11/11/2009 – Entrevista a Pedro Luis Barcia, lingüista y escritor argentino especializado en literatura y cultura hispanoamericana, doctor en Letras, presidente de la Academia Argentina de Letras y Miembro Correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua e Investigador Principal del CONICET.
Nos hemos propuesto hablar del insulto desde distintas perspectivas: esclarecer de qué se trata el insulto, por qué estamos decayendo culturalmente a niveles tan bajos de comunicación y de falta de respeto, por qué tenemos que apelar tan frecuentemente a la grosería, a la descalificación, a la destrucción? Muchos somos los que advertimos que la pobreza del lenguaje está conduciendo a problemas sociales muy serios. TVR comenzó a exponer a los mismos que criticaron fuerte y violentamente las expresiones de Maradona en otros ámbitos donde hicieron expresiones exactamente iguales: personas que se jactan de tener una conducta lingüística intachables, fueron expuestos en un bochornoso abanico de improperios, groserías. Esto dejó de manifiesto la hipocresía social que estamos viviendo
En la semana del 8 de noviembre aproximadamente 400 escuelas del país decidieron tomar estas declaraciones de Maradona, De Narváez, Reutemann, esta expansión de insultos, malos tratos, agravios que cunde en nuestro país y decidieron reunir a distintas figuras como los rabinos Daniel Goleman, Silvina Yemen, para hacer actos o reflexiones sobre los modos en que nos vinculamos entre nosotros. Se habló de la palabra en la relación con el otro, la buena comunicación cómo crea comunidad, cuáles son las palabras que hieren que ofenden, que discriminan, el valor de cumplir la palabra empeñada, volver con los hábitos de cortesía: el buen día cuando me encuentro con otra persona, el pedir las cosas por favor, dar las gracias, pedir permiso. Comenzar a educar nuevamente el lenguaje de los chicos en términos de cordialidad, respeto y buena educación. La rabina Silvina Yemen decía de que en la Biblia se habla de cómo la palabra crea. En el Gn Dios dice que se haga la luz, y la luz se hace, etc. En este símbolo maravilloso del Génesis, ya está presente el poder creador de la palabra. Y evidentemente, con las palabras podemos crear, podemos bendecir, podemos hacer bien, podemos devolver un mérito, podemos también robarlo, podemos criticar, destruir, maldecir, y de alguna manera podemos usar también la palabra como trompada. Es cierto que muchas veces agredimos al otro con lo que sale de nuestra boca. Por eso es importantísimo aprender a reflexionar antes de soltar una palabra fea. En el libro “El almacén de las palabras terribles” trata justamente la problemática de las palabras que hieren, que lastiman, a veces de una manera que no podemos volver a reparar, o si lo reparamos, queda como un jarrón que se rompió y que por más que lo peguemos, siempre queda el riesgo de alguna fisura.
Salí de casa contento diciendo qué lindo día, Yo saludaba a la gente y nadie me respondía… Y sin querer empujé a una señora que con voz de lora, Mirándome fijo me dijo: "Idiota, no ve por donde camina…"
Que viva la gente que tenga y ponga, Buena onda, buena onda… Que escriban cien veces los que rezongan, Buena onda, buena onda… Si la vida es tango, hay que darle milonga, Buena onda, buena onda… Y que al amargado todos le respondan, Buena onda, buena onda…
Ayer fui al supermercado y casi pierdo la vida, Pagué y no me di cuenta que había gente en la fila, Y los de atrás se acordaron de mi madre viniéndose encima, Y un hombre con pena me dijo: "Nena, si no te vas te asesinan…"
Que viva la gente que tenga y ponga, Buena onda, buena onda…
Volví a casa en la noche cansado y deprimido, Prendí la tele y me dije: "al fin un poco tranquilo", Y de repente casi muero de un infarto, Era mi señora que llena de crema salió gritando, "Dónde te habías metido…?"
Que lleven, que traigan, que tiren y pongan Buena onda, buena onda… Que no quiero ver a nadie rezonga que rezonga, Buena onda, buena onda… Y que salga el mundo a bailar esta conga, Buena onda, buena onda… Y que nadie le hable al que no responda, Buena onda, buena… Que viva la gente que tenga y ponga, Buena onda, buena onda…
GL: ¿Cómo se podría definir un insulto?
