El proceso de nuestra purificacion

martes, 2 de agosto de 2011
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Estamos en la subida al Monte Carmelo y en los primeros versos Juan de la Cruz dice: – en una noche oscura, con ansias en amores inflamadas, o dichosa aventura, salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada-.

Tomamos parte de lo que compartíamos ayer, hablábamos de la noche. En diversos sentidos, en tres básicos sentidos.

La noche de los sentidos, de los cincos sentidos: el olfato, el oído, la vista, el tacto, y el gusto.

La noche que supone, entrar de cara a Dios para una nueva percepción desde la realidad. ¿Porque dice noche? San Juan de la Cruz. Porque entra en un proceso de purificación.

El hombre en este aspecto, cuando se decide caminar hacia Dios, quién lo lleva con esta llama de amor vivo, dirá en otra expresión con este amor que lo saca de sí, hacia el encuentro con Él, por un territorio desconocido, en un ambiento de la percepción de la realidad de las cosas, a través de los sentidos, de una forma distinta.

Y por eso está como en la noche. También es noche allí porque, se produce una desafección.

Los sentidos, la sensibilidad en todos y cada uno de los aspectos en los que se manifiesta a través de los sentidos, tienden como apegarse, a lo que entra en relación con ella, al objeto de su percepción. La vista por la luz, el gusto por lo que degusta, oído por lo que escucha, el tacto por las texturas, el olfato por lo que huele.

Uno si queda prendido a esta dimensión, no puede trascender, cuando uno queda como atado a las sensaciones, que ofrecen los sentidos como modo de precepción de la realidad, no puede dar un paso más allá.

Parte de esto decíamos ayer, es lo que ocurre en la sociedad en que vivimos.

Justamente la ausencia de Dios, la declaración de la no trascendencia, hace que todo acontezca alrededor de este mundo de donista, donde las personas valoramos, la realidad, en función de cuanto nos despierta en lo emocional, en los sentidos.

Pero no la valoramos mas allá de lo que está detrás, de lo que aparenta ser.

O lo que esconde en realidad, lo que está detrás del primer dato que recibimos de la realidad. Una cierta dificultad para trascender.

Por eso necesitamos esta “purificación decimos de la sensibilidad " y del modo de vincularnos del afecto, que nos genera la relación, con todo lo que nos relacionan los sentidos. Hay una noche también dice San Juan de la Cruz, que es la noche de la fe, la fe es siempre es oscura, decíamos ayer, es claro" oscura ", la fe como adhesión a lo que Dios nos dice apoyados en la autoridad, en lo que Dios nos revela.

Puede ser a razonada, y la razón es el modo natural, a través del cual nosotros, encontramos luces para caminar.

Por la capacidad de análisis, por la capacidad e ductiva, por la capacidad inductiva, de descrimición, de separar y unir, de juntar y de armar, pero resulta ser que el modo de acceder a Dios, al Dios vivo, solamente por el camino de la fe impulsado por la caridad.

Cuando la razón no alcanza a la fe, nos damos cuenta de que tenemos que producir un salto.

Ese salto no la dá razón en sí misma. Lo dá la fe que nos invita, a confiar en Aquél, que nos dice que demos aquel y lo demos solamente porque Él nos pide.

Lo hemos dicho de una manera muy sencilla a esto. Poniendo el ejemplo del padre, que está parado el hijo, y el padre está parado frente a él, el padre le dice: – tírate-, el hijo se tira de la mesa a donde el padre está parado, solamente porque el padre está ahí, y el padre lo invita a tirarse, sino, no se tiraría.

Es un acto de confianza. Es un acto de entrega, impulsado por el amor de vinculo, que existe entre el padre y el hijo, así también nosotros, tenemos que caminando en la fe, a dar un paso hacia Dios nos llama, pero no por el resultado que nos genera la luz que nos trae la razón en esa decisión, sino por un acto creyente.

Además dice Juan de la Cruz hay una noche oscura, que tiene que ver con el misterio de Dios, de quién es más de lo que no conocemos, que lo que conocemos.

La oscuridad de la noche en la que sale el alma, que es todo el hombre, al encuentro de Dios, inflamado por el amor que lo que lo lleva, en ascenso hacia la cima, en donde Dios lo espera para la unión, es lo que estamos contemplando en estos días.

