientos o las rebeldías, no significa que la fe no crezca, sino que son procesos. Lo que hay que hacer es seguir viviendo la fe y seguir rezando por la familia. Hacerlo convencido, pero a la vez con normalidad y simpleza. “La fe no se conserva poniéndola en una caja fuerte” dice el Papa, sino cuando la damos a conocer y la sabemos compartir con la apertura hacia los demás.

Hoy nuestra sociedad se tilda de avanzada en no discriminar y en incluir, hagamos lo propio con nuestra vida de fe. A veces cuando tenemos miedo de exponer la fe, es el peor modo de perderla.

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La familia que vive la alegría

Al final, el Papa expuso la tercer característica, la familia que vive la alegría.

"Y un último aspecto encontramos de la Palabra de Dios: la familia que vive la alegría. En el Salmo responsorial se encuentra esta expresión: «Los humildes lo escuchen y se alegren» (33,3). Todo este Salmo es un himno al Señor, fuente de alegría y de paz. Y ¿cuál es el motivo de esta alegría? Es éste: El Señor está cerca, escucha el grito de los humildes y los libra del mal. Lo escribía también San Pablo: «Alegraos siempre… El Señor está cerca» (Flp 4,4-5). Eh … Me gustaría hacer una pregunta, hoy. Alguno lleva la alegría en su corazón a casa, ¿eh?Como una tarea que resolver. Y se responde a sí mismo. ¿Cómo es la alegría en tu casa? ¿Cómo es la alegría en tu familia? Eh, den ustedes la respuesta. 
 
Queridas familias, ustedes lo saben bien: la verdadera alegría que se disfruta en familia no es algo superficial, no viene de las cosas, de las circunstancias favorables… la verdadera alegría viene de la armonía profunda entre las personas, que todos experimentan en su corazón y que nos hace sentir la belleza de estar juntos, de sostenerse mutuamente el camino de la vida. A la base de este sentimiento de alegría profunda está la presencia de Dios, la presencia de Dios en la familia, está su amor acogedor, misericordioso, respetuoso hacia todos. Y sobre todo, un amor paciente: la paciencia es una virtud de Dios y nos enseña, en familia, a tener este amor paciente, el uno con el otro. Tener paciencia entre nosotros. Amor paciente. Sólo Dios sabe crear la armonía de las diferencias. Si falta el amor de Dios, también la familia pierde la armonía, prevalecen los individualismos, y se apaga la alegría. Por el contrario, la familia que vive la alegría de la fe la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para toda la sociedad.
 
Queridas familias, vivan siempre con fe y simplicidad, como la Sagrada Familia de Nazaret. ¡La alegría y la paz del Señor esté siempre con ustedes!"

 

Padre Daniel Cavallo