LB: Un insulto es como una reacción agresiva, denotativa de carácter interjectivo que tiende a descalificar al destinatario y que libera catárticamente la tensión anímica del insultante. El insulto tiene efecto catártico porque expresa (“Expresar” significa “liberar lo preso”): uno se saca de adentro esa furia que tiene contenida, esa molestia, a través de la palabra. La palabra tiene efecto catártico en quien la pronuncia. Pero el efecto que produce en el destinatario es otro. Y otro efecto es el que produce cuando este insulto no tiene que ver con una relación dual entre una persona y otra, sino que tiene un carácter público. De modo que hay “insultos privados”, que no tienen trascendencia, e “insultos públicos” que tienen trascendencia, a veces muchísima, a veces mediática. Todos los pueblos tienen esta forma de manifestación. Lo que está ocurriendo en estos momentos es una cosa grave porque nosotros hemos tenido en estos últimos 10 años una decadencia en el manejo de la lengua, un empobrecimiento del lenguaje que de esta manera nos hace cautivos de esta limitación. La gente no tiene en cuenta muchas veces que la persona que no puede expresarse porque no tiene materia lingüïstica, no tiene calidad léxica, no tiene matices, sinónimos para poder expresarse, es cautiva de su propia limitación. De manera que una de las formas de liberación de la persona es enseñarle a hablar con riqueza verbal, porque de esa manera puede expresar matices espirituales. Y además hay que pensar claramente que nosotros reflexionamos y pensamos con palabras. Las palabras son las que nos permiten ir ordenando la realidad. A veces uno no puede decir lo que siente porque no tiene la palabra adecuada para expresarlo. La segunda limitación es la vulgaridad, que es cada vez más creciente: nos manejamos con expresiones groseras. Cuando los que trabajamos en esto citamos algunas expresiones, no es para “desparramar enfermedad” sino para “ilustrar”. Como consecuencia de estas dos limitaciones: 1. lengua pobre, y 2. lengua vulgar, viene una lengua violenta. Es decir: la violencia verbal se suma como otra forma de violencia física. Hay un lenguaje de la violencia que se manifiesta en la calle (con quema de gomas, etc), y una violencia de lenguaje, que es lo que en estos momentos está manifestándose como una suerte de suma a la vulgaridad. Entonces lo que se hace no solo es tener un lenguaje violento gritándole a otro un insulto, sino aumentar el caudal de vulgaridad como hizo por ejemplo Maradona en esa conferencia de prensa tan desgraciada –para él, porque lo descalifica como hombre que no tiene gobierno de sí mismo-. Esto refleja un estado de situación que no es general gracias a Dios, pero que nos llama la atención sobre las cosas a las que tenemos que ponerles coto, porque esta violencia verbal comienza ya en el colegio.
La violencia verbal tiene muchos matices. Está el insulto directo, está la ironía –que es muy dolorosa para un adolescente-, y hay otras formas de expresión que lo que hacen es romper la convivencia. Esto se está acentuando y requiere una disciplina que enseñe a expresarse con sentido solidario, con sentido caritativo al dirigirse al prójimo.
GL: Cuando una persona es víctima del desdén, de la mala saña, en definitiva, de violencia, de abuso, pero que es aplicada por ejemplo a través del desprestigio de la propia imagen, la mentira… de las que vemos tejerse tantas en el ámbito mediático, yo entonces entiendo que una persona puede sentirse tan cargada de enojo, indignación, que esa misma ira lo torna muchas veces impotente para encontrar tal vez la forma más apropiada, quizá no tan vulgar, para poder expresar esa bronca. ¿qué alternativas hay en esa instancia? O la pregunta sería al revés:¿Hay un lenguaje muy decadente, muy vulgar, muy pobre, porque todos estamos experimentando una gran violencia social, y entonces lo que hay que hacer es ‘disculpar’ esas descargas porque el problema está de fondo? ¿o hay que educar en las formas de expresar nuestros desacuerdos e incluso en algunos momentos nuestros agravios?