Ahora nos vamos adentrar, en estos dos días, sobre el proceso de purificación es decir: ¿Cómo se dá esa purificación en nosotros?, ¿cómo es que nos vamos purificando?, mientras vamos siendo atraídos por la fuerza de este amor que inflama el alma desde adentro y nos hace ir más allá, de lo que por nuestro propio natural condición, iríamos.

En esa noche, diversa, salí, sin ser notado, dice Juan de la Cruz, salió el alma, que es todo el hombre, sin ser notado.

Y por un amor que lo inflamada desde dentro, desde este lugar plantamos la consigna.

¿Hacia donde sentís que tienes que salir?

Tenés que salir posiblemente, hacia el encuentro de la fe, de lo nuevo que Dios te tiene propuesto, y no te animas.

Te dá miedo, te dá temor, ¿que te impide salir?, a donde Dios te invita a dar un paso, a ordenar que, en tu vida.

A vincularte de qué manera con la realidad de una forma distinta.

A ordenar tu oración. A ordenar tu afectividad. A ordenar tus vínculos, tus relaciones. A ordenar tus tiempos.

Si… nos detenemos a ver el modo como Dios, nos invita a salir siempre, es, con orden. Cuando la casa estaba sosegada, dice Juan de la Cruz, salimos con orden.

Que es lo que hay que ir ordenando, mientras vamos yendo hacia delante, y hacia Dios nos llama.

Porque se sale, de este lugar, a donde Dios nos invita a ordenar, porque Dios nos está llamando ¿cuál es el llamado que estás recibiendo?

En el fondo estamos preguntándonos, cual es el proceso de conversión en el que Dios te puso, en este momento de tu camino.

En este tiempo de tu andar, eso nos hace ir, ascendiendo, subiendo hacia el encuentro donde Dios nos espera.

Yo los exhorto, dice Pablo: – a que se dejen conducir por el espiritu de Dios y así no serán arrebatos por los deseos de la carne. Porque la carne desea contra el espiritu y el espiritu contra la carne. Ambos luchan entre sí, por eso ustedes no pueden hacer todo el bien, que quieren. Pero si están animados por el espiritu, ya no están sometidos a la ley. Se sabe muy bien cuales son obras de la carne: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, superstición, enemistades, peleas, rivalidades, violencias, ambiciones, discordias, sectarismo, disensiones, envidias, ebriedades, orgías y todos los excesos de esta naturaleza. Les vuelvo a repetir:- que los que hacen estas cosas, no poseerán el reino de Dios. Por el contrario el fruto del Espiritu es: amor, alegría, paz, magnamidad, afabilidad, bondad, confianza, mansedumbre y temperancia.

PALABRA DE DIOS.

El proceso de purificación por donde Dios, introduce a la persona, en los comienzo de su camino de ascenso, al encuentro con Él, en la cima, siguiendo la figura de el ascenso al Monte Carmelo, que plantea Juan de la Cruz

Supone por parte de quién se decide, a ir hacia donde Dios, convoco y llama….un vacío total.

Desde la perspectiva de la espiritualidad de Juan.

El hombre para alcanzar su plenitud, su meta, de crecimiento como " hombre”, debe llenar su interioridad de amor puro y luminoso de Dios.

Y para eso es necesario, que "ordene" " jerarquice", sus sentimientos, sus afectos, para que todos estén enderezados a Dios.

En este sentido comenta -Molinar – Juan de la Cruz, está siendo inspirado entre otros, por el pseudo Dionisio, en su reflexión.

Para llenarse de Dios, tiene uno que, vaciarse, de todo lo que no es Dios.

Ninguno de nosotros, puede contener dentro de sí, simultáneamente, dos seres contrarios. Es lo que Jesús dice en el evangelio: ustedes, no pueden servir a Dios y al dinero. Es lo que Pablo dice: -en nosotros hay un combate, entre el espiritu y la carne, nadie puede albergar la luz y la oscuridad, la belleza y la fealdad, la limpieza y la suciedad, el amor y el egoísmo, ¿porqué? – Porque estos se rechazan.

Y por eso es necesario mientras, vamos yendo hacia donde Dios nos llama, que es pureza de luz y de presencia Suya, tenemos que ir sacando de nosotros las sombras que ocupan el alma.

