El poder de la oración de intercesión

lunes, 12 de septiembre de 2022
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12/06/2022 – En la oración de intercesión el Señor nos invita a orar con insistencia por aquellos que más lo necesitan.

 

“Cuando Jesús terminó de decir todas estas cosas al pueblo, entró en Cafarnaúm. Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho. Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a curar a su servidor. Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: «El merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga». Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque yo –que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes– cuando digo a uno: “Ve”, él va; y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi sirviente: “¡Tienes que hacer esto!”, él lo hace». Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguí, dijo: «Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe». Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano”

Lucas 7,1-10

Interceder: Pedir con fe

Cuando uno reza, una pregunta que surge de la oración que eleva al cielo nuestro clamor es, ¿cómo es que Dios recibe nuestra oración de intercesión? ¿cómo logra su efecto la plegaria de intercesión, cómo actúa sobre Dios y cómo sobre aquel por quien se reza?. Lo más sencillo sería pensar que todo ocurre de manera similar a lo que pasa entre nosotros: buscamos a la persona que está en condiciones de procurar el favor que se desea para el otro; hago una gestión por otro hermano que necesita un favor de alguien y busco vincularme con esa persona que tiene la posibilidad de dar esto que mi hermano está necesitando. Después de hacer esto nos esforzamos por convencerla defendiendo la causa de aquel por el cual tengo que interceder, por aquel al que queremos socorrer. Buscamos la influencia para que se haga y se procure el bien que esa persona está esperando.

Algo semejante contemplamos en el Evangelio, es lo que ocurre con la oración de intercesión, y para eso hay que buscar por un lado y por el otro, y presentarle al Señor la necesidad del hermano y la propia. Aquel que tiene para darnos todos sus dones que necesitamos, está esperando eso, que vayamos, que toquemos la puerta y está deseoso a salir a nuestro encuentro. Hay que darle tiempo, alma y corazón, porque la súplica a Este que tiene todo lo que nos hace falta y más todavía, está solamente esperando ese encuentro. “Yo estoy a la puerta y llamo” dice la Palabra. Estate atento, porque en confianza y en trato de amistad, quiere encontrarse con vos.

Pedimos insistentemente pero siempre dejándole las manos libres para que su querer y voluntad se manifieste más de lo que uno sueña y espera, desde el amor que abraza y tiernamente cobija lo humano en todo, sobretodo donde el alma se siente herida y clamando por ese amor que sana todo. Es verdad que podemos tener muchas carencias, pero es mucho más cierto que cuando el amor de Dios abraza nuestro interior, aún en medio de las grandes carestías, sentimos que todo lo tenemos y nada nos falta cuando el amor de Dios nos toma el corazón.

El clamor que asciende y el pedido que desciende

Antes de que nuestro clamor suba al cielo hay una visita al corazón que nos despierta eso que tenemos que clamar. Es primero el que puede dar quien despertó el deseo de pedir.

Luego, hay una primera etapa de la oración es ascendente, es decir, son nuestras oraciones puestas en el cielo por aquellas necesidades que sabemos, el cielo puede cubrir de lo que nosotros no alcanzamos por nuestras propias fuerzas. Somos mendicantes de gracias, necesitados y pobres. Pedimos por trabajo, por nuestra familia, por salud. Cuántos clamores tenemos en el corazón. Hoy queremos ponerlos a todos así, a mano abierta, en la comunidad.

En medio de las dificultades hay Alguien que vela por nosotros, por eso elevamos la mirada al cielo. El alma se eleva en libertad al cielo cuando tiene la certeza absoluta que nada se puede sin la ayuda que viene de lo alto, y por ende solo el cielo puede proveernos de lo que necesitamos para soportar, para avanzar y para recrearse. Como dice Jesús “Sin mí nada pueden” es el primer movimiento de un corazón que confía, que se eleva, que suplica por aquello que sabe que de suyo no lo puede recibir por su propio esfuerzo, por su propia entrega.

El segundo movimiento es descendente, es lo que el cielo responde a aquello que nosotros hemos clamado. Si estás atento vas a descubrir que pediste 10 y te da 20. Dios interviene en el curso de los acontecimientos y cumple con lo que nosotros no hubiéramos podido lograr por nosotros mismos. No dejes de pedir, a su debido tiempo siempre recibimos más de lo que pedimos.

Dicen los Padres del desierto que cuando pedimos insistentemente, el corazón se vacía de lo que nos pesa, para darle lugar a la llegada de lo nuevo que viene a nosotros. Hasta que no se vacía el corazón no viene lo que estamos buscando. Necesitamos pedir y a la vez buscar liberarme de mis expectativas y proyecciones. Dios es Dios, creé que lo que te va a dar va a ser más grande. Es cierto, Dios siempre nos sorprende. Dios es padre, y nos deja la mano libre para que experimentemos nuestro límite, pero es un Padre bueno. Ve cómo su hijito intenta subir un escalón e interviene para que no se golpee la cabecita. Al final lo termina alzando, y lo abraza y lo estruja de cariño. No dejemos de intentar dar el paso para subir el escalón porque nos hace crecer, madurar y fortalecernos, pero Dios está ahí para darnos lo que nos hace falta.

Dios cuenta con nuestra oración en su plan de salvación, porqué oramos si Dios podría hacerlo sin que nosotros oremos, porque Dios ha querido que nosotros participáramos con Él de la gracia en la oración, esta gracia de oración y de súplica nos hace entrar en sintonía de amor con el plan de salvación de Dios.