LB: Creo que hay que empezar por lo segundo que ud. plantea. Porque el ‘permisivismo abusivo’ que fue creciendo en la educación argentina, tolerando que el chico ‘se rascara donde le picara’ o en virtud de ese permisivismo, celebrar como aceptable que ‘dijera con espontaneidad cualquier barbaridad’, es una confusión de planos. La espontaneidad es un bien. Manifestar gratitud con un llanto o con una palabra, o putear porque le están ofendiendo un valor suyo en un determinado momento, esta espontaneidad está bien, porque es de acción-reacción. Pero llegar a hacer de la ‘espontaneidad’ un ‘espontaneísmo’, que es permitir decir cualquier cosa en cualquier lugar sin sentido de contexto ni de a quién se está dirigiendo, es producto de la mala educación. En este momento la educación no asume este tipo de formas de cortesía. Se está dando la ironía: en este momento las técnicas de la cortesía verbal son objeto de todo tipo de congresos internacionales. Se está planteando la cortesía del chofer con el pasajero, del empleado con el cliente, etc. Nos estamos olvidando de que esto tiene que enseñarse en la escuela, porque por lo visto, en la casa no se enseña. Entonces la escuela cada vez se va cargando de más responsabilidades porque los padres eluden todo este tipo de cosas. Y las normas de cortesía son enseñanzas más básicas que las matemáticas. Porque hacen a la convivencia. A ud. lo desubica no saber si dos por dos es cuatro, sino el no tener una conducta verbal y actitudinal determinada frente a otro.
GL: ¿qué beneficios tiene la cortesía: saludar, pedir permiso, por favor, agradecer…?
LB: Abre todas las puertas. La persona bien educada nunca queda mal, y la gente comienza a respetarla. En una entrevista personal, una persona educada, correcta naturalmente, se asegura un 30% de la entrevista. Si a eso le sumamos expresarse bien… A veces, “aconsejar” parece una forma de ‘avanzar sobre la libertad del otro’. La convivencia se asegura en los pequeños gestos. Cada movimiento en la ruta puede ser oportunidad de un gesto de caballerosidad. Se nos enseña ‘conducción vial’ y no se nos enseña ‘conducción social’. Los argentinos nos caracterizamos por romper los espacios de distancia y lanzarnos unos sobre otros, y darnos apretones y palmadas en la espalda. Es una forma grata de manifestar cordialidad. Pero ud. no puede hacer eso sino entre argentinos. Si va a Norte América, entre su cuerpo y el de otro no puede haber menos de 25 cm, tres palmaditas son suficientes…nada de besuqueos… Son modalidades. Y hay que tener en cuenta esto. En oriente no son admisibles las manos atrás. Los brazos cruzados indican imperio frente a la gente que tiene y por tanto tampoco es un buen gesto. Entonces, cada vez que entramos en una comunidad, tenemos que saber qué maneras tienen, para no agredirlos. La agresión comienza por la actitud del cuerpo frente al otro, y si a esto le sumamos una falta de palabras gratas y de puentes entre las personas, y le sumamos una discapacidad verbal, estamos hechos….estamos hechos unos argentinos…
GL: Han aparecido unos cuantos diccionarios de insultos, y yo tengo aquí una especie de resumen de “insultos célebres” –por haber sido aplicados por distintas celebridades como Sarmiento, Broges, etc-. Ojalá todos insultáramos con ese ingenio, creatividad… pero ¿son necesarios el insulto y la mala palabra, y la vulgaridad? Y cuando estamos con mucha bronca ¿qué hacemos?
LB: Yo soy un defensor del “insulto oportuno”. Si me están insultando y yo he usado todas las formas locuaces, disuasorias para que esa persona suspenda esa actitud, y sigue insistiendo, llega un momento en que tengo que plantarme y putearlo seriamente, porque si esto no se hace, no me respetan. Y ¿qué es respetar? “re-espectum: mirarlo dos veces”. Ese que me insulta, ni siquiera lo miró una vez, si no sabría que tiene frente suyo una persona humana a la que debe considerar, tratar bien. Cuando ya me tratan de una manera animal, es curioso, pero lo más primitivo de este hombre que es la puteada y el insulto, el lo único que puede hacer reaccionar a ese otro. Ahora…hay puteadas y puteadas. Yo puedo decir solo una palabra común, no grosera, pero tan cargada, dicha en tal tono, que es como acordarse de la madre, la abuela y toda la familia.- Yo diría que la puteada es un recurso que debe quedar en la retaguardia de la persona, armada para largarla cuando sea oportuna. Y tiene que ser contundente. Porque si uno acostumbra a sobarle todo el tiempo el oído a la gente con puteadas, cuando realmente quiere putear, pasa de largo. Evidentemente hay momentos en que hay que recurrir a la mala palabra porque el interlocutor que uno tiene delante no va a entender otro lenguaje. Pero hay que saberlas utilizar. Porque hay muchos matices. Hay que conocer el idioma.