Para llenarnos de qué, del amor de Dios que es el mismo, que nos impulsa salir de nosotros mismos. Y para esto hay que vaciarse de todo amor desordenado, de todo apego, a las cosas que nos atan, que no nos deja vivir de manera ordenada, de todas las afecciones que tenemos por realidades, que no nos dejan ser libres interiormente.

Hay que dejar el interior totalmente limpio, para que Dios lo pueda invadir todo, con la impetuosidad de su infinitud.

Es el proceso de purificación del corazón. Es el proceso de limpieza interior. Hay que ordenar la casa.

Si uno piensa en que vá a recibir una visita importante, y que ocupa un lugar importante en su casa y que uno es importante. Entonces ordena para el que viene y donde uno vive.

Si yo me valoro, si yo me considero importante, no importante de darme aires de importante, sino me valoro saludablemente, el hábitat donde estoy tiene que estar acorde a la receptividad a donde yo estoy, es decir tiene que ser acorde a la persona.

Hay que ordenar, hay que limpiar, hay que purificar.

Si nosotros vamos a recibir una persona importante, nosotros disponemos la casa de la mejor manera. El que viene a poner morada en nosotros, no viene como un huésped pasajero, sino que viene a instalarse en medio de nosotros. Merece de parte de nosotros, pensando en el nosotros personal y comunitario como una casa, el mayor de los cuidados a su presencia, el mayor de las atenciones a su presencia.

Y por eso la necesidad de entrar en este orden.

Es un orden que no lo establece una categoría de orden que puede brotar, de un orden por un orden en sí mismo, sino que lo establece una presencia, que es la que nos pone en funcionamiento, a la valorización de quién viene para poner las cosas de la mejor forma en su lugar.

No puede ser un proceso histérico, no puede ser que nazca de un proceso compulsivo, que nos ponga en situación de orden por el orden en sí mismo.

El orden en sí mismo no tiene ningún tipo de explicación, siempre uno está ordenado a…..uno está ordenado hacia…., poner en orden, es ponernos en orden en este caso por el valor de quién viene.

Y ahí se inicia el proceso de purificación, que llamamos vacío.

Viste, cuando tienes que poner otra cama en la habitación de los chicos, andan tantas cosas dando vueltas por ahí, juguetes, placar que podría no estar, tienes que sacar ese placar, esos juguetes, y ahí vá entrar la cama.

Hay que vaciar la pieza, limpiar muchas veces, es vaciar, es quitar lo que está ocupando lugar, que no tiene razón de ser, para poder poner lo que sí tiene razón de ser.

A veces vaciarnos, es comenzar a darle importancia a lo que hay que darle importancia, y a las que no tienen dejar de darle esa importancia. En el uso del tiempo, en los vínculos, en la administración del recurso económico, en el modo de hacer nuestro esparcimiento saludable, en la forma de descansar, en el modo y en el método de trabajar. Claro, cuando hay paz, es presencia del espíritu decía Pablo al comienzo, cuando no, es presencia de la carne que busca esto, armar lío, armar desorden.

Por eso la necesidad de vaciarse, no es para quedar en el nihilismo. Entrar como dicen por ahí, pseudo, espiritualidades orientales, entrar en "ohm". Es como desentenderse de todo, generar un vacío sin sentido.

El vacío que plantea Juan de la Cruz, es un vacío porque el huésped, merece que rehagamos un lugar importante. Por eso hablamos de purificación desde el vacío.

Esto hay que hacerlo con orden, nos enseña Juan de la Cruz, y con método. Hay que llevarlo a cabo mediante, operaciones sistemáticas, radicales.

Yo me levanto todos los días en mi casa, tiendo la cama, acomodo la biblioteca un poco, porque me gusta estar en un lugar donde me siento cómodo, cuando las cosas están puesta en el lugar, pensadas para el mejor funcionamiento de mi presencia en la habitación cuando estoy allí. Entonces el orden además no es para uno, sobre todo cuando uno comparte el espacio con otros. El orden también es función de los otros.

No, pero yo sé donde están los papeles, dice uno en la oficina. Pero nadie dice que no lo sepas, pero hay que tratar de tener orden, para los que también colaboran en ese lugar de trabajo donde no solo es tuyo.

