20/04/2021 – La hermana Marta Rébolo pertenece a la Fraternidad Misionera de la diócesis de San Roque en Chaco y misiona junto a otra religiosa de su comunidad en El Sauzalito, a orillas del río Bermejo. Allí trabajan principalmente con comunidades wichís. “Soy nacida en el barrio de Floresta en Buenos Aires, siendo la cuarta hija mujer de un matrimonio entre hijos de inmigrantes españoles. Mis cuatro abuelos eran Galicia. Mi padre falleció cuando yo era pequeña, mi madre murió hace unos años atrás, pero gracias a Dios pudo conocer a sus nietos. También ella vino varias veces al Chaco a visitarme. De ella aprendí la fe sencilla de pueblo, la devoción a la Virgen ya que íbamos siempre a Luján y al Santuario de Lourdes. Mi mamá fue la que de pequeña me contaba el relato de san Juan Diego y la Virgen de Guadalupe. Vivimos muchos años con mi abuelo paterno. Mi familia era una familia de reunirse mucho, jugar con mis primos”, relató Marta.
“En mi familia no éramos de ir a misa de domingo, pero si recuerdo que éramos muy marianos y se rezaba. Conocí a Jesús en la formación de catequesis y en mi primera comunión. Y a partir de ahí ya no me alejé del Señor. Me regalaron el libro “Las visitas al Santisimo” de San Alfonso de María de Ligorio, ese libro me ayudó a encontrarme personalmente con Jesús. Tengo sobrinos y sobrinos nietos y con mis tres hermanas y sus familias compartimos mucho y me acompañan desde la distancia”, agregó Rébolo.
“Mi parroquia de origen es San Pedro Apóstol en la Capital y allí compartí años maravillosos de pastoral con quien hoy son sacerdotes: Rómulo Puiggari, e Ignacio Copello. También había amigas mías que hoy son carmelitas y también matrimonios hermosos. La vida misionera la viví con un grupo que era extra parroquial llamado “Ad Gentes”. Lo integrábamos jóvenes de diferentes parroquias y seminaristas de Buenos Aires en la década del 80. Íbamos primero a San Luis y después al Chaco donde definitivamente me quedé”, sostuvo la religiosa que actualmente acompaña a parajes como Fortín Belgrano, Tartagal o Tres Pozos.
“En el año 2000 vivimos en carpas de paraje en paraje, éramos seis, cuatro religiosas y dos laicas. Los fines de semana venía un sacerdote a presidir la Eucarística, todo porque era un año dedicado al Señor Eucarístico. El que siempre nos acompañó es Fernando Croxatto, hoy obispo de Neuquén. Cuando él era sacerdote aquí y acompañaba esta porción del Pueblo de Dios estuvo muy cerca de nuestra obra. Monseñor Abelardo Francisco Silva, segundo obispo de San Roque, fue quien nos aprobó como fraternidad”, añadió la hermana Marta. “El misionero está para poner de pie a la iglesia local, busca que se generen animadores, misioneros propios. En nuestra tarea cotidiana nos ayuda mucho la Fundación Marianista, ellos colaboran con recursos y oración”, dijo.
“Nuestra fraternidad nació del deseo de entregar la vida en la misión sirviendo en una diócesis concreta, llevando el anuncio del Evangelio a los lugares donde la Iglesia está menos establecida, donde muchos no llegan. Son zonas rurales, monte Impenetrable, periferias diría el Papa Francisco. La parroquia a la que pertenecemos incluye también los municipios de Misión Nueva Pompeya, Fuerte Esperanza y Comandancia Frías, todos atendidos por un solo sacerdote, el padre Dolfi, Adolfo Kocka. También está una comunidad de Maristas y de Lauritas en Pompeya y Misioneras de Cristo Verbo y Víctima en Comandancia”, manifestó Rébolo.
“Nosotras nacimos misionando en el sur de la diócesis, en Santa Sylvina, durante la década del 90 atendiendo junto a las comunidades rurales de la Parroquia San Antonio de Padua. Para el año 2000 dejamos esa zona y nos instalamos definitivamente en el norte, en el Impenetrable. La tarea pastoral que realizamos es la animación de las comunidades, acompañando sus novenas y fiestas patronales, y a los laicos animadores de cada comunidad en todo lo que van necesitando. Además hace muchos años que acompañamos también a la comunidad aborigen wichí facilitando un espacio de contención para adolescentes y jóvenes que surgió como respuesta al consumo problemático de drogas y a las muchas necesidades que tienen los más pobres en la comunidad. Trabajamos coordinadamente con la Fundación Valdocco donde muchos están haciendo un proceso de recuperación.
Finalmente, la hermana Marta compartió esta oración final:
Oh Señor te alabo y te doy gracias por la Vida Consagrada y Misionera
que regalas a tu Iglesia y que me invitaste a vivir en este hermoso
lugar. Te doy gracias por el pueblo fiel que día a día camina en la fe
y se sostiene con sus devociones, su religiosidad popular, su amor a
la Virgen recibido de sus mayores y el servicio al otro transformado en gauchada
Gracias por la vida en este Impenetrable con tanta diversidad cultural,
étnica, esta cercanía con la madre tierra, el rio
y este compartir vida y fe con los hermanos criollos y wichí.
Y me uno también a la oración que el Papa Francisco
nos regaló en la Evangelii Gaudium.
Consíguenos Madre un nuevo ardor de resucitados para llevar a todos el
Evangelio de la vida que vence a la muerte. Danos la santa audacia de
buscar nuevos caminos intercede por la Iglesia para que ella nunca
se encierre ni se detenga en su pasión por instaurar el Reino.
Estrella de la evangelización, ayudanos a resplandecer en el testimonio
de la comunión, el servicio, la fe, la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del evangelio llegue hasta los confines de la Tierra
y ninguna periferia se prive de su luz. Madre del Evangelio Viviente,
manantial de alegría para los pequeños ruega por nosotros.
Amen.
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