MALTRATO Ignacio Copani Ni los perros contra los gatos se podrían tratar tan mal, como el hombre usa el maltrato contra otro hombre que no es igual Forme fila y espere un rato o no ve que voy a almorzar? disque siete, asterisco y cuatro que un aparato lo va a orientar Llene aquí, déjeme sus datos, pronto lo vamos a llamar tome diez hojas de contrato, tiene un minuto para firmar
Me maltratan a mí… Te maltratan a vos… y desde que te vi, estamos maltratándonos
Si cruzás yo te tiro el auto, sos muy negro, acá no entrás por ser joven yo te maltrato así de adulto te acostumbrás Y de viejo, bien maltratado, de seguro no llegarás como en Roma, hasta el Senado, aquí los sabios no cenan más Si maltrato al de más abajo, qué derecho voy a invocar, si le niego pan y trabajo ya lo entrené para maltratar
Al que gana lo maltratamos, su pecado es el de triunfar, el segundo es un fracasado, del rezagado mejor ni hablar Al distinto lo marginamos, nuestra propia incapacidad no es capaz de tender la mano, para tratarlo con dignidad Con la furia de un latigazo, la codicia y la vanidad, pisotean y se abren paso a los codazos por mi ciudad
Para sobrevivir, intentemos mi amor, en la lucha seguir… Y tratarnos algo mejor
GL: El insulto va perdiendo su fuerza agresiva por haberse tornado tan vulgar, cuando, como decía recién Luis Bacia, debiera ser “un recurso de la retaguardia del lenguaje”, o como dice Fontanarrosa “guardemos las malas palabras, porque las vamos a seguir necesitando”
En personajes históricos argentinos quedaron registrados “insultos” célebres, que evidencian el contraste entre nuestro modo de insultar y el de ellos. Está bien que pertenecían a una elite cultural que habitualmente hoy los argentinos no tenemos, pero nos invita a ‘la creatividad’, y a elevar nuestros decires para aportar un contenido junto con el insulto en caso de necesitar insultar.
Sergio Bufano, autor de un diccionario de insultos en español, dijo “los argentinos parecen haber quedado un tanto atrasados en la creación de injurias porque utilizan siempre las mismas”.
“La riqueza de ustedes no se debe al trabajo sino a la vehemencia de los toros y la fecundidad de las vacas” (Sarmiento) Sarmiento le quiso decir “burro” a Mitre. Entonces le mandó un carro de alfa con una nota que decía “la universidad no corta las orejas” “Los sonetos ‘cometidos’ por el Dr. Lugones…” Borges, en “El arte de injuriar” Ese verbo: ‘cometidos’, se usa para delitos o pecados, y llamar ‘doctor’ a Lugones habla de ironía para ofender a un escritor consagrado. También Borges, refiriéndose a otros escritores: “Ha escrito poco, pero lo poco que ha escrito es tan vulgar que nos abruma como si fuera una obra copiosa. Tiene una notable capacidad para elegir buenos títulos, lástima que se obstine en añadirle libros”. Refiriéndose a “100 años de soledad” de García Marquez, dijo “a esa obra le sobran 50 años”
Sin resignar la presencia de la ofensa, el insulto o lo que fuera, que muchas veces en las enemistades y hostilidades que supimos conseguir son realmente necesarias, podemos tener la virtud de decir a lo mejor de manera diferente, sin apelar a la vulgaridad. El insulto también puede madurar. Es molesto, pero puede seguir cumpliendo su utilidad si le agregamos unas dosis de sutileza y de inteligencia.
Cambiamos ojos por cielo . sus palabras tan dulces, tan claras cambiamos por truenos
Sacamos cuerpo, pusimos alas y ahora vemos una bicicleta alada que viaja por las esquinas del barrio, por calles , por las paredes de baños y cárceles ¡Bajen las armas que aquí solo hay pibes comiendo!
