Algunas veces observaba desde mi ventana el esfuerzo para plantar árboles y más árboles todos los días.
Entretanto, lo que más me llamaba la atención era el hecho de que él jamás regaba los renuevos que plantaba. Noté después de un tiempo que sus árboles estaban demorando mucho en crecer.
Cierto día, decidí entonces acercarme a él y le pregunté si el no tenía recelo de que los árboles no crecieran pues percibía que el nunca los regaba.
Fue cuando con un aire orgulloso, él me describió su fantástica teoría.
Me dijo que; si regase sus plantas, las raíces se acomodarían a la superficie y quedarían siempre esperando por el agua más fácil venida de encima.
Como él no las regaba, los árboles demorarían más en crecer, porque sus raíces tenderían a migrar para el fondo, en búsqueda del agua y de las variadas fuentes nutrientes encontradas en las capas más inferiores del suelo.
Esa fue la charla que tuve con aquel vecino mío. Después fui a vivir a otro país, y nunca más lo volví a ver.
Varios años más tarde, al retornar del exterior, fui a dar una mirada a mi antigua residencia. Al aproximarme, noté un bosque que antes no había.
¡Mi antiguo vecino había realizado su sueño!
Lo curioso es que aquel era un día de un viento muy fuerte y helado, en que los árboles de la calle estaban arqueados, como si no estuviesen resistiendo el rigor del duro invierno.
Entretanto, al aproximarme a la quinta del que había sido mi vecino, noté como sus árboles estaban sólidos prácticamente no se movían, resistiendo implacablemente aquella ventolera.
Efecto curioso, pensé yo.
Las adversidades por las cuales aquellos árboles habían pasado, habiendo sido privados del agua, parecían haberlos beneficiado, como si hubiesen recibido el mejor de los tratamientos.
Todas las noches, antes de irme a acostar doy siempre una mirada a mis hijos me inclino sobre sus camas y observo cómo han crecido. Frecuentemente, oro por ellos.
La mayoría de las veces, pido para que sus vidas sean fáciles.
“Dios mío: libra a mis hijos de todas las dificultades y agresiones de este mundo”.
He pensado, entretanto, que es hora de cambiar mis plegarias
Este cambio tiene que ver con el hecho de que es inevitable que los vientos helados y fuertes no alcancen a nuestros hijos.
Sé que ellos encontrarán innumerables problemas, por lo tanto, mis oraciones para que las dificultades no ocurran, han sido demasiado ingenuas.
Siempre habrá una tempestad ocurriendo en algún lugar.
Lo haré porque, queramos o no queramos la vida no es muy fácil, voy a cambiar este modo de orar.
Al contrario de lo que había hecho, pasaré a pedir para que mis hijos crezcan con raíces profundas, de tal forma que puedan sacar energía de las mejores fuentes -de las más divinas-, que se encuentran en los lugares más remotos.
Oramos demasiado para que tengamos facilidades, pero en realidad lo que necesitamos hacer es pedir para desarrollar raíces fuertes y profundas, de tal manera que, cuando las tempestades lleguen y los vientos helados soplen, resistamos con valor y no seamos dominados.
Por eso le pedimos al Señor que nos de raíces profundas que podamos encontrar las raíces profundas
En torno al cuarto mandamiento honra a tu padre y a tu madre queremos descubrir el camino y poder mirar esas raíces profundas que tenemos, prestar atención y considerarlas respetando nuestra procedencia
La consigna ¿qué siento que Dios me invita a honrar de mi padre o de mi madre? Porque estas son mis raíces , desde las cuales voy haciendo mi historia y han sido parte de la historia y me han ayudado a crecer.
El cuarto mandamiento nos señala que los hijos deben a sus padres, respeto, reconocimiento, docilidad, obediencia de esta forma contribuye al crecimiento y la armonía. En caso que los padre se encuentren en situación de pobreza, enfermedad soledad o ancianidad los hijos adultos deben prestarle ayuda moral y material. Esto nos señala el catecismo en el número 459. Los padres a su vez también partícipes de esta paternidad divina, administradores de la vida de sus hijos, no son los dueños, son los primeros responsables de la educación de sus hijos y los primeros anunciadores de la fe. Claro que tienen el deber de amar y respetar a sus hijos como personas y como hijos de Dios y proveer cuando sea posible a sus necesidades materiales y espirituales. Por ejemplo eligiendo una escuela adecuada para ellos ayudándolos con consejos prudentes en la elección de la profesión del estado de vida, la misión de educarlos en la fe cristiana, lo que nos marca el catecismo en el número 460.