Se entiende, no es cierto. Si esto no se hace así, si quedan hilos sin romper, dice Juan de la Cruz – el alma no puede volar. Es decir, si no ponemos la casa en su lugar, sino ponemos en su lugar los afectos, los sentimientos, sino ponemos en orden y jerarquizamos, los valores que impulsan nuestras vidas, no podemos salir digamos.

Por eso el texto es bien indicativo, el que nos inspira en el comienzo del camino de ascenso hacia el monte.

Salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada. Mi casa puesta en orden. Que está diciendo Juan de la Cruz.

No puede haber proceso de conversión, que no incluya un ordenamiento de la vida.

En todas las dimensiones, físicas, síquicas, espirituales, vinculares, laborales, descanso, compromiso con lo social, todo requiere un orden para que en armonía y en paz, Dios pueda hacer realmente de manera permanente huésped nuestro.

Lo mismo es estar atado a una cadena que atado a un hilo de seda, dice Juan de la Cruz, estamos atados, y no podemos volar. Y el alma esta hecha para volar, esta hecha para la libertad.

No se puede volar, explayarse, desarrollar, lo que llevamos dentro de nosotros mismos, cuando estamos encarcelados, estamos como atados a nosotros mismos, pendientes de todo lo que nos rodea, llenos de nosotros y hartos de nosotros mismos.

Como a veces esta falta de purificación en el vínculo de lo sensorial con la realidad, además de que no nos permite trascender, nos mantiene intrascendentes, atrapados.

Lo mismo que está pegada un objeto, uno está, necesitado de salir de ese lugar.

Y para que eso sea, uno pueda desligarse de todo lo creado, que a nada quede apegado, para que pueda poner la mano en el arado y mirar hacia adelante, que no ponga la vista hacia atrás, lo decidido sea llevado a cabo.

San Juan de la Cruz propone el camino justamente, que Jesús dice que debemos recorrer, – el que quiere seguirme, que cargue con su cruz y me siga. Es decir, está en saber sobrellevar el peso de lo que somos y de lo que tenemos con el modo que tenemos de ser y con lo que nos vinculamos con grandeza de alma.

Y eso se lleva de la mejor manera cuando dice Juan de la Cruz, cuando uno quiere gustarlo todo, no quiere algo de Dios, quiere al Dios mismo.

Uno cuando ha recibo una gracia de Dios, dice – que gracia tan inmensa-, le trae paz, alegría, gozo, armonía, luz, orden, fortaleza, decisión, queda el alma como toda templada, decidida, con amor, con fuego y dice:- no quiero soltar mas esto, si pero para poder tener esto, para poder gustar de esto, no quieras tener gusto en nada, dice San Juan.

No podes compartir este gusto de Dios con otros gustos, no es que no te puedas dar un gusto, sino hacerlo de tal manera que tengas la capacidad interior de darte cuenta que ninguna gustadas, ninguna de las cosas disfrutadas, se parece a este gusto y por lo tanto cuando uno se quiera dar un gran gusto, nada mejor que, buscar estar con Aquél, que nos llena el alma, mas que algún aspecto de nuestras vidas.

Para venir a gustarlo todo, no quieras tener gusto en nada, en nada particular está diciendo. Y en todo caso si uno se dá un gusto particular, tiene que ser ordenado a este" gran gusto", que está en lo mas profundo del corazón

Para venir a poseerlo todo, para entrar en comunión plena con Él, no quieras poseer algo en nada, es decir, sé pobre de alma, pobre de espiritu, no que no puedas posesiones, sino que no estés atada a las posesiones.

Claro que cuando uno es particularmente austero, y vive con lo que hace falta y no tiene demás, tiene mayor facilidad, para sostener este valor de, no poseer nada en particular para poder poseerlo todo, o mejor dicho, para ser poseído por toda la presencia de Dios dentro de nosotros.

Además dice Juan: – para venir a ser lo todo, no quieras ser algo en nada.

Esto es el camino de la humidad, el abajamiento, de la sencillez, si vos quieres ser plenamente vos mismo, tienes que ubicarte, como decía Facundo Cabral – en lo bajito, en lo sencillo, para volar alto hay que carretear por abajo.

Para venir a saberlo todo, no quieras saber algo en nada, es decir no te aferres a tus saberes, no te detengas en lo ya conocido, anímate también a lo no, sabido.

