El perdón como fuerza de liberación

lunes, 11 de noviembre de 2019
image_pdfimage_print

 

11/11/2019 – Lunes de la trigésima segunda semana del tiempo ordinario

“Después dijo a sus discípulos: «Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. Por lo tanto, ¡tengan cuidado! Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: «Me arrepiento», perdónalo». Los Apóstoles dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». El respondió: «Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, ella les obedecería.

Lucas 17,1-6

Si tu hermano peca, repréndelo y si se arrepiente perdónalo. Corregir fraternalmente a solas, con otro testigo delante de la comunidad, con el objetivo de ganar la vida del hermano. La recurrencia en el pecado y el perdón cada vez que se arrepiente, cuantas veces tengo que perdonar a mi hermano, hasta siete veces siete, no, sino setenta veces siete. Hay una condición de que el que peca se arrepienta. Por último para obedecer este mandato de perdonar siempre, hay que tener mucha fe en el que es capaz de vencer la fuerza del mal en nosotros.

Queremos tirar puentes de perdón, hacia orillas de las que por motivos distintos estamos alejados, nos sentimos como que no se puede pasar sobre aquel otro lado en el vínculo fraterno porque no está construido ese vínculo de perdón y de reencuentro. Que podamos hoy tirar un puente de misericordia de un lado a otro de doble vía para que en reconciliación encontremos los caminos que nos permiten ir tan lejos como el Señor así lo quiere. Seguramente hay del otro lado de la orilla alguien que por motivos diversos podes estar distanciado, hoy es el día de tirar puentes para el reencuentro.

El escándalo es inevitable y es fruto de las fuerzas aniquiladoras del pecado que contradice en nosotros, los hijos de Dios, esa filiación divina y la consecuencia de fraternidad que brota del hecho de ser hijos de un mismo Padre. El escándalo es inevitable en cuanto que el pecado es parte constitutiva de nuestra naturaleza humana. Jesús lo dice muy claramente en la primera carta de Juan, “el que no tenga pecado está mintiendo”.

El pecado es siempre una ruptura con Dios, sus mandatos y una ruptura con los hermanos a los que pertenecemos como hijos de un mismo Padre. Se rompe el vínculo de filiación, se rompe los vínculos de fraternidad. El perdón como expresión del amor misericordioso de Dios es el que esconde en sí la capacidad de reparar el daño de escándalo que el pecado es capaz de generar.

El perdón se ejercita sacramentalmente en la fraternidad, en la comunidad, de ahí si tu hermano peca, repréndelo y si se arrepiente perdónalo. Es tan fuerte la acción de la fuerza del mal que se esconde en la herida del pecado que no es difícil repetirse en él. Si pecas siete veces al día contra ti, a esta presencia inquietante amenazadora de destrucción se la vence con la fuerza integradora de la misericordia. Es por el camino del testimonio de Jesús resucitado como nosotros al igual que los apóstoles, somos capaces de vencer a los que nos hacen daño.

Sencillamente, tirar puentes que nos pongan en sintonía de comunión con quienes están por distintos motivos a la distancia y permitir en una vía de doble mano, volver y llegar y encontrarse en la misericordia.

La misericordia termina por vencer la necedad escandalosa de la fuerza aniquiladora que el pecado tiene para separarnos, distanciarnos, hacernos indiferentes unos con otros, indolentes. Es por el camino del perdón. Es por el camino de la reconciliación. Es un don del cielo. No está en nosotros, el poder ejercitarlo si Dios no viene en nuestra ayuda y nos pone en esa sintonía de la cruz que es capaz de abrazar a todos y tender lazos hacia el cielo para ponernos en comunión con el Padre y con los hermanos.

Esta experiencia de encuentro con el Señor que dice perdónalos porque no saben lo que hacen, busca ganarnos el corazón para que nosotros también nos dejemos perdonar por Él y seamos capaces de perdonar si alguna ofensa nos ha separado de los hermanos. La gracia del perdón necesita de estos puentes que forman parte de la vida, de estos puentes que nos reconcilian, que nos hermanan.

 

Catequesis completa