A través de este mandamiento descubrimos que este doble vínculo de respeto y amor filial y personal vemos que se fundamenta en esta hermosa promesa de bendición que Dios hace cuando dice ‘honra a tu padre y a tu madre para que se prolonguen tus días sobre la tierra que Yahvé tu Dios te va a dar ‘.
Honrar a los padres quiere decir participar de su sabiduría y experiencia y significa respetar la raíces de la propia existencia. Valorar las raíces que son parte de lo que hoy somos, más allá si fueron buenas o malas.
En el antiguo Israel no era habitual cuidar de los padres mayores y de allí es que Dios quería cuidar de los mayores para que vivieran y se los cuidara dignamente. Bíblicamente sabemos que el hombre es imagen de Dios, la edad avanzada, la ancianidad, como lo señalan las sagradas escrituras, tiene un gran mérito y una gran importancia de tal manera que la vida prolongada un signo de bendición de Dios. En el Nuevo Testamento encontramos figuras de ancianos importantes, Isabel, Zacarías, Simeón, Ana, Nicodemo. La vejez en el lenguaje de la Biblia es un tiempo bendecido y favorable.
Uno de los carismas de la longevidad es la sabiduría que es un don de Dios que el anciano de acoger y ponerse como meta para alcanzar esa sabiduría del corazón, que le da la posibilidad de saber contar sus propios días, es decir vivir con sentido de responsabilidad el tiempo que Dios le concede a cada hombre y mujer
Cuando los hijos ya no honran a sus padres, no sólo no le ayudan a lograr esa meta que Dios les propone sino que además pierden sus raíces y sin ellas no nos podemos mantener en pie y florecer.
Sin respeto por la sabiduría de los padres los hijos y las hijas ya no son guiados por los elementos esenciales de los antepasados y así se van dejando arrastrar por lo superficial y ocasional que nos presenta la moda.
La responsabilidad de los hijos va a ir creciendo en la medida que se van desarrollando físicamente, intelectualmente y emocionalmente. Honrar a los padres tiene relación con la autoestima. Si los honro y guardo respeto después de su muerte puedo seguir viviendo desde ellos, desde lo que ellos me han entregado para que yo pudiera seguir creciendo. Me vinculo y participo de algo que me ha sido adelantado, me hace bien y me da estabilidad en medio de la turbulencia de la vida.
Muchas veces se ha abusado de este cuarto mandamiento porque se quiere obligar a ser obediente y terminar con todo tipo de rebeldía. El obligar, ha tenido un efecto negativo en los niños que terminan siendo inseguros, no encuentran el valor para poder opinar respecto a los padres, porque toda su vida hacen caso a la voz de sus padres sin escuchar la voz del corazón. Muchas veces se revelan contra sus padres sin querer saber nada de honrar y esta rebelión es acompañada de una mala conciencia.
Anselm Grun dice que el cuarto mandamiento no está dirigido a los niños que están creciendo, sino a hombres y mujeres adultos con el fin de honrar y cuidar a los padres para vivan dignamente.
Honrar y respetar no significa proteger siempre a los padres, debemos reconocer que nos pudieron dañar y admitir esta rabia que da vueltas en nuestro corazón. No nos detengamos en reproches y perdonemos a nuestros padres para así liberarnos de esta energía negativa, para así reconocer las raíces positivas que hemos heredado de nuestros padres
Honrar no significa justificar y aprobar todo lo que hicieron mis padres, se trata que lo podamos ver de una manera realista y de honrarlos como lo que son, los aprecio porque me han dado la vida y los honro al mantener vivo su recuerdo.
Mas allá de una obligación es una necesidad de honrar y respetar a nuestros padres.
Pensaba además en nuestra patria y nuestras raíces colectivas, nuestra historia como nación en este año del bicentenario, tener conciencia, reconocer y respetar nuestras raíces colectivas, alejándonos del rencor, de la venganza y de la falta de perdón que dan vueltas en nuestra nación y lo único que hacen es generar más división y dolor, desarmando nuestra patria
El amor debe invitarnos a caminar en este trayecto de honrar, prestar atención y considerar nuestras raíces.
