29/06/2021 – En “Convocados”, el padre Pablo Savoia y Damián Barneche, de la diócesis de San Martín (Buenos Aires), hablaron del proceso vocacional. El padre Pablo subrayó que “los procesos vocacionales están ligados a cualquier tipo de decisión personal, a todo discernimiento cristiano. En “Christus Vivit”, exhortación apostólica postsinodal destinada a los jóvenes, en el número 252, se nos dice que la vida que Jesús nos regala es una historia de amor, una historia de vida que quiere mezclarse con la nuestra y echar raíces en la tierra de cada uno. Esa vida no es una salvación colgada en la nube esperando ser descargada, ni una aplicación nueva a descubrir o un ejercicio mental fruto de técnicas de autosuperación. Tampoco la vida que Dios nos ofrece es un tutorial con el que aprender la última novedad. La salvación que Dios nos regala es una invitación a formar parte de una historia de amor que se entreteje con nuestras historias; que vive y quiere nacer entre nosotros para que demos fruto allí donde estemos, como estemos y con quien estemos. Allí viene el Señor a plantar y a plantarse”.
“Las esperanzas nos hacen percibir el futuro como un campo de realización de nuestras aspiraciones, de continuar la vida y de ver concretados nuestros sueños. El riesgo aparece cuando las esperanzas se vuelven una confianza ciega en una ilusión no realista, porque nos lleva, tarde o temprano, a la desilusión de descubrir que nos estábamos engañando. Los temores pueden tener una dimensión positiva, que es tener una mirada capaz de descubrir los riesgos y las amenazas que pueden atentar contra nuestras aspiraciones, y por eso podemos tomar precauciones. Pero los temores cuando se vuelven miedos difusos nos encierran, nos paralizan y nos dejan sumidos en la angustia”, indicó Pablo.
“La vocación se refiere a lo que me siento llamado a ser en la vida, no sólo a hacer. Vale decir, preguntarnos por la vocación es preguntarnos por los motivos por los cuales vale la pena vivir, el sentido que le queremos dar a nuestra vida, el horizonte hacia el cual nos gustaría encaminarnos. Escribir sobre esto, sobre las esperanzas y temores que tenemos. Y será bueno después leer más adelante lo escrito en este cuaderno de oración o donde sea que registremos los movimientos internos de oración”, aseveró Damián. Luego el padre Savoia comentó el evangelio de Mateo en el capítulo 19, con el texto del joven rico y la pregunta: “¿Qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna?”: “El joven se acerca a Jesús con una pregunta. Tal vez sea una pregunta que fue amasando durante un tiempo probablemente escuchó acerca de Jesús y ese maestro itinerante despertaba esperanzas en él. Todo lo que él había cumplido hasta ese momento no le daba plenitud, no le despertaba vida. Su pregunta era por el hacer, pero Jesús le hace una propuesta mayor: ser. Por eso no hay que centrarse en lo que se hace o se tiene, sino descubrir la verdadera vida en el ser. En el seguimiento de Jesús vamos descubriendo nuestra verdad más profunda, aquella voz de Dios que nos indica dónde está la vida verdadera. Dios no es enemigo de mi libertad, sino que su voz es un llamado a la verdad más profunda de nuestro ser, a una verdadera libertad y plenitud”.
También Pablo manifestó que “en el proceso vocacional hay que sumergirse en una pregunta vital. Todo ciclo comienza con una pregunta honda, con un deseo de más, con una búsqueda de lo más propio. Es la insatisfacción o incomodidad con las grandes opciones de hoy lo que invita a ir más allá. Tal vez el estilo de vida de otros nos genera la pregunta”. Y añadió Barneche que “Dios tiene la pedagogía de la pregunta, la usa permanentemente”. “Incubar una respuesta es la etapa de considerar opciones nuevas, dejar atraer el corazón, ensayarnos o imaginarnos en nuevos caminos. Es importante el rol de un acompañante para distinguir la verdadera voz vocacional de las ilusiones vacías”, destacó Savoia.
“Fecundar sueños es conectarnos con nuestros deseos profundos, con lo que consideramos lo más nuestro, con aquella voz de Dios que nos habita. Ir verificando si nuestro proyecto de vida responde a nuestros anhelos interiores, si nos plenifica, si nos expande. Vivir la iluminación significa ir descubriendo certezas, permitirnos posibilidades nuevas, identificarnos con algunos estilos de vida. Se trata de dar pasos, de hacernos cargo de nuestras vidas, animarnos a un futuro que todavía no poseemos pero despierta esperanzas. Un buen acompañante nos ayudará a descubrir los signos interiores y exteriores que clarifican la opción. Enfrentar el desencanto también es necesario. Al transitar una opción vocacional aparece el desencanto, la meseta, la sensación de que no estoy siendo pleno. Caen algunas idealizaciones y se quiebran algunas expectativas, pero eso no significa que mi opción no sea real o desacertada. Será tiempo de nuevas preguntas que nos lleven a más”, cerró el padre Pablo de la pastoral vocacional de San Martín.
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