Cambiamos fe por lágrimas . ¿con qué libro se educó esta bestia con saña y sin alma Dejamos ir a un ángel y nos queda esta mierda que nos mata sin importarle de dónde venimos, qué hacemos, qué pensamos, si somos obreros, curas o médicos ¡Bajen las armas que aquí solo hay pibes comiendo!
Cambiamos buenas por malas y al ángel de la bicicleta lo hicimos de lata Felicidad por llanto , ni la vida ni la muerte se rinden con sus cunas y sus cruces
Voy a cubrir tu lucha más que con flores Voy a cuidar de tu bondad más que con plegarias ¡Bajen las armas que aquí solo hay pibes comiendo!
”La lengua no es el caballo del pensamiento sino su jinete”, es decir: en la lengua, en cierto modo, hay algo superior y anterior al pensamiento mismo. Es decir: hablamos como pensamos, y se podría decir al revés: pensamos como hablamos. Pero es importante pensar, por eso digo: repensemos el insulto. Porque indudablemente va a seguir formando parte de nuestros vínculos, de nuestras relaciones. Porque las relaciones entre personas siempre están sujetas a trigo y cizaña que muchas veces es mejor dejar que crezcan juntos. Pero pensemos el insulto, porque muchas veces, al cambiar las formas de nuestra comunicación verbal también se cambia nuestro pensamiento. Y entonces, si las palabras son el espejo y modelo de nuestras propias relaciones con el universo, conmigo mismo y con los demás. Observémonos en este espejo. La naturalización del insulto, ya forma parte de una práctica cotidiana que no tiene ya carácter de insulto (fue insulto en sus comienzos, pero fue perdiendo la intencionalidad de ofender y de actuar como catarsis), es una vulgarización preocupante en nuestra lengua. Como el insulto va a seguir estando, debemos tratar al menos de no prendernos nuevamente y montarnos sobre esa carga de tanta ira, enojo, falta de respeto La vertiente mística del Islam, “el sufí”, ha dado al mundo una sabiduría realmente bella y asombrosa en relatos. En la línea de cómo responder al insulto. Un ejemplo en este texto: “…díganme: si alguien viene a hacerles un regalo y ustedes no lo reciben ¿en manos de quién queda el regalo?. Dijeron: ‘en manos de quienes lo traían’. De manera idéntica es el insulto: si alguien viene a insultarlos y ustedes no lo reciben, el insulto vuelve a quien lo produjo”
‘Que broten las palabras’ Hoy solamente quiero hablar, dejar que broten las palabras Echar las frases a nadar por sobre un mar de quietas aguas que digan ellas lo que quieran, o callen sin decirnos nada tal vez que soplen lo que el viento escucha cuando anda de andadas.
Vengan a esta fiesta improvisada. Hoy está de día la palabra echen a volar aquellas trampas que hacen repetir lo que nos mandan
Si quieres hablar del amor o de la rabia que te abraza si quieres cuenta la razón aquí podemos escucharla. Hoy día la conversación ha puesto sus mejores galas y se ha escapado de la jaula que la mantiene encajonada.
No estamos hablando aquí de cómo resolver situaciones conflictivas en el ámbito de lo emocional, sino propiamente del insulto y de que muchas veces estamos presenciando una decadencia muy grande del lenguaje. Hay una violencia pasiva, la violencia que se ejerce a través de la indiferencia, y que sería bueno diferenciar cuando el silencio de un compañero tiene un ‘móvil’ agresivo: herir, o si simplemente es una persona callada, tímida, en cuyo caso el desafío es amar a esa persona tal cual es, y aprender a descubrir los modos que tiene para comunicarse con nosotros que no sean verbales o explícitos, pero que seguramente los hay. Distinto es el caso de la persona que se calla, o que busca herir a través del silencio. Es tan grave en sus consecuencias la palabra utilizada como un puño para golpear al otro –y quizá sea más fácil defenderse de una palabra injuriosa, humillante, degradante-, como la palabra callada, no dada, cuando se la está necesitando. En un vínculo amoroso no se esperan ninguno de estos dos males. Hay que tratar de encontrar en el discernimiento formas de ayudarse mutuamente.
