El puente de la reconciliación y el perdón

jueves, 12 de agosto de 2010
image_pdfimage_print

Evangelio según San Mateo 18,21-35.19,1.
Entonces se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?".
Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores.
Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos.
Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo".
El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: ‘Págame lo que me debes’.
El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: ‘Dame un plazo y te pagaré la deuda’.
Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor.
Este lo mandó llamar y le dijo: ‘¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda.
¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de tí?’.
E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos".
Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, dejó la Galilea y fue al territorio de Judea, más allá del Jordán.

Setenta veces siete, un puente
Jesús le respondió a Pedro de un modo inesperado y sorprendente: no te digo que perdones hasta 7 veces sino hasta 70 veces 7 La expresión 70 veces 7 no significa 490 veces como puede parecer si nosotros la tomamos literalmente multiplicando 70 por 7 Incluso la versión del Evangelio de Lucas tomada textualmente es más extrema: si tu hermano peca contra ti 7 veces al día y las 7 veces te dice me arrepiento debes perdonarlo Siete veces al día equivale a 2555 perdones al año. Lo que Jesús quiso decir con éstas frases simbólicas es que debemos perdonar siempre sin poner limites, que el perdón no debe ser una excepción, un favor que le hacemos a alguien sino un modo habitual de nuestra vida ¿ Porqué usó Jesús la expresión 70 veces 7? Por la historia de Caín y Abel narrada en el Génesis. Allí se cuenta que Caín era tan malvado que cuando alguien le hacía un daño el no se vengaba una vez sino 7 veces. Este resentimiento se fue transmitiendo a sus descendientes de tal manera que uno de sus nietos llamado Lamec adquirió el habito de vengarse por cada ofensa que le hacían 70 veces 7 y fue en esa violencia creciente la que provocó la ruina de la sociedad de aquel tiempo y yo diría también de éste tiempo violento marcado por una crisis de inseguridad grande que requiere una respuesta grande de un corazón renovado. Recordando ésta vieja historia del Antiguo Testamento Jesús quiso enseñar que a las ansias de venganza los cristianos debemos oponer el perdón fraterno. Unicamente con el perdón es posible salvar el desastre en el que se va metiendo la sociedad y nosotros tenemos la posibilidad de sembrar en éste sentido el gran puente de la reconciliación y el perdón
¿ Que no es el perdón? Es una buena pregunta para hacernos mientras Jesús nos invita a perdonar, perdonar y perdonar
No una vez sino muchas veces Jesús enseñó a los discípulos que debían perdonar y que para no olvidaran ésta obligación la dejó inmortalizada en el Padrenuestro cuando enseñó a pedir al Dios Padre perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden porque si ustedes perdonan a los que los ofenden también el Padre del Cielo los perdonará a ustedes, pero si no perdonan tampoco el Padre va a perdonar las ofensas de ustedes. A pesar del énfasis que Jesús puso en este mandato pocas cosas hay que le cuesten tanto a los hombres de todos los tiempos como ésta, perdonar y eso tiene una razón. Es que tenemos una idea equivocada tal vez del perdón. El primer error consiste en creer que cuando uno perdona le hace un favor a su enemigo. En realidad cuando uno perdona se hace un favor a si mismo. Como cuando uno ama además de hacerle un bien a otro se hace un bien a si mismo, se construye a si mismo. La misma experiencia nos enseña que cuando guardamos rencor a alguien somos nosotros los principales perjudicados. Los únicos que sufrimos, los lastimados, nos causamos daño pasando tiempo sin dormir, masticando rencor, odio, envenenando nuestra mente y nuestros sentimientos, atormentándonos con ideas: me la hiciste, me la vas a pagar. Mientras tanto nuestro enemigo está en paz, no se entera de lo que pasa por nuestro corazón, nuestra cabeza. Es llamativo como la medicina moderna cada vez reconoce que los sentimientos negativos de odio hacia otra persona producen enfermedades físicas y psíquicas, infartos, difunciones coronarias, problemas gastrointestinales, problemas en los huesos, en la piel, en el sistema inmunológico, incluso muchas de nuestras dolencias, explica la ciencia médica, son producto de nuestro rencor oculto o de nuestra bronca no expresada. Es indudable que nuestro enemigo va a estar felíz si se entera del daño que su recuerdo provoca en nosotros En cambio no tendrá por donde encontrarlo si de verdad de corazón perdonamos
Para tener más vida perdonemos
Con mucha equivocación solemos creer que el que perdona pierde, es como más débil, más frágil, no gana y en realidad el que perdona gana porque perdonar es quitarse uno mismo una espina dolorosa infectada capaz de envenenar toda la vida. El odio causa mayor daño a quien lo tiene que quien lo recibe y el que se niega a perdonar sufre mucho más que aquel a quien se le niega el perdón . El que perdona gana y gana vida. Cuando uno odia a su enemigo pasa a depender de el Aunque no quiera se ata a el, queda sujeto a la tortura de su recuerdo, al suplicio de su presencia y otorga poder para perturbar su sueño, su digestión, su salud entera y convertir toda su vida en un infierno. En cambio cuando se perdona se rompen los lazos que nos atan enfermamente a los que nos han hecho daño o con los que nos hemos desencontrado, se libera el corazón y se deja de padecer. Por eso Jesús cuando pidió que perdonemos a los demás lo dijo pensando en nosotros y en loa otros porque dentro del proyecto de Jesús está que sus seguidores sean gente sana y que puedan vivir la vida plena. El mismo lo afirmó: yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia y uno de los caminos para vivir así en plenitud y en abundancia es el camino de la reconciliación con el don del perdón desde donde podemos tirar muchos puentes
Un joven de un poeblo debió viajar a la capital mientras iba en colectivo y sin que el se diera cuenta alguien le sustrajo lo más precioso que tenía, un reloj que su padre le había regalado con mucho sacrificio antes de morir. Cuando cayó en la cuenta su corazón se llenó de amargura y sintió un profundo odio hacia el desconocido que le había quitado ese valioso tesoro. Desde ese momento sus pensamientos se centraron en el anónimo ladrón. Pensaba en el día y noche, lo odiaba con todo su corazón. Su rencor crecía cada vez más, debía mirar la hora en el otro reloj pequeño que ahora usaba. Había noches que no dormía de rabia, se volvió irritable, iracundo con su propia familia hasta que un día agobiado por tanto resentimiento hizo ésta oración: Señor ya no puedo seguir así por eso quiero perdonar a ese ladrón que se llevó mi reloj, más aun quiero regalarle mi reloj de manera tal que cuando ese ladrón muera tu no lo juzgues por éste robo porque no hubo ningún robo, yo le regalé el reloj. A partir de ese día el joven fue felíz, recuperó a alegría que durante meses había perdido porque ya no trajo más a su memoria aquel hecho torturante y desde ese entonces pudo vivir en paz. Cuando perdonamos estamos invitados a soltar la mano a esa braza encendida que tenemos en el corazón y donde muchas veces volvemos sobre el dolor para desencontrarnos con nosotros mismos, para no entendernos y para desvincularnos con todo. San Agustín decía: si un hombre malo te ofende perdonalo para que no haya dos hombres malos. Si te confunde en la herida
el mal que te hicieron perdoná para no quedar confundido en la misma herida

Padre Javier Soteras