Si desprecio a mis padres también desprecio a una parte de mi mismo. Muchas personas hablan despectivamente de sus padres, son cortos limitados tradicionales, si nos quedamos con ese juicio estamos desestimando una parte de nosotros mismos. Muchas situaciones vividas pudieron habernos marcado, mis padres no supieron darme lo que yo esperaba de ellos o tuvieron intentos de darme lo mejor, pero aun aquí el gran desafío corresponde apreciar, considerar a los padres porque sino tampoco aceptaría los fracasos o las grandes ocasiones de infructuosidad de mi propia vida. No estamos hablando de glorificar a nuestros padres, necesito apreciarlos sino estaría negando mi propia raíz, cortando la propia raíz y el árbol va cayendo.
Apreciar es comprenderlos , al menos sería bueno que tratáramos de entender por qué son así, como y por qué tuvieron esos puntos de vista. En este intento dejemos de lado todo tipo de valoración y juzgamiento y poco a poco irá apareciendo el respeto. Respetar y apreciar tiene relación con esto de reflexionar, de considerar, así voy descubriendo su valor y si contemplo su vida con los ojos del aprecio también voy a descubrir muchas cosas que de alguna manera también me van a hacer bien a mí.
La falta de respeto y comunicación va desarmando nuestro encuentro. Los padres desean que sean respetados por sus hijos y sufren cuando los hijos le contestan con expresiones que ellos jamás hubieran utilizado con sus padres. Los padres van a experimentar el respeto de sus hijos si se respetan a sí mismos. Nosotros vamos a experimentar como padres el respeto de nuestros hijos si nosotros en primera instancia, nos respetamos a nosotros mismos. Pensaba en la falta de respeto a nosotros mismos que trae el fumar o la violencia y los gritos en casa, la falta de descanso, la falta de disciplina en las comidas, estas son falta de respetos hacia nosotros mismos como padres. Si me aprecio no permito el comportamiento y el lenguaje despectivo que muchas veces nuestros hijos nos hacen hacia nosotros. Padre e hijos se educan cuando hay respeto mutuo.
Honrar padre y madre es más profundo que una mera obligación.
La realidad del cuidado de los padres mayores
Muchos padres que cuidan de sus padres mayores se dejan guiar por el cuarto mandamiento de una manera muy literal, no tan amplia y no quieren llevarlos a un hogar de ancianos y ellos quieren cuidarlos mientras puedan. Frecuentemente esta realidad de cuidarlos sobrepasa los propios límites y se sacrifican. Sin embargo al mismo tiempo tenemos que respetar nuestros límites, cuesta encontrar el equilibrio a la hora de sopesar cuanto nos debemos exigir en el cuidado de nuestros padres mayores porque ese cuidado no debe superar nuestros límites ya que si acaba con nosotros superando nuestros límites desaparece el respeto por ellos mismos. No nos respetamos a nosotros mismos.
Muchos hijos se superan a sí mismos cuando van cuidando a sus padres mayores y para ellos este cuarto mandamiento es una fuente de motivación y a la vez de fuerza para no dejar abandonados a sus padres.
Generalmente toda la responsabilidad la suelen asumir las mujeres y los cuidados exigen muchísimos, terminan enfermándose. Es muy difícil decidir si la familia va a continuar asumiendo el cuidado o si debe llevar a los padres a un hogar de ancianos
Honrar y respetar a los padres también significa respetarnos a nosotros mismos. La decisión de cómo cuidar a nuestros padres en una cuestión de sensatez y de ser concientes de nuestros propios límites. No se trata de ignorar la necesidad de cuidarlos. Es más fácil honrar a los padres cuando no me encuentro cotidianamente confrontándonos con nuestra enfermedad: Si no respetamos nuestros límites terminamos volviéndonos agresivos. Mucho amor por no llevar a los abuelos a un hogar de ancianos y la situación en casa se vuelve insostenible.
Honrar y respetar a nuestros padres también es confiarles nuestros límites. Honrar y respetar no significa responder a todos los deseos que ellos puedan tener sino que ellos puedan también respetarme a mí y a los demás. En el respeto mutuo crecemos los dos, padres e hijos , aprendemos los unos de los otros y al final experimentamos un agradecimiento mutuo.