A veces, parece que ya nos estamos agrediendo no solo por la palabra negativa sino también por la positiva. “Hola mi amor, mi amor, mi amor…” eso no está muy lejos de ser un insulto, ni está muy lejos de ser criticable de la misma manera que estamos criticando otras prácticas, pero es cierto que colabora a la decadencia del lenguaje, porque las palabras se van desgastando de tal manera que ya pierden toda su esencia y su perfume y su capacidad para decir. Si yo le digo “mi amor” a un desconocido que entra al negocio, ¿qué palabra voy a tener que usar a la hora de comunicarme con mi verdadero “amor”. Si estoy usando la misma palabra, significa que le estoy dando el mismo regalo a un desconocido que a la persona con la que comparto mi intimidad, mi vida, mis proyectos y mis sueños. Eso es violento para con el lenguaje, porque vamos produciendo su vaciamiento, le vamos succionando su carga emotiva y significante. Con la palabra “amor” estamos en un serio problema, porque estamos frente a una palabra con connotaciones tan distintas, tan variadas y en algunos casos tan contrarias a lo que la palabra amor quiere connotar, que…vamos a tener que inventar nuevas palabras.
Fontanarrosa hizo una exposición sobre las malas palabras, que planteaba ciertos cuestionamientos: Un Congreso de la Lengua, es más que todo, para plantearse preguntas. Yo como casi siempre hablo desde el desconocimiento, me pregunto por qué son malas las malas palabras, quién las define como tal. ¿Quién y por qué?, ¿quién dice qué tienen las malas palabras?, ¿o es que acaso les pegan las malas palabras a las buenas?, ¿son malas porque son de mala calidad?, o sea que ¿cuando uno las pronuncia se deterioran? o ¿cuando uno las utiliza, tienen actitudes reñidas con la moral? Obviamente, no se quién las define como malas palabras, tal vez sean como esos villanos de viejas películas como las que nosotros veíamos, que en un principio eran buenos, pero que al final la sociedad los hizo malos. Tal vez nosotros al marginarlas, las hemos derivado en palabras malas, lo que yo pienso es que brindan otros matices muchas de ellas. Yo soy fundamentalmente dibujante, con lo que uno se preguntará: ¿qué hace ese muchacho arriba del escenario? Manejo muy mal el color, por ejemplo, pero a través de eso sé que cuanto más matices tenga uno, más puede defenderse, para expresarse, para transmitir, para graficar algo, entonces, ¿hay palabras, palabras de las denominadas malas palabras que son irremplazables, por sonoridad, por fuerza, algunos incluso por contextura física de la palabra. No es lo mismo decir que una persona es tonta o zonza que decir que es un pelotudo. Tonto puede incluso incluir un problema de disminución neurológica realmente agresivo. El secreto de la palabra pelotudo, ya universalizada —no sé si está en el diccionario de dudas—, está en que también puede hacer referencia a algo que tiene pelotas. Puede hacer referencia a algo que tiene pelotas que puede ser un utilero de fútbol que es un pelotudo porque traslada las pelotas; pero lo que digo, el secreto, la fuerza; está en la letra t. Analicémoslo —anoten las maestras—: está en la letra t, puesto que no es lo mismo decir zonzo que decir peloTUdo. Otra cosa, hay una palabra maravillosa que en otros países está exenta de culpa —esa es otra particularidad, porque todos los países tienen malas palabras pero se ve que las leyes de algunos países protegen y en otros no—, hay una palabra maravillosa, decía, que es carajo. Yo tendría que recurrir a mi amigo y conocedor, Arturo Pérez Reverte, conocedor en cuanto a la navegación, porque tengo entendido que el carajo era el lugar donde se colocaba el vigía, en lo alto de los mástiles de los barcos para divisar tierra o lo que fuere, entonces mandar a una persona al carajo era estrictamente eso, mandarlo ahí arriba. La “mala palabra” la hace tal la mala intención de agredir, pero no solo eso, sino también el “acuerdo social”: todos acordamos que determinadas palabras son las que utilizamos cuando queremos agredir, insultar o descalificar. Es decir, la mala palabra, por más que no esté dicha con mala intención, de alguna manera tiene esa carga que socialmente le hemos puesto.
Fontanarrosa termina su discurso diciendo “guárdenla, no la usen todo el tiempo, porque están puestas para algo”.
