20/12/2023 – La hermana Mariana Zossi, titular de la Asociación Bíblica Argentina, reflexionó en torno a la Navidad desde la obra lucana. “Cuando leemos el relato del nacimiento de Jesús en el evangelio de Lucas, notamos desde el principio la triple insistencia de una frase casi idéntica. Esta constatación nos invita a poner la segunda repetición de este “estribillo” al centro de toda la estructura. Más allá de las aplicaciones, la división y la composición de la narración, el problema será entender esta insistencia respecto al pesebre; esto no puede ser fortuito; debe tener un sentido. Uno sabe que el mejor lugar para ocultar un objeto consiste en ponerlo delante de los ojos de todos. Quién intenta encontrarlo, irá a examinar en todos los lugares donde se ocultan posibles perspectivas, siendo incapaz de imaginarse tenerlo apenas delante de sí. El secreto del pesebre no está lejano: ¡se oculta delante de los ojos de todos, en la misma palabra! Bastaría preguntar a un niño qué cosa siente con esta palabra. En italiano, en francés, en inglés, en portugués, como en el resto de las lenguas que se construyen desde el griego, en la palabra “pesebre” se oculta “el comer”. Colocan al recién nacido en el “pesebre” (en un comedero), esto significa simplemente, que está ofrecido en cuánto “comida”, en cuánto alimento. Queda, sin embargo, buscar en el texto, cómo este elemento recurrente entra en la relación con los otros, y que esta relación con el resto del texto sea coherente, formando así una estructura. Es decir, el autor ha ocultado la llave dejándola delante de los ojos de todos: su insistencia, desde el principio, en el censo y en el pesebre, y esto nos tiene que poner en el camino en esta última semana antes de la Navidad”, acotó la religiosa.
“Hay dos eventos o dos acontecimientos son puestos en paralelo en Lucas. Esta forma de escribir es típica de la obra lucana: dos anunciaciones, dos nacimientos, paralelo entre Pedro y pablo en el libro de los Hechos de los Apóstoles, etc. Podríamos decir que esta forma de escribir identifica a Lucas, es su adn. Aquel que preside los destinos del inmenso imperio romano, César Augusto, el primero entre los habitantes de “todo el universo”, decide realizar el “primer” censo. En la región donde se desenvuelven los hechos narrados sucesivamente, en “Siria”, gobernaba en nombre del César como su representante, Quirino; también él es el primero. Sorprende el contraste. El acontecimiento corresponde al “primer censo”, decretado por el emperador de todo el universo y el nacimiento del primogénito de una pareja así de pobre y desfavorecida que no tendrá “lugar para ellos en el albergue de Belén, este pequeño poblado perdido en el entorno de Jerusalén, serán aquellos que acostarán al niño “en un pesebre” de animales. Y, sin embargo, por el decreto de César Augusto que lleva a este niño a nacer lejos del pueblo de sus progenitores, Nazaret de Galilea, en modo escondido, es el Señor Dios que lo conduce a Belén de Judá, para que vea la luz, como corresponde, en la ciudad de David, su padre”, dijo la hermana Mariana.
“Los mensajeros de Dios vienen del lo más alto de los cielos, de cerca del Señor. Ahora, el dueño del cielo envía su ángel no a César Augusto, ni a Quirino, ni a María y a José, sino a los pastores sin nombre. Los buenos pastores de nuestros pesebres no nos tienen que hacer olvidar de la poca estima que tenían los pastores en ese tiempo. Viviendo con su grey, ellos no recibían mayor consideración que sus animales. Los que vivían en los poblados sospechaban de “esta gente”, que consideraban como ladrones e hipócritas, al punto que no eran aceptados sus testimonios frente al tribunal. Es la persona de este género, los últimos entre los últimos, a quienes los ángeles se vuelven a anunciar la noticia más grande de todos los tiempos, ¡el nacimiento del “Salvador, Cristo y Señor”!. Esto es lo más inaudito que se pueda esperar para un anuncia que trastocará la historia. Esta noticia es “para ellos”; “la señal” que el ángel les da es “para ellos”. Mucho más, es “para ellos” que nace el “Salvador, Cristo Señor”. Es verdad, “el gran gozo” que tendrán será también “de todo el pueblo” de Israel, la “Paz” que ellos portarán será para todos “los hombres” que habitan la superficie de “la tierra, como la alegría resonará en lo más alto de los cielos. Eso no quita que es “para ellos”, sobretodo, que resuena las buenas noticias, antes que a la “multiplicidad del ejército celestial” de ellos se percibe y sube hacia arriba en la alabanza al mensajero del Dios. Es probablemente por esto que la señal ofrecida para ellos habla su propio lenguaje: “el pesebre” de los animales, en el cual es puesto el recién nacido, es parte del su propio universo cotidiano, podríamos decir de “su universo semántico”. Ellos, con toda probabilidad no tuvieron otro lugar de origen que este. El Salvador debía encontrarlos en la condición misma de su origen. Como ellos, Él se consagrará a velar sobre su rebaño, para nutrirlo y protegerlo de todo peligro, como verdadero pastor de su pueblo”, indicó Zossi.
“En la lógica del relato lucano, en la lógica divina, los primeros invitados al pesebre no podían ser más que los pastores. Estos se oponían en todo modo posible al pastor del universo, César Augusto, y a su representante en la región, Quirino. Según la lógica evangélica, los primeros son los últimos y los últimos primeros. Augusto es el primer personaje del imperio, los pastores son los últimos entre los últimos. Despreciados del resto de los hombres, son asimilados a los animales con quienes viven; no tienen personalidad jurídica, porque no pueden testimoniar en los tribunales. El Niño es ofrecido en esta noche en cuanto comida para todos los hombres de buena voluntad. El Niño no tiene lugar y tiene que desplazarse para nacer. Lo hace en un lugar perdido y pequeño. En el último lugar. El Niño nace en un lugar donde se vive “el cuidado” de los más olvidados, dónde solamente están los pastores. Demos gracias por todos aquellos lugares que hemos construido como lugares de nacimiento al cuidar y alimentar la vida”, cerró Mariana.