Jesús cita el cuarto mandamiento y critica a los fariseos que conocen el contenido del mandamiento sin embargo ellos mismos desprecian completamente el sentido. Dios dijo ‘honra a tu padre y a tu madre y el que maldice a su padre o a su madre será condenado a muerte, pero ustedes afirman el que diga a su padre o a su madre he ofrecido al templo los bienes que he tenido para ayudarte está libre de sus deberes hacia ellos, así ustedes en nombre de su tradición han anulado la palabra de Dios ’.Mateo 15 4-6
Esto significa que uno puede observar los mandamientos correctamente hacia fuera, en cambio faltamos a la verdadera intención que Dios tiene. Dios quiere que los padres vivan bien. Lo que le deben los hijos a los padres es procurarle el sustento no solo material sino el cariño, también el sustento espiritual. Los fariseos encuentran un truco, solo es necesario considerar el dinero que debo a mis padres como sacrificio a Dios, entonces me libro de la obligación de cuidarlos: Se aprovecha a Dios para quitarle el honor y el derecho a los padres. Así los fariseos están falsificando la intención de Dios .
En otro pasaje parece que Jesús no observara el cuarto mandamiento, invita a sus discípulos a abandonar a sus padres y a seguirlo. A uno que pretende seguirlo pero quiere pasar por su casa para enterrar a su padre , le contesta con brusquedad: ‘ … deja que los muertos entierren a sus muertos tu ve a anunciar el reino de Dios’.
En otro texto dice Jesús : ‘cualquiera que venga a mi y no me ame más que a su padre y a su madre a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas y hasta su propia vida no puede ser mi discípulo
¿Cómo poder conciliar estas palabras con el cuarto mandamiento? Jesús no quiere provocar una pelea familiar sino que el quiere partir de la libertad de cada uno.
Cada uno no sólo debe obedecer a sus padres sino que también dispone de una voz interior a través de la cual Dios le va hablando y debe sobre todo obedecer a esta voz, es más importante que la voz de los padres. Jesús hace libre a la gente para consigo mismo, nos hace libres de la obligación absoluta para con los padres porque existe una llamada de Dios que hace escoger caminos que muchas veces los padres no entienden. Pero esta libertad ante las expectativas de los padres puede hacer surgir un renovado respeto hacia ellos.
A esto de seguir la voz interior, Jesús , lo hace vida. Seguir esta voz no significa despreocuparse de los padres, en el momento de la cruz Jesús cuida de su madre en Juan 19, 26 ‘Al ver a la Madre y cerca de ella al discípulo a quien el amaba Jesús le dijo mujer aquí tienes a tu hijo…’.
Es mirado desde una dimensión histórica y humana, Jesús abandona a su madre sin embargo antes de su muerte piensa en Ella y procura que no quede sola. Allí en la comunidad de los discípulos María puede encontrar su casa y la van a venerar como Madre de Jesús.
El respeto por nuestros padres también tiene un límite que es el respeto por nosotros mismos, no es uno en detrimento del otro, hay una relación mutua, el amor es uno. Aquí el Señor nos ayuda a poner luz y orden en la vida, a mirar y respetar nuestra procedencia.
Sino respetamos nuestra procedencia nos quedamos sin raíces, solo vivimos el momento pero no sabemos de donde venimos ni a donde vamos.
Respeto viene de respicere que significa mirar para atrás, tener en cuenta, también de respectus que es la atención y consideración. Por eso es importante respetar nuestra procedencia, solo puedo mirar hacia delante, hacia lo que viene, hacia donde voy, si tengo en cuenta el camino por el que he transitado hasta este momento, lo cual va a decir mucho de por qué estoy aquí y va a decir mucho hacia donde tengo posibilidades por mis propios límites y potencias hacia donde puedo ir.
Mis padres de alguna forma son responsables de mi procedencia y por esto yo los respeto, es decir los contemplo una y otra vez para reconocer allí quien soy yo. Sin este respeto hacia mis padres pierdo de vista lo esencial. Tenemos que descubrir en ellos nuestra propia historia. Muchos problemas psíquicos provienes de secretos familiares reprimidos. Hace falta una mirada retrospectiva para que no repitamos los errores y las equivocaciones que ocurrieron en la familia, de cual nosotros procedemos.
Quien es incapaz de recordar y no está lleno de respeto se condena a repetir aquello que no se pudo lograr en el pasado. Para que podamos vivir bien y prolongar nuestros días sobre la tierra como dice la palabra en el antiguo testamento, necesitamos respetar nuestra procedencia. Sin respetar a nuestros padres no es posible que nos respetemos a nosotros mismos.
Que este cuarto mandamiento no quede en una obligación sino en una necesidad que brota del más profundo amor que nos une como familia y al cual nos invita cada día el Señor.