La lengua guarda sabidurías milenarias. Así que cuando nos enseña algo, es bueno, por lo menos, considerarla.
El insulto, esta carga en las palabras, tiene un costado positivo. Toda esta energía negativa que se nos sale cuando algo nos sale mal –cuando nos quemamos mientras cocinamos, o cuando el colectivero no pasa, o cuando se vuelca algo y nos arruina papeles, etc.-, que hacen que ‘la lava del volcán emerja’, nos hacen apelar muchas veces a algún método catártico y eso es muy bueno si después pasamos a otra reflexión La reflexión sería la siguiente: supongamos que estamos en un bote, en un lago, donde hay un poco de niebla y un poco de bruma, y de pronto visualizamos en medio de la tenue niebla que otro bote viene hacia nosotros., entonces le gritamos ‘¡hey! ¡aquí hay otro bote! ¡pare! ¡desvíe el rumbo!’ y el otro sigue, y de pronto se produce la embestida. Nuestro bote tambalea, corre el riesgo de caerse, lo equilibramos a duras penas, comenzamos con los insultos porque le anticipamos que parara y no lo hizo, y cuando nos fijamos bien el bote no tiene tripulantes, venía a la deriva. No había voluntad de agredir, no había nadie intencionado en hacerme daño. Esa es la reflexión que hay que hacer después de la catarsis. No sea cosa que vivamos ‘enojándonos contra botes que no tienen tripulante’.
La invitación hoy es a poner un poquito de freno, sin caer en una moralina pacata ni en la hipocresía ni en la ridiculez, ni en una pomposidad grandilocuente. Pongamos un poquito de freno y recuperemos el valiosísimo capital de nuestro lenguaje. Una de las cosas que me parece importante para favorecer la cantidad de recursos que tenemos cuando estamos frente a peleas, ironías, críticas ácidas. Tener los recursos que el lenguaje ofrece nos ayuda a tener herramientas para: restaurar nuestra identidad, restaurar nuestra estima, restaurar nuestro bienestar cotidiano, restaurar nuestra intimidad y restaurar nuestro porvenir. Todo esto se pone en juego cuando tenemos recursos del lenguaje para no apelar al golpe o al gesto. Muchas personas ante la impotencia para expresar sus necesidades de intimidad, de bienestar, de estima y de identidad, apelan a recursos sub-lingüísticos, a gestos como el ‘ostracismo’, ‘la venganza’, ‘el rencor’ –que muchas veces es rencor con uno mismo por no encontrar la palabra para expresar lo que necesito-, y después vienen la violencia familiar o social, o viene la promiscuidad sexual, porque carezco de las palabras para expresar el amor, y no encuentro otro recurso más que la relación sexual para poder expresar lo que siento. Y entre la vivencia del amor y la relación sexual hay un largo camino de poemas, palabras, gestos, atenciones…todo un capital que a la cultura ha llevado miles de años construir, que se nos está depredando. Volvamos a él. Volvamos a la lectura. Volvamos a la cortesía. Volvamos al buen trato, a la sonrisa, a la música. Volvamos a vivir.
Las palabras hacen trampa. nunca creo en lo que nombran las palabras las palabras del temblor y el desatino , las palabras que desvíen mi destino las palabras son sagradas buen amigo las palabras hacen trampa , nunca creo en lo que nombran las palabras ahí se esconden muchos tontos importantes pero como en toda tribu, todo libro y toda casa , las palabras nos enseñan el coraje las palabras siempre se las lleva el viento, pero yo las necesito, somos dos viejos amantes muy chiflados, muy astutos, desafiantes son el arma con la que me das consuelo, el cuchillo que se hunde en mi pellejo la apariencia siempre bien organizada, las palabras son traiciones de alto vuelo las palabras me hacen falta , me hacen falta cien millones de palabras las palabras me hacen trampa , nunca creo en lo que dicen tus palabras a menos que ellas mismas manifiesten confusión la tensión entre los versos y el lenguaje, la tensión entre los besos y el amor
las palabras no me creo lo que dicen , mis palabras son el centro del misterio las palabras nos explican lo que nunca entenderemos, si fue cierto, fue mentira o si al fin fue todo sueño mis palabras las palabras. Fito Paez
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