Me llama la atención, en los procesos de nuestros cambios culturales en nuestra Asociación, las dificultades que tenemos en desprendernos de lo que aprendimos en estos 15 años. Ya sabemos como se hacen las cosas, eh, a tipos como nosotros de experiencias con todo lo que nos costó, llegar como hemos llegado, quién me hablar de amor, quién me vá a explicar a mí como se hacen las cosas. Viejo lobo de mar, Alejandro, Javier, Majo, Gabriela, Florencia, Pablo, Virginia, Gustavo, todos como nosotros gente, ehhhhh, quién hace una Radio Católica como Radio María, nadie, una Red en todo el país…..atención…porque Dios nos quiere caminando por lugares, donde no sabemos.

Para ir a donde no sabes, tienes que ir por donde no sabes, dice San Juan también.

Dicen que esto es un problema en todo proceso de cambios, a la persona cambiar le cuesta, porque tiene algunas seguridades construidas alrededor del camino con el que se ha venido desarrollando.

Todo proceso de cambio, ofrece la resistencia de lo aprendido, de lo ya sabido.

Vos dirás, yo soy un hombre de experiencia, una mujer de experiencia, “que más", la palabra que más, es la más destructiva de todas las palabras, en el proceso de crecimiento.

El discípulo siempre, dice Ignacio de Loyola, ha de ir de más por más.

Sin apegarse a nada, dice Juan de la Cruz.

Un camino, este de la desapropiación o el vacío, que supone una actitud interior, bien dispuesta, bien interiormente puesta en Dios.

Dice otro ejemplo, en unas cartas que le escribe a las Carmelitas de Veas, dice San Juan, – procurar siempre a inclinarse no a lo más fácil, sino a lo más dificil, procurar no a lo más sabroso, sino a lo más desabrido, no a lo más descanso, sino a lo que dá más trabajo, no a lo que dá más consuelo, sino a lo que dá mas desconsuelo, no a lo más alto y preciosa, sino a lo más bajo y despreciado.

¿Porque dice esto San Juan?- Porque la naturaleza humana, tiende acomodarse y el sentido estricto de la penitencia, el mas genuino, el mas original. El camino penitencial, que supone este modo tan particularmente exigente, que plantea San Juan de la Cruz, está el secreto, de no quedar atrapado a sí mismo, es lo que menos, nos permite avanzar hacia donde Dios nos llama.

Es por eso, Jesús dice: una y otra vez, ustedes estén atentos, vigilen, no se duerman. Cuando uno vá no a lo menos sabroso, sino lo más sabroso, cuando uno vá siempre no a menos descanso, sino a más descanso, buscando un consuelo, más que el querer de Dios, cuando uno busca siempre lo más alto lo más preciosa, no se vincula nunca con las cosas que son menos queribles para todos, uno se acomoda, uno queda como establecido, uno queda como ya camino recorrido, habiendo llegado a la meta, y recordemos que estamos en los comienzos, estamos queriendo salir, hacia donde nos llama el Amado, y por tanto tenemos que velar y en penitencia, vaciar la casa , ponerla en orden, para con todo sosegado, ir en la noche, en las diversas noches, al encuentro de la luz que nos llama.

En este ir poniendo la casa en orden, el alma sosegada, para salir al encuentro del Amado que llama, en este proceso de ascenso en la montaña, con ese ímpetu de fuerza, de amor, que lleva ir hacia adelante.

Por más que saque hacia afuera y se vacíe, de lo que ocupó un lugar que no tiene que ocupar, se llene de la presencia y del amor de Dios, los lugares que antes ocupaban, otros intereses, gustos, búsquedas, apegos.

Siempre queda algo por acomodar. A mí también me pasa en las cosas de todos los días, uno hace un esfuerzo importante por mantener las cosas, como corresponde, para bien de Dios para gloria de Dios, para bien nuestra. Pero….hay que seguir, en esto dice Juan, – Dios, hace su intervención también, en algún momento, es necesario la intervención Divina. 

Él actúa, para terminar y completar esta limpieza, orden, mediante oscuridades, sequedades y dudas espirituales. Como Dios limpia, purifica, a veces regalándonos oscuridades, sequedades y dudas interiores.

Eso que nosotros a veces decimos….mmmmm, que duro Dios ¡no está!. Si está, está purificando, detrás de esto.

Porque al principio Dios dá de vos.

                                                                                            Padre Javier Soteras